- Anuncia Ortega revisión de cuentas de Patrón Laviada
- Acepta AN su derrota y niega concertacesión
- Payán afirma que fue factor determinante en la contienda
FABIOLA MARTINEZ , LUIS BOFFIL
Con los ojos llenos de lágrimas, el candidato panista a la gubernatura de Yucatán, Xavier Abreu Sierra, reconoce que perdió la elección Foto: José Antonio López
Mérida, Yuc., 21 de mayo. Con los ojos rasados de lágrimas, los puños crispados y palabras entrecortadas, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN) a la gubernatura de esta entidad, Xavier Abreu Sierra, aceptó su derrota y cerró así la puerta a un conflicto postelectoral. Del otro lado, el de la victoria, la priísta Ivonne Ortega Pacheco, dijo que mantendrá una ''relación institucional'' con el presidente Felipe Calderón y prometió que no habrá cacería de brujas, pero sí ''mano firme y el justán (enagua) bien puesto''. El PAN perdió (por seis puntos de diferencia, según las cifras preliminares) la gubernatura que arrebató al priísmo en 2001. Aunque la campaña y la jornada electorales se caracterizaron por ataques mutuos, guerra sucia y violencia, el panismo reconoció de inmediato la derrota.
El dirigente nacional del blanquiazul, Manuel Espino, dijo ante la prensa que su partido actuó con sentido de responsabilidad y que los resultados demuestran que no hubo elección de Estado. Asimismo, rechazó las versiones de que Yucatán es parte del toma y daca entre el PRI y Los Pinos. La ex panista Ana Rosa Payán Cervera, amiga de Espino y contendiente por la coalición Partido del Trabajo-Convergencia, obtuvo más de 21 mil votos (3.34 por ciento) y admitió, en entrevista, que su candidatura fue un factor determinante para que el PAN no obtuviera votos suficientes para triunfar. La ex alcaldesa de Mérida dijo que si el blanquiazul hubiera postulado a otro candidato a la gubernatura, ''como podría haber sido mi caso, esto no hubiera pasado''. Conocedora de los entramados políticos de la entidad, señaló que los comicios de Yucatán pueden ser un parteaguas porque mostraron precisamente lo que no debe hacerse.
''La lucha del PAN no se acaba con esto''
Apenas una hora después de conocerse los resultados preliminares de la elección del domingo, la plana mayor del panismo local y nacional convocó a conferencia de prensa. En el salón de un lujoso hotel, el dirigente estatal del PAN, Luis Montoya, fue el encargado de dar a conocer la aceptación de la derrota: ''Las tendencias en el asunto de la elección de gobernador no nos son favorables''. Marcó así la retirada y aseguró que su partido ganó en Mérida; sin embargo, el PRI también pelea esta plaza con uñas y dientes. Siguió el turno del líder nacional panista, Manuel Espino. Con una sonrisa apenas dibujada, dijo que veían ''en positivo'' la vida política de esta entidad. Destacó que en la capital el PAN aventaja por poco más de 2 mil votos y dijo que su triunfo es irreversible. ''En el caso de la gubernatura (los resultados) no nos permiten sostener nuestras expectativas previas'', admitió. Trató de alzar el ánimo al señalar que el PAN es un partido que se respeta y es congruente con los ciudadanos, y para cerrar su breve discurso reconoció la valía de Abreu: ''En adelante cuenta con el apoyo del PAN, empezando por el de la voz''. Llegó el turno del candidato perdedor. Abreu avanzó hacia el micrófono; miró a los presentes, en especial a su equipo de campaña, pero no pudo hablar. El nudo en la garganta y los ojos rasados de lágrimas se lo impidieron.
Ante la pausa involuntaria, su gente lo arropó con una larga tanda de aplausos y gritos de ''¡Tigre, eres el mejor!'' Con esfuerzo pronunció algunas palabras, parafraseando a Luis Calderón Vega, padre del Presidente de la República: ''Cada elección es un episodio (...) La lucha del PAN no se acaba con esto. Vamos a seguir trabajando en la oposición''. En seguida felicitó a quien será la nueva gobernadora. Otra pausa involuntaria para tomar aire y aguantar el llanto. En el presídium, el candidato a la alcaldía de Mérida, César Bojorquez, también al borde de las lágrimas, fue a consolar a su amigo.
