* Discurso del Presidente Legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, en el acto conmemorativo del Natalicio de don Benito Juárez, en el Hemiciclo al Benemérito de las Américas
Amigas, amigos, muchas gracias, como siempre, por su participación en esta asamblea informativa.
Como decía Pedro Miguel, parafraseando al presidente Juárez, con el pueblo todo, sin el pueblo nada. Por eso muchas gracias a todas y a todos ustedes.
Nos congregamos para recordar en su natalicio a Benito Juárez García, el mejor presidente de México en toda la historia. Lo hacemos en momentos en que nuestro país enfrenta una severa crisis económica, social, política, moral, de inseguridad y violencia.
Juárez es símbolo de honestidad, austeridad, rectitud, laicismo, legalidad y patriotismo. Este presidente vitalicio nos dejó muchas lecciones para actuar en circunstancias difíciles, pero quizá la enseñanza mayor fue su ejemplo de perseverancia y su inquebrantable fe en la causa que defendía.
Por eso, el mejor homenaje que podemos rendirle es mantener nuestro compromiso de no claudicar en el objetivo superior de transformar la vida pública del país.
Estamos convencidos que, más temprano que tarde, lograremos el renacimiento de México. Basamos nuestro optimismo en el hecho de que la actual decadencia ha sido causada por una funesta camarilla que no podrá, por mucho tiempo, impedir la dicha y la felicidad de nuestro pueblo.
Sabemos bien, estamos muy conscientes que los males que aquejan y atormentan a la nación, no son producto de la fatalidad o del destino. Tampoco existe ninguna razón natural o geográfica que justifique el empobrecimiento del pueblo y la actual decadencia.
México es uno de los países con más recursos naturales en el mundo. En todo su territorio hay riquezas: en el Norte, minas de oro, plata y cobre; en el Sur, agua, gas y petróleo y, en todos lados, tenemos nuestro mejor recurso: el pueblo cuenta con cultura, tiene vocación de trabajo y una inmensa bondad.
Por eso, entendemos bien que todo lo que está pasando es el fruto podrido de la política de pillaje que ha venido imponiendo una minoría para satisfacer su ambición y codicia a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría de los mexicanos.
Hay crisis porque, desde hace 27 años, la oligarquía con sus políticos y voceros, han venido imponiendo una política económica para beneficio exclusivo de una élite.
Hay crisis porque, en las últimas dos décadas, al amparo del poder público, un pequeño grupo ha saqueado al país y se han enriquecido, obscenamente, como no ha sucedido en ninguna otra parte del mundo.
Hay crisis porque se han privatizado los bienes de la nación.
Hay crisis porque el petróleo, el gas y la electricidad, han sido explotados de manera irracional, en provecho de empresas trasnacionales, de traficantes de influencia y de políticos corruptos.
Hay crisis porque, desde Salinas hasta Calderón, se han entregado 25 millones de hectáreas, el 12 por ciento del territorio nacional, para la explotación del oro, la plata, el cobre y se ha favorecido, básicamente, a tres consorcios: Grupo México, Peñoles y Carso, así como a las mineras canadienses, asociadas con políticos del PRI y del PAN.
Hay crisis porque la economía nacional ha permanecido estancada y no se han generado empleos.
Hay crisis porque se abandonaron las actividades productivas, tanto en el campo como en la ciudad.
Hay crisis porque los potentados no pagan impuestos.
Hay crisis porque se protege a los monopolios vinculados al poder.
Hay crisis porque el presupuesto se destina a mantener los privilegios de los altos funcionarios públicos.
Hay crisis porque no se garantizan los derechos constitucionales al trabajo, a un salario digno, a la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social y el bienestar del pueblo.
Hay crisis porque a los jóvenes se les ha marginado y se les han cerrado las puertas para la educación y el trabajo.
Hay crisis porque impera la corrupción y la impunidad.
Hay crisis porque un grupo ha confiscado todos los poderes constitucionales y mantiene secuestradas a las instituciones.
Hay crisis, en suma, porque en México domina una oligarquía y no hay una auténtica democracia.
