- Relanza Calderón sus promesas de campaña
- Diez millones más de pobres y desplome económico, los logros
Renovarse o morir es la consigna, y por eso el cambio que como candidato prometió y como inquilino de Los Pinos incumplió, Felipe Calderón lo vuelve a prometer –sólo que ahora disfrazado de novedad– para la segunda mitad de su estadía en la residencia oficial, porque cambiar de fondo no sólo es la mejor, sino la única alternativa, aunque para llegar a tan sesuda conclusión arrojó tres largos años al bote de la basura, pues –como si fuera necesario que lo reconociera– lo logrado (sic) es claramente insuficiente.
¿Qué es lo logrado? Nada, salvo 10 millones adicionales de pobres y el desplome de la economía, pero en el faraónico acto de ayer en Palacio Nacional, engrudo de por medio, Calderón relanzó sus incumplidas promesas de campaña y resumió sus frases célebres de tres años de discursos, para concluir que ahora sí, por ésta, vamos por el cambio (marca Fox) a través de reformas, muchas de ellas, que nos permitan construir el México que queremos, es decir, aquel que resumía la frase célebre de quienes lo llevaron a Los Pinos: apostarle a algo distinto sería retroceso.
Pues bien, ¿de qué reformas habla para ese México del futuro? De las mismas que un trienio atrás, en tiempos electorales, prometió poner en práctica una vez que se (lo) instalara (n) en Los Pinos (el 2 de julio celebraremos el triunfo de la opción del empleo, la estabilidad económica, la transparencia y la unidad de los mexicanos, decía), las cuales 33 meses después no ha concretado, pero que, oportuno relanzamiento mediático de por medio, ofrece realizar –me cae que sí– por el bien de la patria, y en el entendido de que en todo cambio hay siempre la oportunidad de replantear prioridades y estrategias (dicho sea de paso, el heraldo calderonista a la vez que inquilino de Bucareli, Fernando Gómez Mont, puntualizó en qué consiste el cambio pregonado: “no creo que en política operen los virajes… Los golpes de timón o virajes me parecen prácticamente ilusorios…”).
Para la segunda mitad del gobierno calderonista (si es que la libra), las 10 nuevas líneas de acción establecidas por el inquilino de Los Pinos son: combate a la pobreza, cobertura universal de salud, educación de calidad y lucha frontal contra el crimen, más las reformas de las finanzas públicas, de las empresas públicas del sector energético, del sector de las telecomunicaciones, la del sector laboral, la regulatoria de fondo y la política de fondo (los pormenores de cada una de ellas pueden consultarse en dos documentos: el del mensaje pronunciado ayer en Palacio Nacional –2 de septiembre de 2009– y en otro denominado El reto de México –campaña electoral, junio de 2006–, ambos con la firma de Felipe Calderón; por cierto, en este último también se comprometió a que en caso de no contar con una mayoría legislativa estoy dispuesto a integrar un gobierno de coalición al que se sumen aquellas fuerzas políticas con las que podamos tener coincidencias en acciones específicas de política pública... Y cuando menos esta parte sí se le cumplió a la mitad del camino).
¡Ah!, las nuevas reformas. Por ejemplo, la relativa a las empresas públicas del sector energético, ayer planteada en tal sentido por el inquilino de Los Pinos, no es otra que la intentona de siempre: privatizar. Lo mejor del caso es que oficialmente esta reforma se habría concretado en 2008, y fue tan exitosa (no es de corto plazo o coyuntura, sino de largo aliento, Calderón dixit) que con su aprobación “es factible y, lo aseguro, garantizar enterrar la pobreza extrema y garantizarle a cada joven mexicano un lugar en la universidad, de manera que no haya un solo mexicano que no curse una carrera técnica o profesional por falta de oportunidades; se podría captar, a través de Pemex, uno por ciento del producto interno bruto adicional por año; a partir de 2011 o 2012 México podría recibir un promedio de 150 mil millones de pesos anuales…”, y de pasadita hacernos menos dependientes de los recursos petroleros (ídem).
