Campo en ruinas, gobierno sordo
EDITORIAL LA JORNADA
Las movilizaciones multitudinarias de campesinos, obreros, maestros y organizaciones populares realizadas ayer en la mayor parte de las entidades federativas para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) dejaron ver el tamaño del descontento que recorre al agro mexicano y a los sectores menos favorecidos del país por la perpetuación de una política económica antinacional, depredadora y generadora de pobreza extrema masiva y de riqueza, también extrema, para unos cuantos. Ni la aguda depauperación campesina ni las distancias ni los amagos policiales lograron menguar la presencia de masas de manifestantes procedentes de diversas regiones del país en el Centro Histórico capitalino, a las cuales deben sumarse las marchas y los mítines realizados en muchas otras ciudades en repudio a lo que se percibe, en el menos malo de los casos, como inacción gubernamental ante –si no es que participación en– la embestida que padecen los pequeños propietarios, los ejidatarios y los comuneros de México.
Pero ayer no sólo se expresó con contundencia el descontento social masivo por la entrada en vigor de la desregulación a las importaciones de maíz, frijol, leche en polvo y azúcar, apertura que viene a dar el tiro de gracia a las perspectivas de vida de millones de campesinos; también se puso de manifiesto la cerrazón, la insensibilidad y la ceguera del grupo que ostenta el poder político, económico y mediático.
Después de meses, años y sexenios de negarse a escuchar el clamor procedente del agro, el gobierno federal emitió un comunicado en el que, pretendiendo una normalidad y una distensión que no existen, anunció la continuación de un “diálogo” con las organizaciones campesinas y su decisión de hacerse representar, en los encuentros respectivos, por los impugnados secretarios de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Alberto Cárdenas Jiménez, y del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano. El primero de estos funcionarios, en una muestra de rotunda inocencia o de algo peor, pidió a los labriegos que precisen “cuáles son sus demandas”, como si las reivindicaciones campesinas no hubiesen sido expresadas en forma verbal y escrita, publicadas y coreadas, a lo largo de los pasados 12 meses, y como si no hubiera estado enterado de la demanda central que se reiteró ayer en el Zócalo capitalino y en decenas de mítines efectuados por todos los rumbos de la República: renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN y de los términos de ese documento que condenan a la extinción económica en el corto plazo a los agricultores pobres de México.
Las cúpulas empresariales –el Consejo Coordinador Empresarial, la Confederación Patronal de la República Mexicana y el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado– expresaron por enésima ocasión su sorpresa ante una indignación social contra un instrumento comercial que, desde su entrada en vigor, ha permitido al país –argumentan– incrementar en forma exponencial su captación de divisas. Ciertamente, el TLCAN ha aportado a México muchos cientos de miles de millones de dólares, pero esas sumas no han servido para atenuar la escandalosa desigualdad social ni la pobreza de la mayor parte de la población. En el campo, el tratado comercial ha sido extremadamente benéfico para unos cuantos agroexportadores como Vicente Fox, su familia y su ex secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, pero ha representado la ruina de millones de agricultores en pequeña escala, para los cuales la política económica gubernamental ofrece sólo tres posibilidades: emigrar –a la marginalidad informal y miserable de los centros urbanos nacionales o a las vicisitudes del cruce fronterizo con rumbo a Estados Unidos–, incorporarse al negocio ilícito de las drogas o morirse de hambre.
Pero fue Héctor Larios, coordinador de la bancada panista en San Lázaro, quien externó con mayor precisión, y en términos más bien obvios, las actitudes del grupo gobernante ante la catástrofe que se abate sobre los campesinos mexicanos: “La motivación de estas movilizaciones –dijo, en referencia a las realizadas ayer– tiene que ver con el ámbito político”. Lo dicho por el diputado Larios es cierto en más de un sentido: el régimen del que forma parece estar logrando, con su indolencia, su insensibilidad y su entreguismo, la articulación de un vasto movimiento que, por la fuerza de las circunstancias, hace desembocar en la vida política malestares sociales que los poderosos de ayer y de hoy no han querido entender ni atender. Por lo demás, sus sospechas en torno a quiénes organizan a los manifestantes pueden despejarse en forma sencilla: son los gobiernos, del de Carlos Salinas al de Felipe Calderón, con su continuismo neoliberal, los que llenan las plazas públicas del país con campesinos, obreros y maestros depauperados y exasperados.