''Somos -continuó Abreu con la voz entrecortada- una oposición clara y honesta y pronto vamos a volver. Muchas gracias''.
Espino señaló en entrevista posterior que su partido hará un análisis de lo sucedido: ''Sí hubo errores, omisiones solamente para aprender de nuestra experiencia, pero no vamos a buscar culpables''. Pese a la evidente división del panismo local, aseguró que no apoyó a otro candidato. ''Esa es una versión falsa, imprecisa'', machacó. Agregó que su partido nunca pone ni pondrá a negociación la voluntad de los ciudadanos. ''Aquí se está expresando una alternancia, sana para la vida nacional'', añadió en referencia a que la debacle en Yucatán pueda influir en las elecciones de otros estados o en el proceso para sucederlo en la dirigencia.
-¿Reconciliación con Ana Rosa?
-Yo no tengo por qué reconciliarme con ella; nunca he perdido el afecto por una persona que admiro y valoro, pero ahora caminamos por caminos diferentes. Es todo. A esa hora, quien será la primera gobernadora electa en la entidad concedía decenas de entrevistas y se reunía con sus principales colaboradores. Desde su casa de campaña, donde se acumulan los regalos que le dieron sus seguidores en la campaña, empezó a pronunciar un discurso con aire de reconciliación, quizás porque sabe que la sociedad yucateca está dividida, pero sobre todo porque deberá gobernar con un gabinete plural. No obstante, dejó en claro que investigará las cuentas del actual mandatario estatal, Patricio Patrón, pero sin llegar a una ''cacería de brujas''. Sobre su partido, admitió que tendrá que regresar a las bases y anunció que no permitirá actos de corrupción en su equipo. ''Esto (la gubernatura) es un gran reto. Siempre he dicho que el cerebro no tiene sexo'', respondió esta mujer de 34 años, ahora ataviada con prendas de marca.
-Ante esta carrera meteórica, ¿no aspira a la candidatura a la Presidencia de la República?
-(Ríe) Quiero servir a Yucatán. Trabajaré con todos, habrá mano firme; seré como siempre he sido, a veces con hipil, a veces con mezclilla, a veces con ropa de civil, pero también con el justán bien puesto.
Mérida, Yuc., 21 de mayo. Con los ojos rasados de lágrimas, los puños crispados y palabras entrecortadas, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN) a la gubernatura de esta entidad, Xavier Abreu Sierra, aceptó su derrota y cerró así la puerta a un conflicto postelectoral. Del otro lado, el de la victoria, la priísta Ivonne Ortega Pacheco, dijo que mantendrá una ''relación institucional'' con el presidente Felipe Calderón y prometió que no habrá cacería de brujas, pero sí ''mano firme y el justán (enagua) bien puesto''. El PAN perdió (por seis puntos de diferencia, según las cifras preliminares) la gubernatura que arrebató al priísmo en 2001. Aunque la campaña y la jornada electorales se caracterizaron por ataques mutuos, guerra sucia y violencia, el panismo reconoció de inmediato la derrota.
El dirigente nacional del blanquiazul, Manuel Espino, dijo ante la prensa que su partido actuó con sentido de responsabilidad y que los resultados demuestran que no hubo elección de Estado. Asimismo, rechazó las versiones de que Yucatán es parte del toma y daca entre el PRI y Los Pinos. La ex panista Ana Rosa Payán Cervera, amiga de Espino y contendiente por la coalición Partido del Trabajo-Convergencia, obtuvo más de 21 mil votos (3.34 por ciento) y admitió, en entrevista, que su candidatura fue un factor determinante para que el PAN no obtuviera votos suficientes para triunfar. La ex alcaldesa de Mérida dijo que si el blanquiazul hubiera postulado a otro candidato a la gubernatura, ''como podría haber sido mi caso, esto no hubiera pasado''. Conocedora de los entramados políticos de la entidad, señaló que los comicios de Yucatán pueden ser un parteaguas porque mostraron precisamente lo que no debe hacerse.