Los responsables de la tragedia nacional, desde luego, tienen nombre y apellido. Son los 30 potentados que, por mantener y acrecentar sus privilegios, han venido cancelando el futuro de millones de mexicanos y están destruyendo al país. Y como es evidente, esta mafia no está dispuesta a ceder en nada, aunque terminen de arruinar a México y de desgraciarnos a todos.
Por eso, amigas, amigos, compañeras, compañeros, la única opción que tenemos es la de derrotar a la oligarquía en el terreno político, en buena lid, de manera pacífica para establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo.
Esto lo hemos venido postulando desde hace mucho tiempo; pero no sólo, y eso es lo más importante, nos hemos quedado en la reflexión teórica, en la denuncia, o en la simple exposición del problema. En nuestro quehacer hemos armonizado el pensamiento y la acción; las palabras y los hechos. Debe saberse –ustedes están muy enterados— que en la actualidad, mujeres y hombres concientes y comprometidos, trabajan con empeño para lograr la transformación del país, desde abajo y con la gente.
Se está luchando cotidianamente, se está trabajando para informar, orientar, concientizar y organizar al pueblo, a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Muchas mujeres y hombres a quienes les rendimos un homenaje por su entrega, que están haciendo esta labor en todo el país. Subrayo esto porque hay veces que se piensa que no hay salvación, sobre todo porque no se transmite nada en los medios de comunicación.
Pero no tengamos ninguna duda, el movimiento está vivo, muchas mujeres y hombres en rancherías, en ejidos, en comunidades, en pueblos, en colonias y en barrios están trabajando casa por casa, para despertar las conciencias dormidas y para que todos juntos logremos la transformación de nuestro país.
En todo el territorio nacional se está llevando a la práctica una estrategia que consiste en el cumplimiento de tres tareas básicas, esto es también importante en nuestro movimiento. Hemos concebido definir con mucha claridad el plan de acción. ¿Cuál es el objetivo? La transformación del país, ¿cuál es la tarea, estrategia, qué es lo que tenemos que hacer para conseguir ese propósito, ese objetivo superior? Tres tareas básicas: primero, que los comités municipales, estatales, distritales que se han constituido se encarguen de construir, de constituir, de crear comités territoriales. Que tengamos comités en todos los pueblos, colonias y barrios de México.
Esto es muy importante, la organización. No vamos a lograr nuestro objetivo, si no consolidamos nuestra organización. ¿Cuál fue una de las lecciones que nos dejó la elección del 2006? Que nos robaron la Presidencia porque la mafia no quiere ningún cambio en beneficio del pueblo, pero también nos robaron la Presidencia porque se valieron de que nos faltaba organización.
Por eso trabajemos en organizar al pueblo, pacientemente y con intensidad, organicemos a la gente. Miren, cuando definimos que estas tres tareas eran importantes, de repente coincidió que revisando la historia, fue lo que hicieron en su momento los liberales, los magonistas, para enfrentar la dictadura de Porfirio Díaz.
¿Qué fue lo primero que hicieron? Crearon clubes liberales, el primer club Ponciano Arriaga, luego clubes liberales en todos los pueblos del país. Algo parecido a nuestros comités.
Esto se está haciendo, esta tarea se está llevando a la práctica en todo el territorio nacional.
Segundo, tenemos que seguir convenciendo a más gente, adherir a nuestro movimiento a más ciudadanos, mujeres y hombres de buena voluntad. Como aquí nos dijo Pedro Miguel, ya somos dos millones 500 mil en todo México, los representantes del Gobierno Legítimo y de este movimiento. Hay que seguir inscribiendo a más ciudadanos.
No sólo es un asunto cuantitativo, numérico, es que cuando se convence a un ciudadano, nos está dando ya su confianza y está asumiendo el compromiso de luchar junto con nosotros para lograr la transformación del país.
Y lo tercero, tenemos que ayudar todos en la distribución, casa por casa, del periódico Regeneración, tenemos que romper el bloqueo informativo, tenemos que despertar las conciencias de los ciudadanos. También en esto hay que tomar en cuenta la historia.
