- El panorama es desolador; “estamos al borde de una recesión”: analistas financieros
- La situación económica, principal preocupación del electorado en EU
- La mayoría de los precandidatos a la presidencia poseen fortunas millonarias
- Cientos de miles de estadunidenses, amenazados por la crisis del mercado hipotecario
Hillary Rodham Clinton con Hazel Dukes (arriba), presidenta de la Asociación Nacional para el Mejoramiento de la Gente de Color (NAACP por sus siglas en inglés), en un acto para conmemorar a Martin Luther King, ayer en NuevaYork.
Al centro, Barack Obama, durante una discusión sobre préstamos hipotecarios en Reno, Nevada. John McCain hace proselitismo en una preparatoria de Kalamazoo, Michigan.
Los tres buscan la candidatura de sus partidos para la presidencia de EU; los dos primeros por el Demócrata y el tercero por el Republicano Hillary Rodham Clinton con Hazel Dukes (arriba), presidenta de la Asociación Nacional para el Mejoramiento de la Gente de Color (NAACP por sus siglas en inglés), en un acto para conmemorar a Martin Luther King, ayer en NuevaYork. Foto: Ap
Nueva York, 14 de enero. No todos los días un grupo de millonarios expresa de repente su gran preocupación por el bienestar de los trabajadores y los pobres y promete un “cambio” para mejorar las vidas de los menos afortunados.
Estos millonarios (y un reverendo) buscan ser electos a un gobierno para, de y por un pueblo que enfrenta salarios reales reducidos, desempleo, falta de seguro médico, crisis financiera y donde uno de cada diez padece hambre. Los principales precandidatos de los dos partidos son millonarios (con una excepción). El más rico, el republicano Mitt Romney, cuenta con una fortuna de 200 millones de dólares; el más “pobre” es Barack Obama con un poco más de un millón en su fortuna personal, informa la revista The New Yorker. El único que no pertenece a este club es el reverendo bautista y ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee, pero el tiene a los milagros de Dios de su lado. Claro, todo esto será muy relativo si se cumple la amenaza de que el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, decida entrar a la contienda (actualmente considera sus posibilidades como candidato independiente); tiene una fortuna de 11 mil millones de dólares.
Estos candidatos pertenecen a un grupo exclusivo que nunca, desde 1928 hasta la fecha, ha sido más rico que todos los demás: ese 1 por ciento de los estadunidenses más ricos –con ingresos promedio de 1.1 millones al año– y que son los más beneficiados con la mayor desigualdad económica en décadas. El 10 por ciento más rico –con ingresos mayores a 100 mil al año– goza de 48.5 por ciento del ingreso total de este país. Estas 300 mil personas obtienen casi el mismo ingreso que el total de 150 millones de personas en la mitad baja de la escala salarial a nivel nacional, según cálculos del New York Times con base en estadísticas oficiales más recientes (2005). Este exclusivo grupo recibió 440 veces el ingreso de una persona promedio en la mitad de menor ingreso de la población; lo cual implica que se ha duplicado la brecha entre pobres y ricos desde 1980.
Los indicadores son desoladores: la tasa de desempleo registró su mayor incremento de un mes para otro (de noviembre a diciembre) desde octubre de 2001, el mes después de los atentados del 11 de septiembre. Sólo se crearon 18 mil empleos netos (se requieren 125 mil al mes para mantener el mismo nivel con el crecimiento de población) y la tasa de desempleo se incrementó de 4.7 a 5 por ciento. “Ahora estamos al borde de la recesión. Estamos tambaleando a la orilla del precipicio, y no se necesitará mucho para arrojarnos”, consideró Robert Dye, economista principal de PNC Financial Services Group en entrevista con el Washington Post. Los analistas de las mayores casas de Wall Street ya sonaron la alarma. Y los indicadores más recientes confirman un desplome en el consumo personal –el cual representa 70 por ciento de la actividad económica– en diciembre, lo cual combinado con una contracción del crecimiento económico podría detonar la recesión advertida. Frente a todo esto, hace casi un año –aun cuando los indicadores económicos continuaban optimistas– una encuesta de Pew Research Center ya registraba que un 73 por ciento de los estadunidenses estaba de acuerdo con la declaración que “hoy día es cierto que los ricos se hacen más ricos mientras los pobres se hacen más pobres”. Y eso fue meses antes del anuncio de una recesión. No es sorpresa, entonces, que el tema económico es el de mayor prioridad para el electorado según toda encuesta, superando ya la guerra en Irak como la principal preocupación. Y tampoco sorprende que el mensaje de, por lo menos los precandidatos demócratas, está adoptando cada vez más el tono populista de la campaña de John Edwards, la cual enfatiza la creciente desigualdad económica y sus injusticias. Edwards fue el primero en colocar el tema de la desigualdad al centro de su campaña. Vale recordar que inauguró su campaña en pleno centro de Nueva Orleáns para resaltar el problema, y ha dicho de manera repetida que el gran empresariado está manteniendo “como rehén a nuestra democracia”.
