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martes, 21 de agosto de 2007

Guadalupe Loaeza

Turandot

Guadalupe Loaeza
La princesa Turandot es extraordinariamente bella, pero terriblemente fría, a la vez. Debido a una venganza ancestral, cuando una princesa fue raptada y violada cruelmente por un bárbaro, odia a los hombres. odo aquel que pretenda casarse con Turandot, deberá responder a tres enigmas, de lo contrario, el pretendiente, correrá el riesgo de que le corten la cabeza. Noventa y nueve hombres originarios de muchas partes del mundo, han corrido con esta mala suerte al no haber sabido contestar correctamente a los tres enigmas. El pobre príncipe de Persia, totalmente enamorado de Turandot, teme morir, al no haber podido dar las respuestas correctas, sin embargo, está dispuesto a todo, con tal de obtener la mano la princesa y el trono de China. No obstante, Turandot, le pide: “no tiente la fortuna”. Pero para la sorpresa de todos, el príncipe va resolviendo, uno a uno, los tres enigmas: “Gloria, gloria, o vincitore”, le aclama las multitudes. Cuando finalmente resuelve el último enigma: la princesa suplica que no se le entregue en los brazos del extranjero”, como una “esclava, muerta de vergüenza”. He aquí, el meollo de la ópera de Puccini, las respuestas de estos tres enigmas: La Esperanza. La Sangre. Y la tercera pregunta que dice: “¿Cuál es el hielo que te inflama?” Por un momento, el príncipe Calaf duda un poco, pero en seguida responde más convencido que nunca: “¡Turandot!”. El príncipe ha triunfado. El emperador y el pueblo declaran que el juramento obliga y Turandot debe aceptarlo. No obstante la princesa, quien es más mala que Medusa, llamada también como la “princesa hielo”, protesta y pregunta al príncipe si la quiere conseguir por la fuerza a lo que él resplica que no y le ofrece, a su vez, una última oportunidad, si ella descubre su nombre antes del amanecer, él está dispuesto a morir. Finalmente, él mismo confieso su nombre, es Calaf, hijo de Timur. Ahora, si ella quiere, puede mandarlo matar. Pero para ese momento, Turandot, ya se ha dado cuenta de la pasión que le provoca su pretendiente. Dirigiéndose hacia el Emperador, su padre y a todo el pueblo, les dice que ya conoce el nombre del extranjero, es... ¡Amor!

Romántica como soy, confieso que la ópera de Giacomo Puccini, “Turandot”, me encantó. Por otro lado, confieso, que nunca la había escuchado antes, por eso durante la superproducción operística, agradecí a los organizadores y al Auditorio Nacional la monumental puesta en escena y la maravillosa voz del bajo, Ariel Cazez; así como la de la soprano argentina Paula Almerares y al tenor mexicano José Luis Duval. El vestuario de Anibal Lapiz es espléndido. La música en vivo estuvo a cargo de la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por el maestro estadounidense, Stefano Lano. Hay que decir que Turandot es una producción entre el Teatro Colón de Buenos Aires, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la empresa de entretenimiento de Ocesa. Por más costosa que pudo haber resultado, no hay duda que valió la pena la transportación de los 250 vestidos de la época, los 300 pares de zapatos y una escenografía grandiosa, cual incluyó esculturas gigantescas de guerreros chinos y un enorme bong, así como artefactos de guerra gracias a los cuales pudimos viajar hasta la China imperial. En los dos entreactos me pude percatar de la cantidad de jóvenes y de señoras de tipo de ama de casa, que tal vez no se animen ir a Bellas Artes para escuchar una ópera. Estoy segura que ellos y ellas también se sentían muy “regalados” y privilegiados de presenciar un espectáculo de tal calidad. Pero de lo que más me felicitaba es que a ésas horas, diez de la noche, no estuviera viendo las noticias en la tele, (no obstante no pude evitar de acordarme Zhenli Ye Gon y hasta me puse triste por su esposa que sigue encarcelada y que no ha podido recuperar sus joyas). Estaba contenta de que en mi país, no nada más fuéramos testigos de tantas malas noticias, sino que podíamos darnos el lujo de escuchar y admirar una ópera tan original como Turandot. Esa noche, en efecto, “el amor”, había triunfado sobre el “odio” a las eternas malas noticias, entre un público muy numeroso. Después de conocer la próxima programación del Auditorio Nacional, me felicité que tuviera una cartelera tan variada, la cual presenta artistas extranjeros y mexicanos de gran trayectoria, que van desde el género del rock hasta el pop, pasando por la trova y la música alternativa, tales como Scorpions, (la más famosa banda alemana de hard rodk y heavy), al maravilloso Caetano Veloso quien estará a partir del 23 de agosto; Enrique Guzmán, quien celebrará el 24 de agosto, sus 50 años de carrera artística; Oscar Chávez, Yahir, hasta Yuridia.

