Sólo porque nada tiene que perder y mucho que ganar, se entiende que el príncipe político de chocolate sea el rey turrón del debate o que el mercader político se presente como el ciudadano 100 por ciento natural.
Eso se entiende, no que el príncipe desconozca la plataforma y la estructura que lo impulsa y lo sostiene y que, a partir de ello, pretenda fortalecer el instrumento político-partidista de la cúpula sindical del magisterio. Hay quienes defienden el negocio de Gabriel Quadri porque consiguió colocar su agenda, hay quienes lo vituperan porque consiguió colocar su cartera. Es lo de menos. Lo delicado es que, bajo disfraz, preste servicios al corporativismo que riñe precisamente con lo ciudadano y denigra la política.
Tal es la ridícula comedia protagonizada por el príncipe Quadri, que ni el yerno de su madrina lo apoya. Fernando González no se anda por las ramas: reconoce el rol de relleno de "su" candidato y apoya de lleno al supuestamente ajeno, el priista Enrique Peña.
Puede Quadri jugar su juego -a ver si la recompensa cubre el costo del desprestigio-, no el electorado: no hay por qué darle un solo voto a Nueva Alianza. Es hora de hacerle perder el registro a ese instrumento de extorsión política y, así, restarle recursos a la corte de la cenicienta, Elba Esther Gordillo. Tan sólo este año, el dinero entregado a ese partido por el electorado, en su condición de contribuyente, suma 352.1 millones de pesos y, desde 2005, cifra mil 513 millones de pesos. Eso sin contar la fortuna que esa fuerza recibe por cuotas sindicales: seis millones al día.
Ni un voto a Nueva Alianza, no más dinero público a intereses cupulares, no más impulso a alianzas nuevas, viejas o recicladas a costa del sacrificio de la educación, eje del rezago nacional.