Se ha producido un debate singular en el Senado. Ya sabemos —ya lo sabíamos— que el riesgo del efecto popote es un espantajo creado por la administración de Calderón.
¿Qué cosa es eso del popote? Se presume que existen yacimientos de petróleo que se extienden debajo del mar mexicano y del mar estadunidense.
Supongamos que tales yacimientos existen. ¿El crudo será del primero que llegue? Eso no parece razonable, pero Calderón nos quiere vender tal idea con el propósito de que el Congreso apruebe su proyecto de hacer contratos con compañías transnacionales para adelantarnos a Estados Unidos e “impedir” que ese país nos robe.
El pozo más cercano “Hammerhead” está siendo operado por la compañía Shell y no sabemos si el yacimiento es transfronterizo. Calderón nos está planteando que contratemos a la Shell para evitar que Estados Unidos nos robe el petróleo. Tendríamos, así, a la Shell sacando el crudo del mismo yacimiento por los dos lados de la línea internacional.
En el debate quedó muy claro que el problema de los yacimientos transfronterizos no se resuelve con una competencia de quién llega primero, sino con un nuevo tratado entre México y Estados Unidos, el cual debió empezarse a discutir con el vecino país hace un tiempo, pues la moratoria pactada en el año 2000 va a vencer dentro de dos años. El gobierno mexicano (Fox y Calderón) no ha movido un dedo para tratar de llegar a un acuerdo civilizado al respecto.
Así, el efecto popote es del ámbito de las relaciones internacionales y nada tiene que ver con las reformas propuestas por Calderón sobre la industria petrolera.
Lo que se busca, por parte del gobierno, es contratar a compañías transnacionales para explorar y explotar pozos en aguas profundas y semiprofundas del Golfo de México. El problema es que tales compañías no van a trabajar por el simple pago de sus servicios, sino que quieren más. ¿Cuánto es ese más? Depende de la productividad de los yacimientos descubiertos. Por esto, el proyecto de Calderón habla de pagar una cantidad “determinable”, es decir, que no sería precisada en el contrato con el perforador sino hasta después de que se conozca la magnitud del yacimiento.
Calderón quiere compartir una parte de la renta petrolera con los perforadores que ya poseen la tecnología para trabajar en tirantes de agua hasta de 2 mil 500 metros. La urgencia tiene que ver con la necesidad de seguir vendiendo crudo al exterior, sin importar que, al hacerlo, renunciamos a procesarlo dentro del país, es decir, producir petroquímicos y refinados con nuestro propio petróleo.
Calderón no está preocupado por llegar a un acuerdo respetuoso y razonable con Estados Unidos, sino por producir la mayor cantidad de crudo posible para cubrir el déficit gubernamental aunque tenga que compartir con las transnacionales.
No se trata de impedir que México vaya hacia el Golfo a buscar el petróleo. De lo que se trata es de evitar que se entregue a las transnacionales lo que es nuestro y de logar que se explore y explote en aguas profundas según un plan nacional petrolero que sirva para el desarrollo nacional. Ah, pero este leguaje no lo habla el señor Calderón, cuyo lema es: toda empresa pública es perniciosa e irreformable. ¿Es eso verdad?
¿Qué cosa es eso del popote? Se presume que existen yacimientos de petróleo que se extienden debajo del mar mexicano y del mar estadunidense.
Supongamos que tales yacimientos existen. ¿El crudo será del primero que llegue? Eso no parece razonable, pero Calderón nos quiere vender tal idea con el propósito de que el Congreso apruebe su proyecto de hacer contratos con compañías transnacionales para adelantarnos a Estados Unidos e “impedir” que ese país nos robe.
El pozo más cercano “Hammerhead” está siendo operado por la compañía Shell y no sabemos si el yacimiento es transfronterizo. Calderón nos está planteando que contratemos a la Shell para evitar que Estados Unidos nos robe el petróleo. Tendríamos, así, a la Shell sacando el crudo del mismo yacimiento por los dos lados de la línea internacional.
En el debate quedó muy claro que el problema de los yacimientos transfronterizos no se resuelve con una competencia de quién llega primero, sino con un nuevo tratado entre México y Estados Unidos, el cual debió empezarse a discutir con el vecino país hace un tiempo, pues la moratoria pactada en el año 2000 va a vencer dentro de dos años. El gobierno mexicano (Fox y Calderón) no ha movido un dedo para tratar de llegar a un acuerdo civilizado al respecto.
Así, el efecto popote es del ámbito de las relaciones internacionales y nada tiene que ver con las reformas propuestas por Calderón sobre la industria petrolera.
Lo que se busca, por parte del gobierno, es contratar a compañías transnacionales para explorar y explotar pozos en aguas profundas y semiprofundas del Golfo de México. El problema es que tales compañías no van a trabajar por el simple pago de sus servicios, sino que quieren más. ¿Cuánto es ese más? Depende de la productividad de los yacimientos descubiertos. Por esto, el proyecto de Calderón habla de pagar una cantidad “determinable”, es decir, que no sería precisada en el contrato con el perforador sino hasta después de que se conozca la magnitud del yacimiento.
Calderón quiere compartir una parte de la renta petrolera con los perforadores que ya poseen la tecnología para trabajar en tirantes de agua hasta de 2 mil 500 metros. La urgencia tiene que ver con la necesidad de seguir vendiendo crudo al exterior, sin importar que, al hacerlo, renunciamos a procesarlo dentro del país, es decir, producir petroquímicos y refinados con nuestro propio petróleo.
Calderón no está preocupado por llegar a un acuerdo respetuoso y razonable con Estados Unidos, sino por producir la mayor cantidad de crudo posible para cubrir el déficit gubernamental aunque tenga que compartir con las transnacionales.
No se trata de impedir que México vaya hacia el Golfo a buscar el petróleo. De lo que se trata es de evitar que se entregue a las transnacionales lo que es nuestro y de logar que se explore y explote en aguas profundas según un plan nacional petrolero que sirva para el desarrollo nacional. Ah, pero este leguaje no lo habla el señor Calderón, cuyo lema es: toda empresa pública es perniciosa e irreformable. ¿Es eso verdad?
pgomez@milenio.com
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Kikka Roja
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