Los magonistas hicieron trabajo de convencimiento, de concientización, con un periódico que llevaba precisamente ese nombre: Regeneración. Llegaron a tirar 25 mil ejemplares en aquellos tiempos. Cuando ya no podían hacer el periódico en la ciudad, porque eran reprimidos y hostilizados, y esto también indica cómo es importante la información, cómo es importante el que se esté informando al pueblo cuando se padece de opresión.
Cuando ya no podían estar aquí, se trasladaron a ciudades fronterizas de Estados Unidos y allá siguieron imprimiendo el periódico, lo pasaban de contrabando por la frontera y con el periódico alentaron el movimiento y, gracias a esa lucha, quedó establecido después en la Constitución de 1917 el derecho del pueblo a la educación, en el artículo tercero. Gracias a esa lucha, se estableció en el artículo 27 el derecho de los campesinos a la tierra y, gracias a esa lucha, se estableció en el 123 el derecho de los trabajadores a un salario justo y a una jornada justa de trabajo.
Por eso qué bueno que se tomó la decisión de sacar este periódico. Ya van tres números y hoy se está repartiendo el número cuatro. Todos tenemos que entregar el periódico. Se le puso Regeneración en homenaje a los hermanos Flores Magón.
Se le puso Regeneración porque eso es lo que necesita el país, una regeneración, pero si no le hubiésemos puesto Regeneración, tal vez se llamaría El Despertador, porque eso es lo que queremos, despertar al pueblo, para luchar juntos y sacar adelante a nuestro país.
Esto, amigas y amigos, es lo que consideramos más importante, es el meollo de todo, es lo que se describe, se puede decir en unas cuantas palabras, el objetivo es la transformación, la estrategia es crear comités, inscribir a más representantes y distribuir el periódico casa por casa.
Pero, al mismo tiempo, estamos luchando para impedir, para parar más retrocesos. Nos mantenemos pendientes y movilizados, denunciando infamias y arbitrariedades de los poderosos. No dejamos ni dejaremos de apoyar a los trabajadores electricistas del SME, a los mineros de Cananea, a los pobladores de Zimapán, que se oponen a la instalación de un basurero tóxico. Estamos atentos para impedir que se construya la presa El Zapotillo, que borraría del mapa a tres históricos pueblos de Jalisco.
Seguimos respaldando a dirigentes sociales que se manifiestan contra la destrucción del territorio y la contaminación provocada por las empresas mineras, en particular, por la de San Xavier, en el cerro de San Pedro, en San Luis Potosí.
También estamos exigiendo esclarecer y castigar a los autores materiales e intelectuales del asesinato de Mariano Abarca Roblero en Chicomuselo, Chiapas, quien luchaba con su pueblo enfrentando la depredación de una minera canadiense. Mantenemos la demanda de que se castigue a Eduardo Bours, ex gobernador de Sonora y a Juan Molinar Horcasitas, anterior director del Instituto Mexicano del Seguro Social, por la muerte de 49 niños y heridas graves a 79 más, en la guardería ABC de Hermosillo.
Vamos a seguir insistiendo hasta que les devuelvan sus ahorros a los exbraceros. Es una gran injusticia lo que se está cometiendo. Muchos de ellos están falleciendo, los han hecho esperar tiempo, los han traído de arriba para abajo, ya autorizaron en el presupuesto 38 mil pesos, pero como burla, decidieron que les iban a entregar el dinero en 10 años. Muchos de ellos ya no van a vivir para recibir ese apoyo.
Yo, aquí, vuelvo a pedirles a nuestros legisladores que suban a la tribuna, de manera enérgica, para exigir justicia a los ex braceros.
Jamás dejaremos de exigir la presentación de los desaparecidos y la libertad de los presos políticos, indígenas, campesinos y ciudadanos injustamente encarcelados. De nuevo expresamos nuestra solidaridad con los dirigentes de Atenco, que con saña y arbitrariamente permanecen privados de su libertad.
Amigas y amigos:
Nuestro país, además de otras calamidades, está inmerso en una grave crisis de inseguridad y violencia. También, quienes impusieron a Calderón son responsables del dolor de miles de familias, del miedo y del temor que prevalece en hogares y calles de casi todo el territorio nacional.
No olvidemos que esta minoría codiciosa y sin llenadera, ha hecho ingrata la vida de millones de mexicanos y, además, llevó a la presidencia a una persona incapaz de garantizar la tranquilidad y la paz social.