FOTOS DE LA JORNADAPero ayer no sólo se expresó con contundencia el descontento social masivo por la entrada en vigor de la desregulación a las importaciones de maíz, frijol, leche en polvo y azúcar, apertura que viene a dar el tiro de gracia a las perspectivas de vida de millones de campesinos; también se puso de manifiesto la cerrazón, la insensibilidad y la ceguera del grupo que ostenta el poder político, económico y mediático.
Después de meses, años y sexenios de negarse a escuchar el clamor procedente del agro, el gobierno federal emitió un comunicado en el que, pretendiendo una normalidad y una distensión que no existen, anunció la continuación de un “diálogo” con las organizaciones campesinas y su decisión de hacerse representar, en los encuentros respectivos, por los impugnados secretarios de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Alberto Cárdenas Jiménez, y del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano. El primero de estos funcionarios, en una muestra de rotunda inocencia o de algo peor, pidió a los labriegos que precisen “cuáles son sus demandas”, como si las reivindicaciones campesinas no hubiesen sido expresadas en forma verbal y escrita, publicadas y coreadas, a lo largo de los pasados 12 meses, y como si no hubiera estado enterado de la demanda central que se reiteró ayer en el Zócalo capitalino y en decenas de mítines efectuados por todos los rumbos de la República: renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN y de los términos de ese documento que condenan a la extinción económica en el corto plazo a los agricultores pobres de México.
Las cúpulas empresariales –el Consejo Coordinador Empresarial, la Confederación Patronal de la República Mexicana y el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado– expresaron por enésima ocasión su sorpresa ante una indignación social contra un instrumento comercial que, desde su entrada en vigor, ha permitido al país –argumentan– incrementar en forma exponencial su captación de divisas. Ciertamente, el TLCAN ha aportado a México muchos cientos de miles de millones de dólares, pero esas sumas no han servido para atenuar la escandalosa desigualdad social ni la pobreza de la mayor parte de la población. En el campo, el tratado comercial ha sido extremadamente benéfico para unos cuantos agroexportadores como Vicente Fox, su familia y su ex secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, pero ha representado la ruina de millones de agricultores en pequeña escala, para los cuales la política económica gubernamental ofrece sólo tres posibilidades: emigrar –a la marginalidad informal y miserable de los centros urbanos nacionales o a las vicisitudes del cruce fronterizo con rumbo a Estados Unidos–, incorporarse al negocio ilícito de las drogas o morirse de hambre.
Pero fue Héctor Larios, coordinador de la bancada panista en San Lázaro, quien externó con mayor precisión, y en términos más bien obvios, las actitudes del grupo gobernante ante la catástrofe que se abate sobre los campesinos mexicanos: “La motivación de estas movilizaciones –dijo, en referencia a las realizadas ayer– tiene que ver con el ámbito político”. Lo dicho por el diputado Larios es cierto en más de un sentido: el régimen del que forma parece estar logrando, con su indolencia, su insensibilidad y su entreguismo, la articulación de un vasto movimiento que, por la fuerza de las circunstancias, hace desembocar en la vida política malestares sociales que los poderosos de ayer y de hoy no han querido entender ni atender. Por lo demás, sus sospechas en torno a quiénes organizan a los manifestantes pueden despejarse en forma sencilla: son los gobiernos, del de Carlos Salinas al de Felipe Calderón, con su continuismo neoliberal, los que llenan las plazas públicas del país con campesinos, obreros y maestros depauperados y exasperados.
Crónicas DE LOS FUERON A LA MEGAMARCHA
El titular de la Sagarpa pide que le aclaren cuáles son las demandas
- En comunicado, el gobierno federal se dice dispuesto a mantener interlocución abierta
- El blanquiazul arropa al ex gobernador y reitera que nada hay que renegociar
- Organizaciones campesinas y sindicales advierten que "los tiempos de diálogo se agotan"
- Sellan la alianza para la integración de un consejo nacional social y económico
- Demandan cesar a Alberto Cárdenas; el tratado sólo ha generado "pobreza y muerte"
No más sacrificio al campo, el clamor en el Zócalo
Decenas de miles de campesinos del país colmaron la Plaza de la Constitución contra la apertura total a la importación de granos en el marco del TLCAN.
