GANAS DE JODERPríncipe pone de nervios a Yeidckol
el pinchi pe Felipe vino a ver que se roba...
La Senadora Polevnsky les balconeó a su depredadora Repsol
Fidel Samaniego R. El Universal Miércoles 01 de octubre de 2008 fidel.samaniego@eluniversal.com.mx
A punto estaba de abandonar la vieja casa senatorial, y Felipe Juan Pablo y Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, el futuro rey de España, hizo a un lado el protocolo, regresó sobre sus pasos, dejó unos segundos caminar sola a su esposa Letizia, y preguntó a Yeidckol Polevnsky:
— Senadora, ¿y qué va a ser de este lugar cuando el Senado se vaya a otra parte?
— Pues seguramente se destinará a museo, respondió ella.
La breve visita había terminado. Durante varias horas, la Cámara de Senadores estuvo blindada. Impresionaba el dispositivo de seguridad, hombres y rejas metálicas impidieron el paso a la zona a toda persona ajena. Llegaron con principesca puntualidad. Exactamente a las once de la mañana. Los recibió una comisión de legisladores. Les saludaron y caminaron. Algo platicaban o discutían don Felipe y doña Leticia mientras avanzaban hacia la escalinata. Ahí estaban. Él, con su traje azul rey y corbata del mismo color. Ya tiene algunas canas. Ella sumamente delgada, pálida, con poco maquillaje. Después en una de las salas, sus altezas reales —denominación marcada por el protocolo— se reunieron con los integrantes de la mesa directiva y de la junta de coordinación política del Senado. No hubo discursos. Pero Felipe les manifestó su solidaridad con México ante el atentado terrorista del 15 de septiembre en Morelia. Les platicó de su visita el lunes a la capital michoacana con el presidente Felipe Calderón. Letizia, quien también es duquesa de Viana y Gerona y duquesa de Montblanc, le preguntó a Yeidckol Polevnsky si ella es la única mujer en la dirigencia del Senado. En esos momentos, el salón de sesiones estaba casi vacío. Pocos senadores ocupaban sus lugares. Apresurado llegó con su imagen de príncipe de Palacio de Hierro, Santiago Creel. Para que no se vieran tantos escaños vacíos, de última hora fueron ocupados por asistentes y asesores. Finalmente, los príncipes de Asturias estuvieron en el recinto. Se sentaron al frente. Escucharon el discurso de Gustavo Madero, quien les agradeció el gesto de visitar la sede senatorial y les habló del pasado compartido y de las buenas relaciones entre México y España.
Fue todo. La ex conductora televisiva y el que será monarca hispano agradecieron los aplausos y se fueron. Él, sonriente, amable, inclinó la cabeza varias veces como saludo a quienes encontró a su paso. Ella, a su lado, seria, inocultablemente seria, sin mirar a los lados. Ya estaban por abandonar la añeja casona, cuando don Felipe, el príncipe azul de cuyas andanzas se puede saber en el Hola! y no en cuentos para niñas y adolescentes, regresó, dejó sola a su esposa, preguntó sobre el destino de ese lugar a una senadora que no pudo ocultar su nerviosismo.
— Senadora, ¿y qué va a ser de este lugar cuando el Senado se vaya a otra parte?
— Pues seguramente se destinará a museo, respondió ella.
La breve visita había terminado. Durante varias horas, la Cámara de Senadores estuvo blindada. Impresionaba el dispositivo de seguridad, hombres y rejas metálicas impidieron el paso a la zona a toda persona ajena. Llegaron con principesca puntualidad. Exactamente a las once de la mañana. Los recibió una comisión de legisladores. Les saludaron y caminaron. Algo platicaban o discutían don Felipe y doña Leticia mientras avanzaban hacia la escalinata. Ahí estaban. Él, con su traje azul rey y corbata del mismo color. Ya tiene algunas canas. Ella sumamente delgada, pálida, con poco maquillaje. Después en una de las salas, sus altezas reales —denominación marcada por el protocolo— se reunieron con los integrantes de la mesa directiva y de la junta de coordinación política del Senado. No hubo discursos. Pero Felipe les manifestó su solidaridad con México ante el atentado terrorista del 15 de septiembre en Morelia. Les platicó de su visita el lunes a la capital michoacana con el presidente Felipe Calderón. Letizia, quien también es duquesa de Viana y Gerona y duquesa de Montblanc, le preguntó a Yeidckol Polevnsky si ella es la única mujer en la dirigencia del Senado. En esos momentos, el salón de sesiones estaba casi vacío. Pocos senadores ocupaban sus lugares. Apresurado llegó con su imagen de príncipe de Palacio de Hierro, Santiago Creel. Para que no se vieran tantos escaños vacíos, de última hora fueron ocupados por asistentes y asesores. Finalmente, los príncipes de Asturias estuvieron en el recinto. Se sentaron al frente. Escucharon el discurso de Gustavo Madero, quien les agradeció el gesto de visitar la sede senatorial y les habló del pasado compartido y de las buenas relaciones entre México y España.
Fue todo. La ex conductora televisiva y el que será monarca hispano agradecieron los aplausos y se fueron. Él, sonriente, amable, inclinó la cabeza varias veces como saludo a quienes encontró a su paso. Ella, a su lado, seria, inocultablemente seria, sin mirar a los lados. Ya estaban por abandonar la añeja casona, cuando don Felipe, el príncipe azul de cuyas andanzas se puede saber en el Hola! y no en cuentos para niñas y adolescentes, regresó, dejó sola a su esposa, preguntó sobre el destino de ese lugar a una senadora que no pudo ocultar su nerviosismo.
A LA MONARQUIA ESPAÑOLA NO LA QUIEREN NI EN ESPAÑA, HAY MILES, HARTOS DE LA DERECHA SAQUEADORA.
Kikka Roja
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