''La lucha del PAN no se acaba con esto''
Apenas una hora después de conocerse los resultados preliminares de la elección del domingo, la plana mayor del panismo local y nacional convocó a conferencia de prensa. En el salón de un lujoso hotel, el dirigente estatal del PAN, Luis Montoya, fue el encargado de dar a conocer la aceptación de la derrota: ''Las tendencias en el asunto de la elección de gobernador no nos son favorables''. Marcó así la retirada y aseguró que su partido ganó en Mérida; sin embargo, el PRI también pelea esta plaza con uñas y dientes. Siguió el turno del líder nacional panista, Manuel Espino. Con una sonrisa apenas dibujada, dijo que veían ''en positivo'' la vida política de esta entidad. Destacó que en la capital el PAN aventaja por poco más de 2 mil votos y dijo que su triunfo es irreversible. ''En el caso de la gubernatura (los resultados) no nos permiten sostener nuestras expectativas previas'', admitió. Trató de alzar el ánimo al señalar que el PAN es un partido que se respeta y es congruente con los ciudadanos, y para cerrar su breve discurso reconoció la valía de Abreu: ''En adelante cuenta con el apoyo del PAN, empezando por el de la voz''. Llegó el turno del candidato perdedor. Abreu avanzó hacia el micrófono; miró a los presentes, en especial a su equipo de campaña, pero no pudo hablar. El nudo en la garganta y los ojos rasados de lágrimas se lo impidieron.
Ante la pausa involuntaria, su gente lo arropó con una larga tanda de aplausos y gritos de ''¡Tigre, eres el mejor!'' Con esfuerzo pronunció algunas palabras, parafraseando a Luis Calderón Vega, padre del Presidente de la República: ''Cada elección es un episodio (...) La lucha del PAN no se acaba con esto. Vamos a seguir trabajando en la oposición''. En seguida felicitó a quien será la nueva gobernadora. Otra pausa involuntaria para tomar aire y aguantar el llanto. En el presídium, el candidato a la alcaldía de Mérida, César Bojorquez, también al borde de las lágrimas, fue a consolar a su amigo.
''Somos -continuó Abreu con la voz entrecortada- una oposición clara y honesta y pronto vamos a volver. Muchas gracias''.
Espino señaló en entrevista posterior que su partido hará un análisis de lo sucedido: ''Sí hubo errores, omisiones solamente para aprender de nuestra experiencia, pero no vamos a buscar culpables''. Pese a la evidente división del panismo local, aseguró que no apoyó a otro candidato. ''Esa es una versión falsa, imprecisa'', machacó. Agregó que su partido nunca pone ni pondrá a negociación la voluntad de los ciudadanos. ''Aquí se está expresando una alternancia, sana para la vida nacional'', añadió en referencia a que la debacle en Yucatán pueda influir en las elecciones de otros estados o en el proceso para sucederlo en la dirigencia.
-¿Reconciliación con Ana Rosa?
-Yo no tengo por qué reconciliarme con ella; nunca he perdido el afecto por una persona que admiro y valoro, pero ahora caminamos por caminos diferentes. Es todo. A esa hora, quien será la primera gobernadora electa en la entidad concedía decenas de entrevistas y se reunía con sus principales colaboradores. Desde su casa de campaña, donde se acumulan los regalos que le dieron sus seguidores en la campaña, empezó a pronunciar un discurso con aire de reconciliación, quizás porque sabe que la sociedad yucateca está dividida, pero sobre todo porque deberá gobernar con un gabinete plural. No obstante, dejó en claro que investigará las cuentas del actual mandatario estatal, Patricio Patrón, pero sin llegar a una ''cacería de brujas''. Sobre su partido, admitió que tendrá que regresar a las bases y anunció que no permitirá actos de corrupción en su equipo. ''Esto (la gubernatura) es un gran reto. Siempre he dicho que el cerebro no tiene sexo'', respondió esta mujer de 34 años, ahora ataviada con prendas de marca.