Calderón, para ser claros, no estaba ni siquiera para ministerio público, con todo respeto a los ministerios públicos, mucho menos para presidente de México.
Calderón, como ha quedado demostrado, no es un hombre de Estado. Calderón, repito, le pegó un garrotazo a lo tonto al avispero y ahora todos estamos pagando las consecuencias. Fue irresponsable y torpe declarar la guerra a la delincuencia organizada sin conocer la realidad y sin un plan integral que pusiera el énfasis en el desarrollo social.
Una y otra vez hemos insistido que la forma más eficaz y humana de enfrentar la inseguridad y la violencia, pasa por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. Las medidas coercitivas no resuelven el problema. No basta con el Ejército, la policía, las cárceles, las amenazas de mano dura y leyes más severas. Se requiere atender, antes que nada, las demandas de trabajo y bienestar.
El proceder de Calderón en esta materia ha dañado gravemente al país. Han perdido la vida, y eso es lo más lamentable, miles de seres humanos, algo que no sucedía desde la Revolución. Por si fuese poco, se ha desgastado al Ejército y se está alentando a los criollos que quieren anexarnos y a quienes siempre están esperando intervenir desde el extranjero en asuntos que sólo competen a los mexicanos.
Por eso, llamamos al Gobierno de Estados Unidos a que respete nuestra soberanía, que no se aproveche de las circunstancias ni abuse de la debilidad de Calderón. Cooperación sí, intervencionismo no.
También queremos dejar en claro que nuestro movimiento no apuesta a edificar la nueva República sobre las ruinas de México.
Siempre hemos actuado con responsabilidad y lo seguiremos haciendo. Desde agosto del 2007, fuimos los primeros en advertir públicamente que se avecinaba el agravamiento de la crisis, que habría problemas –dijimos-- de recesión, desempleo y devaluación.
Al mismo tiempo, urgimos al gobierno a que se tomaran medidas para atemperar los daños a la economía y al bienestar del pueblo. Y no hicieron caso.
Más tarde, el 28 de septiembre de 2008, en el Zócalo de la ciudad de México, propusimos al Congreso un plan anticrisis y tampoco hicieron nada.
Ahora, de nuevo, exhortamos a los que realmente mandan, a Felipe Calderón o a quien corresponda, a que se decidan, por el bien de México, a cambiar la política económica empezando por crear empleos y atender a los jóvenes para garantizar la tranquilidad y la seguridad pública.
Antes que ninguna otra cosa, es urgente proteger el empleo y generar nuevos puestos de trabajo, como también es indispensable hacer efectivo el derecho a la educación.
¿Cómo hacerlo? Porque siempre los voceros de la oligarquía cuestionan que no damos a conocer los cómos. ¿Cómo se puede hacer? Poniendo en práctica un amplio programa de construcción de obras públicas, entre otras medidas.
¿Por qué es importante un amplio programa de construcción de obras públicas? Porque se logra un efecto multiplicador, se reactiva rápido la economía, se meses, se pone a trabajar a la gente y se hace la infraestructura que se necesita en el país.
En mis recorridos por la República, he podido constatar que el principal clamor es la falta de empleo y no he visto obras en proceso por ninguna parte. La industria de la construcción está paralizada. Un dato: en Ciudad Juárez, más de la mitad de sus calles no tiene pavimento.
En cuanto a los jóvenes, es indispensable aprobar de inmediato un programa de becas para estudiantes de escuelas preparatorias, institutos y universidades públicas, algo parecido a lo que aplica el Gobierno del Distrito Federal en esta ciudad.
Nuestro reconocimiento al gobierno de la Ciudad de México por la atención a los jóvenes.
También hay que invertir en la construcción de escuelas de nivel medio superior y ampliar espacios en universidades públicas para que ningún joven sea rechazado, con el pretexto de que no pasan el examen de admisión, cuando en realidad lo que sucede es que no hay espacios, no hay cupo, porque las universidades públicas no cuentan con el presupuesto suficiente.
Los recursos necesarios para implementar estas acciones, este plan de empleo y atención a los jóvenes, podrían salir --como siempre lo hemos sostenido-- de ahorros en el presupuesto por la aplicación de una política de austeridad republicana.