Resulta que en los hechos la “reforma ni de lejos logró enterrar la pobreza extrema (por el contrario); tampoco garantizar a cada joven mexicano un lugar en la universidad (hay que ver el número de jóvenes rechazados por falta de espacio); mucho menos cortar la dependencia de las finanzas públicas de los recursos petroleros, ni concretar el abultado cuento de la lechera calderonista inherente a cada reforma alcanzada (Ley del ISSSTE, fiscal, etcétera), el cual, además de los mencionados, incluía generación de empleo; incremento de la inversión, nacional y extranjera; pagar la deuda social; distribuir la riqueza y el ingreso; fomentar las exportaciones; desarrollo y crecimiento económicos; infraestructura social, económica, de comunicaciones, salud, educación, drenaje, agua potable; incremento sostenido de la competitividad y la productividad; recursos suficientes para escuelas y hospitales; acabar con los privilegios en el sistema tributario; fondos para los estados de la República; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; supercarreteras; servicios más elementales para la población; liberar recursos públicos para programas sociales; cerrar de una vez la brecha de México con ese México agraviado, con ese México olvidado, con ese México de la pobreza que marca toda la geografía nacional y así por el estilo.
Por si fuera poco, en el citado documento El reto de México (2006) Felipe Calderón subrayaba su propuesta “imprescindible (de) pasar del sufragio efectivo a la democracia efectiva para reducir la brecha que existe entre los ciudadanos y sus representantes…” Y como no muchas ideas fluyen por los pasillos de Los Pinos, ayer (2009) el mismo personaje propuso algo por demás novedoso: hay que pasar del sufragio efectivo a la democracia efectiva.
En síntesis, el tercer Informe de gobierno con sus nuevas reformas y sus nuevas ideas, porque –dice Calderón– es la hora de cambiar.
Las rebanadas del pastel
En sentido contrario, los legisladores tricolores proponen una ley de recuperación económica para crear plazas laborales y combatir la pobreza, con incentivos fiscales para las empresas generadoras de empleo formal de largo plazo y que impulsen la actividad económica. El planteamiento del grupo económico de dicha bancada –Oscar Levín y David Penchyna, entre otros– parte de una base elemental: el actual modelo económico está agotado… Concluido el show mediático del tercer informe, llegan los movimientos en el gabinetazo y la propuesta económica 2010.
¿Qué es lo logrado? Nada, salvo 10 millones adicionales de pobres y el desplome de la economía, pero en el faraónico acto de ayer en Palacio Nacional, engrudo de por medio, Calderón relanzó sus incumplidas promesas de campaña y resumió sus frases célebres de tres años de discursos, para concluir que ahora sí, por ésta, vamos por el cambio (marca Fox) a través de reformas, muchas de ellas, que nos permitan construir el México que queremos, es decir, aquel que resumía la frase célebre de quienes lo llevaron a Los Pinos: apostarle a algo distinto sería retroceso.
Pues bien, ¿de qué reformas habla para ese México del futuro? De las mismas que un trienio atrás, en tiempos electorales, prometió poner en práctica una vez que se (lo) instalara (n) en Los Pinos (el 2 de julio celebraremos el triunfo de la opción del empleo, la estabilidad económica, la transparencia y la unidad de los mexicanos, decía), las cuales 33 meses después no ha concretado, pero que, oportuno relanzamiento mediático de por medio, ofrece realizar –me cae que sí– por el bien de la patria, y en el entendido de que en todo cambio hay siempre la oportunidad de replantear prioridades y estrategias (dicho sea de paso, el heraldo calderonista a la vez que inquilino de Bucareli, Fernando Gómez Mont, puntualizó en qué consiste el cambio pregonado: “no creo que en política operen los virajes… Los golpes de timón o virajes me parecen prácticamente ilusorios…”).
