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lunes, 7 de abril de 2008

Ja ja ja ROMPIÓ EL MAMÓMETRO: Los ‘tics’

Los ‘tics’
Denise Dresser
“Tics” repetidos en un bando y en otro. Síntomas del Síndrome Tourette que se esparce por la clase política entera, llevando a la repetición reflexiva de posturas disfuncionales. Síntomas de un mal heredado que tanto el gobierno como la oposición despliegan una y otra vez, ante cada tema, frente a cada discusión de política pública. Presentes en el no-debate sobre la reforma energética y contribuyendo a su confusión. Felipe Calderón sólo quiere sacar acuerdos mediante pactos entre las élites; AMLO sólo sabe recurrir a la movilización callejera y el PRI sólo busca la forma de explotar -y cobrar- al máximo los errores de ambos. Movimientos reiterativos, estereotipados, irresistibles que explican la mala salud de la República y por qué es tan difícil curarla. La Organización Mundial de la Salud clasifica el desorden Tourette como una enfermedad neuropsiquiátrica, caracterizada por la presencia de “tics” inexplicables: movimientos motores que el propio cuerpo no puede controlar. Algo similar a lo que ahora padece el gobierno ante la reforma energética. Algo parecido a la estrategia que instrumenta para empujarla. Aunque la complejidad política, técnica y emotiva del tema exige una coordinación muscular completa, Calderón y su equipo nada más mueven la misma mano con la cual enfrentaron retos anteriores.

Ante un nuevo problema reaccionan de la vieja manera. Repiten lo que funcionó en el pasado porque piensan que no hay más remedio que actuar así. Padecen -como todos los afligidos por Tourette’s- un impulso irresistible que debe ser expresado. Así como durante la elección del 2006, el equipo de Calderón presenta un diagnóstico catastrofista que sólo podrá ser remediado si se hace lo que ellos dicen. El peligro para México que representa la caída en la producción de Pemex sólo podrá ser resuelta mediante “inversión complementaria”. Después, el gobierno toma como ejemplo las negociaciones del ISSSTE y la reforma fiscal para proceder a emularlas. Coloca todos sus huevos en la canasta del PRI e incluso se somete a los tiempos que el sindicato le pide. Deja correr las semanas aunque esto entraña empoderar a AMLO porque piensa que ya tiene los votos asegurados, o que gracias a Manlio Fabio Beltrones los podrá conseguir. El gobierno asume que no importa convencer a la opinión pública o promover un debate real, cuando lo que importa es la negociación tras bambalinas con los priistas. El guiño en el ojo y la palmada en la espalda. Los acuerdos entre Mouriño y los gobernadores.

El “tic” predemocrático de siempre. Con los resultados de siempre: la gran retórica sobre la transformación de Pemex acompañada por el pequeño alcance de la solución presentada. El dedo índice de Calderón golpeando el atril e insistiendo en su audacia, mientras rehúsa enviar una iniciativa que la demuestre. El presidente hablando de cómo no elude los problemas para evitar costos políticos cuando es precisamente lo que parece hacer. Apostándole todo -otra vez- al trueque con la dupla Beltrones-Gamboa y la canibalización de la iniciativa que ello entrañará. Garantizando así -otra vez- una reforma que en lugar de resolver los problemas de fondo sólo les compra más tiempo. Sacrificando así -otra vez- lo necesario ante lo posible. Y moviendo los músculos de manera repetidamente tímida. Calderón sin duda remonta la parálisis legislativa, pero el contenido de los acuerdos que obtiene está lejos de convertir a México en un cuerpo sano y ganador.

Que tampoco podrá ser mientras AMLO no logre remontar múltiples “tics” motrices: su propensión a pelear en las calles antes que debatir en el Congreso; su preferencia por la confrontación por encima del convencimiento; su recalcitrancia reflexiva a comportarse como el líder de una oposición institucional. Actitudes cuestionables acompañadas de ejemplos cada vez más frecuentes de lo que la literatura médica llama “coprolalia”: la exclamación espontánea de frases o palabras socialmente objetables como “Al diablo con las instituciones”. Actitudes reiterativas acompañadas de ejemplos cada vez más obvios de lo que quienes sufren Tourette’s conocen como “palilalia”, o la repetición de las propias palabras; términos como “pelele” y “privatización” y “despojo” y “colonia”. “Tics” históricos como la creación de brigadas y la toma de carreteras y la huelga legislativa y el cierre de aeropuertos y la descalificación inmediata a cualquiera que no piense como él. “Tics” que según los estudios mejoran cuando el paciente llega a la madurez, pero en el caso de AMLO nadie sabe si su síndrome obsesivo-compulsivo menguará. ¿Y qué decir sobre el “tic” particular del priismo? Ese comportamiento que caracteriza al PRI desde que perdió la presidencia para convertirse en “fiel de la balanza”. El chantaje como punto de partida.

El apoyo prometido, pero también selectivamente retirado que convierte al PRI en oposición semileal. La lógica repetida de pensar en todo lo que se puede cobrar en vez de todo lo que se puede transformar. La voracidad continua de los gobernadores que viven con la mano extendida y el puño alzado. La capacidad predecible para convertir al gobierno en rehén de cualquier reforma y doblegarlo. La propensión a vanagloriarse de ello: Manlio Fabio Beltrones, orgulloso de la forma en la cual -una y otra vez- coloca a Felipe Calderón contra la pared y lo obliga a defenderse desde allí. Y finalmente, la disposición a promover el consenso, pero siempre a la medida de intereses que corren en sentido contrario a los del país. El “tic” del patrimonialismo: rítmico, repetido, voluntario. Este cuadro médico de “tics” múltiples explica porqué México cambia tan lentamente y no siempre para bien.

Explica porqué la tan anunciada reforma energética probablemente terminará siendo un parche más. Por temor o por interés político. Por todo lo que el diagnóstico de Pemex no incluye y nadie se atreve a tocar: la corrupción y el desplifarro del excedente petrolero y el pago a las clientelas y el financiamiento del gasto corriente y el régimen fiscal confiscatorio y la colusión entre el gobierno y el petróleo. Porque no bastará con cambiar a una empresa si no se modifica su relación con la economía y el desarrollo. Porque no se trata tan sólo de maximizar la renta petrolera para el gobierno y la Iniciativa Privada , sino asegurar que beneficie a los ciudadanos. Porque hay temas profundos, estructurales, pendiente de los que no se habla hoy debido a los “tics” prevalecientes. Esos “tics” que condenan a México a repetir -una y otra vez- los mismos errores.


Ooookey, (...) FALTÓ EL REMEDIO Y EL TRAPITO.

...LO DEL PARCHE..., ¡POS por ésoo!.. NO NOS VAMOS A DEJAR
A CALDERÓN LE GUSTA EL PARCHE A NOSOTROS NO Y SÍGALE DICIENDO SUS VERDADES AL PELELE.
Kikka Roja

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