Como decía el presidente Juárez, que los funcionarios aprendan a vivir en la justa medianía. Nunca se justifica el dispendio, la ostentación y el derroche, menos en épocas de crisis, cuando está de por medio la seguridad y el bienestar del pueblo.
Amigas y amigos:
En las actuales circunstancias, muchos se entristecen y piensan que no hay salidas; otros, aunque tienen ideas progresistas, se deprimen y se amargan la vida. Tenemos que seguir alentando a todos y a todas.
¡No a la desesperanza! Sí podemos sacar adelante al país. Además vamos bien, el tiempo y la realidad nos están dando la razón y estamos haciendo lo correcto: trabajando todos los días –repito-- para despertar las conciencias y organizar al pueblo con el propósito de transformar la vida pública de México.
No perdamos el tiempo en estar viendo lo que hace la llamada clase política, que no nos envuelvan con eso. No olvidemos que como ellos manejan a la mayoría de los medios de comunicación, con honrosas excepciones, pues ellos son los que ponen la agenda, dan a conocer lo que les conviene y es una atmósfera, en donde se tocan temas, muchas veces, irrelevantes.
Es muy difícil que en los medios de comunicación de nuestro país se conozcan asuntos que verdaderamente interesan al pueblo de México. Por eso no nos desanimemos, no estemos perdiendo el tiempo en lo que están haciendo los políticos.
Saben, en sentido estricto, los políticos no son más que achichincles de los potentados. Es gente sin principios y sin ideales, es parte de la decadencia, de la crisis que se está padeciendo en nuestro país. Esa gente sólo busca su interés personal o de la pequeña secta a la que pertenecen.
Lo mismo puedo decir acerca de las alianzas. Ya se ha hablado también sobre este tema. Somos respetuosos de las decisiones que tomen los partidos del Frente Amplio Progresista, del PRD, del PT y Convergencia.
Somos, sobre todo, respetuosos de las decisiones de los ciudadanos. En este movimiento está prohibido prohibir. Este es un movimiento de hombres y de mujeres libres y conscientes.
Pero ya fijamos nuestra postura. A título personal, cualquier ciudadano puede participar en procesos electorales, bajo cualquier circunstancia.
Pero nuestro movimiento ha decidido no acompañar a los partidos del Frente Amplio Progresista, si hacen alianzas con el PAN o con el PRI.
Tampoco que nos preocupe tanto el que la mafia del poder quiera por anticipado imponer a Peña Nieto con el respaldo de Salinas, el principal operador de la oligarquía, y con la campaña mediática de Televisa.
¿Estamos claros en eso, verdad? Tengamos confianza en el pueblo. Al pueblo se le engaña una vez, dos veces, pero no se le puede engañar toda la vida. El pueblo es sabio, no perdamos la fe en el pueblo de México. No van a poder volver a engañarlo, no va a funcionar la telenovela de Televisa con Lucerito, La Gaviota, La Paloma y ese copetón irresponsable y corrupto.
Eso sí, hagamos nuestro trabajo para que el día de mañana nadie nos diga que no sabía de la existencia de otro proyecto alternativo, distinto al camino trillado de siempre. Y pensemos que la obra de transformación que estamos iniciando, si no podemos concluirla nosotros, ya vendrán las nuevas generaciones a consumarla, nuestros hijos, nuestros nietos.
Pero siempre tengamos presente que se trata de algo verdaderamente trascendente, humano y grandioso.
Es mucho el desafío. Enfrentamos intereses muy poderosos pero también es un timbre de orgullo tener la oportunidad de hacer historia.
Eso es lo que estamos haciendo. La política se define de distintas maneras, como el arte o la ciencia de gobernar. La política, se dice, se inventó para evitar la guerra. La política, se dice también, es optar entre inconvenientes.
La definición que más me gusta de política es aquella según la cual la política es hacer historia. Por eso, les repito, insisto, sigamos haciendo historia. Esto es lo más importante de todo.
Son momentos para demostrar de qué estamos hechos. Sigamos siendo rebeldes ante la opresión y la ignominia. No aceptemos la paradoja de vivir en un país rico con pueblo pobre. México es de todos y no de unos cuantos.