¡Qué feliz hubiera estado, Giacomo Puccini (1858-1924), esa noche del viernes en el Auditorio Nacional, ante el éxito de su opus póstumo. ¡Qué complacido hubiera estado al ver a todo ese público de pie, aplaudiendo su ópera inconclusa que terminara Franco Alfano. Dos décadas después de Madama Butterfly, Puccini volvió al Extremo Oriente- en esta ocasión, China- para desarrollar la que fuera una de sus mejores obras, Turandot. Una ópera que gozó de una gran aceptación desde su peculiar estreno en 1926, dos años después de la muerte del compositor en Bruselas debido a un cáncer en la garganta. Turandot" se estrenó en la Scala de Milán el 25 de abril de 1926 con la particular anécdota de que el propio director, Arturo Toscanini, en la escena de la muerte de “Liù” una enamorada del príncipe, paró la orquesta y se dirigió a los asistentes al estreno diciéndoles que "Aquí se acaba la ópera del maestro, es en esta página cuando murió". El resto de la ópera fue compuesto, a partir de bocetos, por Franco Alfano, que respetó las ideas de Puccini.

Por último queremos imaginar cómo hubiera contestado un pretendiente mexicano postmoderno a los tres enigmas que le hubiera puesto, como prueba, la princesa Turandot. Para él, seguramente la “esperanza”, hubiera sido irse a trabajar del otro lado. La “sangre”, toda aquella que se ha derramado en Oaxaca y la que se sigue derramando a causa del crimen organizado. Y al preguntarle: “¿Y cuál es el hielo que te inflama… (pero de coraje)?” Tal vez unos hubieran contestado: “¡Elba Esther Gordillo!”. Y otros quizá hubieran respondido: “Todos aquellos periodistas culturales mexicanos que se pasan su tiempo buscando el prietito en el arroz de espectáculos tan maravillosos como el de Turantdot…”.
Jajajaaa ¡¡¡está buenísimo!!! Ahora resulta que todos los males son por una mujer fría... de tan fría que quema.
¡¡¡La foto!!!

Elba Esther Gordillo y Josefina Vázquez mota

Algo me dice que la maestra tiene miedo. Pero, ¿de qué? He allí el enigma... ¿No estará, últimamente, oyendo pasos en la azotea? “El pintor construye, el fotógrafo revela”. Susan Sontag

