Federico Reyes Heroles
27 Oct. 09
OARLE ¡¡ QUE LE PASA AL ELITISTA POR EXCELENCIA
AL HIJO DE POLITICO HIPOCRITA, NOO POS SI HASTA ÉL CHILLA, QUE FECAL RENUNCIE.
La reacción natural del ciudadano es la confusión, el hartazgo, el descreimiento, la falta de esperanza fundada. Cada año durante meses, intensas semanas, los señores legisladores discuten con qué impuestos hacerle frente a las necesidades crecientes del Estado mexicano. Números van y vienen y al final del plazo, siempre con prisas, se aprueba algo, un "paquete", que igual provoca lágrimas que risas: gravar al salmón por ejemplo. Los señores diputados repiten su ejercicio con la ley de ingresos tres años y después se van a quién sabe dónde dejándonos como herencia engendros fiscales que explican en buena medida nuestro atraso como nación. Basta hacer un recorrido por el último cuarto de siglo para recordar todos los bandazos e incoherencias de las propuestas fiscales que nos han gobernado. El hecho es que tenemos uno de los sistemas fiscales más ineficientes que en buena medida explica las terribles disparidades y la injusticia del país.
Los sistemas fiscales sirven precisamente para eso, para que la recaudación y el gasto público impulsen el crecimiento, la prosperidad y disminuyan las carencias. No en balde los países con los mejores niveles de desarrollo humano y menores niveles de inequidad casi siempre tienen sistemas fiscales estables. En esas naciones los gravámenes madre fueron resueltos con una visión de Estado que está más allá de los intereses de los partidos y de los políticos. Esa discusión de fondo es la que México se ha negado a sí mismo. Con sus engendros la gran mayoría de los señores legisladores son responsables de la falta de prosperidad y la injusticia de México. Han sido incapaces, y el paquete para el 2010 parece que no será la excepción, de tener una verdadera estrategia que fortalezca crecientemente los cimientos de nuestro sistema fiscal. Veamos los grandes números. México recauda alrededor del 15% del PIB, olvidémonos de Dinamarca con casi el 50%, pero un nivel razonable ronda el 25%. En teoría nos faltarían diez puntos, pero hay un problema mayor, de los 15 puntos que recaudamos el 40% son ingresos petroleros. O sea que si en realidad quisiéramos disminuir la dependencia del petróleo y fortalecer esa industria nacional y crear un fondo para las futuras generaciones que ya no tendrán ese recurso, tendríamos que ir por 15 puntos porcentuales más.
¿Se puede? Claro que sí, sumemos puntitos. En todos los países hay evasión, pero según el SAT en México ésta llega a alrededor de 3 puntos del PIB. A ciertos especialistas la cifra les parece baja, pero en fin, consideran que se podría disminuir a la mitad. Ya va uno y medio. Nada más de ISR son más de dos puntos. Los esquemas especiales le cuestan al erario alrededor de 5.5%. Ya estaríamos en 8. México grava 2.1% vía impuestos al consumo, los países de la OCDE el 7.6%. Podíamos por lo menos duplicarlos con lo cual llegaríamos a 10. Los hoyos del IVA, sin alimentos y medicinas, rondan el 1.6%, ya estaríamos en 12, con medicinas serían casi dos puntos más, pero mejor olvidémoslo porque es políticamente incorrecto. El asunto es tan absurdo que con el actual esquema los hogares de menores ingresos reciben por ese concepto -excluir alimentos y bebidas- un apoyo de alrededor de 2,400 pesos, mientras que para los hogares de mayores ingresos el beneficio es 12,500, cinco veces superior. La necedad provoca injusticia.
Pero hay otros asuntos que ya hemos mencionado. En las economías desarrolladas el predial con frecuencia rebasa el 4% del PIB. En México es el 0.2%, es facultad del orden de gobierno municipal y esos recursos sí harían en el día a día millones. Con un IVA generalizado alrededor de dos terceras partes de lo recaudado provendría de las familias con recursos. El "paquete" fiscal que se ha dado a conocer vuelve a gravar a los mismos causantes, pero no sólo eso. Con una caída severa del PIB subir el ISR es un contraincentivo a la producción. El IMCO ha demostrado cómo la reducción de dicho impuesto incrementa la recaudación. Otra vez la misma piedra. Basta voltear la cara hacia Alemania donde se acaba de anunciar una cuantiosa reducción a los gravámenes productivos para impulsar a la economía.