Labriegos protestan en oficinas de Sagarpa en 22 estados
Incendian un tractor en el Monumento a la Revolución
Pide Cárdenas demandas concretas para negociar (tipico de los politcos negligentes)
No hay argumentos para renegociar el TLCAN: CCE (los oligarcas LOS MACHUCHONES)
Mil 500 efectivos de la SSPDF vigilan marcha campesina
Decenas de miles de campesinos del país colmaron la Plaza de la Constitución contra la apertura total a la importación de granos en el marco del TLCAN.
Agencias / La Jornada On Line Publicado: 31/01/2008 19:06
México, DF. Las decenas de miles de campesinos que ocuparon este jueves el centro de la capital del país acordaron fomentar y fortalecer la alianza entre campesinos y obreros formada para llevar a cabo la protesta de hoy contra la entrada en vigor del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN). Luego de la marcha que partió a las tres de la tarde del Angel de la Independencia y llegó en una hora hasta el Zócalo, los labriegos realizaron un mitin frente a Palacio Nacional donde coincidieron en la posibilidad de formar un congreso nacional. El dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), Cruz López Aguilar, dijo que la alianza de trabajadores y labriegos "debe llevarnos a un nuevo acuerdo social, cuya misión sustantiva será la incorporación de quienes menos tienen al desarrollo nacional". El secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas, Martín Esparza Flores, dijo a su vez que es necesario defender la soberanía alimentaria y energética del país, y adelantó que el 7 de febrero próximo podrían manifestarse en el Congreso de la Unión.
En su turno el secretario general del Sindicato de Telefonistas, Francisco Hernández Juárez, consideró que se debe impulsar la citada alianza para aplicar acciones durante este año con el fin de constituirse como una fuerza capaz de cambiar el destino del país. Mientras que Gabino Gómez García, de la campaña Sin maíz no hay país y sin frijol tampoco, destacó que es vital un cambio en las políticas públicas para evitar una mayor expulsión de migrantes hacia Estados Unidos. En el mitin también participaron Agustín Rodríguez Fuentes, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y Miguel Luna Hernández, del Consejo Nacional de Organismo Rurales y Pesqueros.
Desde la entrada en vigor del acuerdo en 1994, diversas organizaciones de agricultores han denunciado las desigualdades que sufren frente a sus pares de Estados Unidos y Canadá. La CNC, que concentra a 5 millones de campesinos, ha alertado sobre los efectos negativos de la apertura también de la leche y la caña de azúcar, pues asegura que cada agricultor estadunidense recibe apoyos anuales por 20 mil dólares frente a los 700 dólares de los mexicanos. Sin embargo, los gobiernos de México, Canadá y Estados Unidos rechazan la posibilidad de reabrir las negociaciones en el capítulo agrícola del TLCAN, como reclaman los productores y partidos opositores mexicanos.
El recorrido
Con pancartas que decían: “Sin maíz no hay país”, las decenas de miles de campesinos arribaron a la ciudad de México, algunos en tractor, otros en autobús, por las cinco carreteras que desembocan en el Distrito Federal. Algunos labriegos comenzaron su marcha desde sus ciudades hacia el Distrito Federal el 18 de enero pasado, para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN que elimina los aranceles para la importación de granos como maíz y frijol. A las tres de la tarde de este jueves los campesinos que se habían concentrado en el Angel de la Independencia partieron, muchos en sus tractores, hacia el Zócalo, a donde llegaron una hora después. Aunque la retaguardia del contingente se encontraba a las seis en la avenida Juárez. Una fuente policial calculó que el contingente estaba conformado por entre 20 mil y 25 mil personas, aunque los organizadores aseguraron que su convocatoria logró congregar a 130 mil productores del campo y miembros de organizaciones sociales. De acuerdo con el secretario de Seguridad Pública de Distrito Federal, Joel Ortega, los manifestantes ocuparían la mitad del Zócalo, el cual tiene capacidad para 110 mil personas, porque en el espacio restante está instalada una exposición. El saldo hasta esta noche de la movilización es blanco. Sólo se registró un incidente antes de que iniciara el mitin en la plancha del Zócalo, cuando el diputado perredista José Antonio Almazán se dirigía hacia el templete y fue atacado por un sujeto con gas pimienta en la cara, y tuvo que ser llevado a los servicios médicos.
