Las derechas de todos los matices satanizan al PRD. La resistencia pacífica contra la proclamación de Calderón y la toma de las tribunas del Congreso no son más que unos vulgares pretextos, pues nada de lo hecho entonces afectó la vida cotidiana del país.
Ahora tenemos una expresión ridícula, caricaturesca e inútil de esa satanización del PRD: la negativa a que su grupo parlamentario nominara al presidente del Senado. Dice Gustavo Madero que nadie ha excluido a los perredistas sino ellos mismos; actúa como prefecto de secundaria autoritaria, es decir, no analiza nada.
El tema se tornó cómico cuando Madero le impuso al PRI (solamente porque el PRI ya lo había admitido de antemano) la decisión de ser él mismo quien presidiera el Senado para no darle la presidencia al PRI, quien no la quería por tenerla en la Cámara de Diputados, ni al PRD por motivos de satanización. Así, Madero debió haber asumido la presidencia pero de la Junta de Coordinación Política, según la ley. Y, aunque podía tener las dos presidencias -la de la Mesa Directiva y la de la Junta-, eso no era posible por motivos estéticos. El PAN se metió en un enredo en el que tuvo que evadir la ley sólo para impedir que el PRD asumiera la presidencia del Senado.
En realidad es discutible si al PRD le conviene ocupar la presidencia de la asamblea de los senadores, pues ese puesto podría convertirse en algo puramente operativo interno, ya que existe una mayoría de derecha bastante consolidada en ese cuerpo legislativo. Aunque también es cierto que el PRD no hubiera podido rehusar su acceso a tal cargo debido a que le correspondía legítimamente.
El PRI admitió la satanización del PRD, es decir, la negativa panista de que este partido asumiera la presidencia y, luego, se tuvo que tragar –con singular alegría— la violación de la ley, pues Beltrones fue presidente de la Junta durante el año legislativo anterior y no podía volver a asumir esa función que, claramente, es de carácter anual y con alternancia de partido, según la inútil legislación vigente.
El tema petrolero fue determinante en tan desafortunadas como ilegales decisiones en el Senado. Un presidente perredista a la hora de las definiciones sería, por lo visto, un riesgo muy grande para el PAN quien cuenta al respecto con toda la solidaridad del PRI. Esto denota falta de confianza en sí mismos, pues la tal reforma petrolera no depende de quien funja como presidente senatorial sino de los acuerdos a los que sea capaz de llegar Calderón, lo cual no resulta a estas alturas demasiado claro.
El camino de la satanización del perredismo, del todo justificada ante los ojos de políticos y periodistas de visión corta e intereses largos, es el de la falta de capacidad de gobernación. Si Calderón con sus seguidores y si el PRI con sus mecanismos de compactación preelectoral, no pueden ser pluralistas al menos en la forma, tampoco podrán impedir el desbordamiento de alguna crisis ni justificar con legitimidad sus relaciones de alianza. Sin embargo, ellos no lo analizan de esta manera; sólo miran el corto plazo.
pgomez@milenio.comAhora tenemos una expresión ridícula, caricaturesca e inútil de esa satanización del PRD: la negativa a que su grupo parlamentario nominara al presidente del Senado. Dice Gustavo Madero que nadie ha excluido a los perredistas sino ellos mismos; actúa como prefecto de secundaria autoritaria, es decir, no analiza nada.
El tema se tornó cómico cuando Madero le impuso al PRI (solamente porque el PRI ya lo había admitido de antemano) la decisión de ser él mismo quien presidiera el Senado para no darle la presidencia al PRI, quien no la quería por tenerla en la Cámara de Diputados, ni al PRD por motivos de satanización. Así, Madero debió haber asumido la presidencia pero de la Junta de Coordinación Política, según la ley. Y, aunque podía tener las dos presidencias -la de la Mesa Directiva y la de la Junta-, eso no era posible por motivos estéticos. El PAN se metió en un enredo en el que tuvo que evadir la ley sólo para impedir que el PRD asumiera la presidencia del Senado.
En realidad es discutible si al PRD le conviene ocupar la presidencia de la asamblea de los senadores, pues ese puesto podría convertirse en algo puramente operativo interno, ya que existe una mayoría de derecha bastante consolidada en ese cuerpo legislativo. Aunque también es cierto que el PRD no hubiera podido rehusar su acceso a tal cargo debido a que le correspondía legítimamente.
El PRI admitió la satanización del PRD, es decir, la negativa panista de que este partido asumiera la presidencia y, luego, se tuvo que tragar –con singular alegría— la violación de la ley, pues Beltrones fue presidente de la Junta durante el año legislativo anterior y no podía volver a asumir esa función que, claramente, es de carácter anual y con alternancia de partido, según la inútil legislación vigente.
El tema petrolero fue determinante en tan desafortunadas como ilegales decisiones en el Senado. Un presidente perredista a la hora de las definiciones sería, por lo visto, un riesgo muy grande para el PAN quien cuenta al respecto con toda la solidaridad del PRI. Esto denota falta de confianza en sí mismos, pues la tal reforma petrolera no depende de quien funja como presidente senatorial sino de los acuerdos a los que sea capaz de llegar Calderón, lo cual no resulta a estas alturas demasiado claro.
El camino de la satanización del perredismo, del todo justificada ante los ojos de políticos y periodistas de visión corta e intereses largos, es el de la falta de capacidad de gobernación. Si Calderón con sus seguidores y si el PRI con sus mecanismos de compactación preelectoral, no pueden ser pluralistas al menos en la forma, tampoco podrán impedir el desbordamiento de alguna crisis ni justificar con legitimidad sus relaciones de alianza. Sin embargo, ellos no lo analizan de esta manera; sólo miran el corto plazo.
Kikka Roja
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