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sábado, 11 de febrero de 2012

Joan Fontcuberta: EN EL CHOPO: EL ARTE DESMOVILIZA DISCURSOS AUTORITARIOS

Arte que desmoviliza discursos autoritarios
Joan Fontcuberta, que se escuchará el próximo 15 de febrero en el Museo del Chopo, donde dará una conferencia en el marco de su exposición Fauna, demanda de la sociedad una vuelta hacia el humanismo tras tragado, sin digerir, el discurso de la globalización


El catalán propone ironizar o deconstruir el propio mundo del arte y los valores en los que se sustenta. Cortesía de Joan Fontcuberta


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“HEMOGRAMA”. Además de hacer su obra, Fontcuberta es docente, crítico, ensayista, artista visual y promotor de arte especializado en fotografía (Foto: CORTESÍA JOAN FONTCUBERTA )

FOTOS:
http://fotos.eluniversal.com.mx/coleccion/muestra_fotogaleria.html?idgal=11444

Fotogalería La Fauna de Fontcuberta
Viernes 10 de febrero de 2012
Sonia Sierra | El Universal

Un desprecio a la cultura, que significa “un desprecio a lo que nos hace humanos, a nuestra identidad, a nuestro ser más intimo” es lo más grave de lo que sucede en España, advierte el fotógrafo, investigador y artista catalán Joan Fontcuberta: “La crisis económica no es más que una coartada para regresar a modalidades de políticas más autoritarias, menos plurales, más concentradas, menos diversificadas y menos autogestionarias. Eso lo estamos viendo en todos los ámbitos de la vida pública, pero en la cultura de una manera mucho más detallada”, dice Fontcuberta. Desde Barcelona, donde nació en 1955, y unas horas después de haber encabezado un performance como presidente de la Asociación de Artistas Visuales Catalanes para reivindicar el derecho a crear un centro de arte contemporáneo para artistas emergentes en un antiguo edificio, el ensayista habla con EL UNIVERSAL sobre su obra con la que cuestiona saberes institucionales que se toman como verdades incuestionables (desde la ciencia y la educación hasta los medios masivos y la religión).

Joan Fontcuberta, que se escuchará el próximo 15 de febrero en el Museo del Chopo, donde dará una conferencia en el marco de su exposición Fauna, demanda de la sociedad una vuelta hacia el humanismo tras tragado, sin digerir, el discurso de la globalización.

¿Qué lo lleva a cuestionar el saber científico a partir de la fotografía?

Mi trabajo artístico intenta desmovilizar los discursos autoritarios. Los discursos emitidos desde plataformas del poder y por eso he ido pasando revista a instituciones, por ejemplo, la misma ciencia, la política o las religiones. La ciencia resulta ser una construcción que se abroga el monopolio de la verdad, en ese sentido mi trabajo lo que hace es darle una cura de humildad a esas pretensiones tan arrogantes porque en definitiva la ciencia no es más que un conjunto de verdades provisionales que pueden ser revisadas en cualquier momento.

En ese camino de cuestionar instituciones y verdades, ¿el arte tendría que ser cuestionado?

Ese debería ser el primer paso que emprenda todo artista mínimamente autocrítico. A mí me ha interesado también ironizar o deconstruir el propio mundo del arte y los valores en los que se sustenta y que, a diferencia de cuando he trabajado en otros ámbitos, he obtenido una reacción muy, muy negativa de esas instituciones artísticas. Es como si me dijeran: ‘Los artistas sed críticos con los políticos, con los medios de comunicación, con todos estos ámbitos, pero sobre todo no toquéis el sacrosanto mundo del arte porque el negocio se nos va al garita’”.

¿Cuál es el origen de esto?

Hay un cierto corporativismo intelectual; muchas veces historiadores, críticos, profesores, curadores, coleccionistas, galeristas, en el fondo forman una corporación que defiende unos valores y en tanto que corporación muchas veces hacen prevalecer unos intereses corporativos sobre una indagación crítica.

Temas recurrentes

¿Qué temas abordará en su conferencia en el Museo del Chopo?

En este momento no sé. Me gusta mucho improvisar, preparar las cosas es de cobardes, dicen. Por ejemplo, en el viaje a ciudad de México leo noticias y esas noticias son motivo de reflexiones que me llevan a ciertas conclusiones, me gustará hablar de temas que estén muy en la textura de la actualidad. Evidentemente hay unos temas recurrentes en mi trabajo: la discusión de lo que es la verdad, el filtraje de nuestro conocimiento producido por la educación o por los medios de comunicación. Soy como una esponja, me dejo contaminar por las cosas que suceden a mi alrededor y a partir de ahí confeccionar el hilo de un discurso.

