“Un criminal brasileño ofrece una explicación del narcotráfico más realista que la oficial”.
AGENDA CIUDADANA
Un Diagnóstico. Según lo afirmado por el procurador general de la República, la creciente ola de violencia desatada en México por el narcotráfico tiene un lado positivo. Se trata, asegura el funcionario, de una desafortunada, pero lógica manifestación de la “severa crisis” por la que atraviesan las organizaciones del narcotráfico como resultado de las acciones militares y policiacas en su contra ordenadas por el Gobierno, (Reforma, 20 de abril). Como hipótesis es válida y sobre todo, optimista. Sin embargo, no está de más explorar una explicación alternativa como la de Marcola, por precaución.
La Percepción de la Sociedad. Según una encuesta reciente, la mitad de los ciudadanos mexicanos considera que la violencia asociada al narcotráfico ya está fuera de control y 85 por ciento supone que la situación empeorará, (carta@parametria.com.mx). La alarma va en aumento y las estadísticas la avalan. Según un cálculo, en lo que va del año las “bajas por narco” superan las 800, (El Universal, 24 de abril). Lo extendido del fenómeno, su ritmo, la saña de los asesinatos y los mensajes dejados por los sicarios –desde simples cartones pegados al cuerpo de la víctima hasta videos puestos en la Red- justifican que el panorama actual y el del futuro inmediato se perciban sombríos.
Los Clásicos. Para Tomás Hobbes (1588-1679), su utilidad como protector de la vida y la propiedad de los ciudadanos es la razón de ser y justificación última del Estado. Sin la fuerza estatal, el hombre no tendría más remedio que vivir en el “Estado de naturaleza”, cuyas características centrales son la violencia generalizada y la imposibilidad de la vida civilizada. Por eso, la autoridad que falla en su obligación de proveer seguridad pierde su razón de ser. El enfoque hobbsiano es descarnado, pero no es fácil argumentar en contra de la propuesta que ve en la fuerza la esencia del Estado. Max Weber (1864-1920) lo enunció así: “el Estado es la asociación que reclama para sí el monopolio del uso legítimo de la violencia y no puede ser definido de ninguna otra forma”. Ahora bien la formulación anterior no evita que dentro de cada estructura estatal existan actores que niegan legitimidad al orden existente y proponen un discurso alternativo, como ocurre con los revolucionarios. En contraste, la delincuencia común desde siempre ha retado al Estado y a la sociedad, pero sin justificar de manera teórica su desafío; el criminal simplemente se dedica a lo suyo y listo. Sin embargo, hay excepciones y una de ellas la encontramos en el ya citado Marcola. Las elucubraciones del capo brasileño resultan particularmente interesantes para México porque a falta de un material similar nativo, el paulista nos ofrece una vía indirecta para adentrarnos en el terrible universo mental del narco.
La Otra Explicación. En ausencia de un testimonio directo de “El Chapo” Guzmán, la entrevista con Marcola publicada en el diario O Globo en su edición del 23 de mayo de 2006, nos abre una ventana que permite atisbar e intentar comprender mejor la naturaleza del actual desafío armado al Estado mexicano y a su sociedad. Entender en qué tipo de guerra se está metiendo –nos está metiendo- el Gobierno actual en general y sus Fuerzas Armadas y su aparato de justicia en particular.
Marcola, de 35 años de edad, es un líder reconocido del mundo criminal de Sao Paulo, la principal ciudad de Brasil. Se trata, sin duda, de un personaje singular; según los datos disponibles, nació en un hogar pobre aunque no miserable. Es hijo de un boliviano y uno de sus hermanos, Gabriel, es diputado del MAS, en Bolivia. El personaje se inició en la actividad criminal a los nueve años de edad y ha pasado ya la mitad de su vida en la cárcel. En 2001, él y un centenar de presos más escaparon de prisión por un túnel, pero a diferencia de “El Chapo”, la Policía federal brasileña lo volvió a aprehender y hoy está purgando una larga condena en la prisión de máxima seguridad “Presidente Bernardes”. El 12 de mayo de 2006, unos días antes de la entrevista que aquí se cita, se supone que Marcola ordenó a su organización –el Primer Comando de la Capital o PCC- que desatara la mayor ofensiva de que se tiene noticia contra la autoridad en Sao Paulo. El resultado fue la muerte de 23 policías militares, siete policías civiles, tres guardias municipales, ocho agentes penitenciarios y cuatro civiles. Del otro lado y como respuesta, la Policía dio muerte a 107 personas en los barrios marginales. El alto costo del enfrentamiento entre la autoridad y el PCC, llevó a negociar una tregua, pero de ninguna forma el fin de la guerra. Y es el análisis de esa peculiar y brutal guerra –similar a la que hoy se desarrolla en México- lo que constituye el centro de la extraordinaria entrevista, (la conversación entre Marcola y “O Globo” se puede consultar en español en Google).
El capo paulista ha pasado buen tiempo en la cárcel pero, aparentemente, no ha sido tiempo perdido pues, además de dirigir su organización, ha leído tres mil libros, entre ellos los de Dante y Klausewits. A la pregunta de si es él el jefe del PCC, responde: “Más que eso, yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible”. Él supone que en el pasado hubo condiciones para resolver de forma relativamente fácil el problema de pobres como él “¿[Pero] el Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros [los miserables]?” No y como no lo hizo, Marcola, los seis mil miembros que se supone tiene el PCC y muchos más, buscaron su propia salida y la encontraron: “Ahora somos ricos con la multinacional de la droga y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de su conciencia social”.
Cuando se le pidió que pensara en una solución a la guerra entre el PCC por un lado y el Estado y la sociedad por otro, Marcola respondió: “¿Solución? No hay solución hermano. La propia idea de ‘solución’ ya es un error ¿Ya vio el tamaño de las 560 favelas de Río?…¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación…Y todo eso… implicaría una mudanza sicosocial…O sea: es imposible”.
El jefe criminal se adentra en los términos del conflicto: “nosotros somos hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble…La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama…La muerte para nosotros es la comida diaria…mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido…No hay más proletarios…Hay una tercera cosa creciendo allí afuera… [y] diplomándose en las cárceles… [es] la post miseria [que] genera una nueva cultura asesina”.
Y si los marxistas aseguraron que el burgués es capaz de vender incluso la soga con que se le va a ahorcar, Marcola afirma: “con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio. ¿Cuál es la Policía que va a quemar esa mina de oro, ¿entiende? Nosotros somos una empresa moderna…Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos”.
En torno a su relación con la sociedad, el teórico-criminal sostiene: “Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos ‘globales”. Y cuando se plantea el choque PCC-ejército, Marcola afirma: “Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los rincones. Tenemos hasta misiles anti-tanque…¿Para acabar con nosotros? Solamente una bomba atómica en las villas miseria ¿ya pensó? ¿Ipanema radioactiva?
La reflexión final: “Ustedes necesitan hacer una autocrítica de su propia incompetencia…no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: ‘Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno’”.
Entre Esperanza y Simpleza. Naturalmente que lo último que se debe hacer es perder la esperanza. La cuestión es urgente y central y si hay un tema donde focalizar la energía colectiva es éste, pero hay que hacerlo sin simplificar, yendo a las raíces. La dimensión policiaca-militar es sólo una ¿dónde está el resto?