Sigamos luchando hasta lograr que haya patria para todos, patria para el pobre, patria para el humillado.
¡Que viva el pueblo de México!
¡Que Viva Juárez!
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!
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Ha dejado sin país a millones de mexicanos, la avaricia y la torpeza del grupo gobernante: Pedro Miguel
México, Distrito Federal
Domingo 21 de marzo de 2010
http://www.gobiernolegitimo.org.mx/noticias/comunicados.html?id=80347* Discurso del escritor Pedro Miguel, en el acto conmemorativo del Natalicio de don Benito Juárez, en el Hemiciclo al Benemérito de las Américas
CIUDADANO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL
DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS,
LIC. BENITO JUÁREZ GARCÍA.
Está usted en presencia de miles de ciudadanas y ciudadanos libres de México que nos congregamos hoy aquí para recordar su nacimiento y para celebrar la llegada de la primavera.
No venimos a rendir culto a una estatua sino a encontrarnos con el que está vivo en cada uno y en cada una de nosotros, en nuestra educación, en nuestras convicciones y en nuestro afecto; con el que sigue luchando a nuestro lado por una nación soberana, democrática, equitativa, honesta y apegada a las leyes; con el que resiste los infortunios y las derrotas, con el perseguido; venimos a hacernos presentes ante el presidente del pueblo.
Nos permitimos informarle de la difícil situación por la que atraviesa el país en estos tiempos. Y queremos presentarle, también, el reporte de nuestros esfuerzos para enderezar el rumbo de México.
Hace ya más de dos décadas que el país se encuentra bajo el control de una minoría rapaz que se ha apoderado de casi todos los bienes públicos, ha fraccionado el territorio nacional para cederlo a intereses extranjeros, ha medrado en la corrupción más escandalosa y ha hundido en la pobreza extrema a la mayor parte de la población.
En poco más de 20 años, presidente Juárez, ese poder oligárquico nos ha dejado sin empresas públicas y sin industria; ha devastado al agro y nos ha colocado en situación de dependencia alimentaria; ha persistido en la agresión a las comunidades indígenas; ha destruido sindicatos y cooperativas; ha malbaratado la banca nacional, los transportes y las telecomunicaciones; nos ha dejado sin vivienda, empleo, educación, salud, cultura, recreación; nos ha reducido el poder adquisitivo; ha conspirado para arrebatarnos conquistas laborales, derechos humanos y políticos, sociales y reproductivos; ha traicionado el principio del Estado Laico y ha instaurado, si no un gobierno abiertamente confesional, cuando menos un gobierno feligrés, al servicio de las posturas más reaccionarias del alto clero; ha procurado incluso destruirnos los sueños y las esperanzas.
La avaricia y la torpeza del grupo gobernante ha dejado sin país a millones de jóvenes, para los cuales no hay más horizontes que la mendicidad, la drogadicción, la emigración, la delincuencia.
Para llevar a cabo esa labor de destrucción, esa minoría no ha necesitado de tropas foráneas. La ha realizado mediante la firma de un Tratado de Libre Comercio, gobernando a contrapelo de la Constitución, aprobando rescates bancarios e Iniciativas Mérida, secuestrando a los organismos del Estado, robándole a la voluntad popular, en dos ocasiones –en 1988 y en 2006–, la titularidad del Poder Ejecutivo.
En 2006 los mafiosos de la política, de las finanzas, de los medios y de la mafia a secas, impusieron en el Poder Ejecutivo a un hombre mediocre, inescrupuloso y torpe, sin capacidad ni voluntad para dar solución a los problemas económicos, ya para entonces graves, ni para contrarrestar la oleada delictiva que ya asolaba diversas regiones. Este hombre no quiso escuchar las advertencias acerca de la crisis que se nos venía encima. Minimiza e ignora los problemas, se hace el sordo ante el clamor popular por la pobreza y el desempleo; tolera o propicia las graves violaciones a los derechos humanos; permite, y hasta justifica, la corrupción escandalosa.