La veo y la vuelvo a ver. La miro de nuevo y observo detenidamente la expresión de Elba Esther Gordillo, la cual contrasta abismalmente con la de Josefina Vázquez Mota. De pronto, sonrío al recordar lo que escribió a propósito de la foto nuestro compañero Germán Dehesa: “Parecía la madrastra de Blanca Nieves, o Blue Demon, o villana interplanetaria del cine nacional...”. Respecto a lo que dice de la maestra no podía estar más de acuerdo. Tanto su rostro como su actitud dan miedo. “No, no me gustaría ser su enemiga, pero tampoco su amiga...”, me digo aterrada. “¿Qué estará pensando?”, me pregunto mientras miro la foto una y otra vez. Bien decía el actor británico Dirk Bogard: “La cámara puede fotografiar el pensamiento”. Dejo volar mi imaginación: “El hecho de que la maestra se encuentre con los brazos cruzados denota que está a la defensiva. ¿De qué o de quién se estará defendiendo? Las comisuras hacia abajo de sus labios pintados de rojo demasiado encendido muestran enojo, lo cual hace su boca parecer todavía más tirante. ¿Por qué aparece tan enojada la maestra? Es evidente que se encuentra incómoda. Hay algo en la rigidez de su cuerpo que me preocupa. ¿Se deberá a la molestia provocada por las varillas de una faja?, ¿se habrá encontrado en ese momento particularmente tensa? Observo con cuidado su saco (¿tweed?) seguramente muy fino y caro; me pregunto: ¿por qué, si ella no tiene pescuezo, usará un cuello tan alto, a tal grado que no pudo abotonárselo completamente?, ¿para darse más importancia?, ¿estará mala de las anginas? Este cuello me recuerda al de los uniformes que usaba Trujillo, el dictador de República Dominicana. Sus mangas largas, demasiado ajustadas, ocultan unos antebrazos probablemente gorditos. No hay duda, le aprieta el saco. Me concentro en su cara y me intriga la forma de sus ojos demasiado separados uno del otro. Su mirada es dura, parece muy alerta, como si estuviera buscando apoyo en otra mirada. Está maquillada seguramente por una mano profesional que sabe sacarle el mejor provecho a un rostro demasiado operado. Sus cejas están perfectamente bien delineadas y sus pómulos ligeramente pronunciados gracias al blush on en tonos ocre. La maestra se ve bien peinada; tanto el largo como el color del tinte de su pelo, la favorecen. Pero... ¡Lástima de actitud! Como diría el filósofo alemán, Ludwig Wittgenstein (1889-1951): “El cuerpo humano es el mejor retrato del alma...”. Por lo que se refiere a la maestra Elba Esther Gordillo es cierto que se trata de una mujer política con mucho “colmillo” y de una lideresa de un sindicato muy importante, pero pienso que no por ello tendría que mostrarse públicamente tan aterradora, pero sobre todo, tan retadora. ¿Qué habrá detrás de esa aparente armadura que parece protegerla de cualquier tipo de atentado? Algo me dice que la maestra tiene miedo. Pero, ¿de qué? He allí el enigma... ¿No estará, últimamente, oyendo pasos en la azotea? Quién no nos dice que en su fuero interno, Gordillo, no sufre de una enorme vulnerabilidad. A lo mejor no está tan segura de sí misma como aparenta. A lo mejor cree que está perdiendo poder o que podría perderlo de la noche a la mañana. ¿Qué tanto podrá confiar realmente en la gente que la rodea, y en sus delegados, que de dientes para afuera le dicen que sí a todo?, ¿tendrá, la maestra, la conciencia tranquila?, ¿dormirá bien por las noches?, ¿cuántos secretos conocerá? Dice la fotógrafa Diane Arbus que una fotografía es un secreto acerca de un secreto y que mientras más te dice, menos sabes. Si le dibujara un “globito” arriba de su cabeza, qué pensamientos imaginaría: “Mira, Josefina, conmigo no te metas... Porque el que me busca me encuentra... Además, el Presidente ya me dijo que no me preocupara, que porque en muy poco tiempo... habrá... cambios en el gabinete... Ya verás que quien ríe al ultimo, ríe mejor...”. Ay, qué miedo.

¿Quién dijo que no había nada más terrible que dos mujeres de poder confrontadas? Vayamos, pues, con Josefina Vázquez Mota. También ella es muy política y sabe perfectamente lo que quiere, pero sobre todo, lo que no quiere... Su estilo de hacer política es totalmente opuesto al de su “enemiga”. Ella tiene otras estrategias y otros caminos para lograr sus metas; es, en primer lugar mucho más conciliadora que la maestra y algo muy importante para una política, no tiene cola que le pisen... De allí que su expresión en la fotografía resulte mucho más relajada. Los jóvenes dirían que se ve: cool. Josefina lleva también un saco de corte muy clásico (¿Carolina Herrera?), el suyo es blanco, en “V”, lo cual hace que su cuello (un poquito tenso) luzca más largo. Su rostro y sus ojos miran hacia la maestra. Y al verla así de enojada seguramente no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. ¿Qué querrá decir exactamente esa sonrisa?, ¿tendrá que ver con una cierta compasión por el estrés de la maestra? O bien, sonríe para relajarse. Respecto a lo que escribiría en el “globito” de Vázquez Mota imaginaría algo como: “¡Pobre mujer! Ha de estar en estos momentos con muchas presiones... ¿Por qué habrá venido a una escuela de primaria con tantos delegados? Yo creo que ni en su sindicato la quieren. Con razón inspira tanto miedo con esa actitud y con ese físico. ¡Pobre mujer!”.

Por último quiero felicitar a Gabriel Jiménez, fotógrafo de nuestro periódico, por esta foto tan reveladora, la cual supo captar, en el lapso de un instante, a dos mujeres cuyas historias personales y perspectivas en la vida son tan opuestas como el agua y el aceite. Además supo captar el lenguaje corporal de cada una de ellas, gracias al cual pudimos imaginar no nada más lo que tenían en la cabeza, sino en su alma...

Gracias al lente indiscreto de Gabriel: ¡caras vemos y corazones sí sabemos!

gloaeza@yahoo.com



Kikka Roja

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