La disolución formal de la coalición electoral entre los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Nueva Alianza (Panal), anunciada el pasado viernes, ha abierto un compás de incertidumbre respecto del futuro político de la segunda de esas fuerzas partidistas, surgida de una fractura en el propio tricolor en las postrimerías del sexenio foxista, aliada de facto del panismo en las desaseadas elecciones presidenciales de 2006 e incorporada durante la gestión de Humberto Moreira en el priísmo nacional como parte de la estructura que impulsa la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto.
Hasta ahora, salvo los directamente involucrados, nadie sabe a ciencia cierta a qué intereses responde la separación amistosa que dieron a conocer anteayer, por separado, los dirigentes del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, y del Panal, Luis Castro. Algunas voces han insistido en que la ruptura es producto de diferencias entre ambas dirigencias por el reparto de cuotas de poder para el partido cuya jefa máxima es Elba Esther Gordillo. Otros intentos de explicación atribuyen el hecho a la salida del propio Moreira de la dirigencia priísta, quien era el vínculo más sólido entre el gordillismo y el aspirante presidencial del tricolor.
Hasta ahora, salvo los directamente involucrados, nadie sabe a ciencia cierta a qué intereses responde la separación amistosa que dieron a conocer anteayer, por separado, los dirigentes del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, y del Panal, Luis Castro. Algunas voces han insistido en que la ruptura es producto de diferencias entre ambas dirigencias por el reparto de cuotas de poder para el partido cuya jefa máxima es Elba Esther Gordillo. Otros intentos de explicación atribuyen el hecho a la salida del propio Moreira de la dirigencia priísta, quien era el vínculo más sólido entre el gordillismo y el aspirante presidencial del tricolor.