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miércoles, 18 de abril de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Extranjeros

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

México se abrió al mundo y hoy llegan visitantes que hace algunos años hubieran sido declarados indeseables por el supremo Gobierno. ¿A quién sirve la apertura?
En 1964 el Fondo de Cultura Económica publicó Los hijos de Sánchez de Óscar Lewis. El Gobierno Federal enfureció porque describir la vida de los marginados ofendía, difamaba, denigraba a una sentida patria; resolvió el agravio despidiendo al director del Fondo, Arnaldo Orfila. En 1990 la revista Vuelta organizó un apasionante Coloquio de Invierno que alebrestó a los defensores de la honra nacional porque el peruano Mario Vargas Llosa declaró que México era una dictadura tan perfecta que hasta le pagaba a sus críticos para simular la oposición. Durante décadas escuché que traiciona a México quien se reúna con organismos extranjeros de derechos humanos. Con esos antecedentes, sorprende lo acontecido en los últimos días. Mario Vargas Llosa fue una de las estrellas de la conferencia organizada por la Fundación Mayán y opinó sobre asuntos mexicanos; Jonathan Fanton, presidente de la influyente Fundación MacArthur, vino a entregar un importante reconocimiento al Instituto para la Seguridad y la Democracia, INSYDE, un espléndido organismo civil mexicano especializado en seguridad pública; y el viernes pasado concluyó una misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) encabezada por su presidente Florentín Meléndez. Se acepta sin chistar la presencia de extranjeros que opinan o hurgan en nuestras miserias. Pero, ¿afecta en algo la realidad? Respondo con la misión de la CIDH.

Lo primero a subrayar es su capacidad de convocatoria: Se reunió con unos 300 organismos civiles de todo el país. El viernes pasado asistía a la audiencia dedicada a las violaciones a los derechos de las mujeres. Cada 3 ó 4 minutos una expositora relataba una historia de vejación e indefensión. Mientras escuchaba la precisión quirúrgica de sus relatos me preguntaba si han crecido las violaciones o simplemente se documentan mejor. Lo que sé es que el salón estaba repleto por quienes buscaban entre los extranjeros la justicia y protección que su país les niega. Si sólo funcionaran mejor nuestros organismos públicos de derechos humanos, no acudirían tantas víctimas ante la CIDH. Es paradójico que una institución (la CIDH) con un presupuesto anual de 3 millones de dólares para toda América Latina venga a suplir las insuficiencias de una Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) con un presupuesto anual de 70 millones de dólares. Pero, ¿servirá de algo el esfuerzo de quienes acudieron ante el presidente de la CIDH que no paraba de hacer anotaciones en una minúscula libreta negra? Eso dependerá de la gravedad del abuso y de la forma en que se presenten los casos. Desde otro punto de vista, la visita sí es útil porque es posible que la presión extranjera influya sobre un Gobierno Federal bastante indiferente frente a lo que sucede en ese terreno. Los derechos humanos aparecen poco en el discurso y las políticas de Felipe Calderón Hinojosa. Su prioridad está en la seguridad y está dispuesto a que la sociedad pague los costos asociados. Un indicador del desdén de los cargos más importantes del Gobierno panista hacia los derechos sería que ni el presidente, ni los secretarios del área de seguridad (Defensa, Gobernación y Procuraduría) concedieron audiencias a la CIDH. En las tres últimas dependencias la entrevista fue con subsecretarios. Las excepciones fueron el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna y la canciller Patricia Espinosa. Se reconfirmó, una vez más, que la SRE es la más comprometida con el respeto a los derechos humanos.

Santiago Cantón, secretario ejecutivo de la CIDH, asegura en entrevista que el balance fue positivo porque además de acercarse a los grandes problemas en esta materia pudieron transmitir al Gobierno de Calderón su preocupación por el futuro del Plan Nacional de Derechos Humanos y por el significado de la desaparición de la decepcionante Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, FEMOSPP. Ambas fueron ocurrencias de Vicente Fox; después de crearlas se desentendió y las arrinconó en dos secretarías del área de seguridad. Que la CIDH las trajera en su agenda confirma que algunos temas y asuntos difícilmente serán olvidados por un sector de la sociedad mexicana y la comunidad internacional. Esto me lleva a un principio bastante elemental. Los derechos existen en la medida en la que exista personas o instituciones dispuestos a reconocerlos. Gustavo Díaz Ordaz negaba que en México hubiera abusos... Y se distinguió por la brutalidad de sus acciones. Entre los componentes de la verborrea foxista iba el elogio de los derechos pero luego se desentendía y no respaldaba a las dependencias interesadas en el tema. La bandera de los derechos humanos ha sido relegada por el Gobierno de Felipe Calderón cuando las violaciones están teniendo un preocupante repunte. El terreno es propicio para que otros actores llenen el vacío. Una posibilidad serían los gobiernos estatales algunos de los cuales ya están impulsando una política exterior propia. Otra corresponde a los organismos civiles que durante la visita de la CIDH mostraron una gran capacidad para documentar violaciones y que podrían incrementar su influencia si logran unificarse en torno a una agenda mínima. Un tema de consenso podría ser la exigencia de una reforma a fondo del gigantesco, caro e ineficiente sistema de organismos públicos de derechos humanos. México se abrió al mundo y las repercusiones han sido multidimensionales. Quienes buscan justicia podrían seguirse beneficiando si siguen encontrando la forma de apalancarse en los extranjeros dispuestos a preocuparse por el México ultrajado.

El contrapunto

Por mi columna de la semana pasada (¿Ombudsman?) hubo quienes dijeron que mis críticas a la CNDH se originan en que aspiro a ese cargo y porque arrastro fobias personales. Ni lo uno ni lo otro. Reitero lo escrito en este mismo espacio: Ni aspiro ni aceptaría ningún cargo en la CNDH. Me intereso tanto por esa dependencia por su importancia estratégica y me preocupa su debilidad. A la evidencia me remito. La misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó nuestro país ni siquiera solicitó una entrevista con el Ombudsman nacional, José Luís Soberanes. El significado es obvio, las implicaciones inquietantes.


Kikka Roja

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