Ahora Hillary Clinton y Barack Obama han sido contagiados con el populismo de Edwards, y todos hablan de los “invisibles” en esta sociedad, de los pobres que sufren de políticas económicas en su contra, y se recuerda a aquellos “trabajadores textileros” de Carolina del Sur, a los “lavaplatos en Las Vegas” y otras referencias a los trabajadores y los que padecen las injusticias ligadas a niveles de ingreso cada vez menores y que hace poco casi ni se mencionaban. Los republicanos también han tenido que enfrentar estos temas, y aunque sus recetas son las tradicionales de reducir impuestos y la intervención gubernamental, han tenido que modificar su mensaje para ofrecer algo que aborde la realidad de un panorama económico que al oscurecerse, revela aún más la desigualdad económica en este país.
Pero los candidatos y muchos de sus amigos no pueden decir que “comparten” este sufrimiento. Están entre los beneficiados de un auge que distribuyó el “sueño” entre unos pocos: el ingreso neto del 1 por ciento más rico del país se incrementó un 228 por ciento entre 1979 y 2005, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
¿Será que esta elección se trata de cómo los ricos salvarán a los pobres?
Estos candidatos pertenecen a un grupo exclusivo que nunca, desde 1928 hasta la fecha, ha sido más rico que todos los demás: ese 1 por ciento de los estadunidenses más ricos –con ingresos promedio de 1.1 millones al año– y que son los más beneficiados con la mayor desigualdad económica en décadas. El 10 por ciento más rico –con ingresos mayores a 100 mil al año– goza de 48.5 por ciento del ingreso total de este país. Estas 300 mil personas obtienen casi el mismo ingreso que el total de 150 millones de personas en la mitad baja de la escala salarial a nivel nacional, según cálculos del New York Times con base en estadísticas oficiales más recientes (2005). Este exclusivo grupo recibió 440 veces el ingreso de una persona promedio en la mitad de menor ingreso de la población; lo cual implica que se ha duplicado la brecha entre pobres y ricos desde 1980.
- “Por la vía equivocada”
Los indicadores son desoladores: la tasa de desempleo registró su mayor incremento de un mes para otro (de noviembre a diciembre) desde octubre de 2001, el mes después de los atentados del 11 de septiembre. Sólo se crearon 18 mil empleos netos (se requieren 125 mil al mes para mantener el mismo nivel con el crecimiento de población) y la tasa de desempleo se incrementó de 4.7 a 5 por ciento. “Ahora estamos al borde de la recesión. Estamos tambaleando a la orilla del precipicio, y no se necesitará mucho para arrojarnos”, consideró Robert Dye, economista principal de PNC Financial Services Group en entrevista con el Washington Post. Los analistas de las mayores casas de Wall Street ya sonaron la alarma. Y los indicadores más recientes confirman un desplome en el consumo personal –el cual representa 70 por ciento de la actividad económica– en diciembre, lo cual combinado con una contracción del crecimiento económico podría detonar la recesión advertida. Frente a todo esto, hace casi un año –aun cuando los indicadores económicos continuaban optimistas– una encuesta de Pew Research Center ya registraba que un 73 por ciento de los estadunidenses estaba de acuerdo con la declaración que “hoy día es cierto que los ricos se hacen más ricos mientras los pobres se hacen más pobres”. Y eso fue meses antes del anuncio de una recesión. No es sorpresa, entonces, que el tema económico es el de mayor prioridad para el electorado según toda encuesta, superando ya la guerra en Irak como la principal preocupación. Y tampoco sorprende que el mensaje de, por lo menos los precandidatos demócratas, está adoptando cada vez más el tono populista de la campaña de John Edwards, la cual enfatiza la creciente desigualdad económica y sus injusticias. Edwards fue el primero en colocar el tema de la desigualdad al centro de su campaña. Vale recordar que inauguró su campaña en pleno centro de Nueva Orleáns para resaltar el problema, y ha dicho de manera repetida que el gran empresariado está manteniendo “como rehén a nuestra democracia”.
Ahora Hillary Clinton y Barack Obama han sido contagiados con el populismo de Edwards, y todos hablan de los “invisibles” en esta sociedad, de los pobres que sufren de políticas económicas en su contra, y se recuerda a aquellos “trabajadores textileros” de Carolina del Sur, a los “lavaplatos en Las Vegas” y otras referencias a los trabajadores y los que padecen las injusticias ligadas a niveles de ingreso cada vez menores y que hace poco casi ni se mencionaban. Los republicanos también han tenido que enfrentar estos temas, y aunque sus recetas son las tradicionales de reducir impuestos y la intervención gubernamental, han tenido que modificar su mensaje para ofrecer algo que aborde la realidad de un panorama económico que al oscurecerse, revela aún más la desigualdad económica en este país.
Pero los candidatos y muchos de sus amigos no pueden decir que “comparten” este sufrimiento. Están entre los beneficiados de un auge que distribuyó el “sueño” entre unos pocos: el ingreso neto del 1 por ciento más rico del país se incrementó un 228 por ciento entre 1979 y 2005, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
¿Será que esta elección se trata de cómo los ricos salvarán a los pobres?
Kikka Roja
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