-Ante esta carrera meteórica, ¿no aspira a la candidatura a la Presidencia de la República?
-(Ríe) Quiero servir a Yucatán. Trabajaré con todos, habrá mano firme; seré como siempre he sido, a veces con hipil, a veces con mezclilla, a veces con ropa de civil, pero también con el justán bien puesto.
Ivonne Ortega, virtual mandataria de Yucatán
FABIOLA MARTINEZ , LUIS BOFFIL
Mérida, Yuc., 21 de mayo. Al terminar el conteo del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) consolida su ventaja en la elección de gobernador con 49.12 por ciento de los votos (313 mil 777), mientras que el Partido Acción Nacional (PAN) sigue en segundo sitio con 42.39 por ciento (270 mil 799 sufragios.
Golpiza a militantes del PRI
Luis A. Boffil , y Fabiola Martínez
El fracaso exhibe división interna: Reynoso Femat
Claudio Bañuelos y Hugo Martoccia , ; Víctor Ballinas , Alma E. Muñoz y Ciro Pérez
Envía el PAN mapaches a Veracruz: PRI
ANDRES T. MORALES
Kikka Roja
FABIOLA MARTINEZ , LUIS BOFFIL
Mérida, Yuc., 21 de mayo. Al terminar el conteo del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) consolida su ventaja en la elección de gobernador con 49.12 por ciento de los votos (313 mil 777), mientras que el Partido Acción Nacional (PAN) sigue en segundo sitio con 42.39 por ciento (270 mil 799 sufragios.
Golpiza a militantes del PRI
Luis A. Boffil , y Fabiola Martínez
El fracaso exhibe división interna: Reynoso Femat
Claudio Bañuelos y Hugo Martoccia , ; Víctor Ballinas , Alma E. Muñoz y Ciro Pérez
Envía el PAN mapaches a Veracruz: PRI
ANDRES T. MORALES
Yucatán: ¿democracia?
Editorial La jornandaEl proceso de renovación de autoridades que culminó el pasado domingo en Yucatán con el triunfo de la candidata priísta a la gubernatura, Ivonne Ortega, es una de esas elecciones en las que el resultado importa mucho menos que el desarrollo de las campañas. En el curso de éstas, las diferencias de programa entre los dos principales partidos en la entidad, Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI), resultaron desplazadas por lo que se evidenció como mera rebatiña por el poder, en la cual ambos contendientes echaron mano de lo peor del viejo arsenal antidemocrático: injerencia indebida de autoridades estatales locales (en favor del PAN) y de otros estados (en favor del PRI), compra e inducción de sufragios, difamación y descrédito del adversario y aun, en algunos casos, violencia física entre partidarios de Ortega y de su derrotado rival panista, Xavier Abreu.
Severamente afectado por las pugnas entre su militancia yucateca -que desembocaron en la salida de la ultraderechista Ana Rosa Payán de las filas blanquiazules- y en sus estructuras nacionales -cuyo control se disputan de manera abierta Manuel Espino y Felipe Calderón-, el partido del Presidente experimenta su primera derrota grave en la presente administración. No se trata únicamente de un fracaso electoral, sino de la evidencia de una descomposición moral caracterizada por la rápida adopción de los estilos y métodos autoritarios y corruptos del viejo priísmo. Incluso si el PAN perdió la gubernatura, la turbia elección en Yucatán no resulta precisamente positiva para la imagen del calderonismo, afectado de origen por el desaseo que caracterizó su llegada al poder el año pasado. Con todo, el triunfo de Ivonne Ortega no es necesariamente una buena noticia para la sociedad yucateca, en la medida en que representa el retorno a la gubernatura de los viejos sectores caciquiles, patrimonialistas y clientelares, impuestos en la entidad por el difunto Víctor Cervera Pacheco, tío de la candidata vencedora.