Este gobernante usurpador ha hundido a México en un baño de sangre sin precedentes en los tiempos modernos. Más de 17 mil mexicanos, presidente Juárez, han muerto en esa guerra sin propósito ni bandos definidos; las instituciones han experimentado un nuevo ciclo de descomposición y desprestigio; nuestras Fuerzas Armadas han sido lanzadas a una aventura disparatada en la que la víctima es, en muchas ocasiones, la población inocente.
Usted, presidente Juárez, llegó, con su dignidad perseguida, hasta los confines del país. Resistió, en Paso del Norte, la embestida de la intervención, y recibió la solidaridad, y la entrega de los chihuahuenses a la causa de la República. Cuando llegó el momento de la contraofensiva y volvió al sur, en un día de diciembre de 1866, usted exclamó: “Gracias tierra bendita, nunca te olvidaré”.
Hoy en día, presidente Juárez, esa tierra, junto con todo el resto de la franja norte, al igual que Durango y Sinaloa, Guerrero y Michoacán, Veracruz y Tabasco, está devastada y masacrada por una lucha sangrienta entre los oscuros delincuentes dedicados al comercio de drogas y los delincuentes de cuello blanco que usurpan el gobierno federal y que se han atrincherado en cacicagzos estatales. Hoy, en la ciudad que lleva su nombre, en Ciudad Juárez, en Monterrey, en Torreón, en Ecatepec, las mujeres y los jóvenes están siendo asesinados por el hecho de ser mujeres y por el hecho de ser jóvenes. La población se debate entre la desesperación y el desamparo, entre el temor a los capos y el pánico a las fuerzas del orden.
Ante esta catástrofe, somos muchos millones los mexicanos que no nos damos por vencidos. En Cananea, en Necaxa y Juandhó, en las comunidades de Chiapas, en Oaxaca, en San Salvador Atenco, en este Distrito Federal que vive bajo el acoso y el rencor del régimen espurio, los ciudadanos honestos nos oponemos a la destrucción nacional, resistimos la entrega del país mediante acuerdos antipatrióticos, contratos inconfesables y cesiones turbias, y rechazamos la indecencia usurpadora, a la cual le dirigimos hoy las mismas palabras que usted escribió, en la hora negra de la intervención, a otro usurpador, Maximiliano de Habsburgo:
“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia”.
Muchas y variadas son las resistencias populares contra el régimen antinacional y delictivo que padecemos. Sabemos que, por encima de las diferencias, las causas populares confluirán, más temprano que tarde, en un gran movimiento que rescate a la nación.
Quienes nos encontramos aquí presentes hemos venido trabajando en la organización desde abajo de la sociedad. No nos solazamos con los espectáculos deprimentes de la clase política ni nos distraen de nuestra tarea los extravíos de sus integrantes. Nuestras fidelidad última no es para con las siglas, sino para con las causas.
En 2008 logramos impedir que el Senado aprobara al vapor una reforma presidencial que habría destruido la industria petrolera del país. Impusimos una agenda legislativa acorde con los supremos intereses nacionales y logramos llevar a cabo, y ganar abrumadoramente, una consulta sobre el estatuto de la industria del petróleo.
El año pasado, en 2009, conseguimos revertir varias maniobras fraudulentas sucesivas que pretendían burlar la voluntad popular en Iztapalapa.
Nos hemos conformado en brigadas, cuando ha sido necesario defender los intereses nacionales; nos hemos congregado en círculos de estudio; los jóvenes conscientes se movilizan en las Redes Universitarias; hemos fundado Casas del Movimiento.
Nos hemos dotado de un Gobierno Legítimo que hoy tiene a dos millones y medio de representantes en los más diversos rumbos del país, así como centenares de comités estatales, delegacionales, municipales y territoriales.
Hemos investido como nuestro presidente legítimo, a Andrés Manuel López Obrador.
Ayer, en la Clínica 26 del IMSS, en las calles de Aguascalientes y Chilpancingo, falleció doña Julieta Estrada, mujer del pueblo, viuda de un obrero, de un jubilado del Sindicato Mexicano de Electricistas. Doña Julieta venía padeciendo crisis de salud y el viernes, anteayer, la hospitalizaron. Cuando llegó a Urgencias, el médico de guardia la examinó y le hizo las preguntas de rutina para comprobar que estuviera lúcida y consciente de su circunstancia de tiempo y de lugar.