El resultado de las anteriores aberraciones se plasma en varios hechos: un crecimiento magro, pocos nuevos empleos formales, poco incremento en la productividad y, quizá lo más grave, nuestro sistema fiscal casi no ayuda a paliar la pobreza. Según los índices de Gini la desigualdad antes de impuestos y después de ellos incluyendo las transferencias es casi imperceptible. La comodidad política perpetúa el atraso y la desigualdad. No tenemos una estrategia para poco a poco despetrolizar las finanzas, no se da importancia a la evasión, los regímenes especiales quedan en la sombra, por si fuera poco se echa para abajo el primer impuesto etiquetado y nos apoyamos de nuevo en el petróleo. ¿Por qué no disminuyen más aceleradamente la pobreza y la desigualdad? La respuesta está en la cobardía fiscal.
kikka-roja.blogspot.com/
Los sistemas fiscales sirven precisamente para eso, para que la recaudación y el gasto público impulsen el crecimiento, la prosperidad y disminuyan las carencias. No en balde los países con los mejores niveles de desarrollo humano y menores niveles de inequidad casi siempre tienen sistemas fiscales estables. En esas naciones los gravámenes madre fueron resueltos con una visión de Estado que está más allá de los intereses de los partidos y de los políticos. Esa discusión de fondo es la que México se ha negado a sí mismo. Con sus engendros la gran mayoría de los señores legisladores son responsables de la falta de prosperidad y la injusticia de México. Han sido incapaces, y el paquete para el 2010 parece que no será la excepción, de tener una verdadera estrategia que fortalezca crecientemente los cimientos de nuestro sistema fiscal. Veamos los grandes números. México recauda alrededor del 15% del PIB, olvidémonos de Dinamarca con casi el 50%, pero un nivel razonable ronda el 25%. En teoría nos faltarían diez puntos, pero hay un problema mayor, de los 15 puntos que recaudamos el 40% son ingresos petroleros. O sea que si en realidad quisiéramos disminuir la dependencia del petróleo y fortalecer esa industria nacional y crear un fondo para las futuras generaciones que ya no tendrán ese recurso, tendríamos que ir por 15 puntos porcentuales más.
¿Se puede? Claro que sí, sumemos puntitos. En todos los países hay evasión, pero según el SAT en México ésta llega a alrededor de 3 puntos del PIB. A ciertos especialistas la cifra les parece baja, pero en fin, consideran que se podría disminuir a la mitad. Ya va uno y medio. Nada más de ISR son más de dos puntos. Los esquemas especiales le cuestan al erario alrededor de 5.5%. Ya estaríamos en 8. México grava 2.1% vía impuestos al consumo, los países de la OCDE el 7.6%. Podíamos por lo menos duplicarlos con lo cual llegaríamos a 10. Los hoyos del IVA, sin alimentos y medicinas, rondan el 1.6%, ya estaríamos en 12, con medicinas serían casi dos puntos más, pero mejor olvidémoslo porque es políticamente incorrecto. El asunto es tan absurdo que con el actual esquema los hogares de menores ingresos reciben por ese concepto -excluir alimentos y bebidas- un apoyo de alrededor de 2,400 pesos, mientras que para los hogares de mayores ingresos el beneficio es 12,500, cinco veces superior. La necedad provoca injusticia.
Pero hay otros asuntos que ya hemos mencionado. En las economías desarrolladas el predial con frecuencia rebasa el 4% del PIB. En México es el 0.2%, es facultad del orden de gobierno municipal y esos recursos sí harían en el día a día millones. Con un IVA generalizado alrededor de dos terceras partes de lo recaudado provendría de las familias con recursos. El "paquete" fiscal que se ha dado a conocer vuelve a gravar a los mismos causantes, pero no sólo eso. Con una caída severa del PIB subir el ISR es un contraincentivo a la producción. El IMCO ha demostrado cómo la reducción de dicho impuesto incrementa la recaudación. Otra vez la misma piedra. Basta voltear la cara hacia Alemania donde se acaba de anunciar una cuantiosa reducción a los gravámenes productivos para impulsar a la economía.
El resultado de las anteriores aberraciones se plasma en varios hechos: un crecimiento magro, pocos nuevos empleos formales, poco incremento en la productividad y, quizá lo más grave, nuestro sistema fiscal casi no ayuda a paliar la pobreza. Según los índices de Gini la desigualdad antes de impuestos y después de ellos incluyendo las transferencias es casi imperceptible. La comodidad política perpetúa el atraso y la desigualdad. No tenemos una estrategia para poco a poco despetrolizar las finanzas, no se da importancia a la evasión, los regímenes especiales quedan en la sombra, por si fuera poco se echa para abajo el primer impuesto etiquetado y nos apoyamos de nuevo en el petróleo. ¿Por qué no disminuyen más aceleradamente la pobreza y la desigualdad? La respuesta está en la cobardía fiscal.