El proceso ha resultado contaminado, además, por la inexplicable tardanza con que la autoridad electoral del estado dio a conocer los resultados preliminares, lo que facilitó sendas declaraciones de triunfo de panistas y priístas. Horas después, el panismo, después de haber recurrido a la guerra sucia electoral, acabó aceptando su plena derrota, en un gesto que muchos vieron no como prueba de civilidad, sino como canje de favores con el PRI nacional, cuyo respaldo legislativo resulta indispensable para consumar las reformas neoliberales que tanta urgencia provocan en Los Pinos. Ciertamente, después de la campaña de aniquilación lanzada desde la Presidencia contra el principal candidato opositor en los comicios federales del año pasado, tras la evidencia de conjuras político-empresariales orientadas a preservar el poder e impedir cambios de orientación económica a costa de lo que fuera, y con el recuerdo fresco de la impúdica parcialidad con que se desempeñaron los medios electrónicos y los organismos electorales nacionales, es inevitable que cualquier proceso de renovación de autoridades en el país sea visto con extremado recelo. Pero, lejos de despejar en alguna medida esa carga de sospechas, el realizado en la península confirmó que la formalidad electoral no es garantía de respeto a la voluntad ciudadana y sí, en cambio, oportunidad para distorsionarla.
En suma, las elecciones yucatecas desmienten a quienes han sostenido que México vive ya, desde la alternancia presidencial de 2000, en plena normalidad democrática. Por el contrario, dejan la impresión de que la transición a la democracia no ha comenzado.
Severamente afectado por las pugnas entre su militancia yucateca -que desembocaron en la salida de la ultraderechista Ana Rosa Payán de las filas blanquiazules- y en sus estructuras nacionales -cuyo control se disputan de manera abierta Manuel Espino y Felipe Calderón-, el partido del Presidente experimenta su primera derrota grave en la presente administración. No se trata únicamente de un fracaso electoral, sino de la evidencia de una descomposición moral caracterizada por la rápida adopción de los estilos y métodos autoritarios y corruptos del viejo priísmo. Incluso si el PAN perdió la gubernatura, la turbia elección en Yucatán no resulta precisamente positiva para la imagen del calderonismo, afectado de origen por el desaseo que caracterizó su llegada al poder el año pasado. Con todo, el triunfo de Ivonne Ortega no es necesariamente una buena noticia para la sociedad yucateca, en la medida en que representa el retorno a la gubernatura de los viejos sectores caciquiles, patrimonialistas y clientelares, impuestos en la entidad por el difunto Víctor Cervera Pacheco, tío de la candidata vencedora.
El proceso ha resultado contaminado, además, por la inexplicable tardanza con que la autoridad electoral del estado dio a conocer los resultados preliminares, lo que facilitó sendas declaraciones de triunfo de panistas y priístas. Horas después, el panismo, después de haber recurrido a la guerra sucia electoral, acabó aceptando su plena derrota, en un gesto que muchos vieron no como prueba de civilidad, sino como canje de favores con el PRI nacional, cuyo respaldo legislativo resulta indispensable para consumar las reformas neoliberales que tanta urgencia provocan en Los Pinos. Ciertamente, después de la campaña de aniquilación lanzada desde la Presidencia contra el principal candidato opositor en los comicios federales del año pasado, tras la evidencia de conjuras político-empresariales orientadas a preservar el poder e impedir cambios de orientación económica a costa de lo que fuera, y con el recuerdo fresco de la impúdica parcialidad con que se desempeñaron los medios electrónicos y los organismos electorales nacionales, es inevitable que cualquier proceso de renovación de autoridades en el país sea visto con extremado recelo. Pero, lejos de despejar en alguna medida esa carga de sospechas, el realizado en la península confirmó que la formalidad electoral no es garantía de respeto a la voluntad ciudadana y sí, en cambio, oportunidad para distorsionarla.
En suma, las elecciones yucatecas desmienten a quienes han sostenido que México vive ya, desde la alternancia presidencial de 2000, en plena normalidad democrática. Por el contrario, dejan la impresión de que la transición a la democracia no ha comenzado.
Kikka Roja