—¿En qué año estamos? —le preguntó.
—En el 2010 —respondió ella sin vacilar.
—¿Cómo se llaman sus hijos, doña Julieta?
—Flor de María, Horacio... —empezó ella a soltar nombres sin asomo de duda.
—¿En qué delegación vive usted?
—En la Álvaro Obregón.
—¿Cuáles son los colores de la bandera?
—Verde, blanco y rojo.
—¿Quién es el presidente de México?
—Andrés Manuel López Obrador.
Doña Julieta murió unas horas después, ayer en la mañana, en total lucidez, y sus hijos no pudieron estar con nosotros en esta concentración porque a estas horas están enterrando a su mamá, allá, en el Panteón del pueblo de Santa Fe.
Tenemos a un dirigente excepcional, en el que convergen la altura de miras del estadista y la entrega de un luchador por las causas populares. Reconocemos, en sus recorridos infatigables por los rincones del país, la misma energía y el mismo temple con el que usted, en su austero carruaje negro, ponía a salvo la dignidad de la República.
Pero el presidente López Obrador no habría podido llegar muy lejos si no tuviese alrededor a esta sociedad, aquí presente, de mujeres y de hombres libres, honestos, combativos y solidarios.
Enfrentamos una campaña sistemática de silenciamiento y de difamaciones por parte de los medios en manos de la mafia: en canales televisivos, estaciones radiales y prensa escrita, se nos ha acusado de todo lo imaginable. Y cuando hemos emprendido esfuerzos de organización pacífica y cívica para sacudirnos la opresión, nos han llamado violentos, nos han calificado de resentidos, nos han llamado “un peligro para México”.
Ante esa ofensiva, presidente Juárez, nos hemos dotado de nuestros propios medios de información.
Hubo un hombre, a principios del siglo XIX, que comprendía a profundidad la importancia de los medios. Cuando encabezó una gran insurrección libertaria, urgió a sus seguidores a procurar y conservar una imprenta porque ésta, decía, “tiene más valor que diez bocas de fuego”, que era como llamaban a los cañones. Ese hombre se llamaba Miguel Hidalgo y Costilla.
Hoy, tenemos claro que no queremos —ni habremos de necesitar— “bocas de fuego” para transformar a este país; en cambio, tenemos a nuestra disposición más de siete mil sitios web, en Internet, sitios del movimiento; promovemos encuentros ciudadanos semanales y asambleas informativas como la presente para informar e informarnos, debatir e intercambiar razones. Y desde enero de este año contamos con un periódico, Regeneración, y tenemos el desafío de hacerlo llegar a todos los rincones del país, de promover su lectura y su retroalimentación entre amplios sectores.
Con la organización de base y mediante la resistencia civil pacífica nos hemos comprometido a defender la economía popular, preservar los bienes propiedad de la Nación y, en última instancia, hacer realidad el postulado del Artículo 39 de nuestra Constitución Política, en el que se asienta:
“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”
Han tratado de reducirnos a la impotencia, de hacernos creer que nada podemos ante la corrupción, el latrocinio institucionalizado, la criminalidad gobernante.
Pero ni el sentimiento de impotencia ni el desaliento tienen cabida en nuestros corazones. Ante usted, presidente Juárez, nos comprometemos a recuperar la soberanía nacional y a instituir un poder público que beneficie al pueblo. Las mexicanas y los mexicanos aquí congregados somos hijos y nietos de su ejemplo, del ejemplo de Miguel Hidalgo y Josefa Ortiz de Domínguez, de los hermanos Flores Magón, de Emiliano Zapata, de Lázaro Cárdenas.
Pugnamos por construir aquí y ahora, en esta época, en esta década, en esta primavera que hoy comienza, un país de gente feliz y de gente libre y de gente digna.
Somos un pueblo que resiste, somos individuos libres, honestos y congruentes. Somos madres y padres amorosos, empeñados en dejar a quienes nos sucedan una nación más justa y amable, más solidaria y más limpia; somos y seremos dignos hijos y nietos de ustedes y además, nos merecemos la primavera.
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