Gordillo y Romero Miguel Ángel Granados Chapa PLAZA PÚBLICA El viernes 30 de mayo se publicó profusamente un mensaje titulado “Por una nueva política laboral en México”, suscrito por una treintena de dirigentes sindicales, a cuya cabeza figuran Elba Ester Gordillo, presidenta del sindicato nacional del magisterio y Carlos Romero Deschamps, secretario general del sindicato de petroleros de la República. En medio de ambos, designado como vocero, figura Juan S (igfrido) Millán, que parece firmar en nombre de la Federación de trabajadores de Sinaloa. Aunque lo fue de 1981 a 1987, Millán no es el líder de la federación cetemista sinaloense. Lo es David Quintero León, quien no ha aclarado su propia posición y la de Millán, acaso porque le debe el cargo, pues hasta concluir su gubernatura (1999-2005) Millán era el hombre fuerte del cetemismo en su entidad natal, que no es decir mucho porque Sinaloa es preponderantemente una región agrícola. El alcance de la participación del sinaloense en esta convocatoria se medirá pronto, aunque ya ahora la seca reacción de Joaquín Gamboa, líder nacional de la Confederación de trabajadores de México muestra su temor de que Millán pretenda influir en esa central, que quiso y no pudo encabezar a la muerte de Fidel Velásquez y a la que sin embargo, podría ahora dividir. Aunque los firmantes (la mayor parte de los cuales pertenecen a la Federación Democrática de Sindicatos Burocráticos, encabezada por Gordillo y resultado de una escisión en la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, FSTSE) presentan su llamado sólo a “poner en marcha una amplia reflexión nacional sobre el presente y el futuro del movimiento laboral”, es obvio que no convocan a una meditación académica. A pesar de la ambigüedad de sus expresiones, queda claro que se proponen “asumir un papel más activo y propositivo en las grandes decisiones nacionales”. Es decir, lanzaron con esa propuesta un proyecto político, frente al que el resto de las fuerzas sindicales ha reaccionado con cautela o con rechazo, si bien no faltan las voces de quienes atenderán la convocatoria de Gordillo y Romero por su mérito intrínseco, “independientemente de quienes la formulan”. En rigor, es imposible hacer caso omiso de los firmantes del mensaje del viernes pasado. Determinar el propósito real de su toma de posición implica necesariamente tener presentes las biografías y la situación actual de los líderes de maestros y petroleros. Avezados en la dirección sindical y en la política partidaria no es de suponerse que los mueve sólo un propósito de unificación del gremialismo mexicano, sino la defensa de sus propios y cuantiosos intereses y el de su aliado, el Gobierno panista de Felipe Calderón. De eso no hay duda, ya que después de la firma de la Alianza para la calidad de la educación y de las adulaciones de Romero Deschamps al presidente el 18 de marzo no cabría pensar en un distanciamiento y menos aún en un antagonismo de esos líderes y sus sindicatos con el poder Ejecutivo. Gordillo y Romero comparten muchos rasgos en su desempeño público. Ambos han permanecido largo tiempo al frente de sus sindicatos: ella lo encabeza desde abril de 1989, como secretaria general, como poder decisorio sin título y como presidenta. Ambos han recibido refrendo de sus liderazgos de modo irregular. Ella permanecerá en la presidencia del SNTE “por el tiempo que sea necesario” luego de que en marzo concluyó el periodo de cuatro años en ese cargo. Él se quedará en el suyo hasta 2012 después de que en octubre de 2005 se anticipó su reelección para el periodo que tardaría casi dos años en comenzar, lo cual ocurrió ante la complacencia de los secretarios de Gobernación y del Trabajo. Ambos hicieron carrera en el Congreso debido a su relevancia dentro del PRI, del que ella fue secretaria general y al que él entregó 500 millones de pesos en la campaña presidencial de 2000, según establecieron resoluciones firmes del Instituto y el Tribunal electoral federales. Ella rompió abiertamente con su partido original desde el que creó el suyo propio. Él en cambio ha recibido el apoyo del PRI en la no cercana coyuntura de que la eventual reforma petrolera pretendiera hacer pagar algún costo al sindicato. Ambos se han enriquecido ostensiblemente a partir de sus cargos. Su tren de vida dista de ser el del promedio de sus representados, aunque maestros y petroleros gozan salarios y prestaciones por encima del promedio laboral mexicano. En sus saraos y regocijos personales y familiares, ambos líderes erogan gastos que sólo magnates pueden permitirse. Ella posee suntuosos bienes inmuebles en San Diego y en el Distrito Federal, por lo menos. Y por su guardarropa debió haber pagado una fortuna. Romero Deschamps afirmó en el mensaje “Por una nueva política laboral en México” que “el pasado primero de mayo nuevamente mostró a un movimiento sindical desorganizado, disperso y enfrentado entre sí”. Alguien debe habérselo platicado, porque él no estuvo aquí el Día del Trabajo. Aprovechó el puente entre esa fiesta y el cinco de mayo para vacacionar con su familia (su esposa, dos hijos y su yerno) en Las Vegas. Se alojó en The Venetian, uno de los hoteles más caros de la ciudad del juego. Y a su regreso el diario Reforma lo sorprendió usando un reloj marca Audemars Piguet, que según el catálogo cuesta por lo menos 40 mil dólares. Posee, además, un yate Portofino 47 de la marca Sunseeker, que cuesta millón y medio de dólares y un departamento en Cancún valuado en un millón 350 mil dólares. |
Kikka Roja
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