¿A dónde nos lleva eso que ha llamado sobresaturación de imágenes del mundo actual? ¿Cómo analiza el abuso en los medios de la imagen de Muammar Gaddafi muerto?

Usted recordará esa narración de Borges donde habla de un país donde los cartógrafos alcanzan tal nivel de tal perfección que son capaces de producir un mapa que coincide exactamente con el mismo territorio, lo cual es una paradoja. Borges no saldría de su asombro al darse cuenta de que los cartógrafos de hoy ya no sólo hacen un mapa que coincide con el territorio, sino que lo rebasa. Hoy las imágenes sobrepasan el hiperrealismo de nuestra experiencia física de las cosas, las imágenes componen un mundo paralelo que es mucho más excesivo que el real. Eso nos remite a lo contrario: las imágenes que nos faltan, y a otra cuestión: el exceso de verdad. Muchas de esas imágenes tienen una sobredosis de verdad que no somos capaces de soportar. Hay diferentes perspectivas de análisis en el caso de Gadafi, una es la espectacularización de lo real a través de la imagen; la imagen muchas veces estetiza, desprovee de un contenido ético. El horror se convierte en belleza; a base de darle una apariencia plástica, estética, gráfica, visual, el suceso acaba convirtiéndose en cuadro. ¿Hasta qué punto hace falta una imagen para impactar en un imaginario colectivo? La muerte de Gaddafi tiene una proyección mediática en la medida que hay una manera de visualizarla. Pensemos en el caso de Bin Laden, un cadáver ausente, la falta de imagen hace que todo un imaginario vaya a reconfigurar esa imagen que se necesita pero que no se tiene.

Acaba de recibir el Premio Nacional de Ensayo, con La cámara de Pandora ¿De qué trata?

Yo estaba esperando el balón de oro o el premio de Mr. Universo y de repente me concedieron un premio por una obra que son unas reflexiones alrededor del impacto de la tecnología digital en nuestra vida, cómo ha modificado nociones de identidad y memoria, que ha sido el eje neurálgico de toda mi trayectoria artística. Mi modelo teórico sería Umberto Eco, quien, a partir de experiencias personales y anécdotas, es capaz de elaborar teorías genéricas, globales y de densidad filosófica; lo digo sin compararme ni mucho menos, con toda la humildad que requiere, pero reconozco que en Eco hay un modelo que me gustaría seguir. Lo que hago es limitarme a hablar de experiencias en las que la fotografía me ha conducido a una serie de consideraciones, conclusiones o maneras de entender las cuestiones que me preocupan de la vida: sociedad, memoria, tiempo, muerte.

¿Qué persigue: crear la fotografía o estudiarla?

Para mí la fotografía es una cultura de visión, una manera de situarme en el mundo. Eso no obsta para que colegas míos entiendan su pasión de otra manera. No pretendo imponer mis prioridades. Para mí lo enriquecedor en la fotografía es justamente esa capacidad de permitirnos ver el mundo según unos determinados valores. Para mí la fotografía ha sido uno de los paradigmas de la modernidad.

¿Cómo describe el retrato de España en el momento que vive hoy?

Hoy hay un elemento que es el miedo, el miedo que atenaza a la gente. Lo que encontramos básicamente como problema es el hecho de que la crisis, el desánimo, la excesiva prudencia, hace que las voces se acallen, que haya una indiferencia, una pasividad, una sumisión; para mí ese es el horizonte mi país en este momento. El movimiento de los indignados me parece muy esperanzador porque detrás del enfado, de esa queja, hay alternativas de buscar otras maneras de funcionar socialmente, de plantearse el futuro, la posición en la historia. Hasta ahora hemos estado obcecados con esas teorías de la globalización, según parámetros neoliberales, pero empieza a ser hora de buscar otras maneras distintas de regresar, en definitiva, a un cierto humanismo.

Cuando los políticos recortan la cultura demuestran justamente su incapacidad, su falta de visión del futuro. Porque la cultura se entiende muchas veces bajo ciertos mecanismos de subvención y yo los entiendo de inversión, inversión en creatividad, en innovación, en desarrollo. La cultura es lo que nos hace, es nuestra identidad, nuestro ser más intimo. Despreciar eso significa un desprecio de lo que somos humanamente. Y eso está sucediendo en España en estos momentos: la crisis económica no es más que una coartada para regresar a modalidades de políticas más autoritarias y menos plurales.
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