Para la segunda mitad del gobierno calderonista (si es que la libra), las 10 nuevas líneas de acción establecidas por el inquilino de Los Pinos son: combate a la pobreza, cobertura universal de salud, educación de calidad y lucha frontal contra el crimen, más las reformas de las finanzas públicas, de las empresas públicas del sector energético, del sector de las telecomunicaciones, la del sector laboral, la regulatoria de fondo y la política de fondo (los pormenores de cada una de ellas pueden consultarse en dos documentos: el del mensaje pronunciado ayer en Palacio Nacional –2 de septiembre de 2009– y en otro denominado El reto de México –campaña electoral, junio de 2006–, ambos con la firma de Felipe Calderón; por cierto, en este último también se comprometió a que en caso de no contar con una mayoría legislativa estoy dispuesto a integrar un gobierno de coalición al que se sumen aquellas fuerzas políticas con las que podamos tener coincidencias en acciones específicas de política pública... Y cuando menos esta parte sí se le cumplió a la mitad del camino).
¡Ah!, las nuevas reformas. Por ejemplo, la relativa a las empresas públicas del sector energético, ayer planteada en tal sentido por el inquilino de Los Pinos, no es otra que la intentona de siempre: privatizar. Lo mejor del caso es que oficialmente esta reforma se habría concretado en 2008, y fue tan exitosa (no es de corto plazo o coyuntura, sino de largo aliento, Calderón dixit) que con su aprobación “es factible y, lo aseguro, garantizar enterrar la pobreza extrema y garantizarle a cada joven mexicano un lugar en la universidad, de manera que no haya un solo mexicano que no curse una carrera técnica o profesional por falta de oportunidades; se podría captar, a través de Pemex, uno por ciento del producto interno bruto adicional por año; a partir de 2011 o 2012 México podría recibir un promedio de 150 mil millones de pesos anuales…”, y de pasadita hacernos menos dependientes de los recursos petroleros (ídem).
Resulta que en los hechos la “reforma ni de lejos logró enterrar la pobreza extrema (por el contrario); tampoco garantizar a cada joven mexicano un lugar en la universidad (hay que ver el número de jóvenes rechazados por falta de espacio); mucho menos cortar la dependencia de las finanzas públicas de los recursos petroleros, ni concretar el abultado cuento de la lechera calderonista inherente a cada reforma alcanzada (Ley del ISSSTE, fiscal, etcétera), el cual, además de los mencionados, incluía generación de empleo; incremento de la inversión, nacional y extranjera; pagar la deuda social; distribuir la riqueza y el ingreso; fomentar las exportaciones; desarrollo y crecimiento económicos; infraestructura social, económica, de comunicaciones, salud, educación, drenaje, agua potable; incremento sostenido de la competitividad y la productividad; recursos suficientes para escuelas y hospitales; acabar con los privilegios en el sistema tributario; fondos para los estados de la República; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; supercarreteras; servicios más elementales para la población; liberar recursos públicos para programas sociales; cerrar de una vez la brecha de México con ese México agraviado, con ese México olvidado, con ese México de la pobreza que marca toda la geografía nacional y así por el estilo.
Por si fuera poco, en el citado documento El reto de México (2006) Felipe Calderón subrayaba su propuesta “imprescindible (de) pasar del sufragio efectivo a la democracia efectiva para reducir la brecha que existe entre los ciudadanos y sus representantes…” Y como no muchas ideas fluyen por los pasillos de Los Pinos, ayer (2009) el mismo personaje propuso algo por demás novedoso: hay que pasar del sufragio efectivo a la democracia efectiva.
En síntesis, el tercer Informe de gobierno con sus nuevas reformas y sus nuevas ideas, porque –dice Calderón– es la hora de cambiar.
Las rebanadas del pastel
En sentido contrario, los legisladores tricolores proponen una ley de recuperación económica para crear plazas laborales y combatir la pobreza, con incentivos fiscales para las empresas generadoras de empleo formal de largo plazo y que impulsen la actividad económica. El planteamiento del grupo económico de dicha bancada –Oscar Levín y David Penchyna, entre otros– parte de una base elemental: el actual modelo económico está agotado… Concluido el show mediático del tercer informe, llegan los movimientos en el gabinetazo y la propuesta económica 2010.
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