El operativo
Ante la populosa movilización, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal movilizó a mil 500 uniformados y cerró la larga y estratégica avenida Paseo de la Reforma. Esta arteria, que cruza la ciudad de norte a sur, fue reabierta poco después de las 17:30 horas, luego de ser cerrada por hora y media por el paso de la marcha. El servicio de Metrobús, que corre sobre esta vía, también fue restablecido por completo y el Servicio de Transporte Metro ofreció sus servicios de manera normal, sólo la estación Zócalo fue cerrada. En tanto, los comercios ubicados en el primer cuadro de la ciudad en el que se desarrolló la magna movilización cerraron sus puertas.
En su turno el secretario general del Sindicato de Telefonistas, Francisco Hernández Juárez, consideró que se debe impulsar la citada alianza para aplicar acciones durante este año con el fin de constituirse como una fuerza capaz de cambiar el destino del país. Mientras que Gabino Gómez García, de la campaña Sin maíz no hay país y sin frijol tampoco, destacó que es vital un cambio en las políticas públicas para evitar una mayor expulsión de migrantes hacia Estados Unidos. En el mitin también participaron Agustín Rodríguez Fuentes, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y Miguel Luna Hernández, del Consejo Nacional de Organismo Rurales y Pesqueros.
Desde la entrada en vigor del acuerdo en 1994, diversas organizaciones de agricultores han denunciado las desigualdades que sufren frente a sus pares de Estados Unidos y Canadá. La CNC, que concentra a 5 millones de campesinos, ha alertado sobre los efectos negativos de la apertura también de la leche y la caña de azúcar, pues asegura que cada agricultor estadunidense recibe apoyos anuales por 20 mil dólares frente a los 700 dólares de los mexicanos. Sin embargo, los gobiernos de México, Canadá y Estados Unidos rechazan la posibilidad de reabrir las negociaciones en el capítulo agrícola del TLCAN, como reclaman los productores y partidos opositores mexicanos.
El recorrido
Con pancartas que decían: “Sin maíz no hay país”, las decenas de miles de campesinos arribaron a la ciudad de México, algunos en tractor, otros en autobús, por las cinco carreteras que desembocan en el Distrito Federal. Algunos labriegos comenzaron su marcha desde sus ciudades hacia el Distrito Federal el 18 de enero pasado, para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN que elimina los aranceles para la importación de granos como maíz y frijol. A las tres de la tarde de este jueves los campesinos que se habían concentrado en el Angel de la Independencia partieron, muchos en sus tractores, hacia el Zócalo, a donde llegaron una hora después. Aunque la retaguardia del contingente se encontraba a las seis en la avenida Juárez. Una fuente policial calculó que el contingente estaba conformado por entre 20 mil y 25 mil personas, aunque los organizadores aseguraron que su convocatoria logró congregar a 130 mil productores del campo y miembros de organizaciones sociales. De acuerdo con el secretario de Seguridad Pública de Distrito Federal, Joel Ortega, los manifestantes ocuparían la mitad del Zócalo, el cual tiene capacidad para 110 mil personas, porque en el espacio restante está instalada una exposición. El saldo hasta esta noche de la movilización es blanco. Sólo se registró un incidente antes de que iniciara el mitin en la plancha del Zócalo, cuando el diputado perredista José Antonio Almazán se dirigía hacia el templete y fue atacado por un sujeto con gas pimienta en la cara, y tuvo que ser llevado a los servicios médicos.
El operativo
Ante la populosa movilización, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal movilizó a mil 500 uniformados y cerró la larga y estratégica avenida Paseo de la Reforma. Esta arteria, que cruza la ciudad de norte a sur, fue reabierta poco después de las 17:30 horas, luego de ser cerrada por hora y media por el paso de la marcha. El servicio de Metrobús, que corre sobre esta vía, también fue restablecido por completo y el Servicio de Transporte Metro ofreció sus servicios de manera normal, sólo la estación Zócalo fue cerrada. En tanto, los comercios ubicados en el primer cuadro de la ciudad en el que se desarrolló la magna movilización cerraron sus puertas.
Kikka Roja