alvaro delgado
México, D.F., 7 de abril (apro).- Felipe Calderón hace saber a los mexicanos que, después de casi año y medio de gestión, ha cambiado la prioridad de su gobierno: La “guerra” contra el crimen organizado, que tiene ensangrentada la República y cuya utilización del Ejército acumula sin cesar violaciones a los derechos humanos, ha pasado a un segundo plano y quizá al olvido. Ahora, anuncia Calderón desde Chiapas, la política social es la prioridad, el eje de su gobierno. “Vivir mejor”, es el nombre del programa de programas que tienen como principal objetivo servir como paliativo al principal problema del país, que a menudo se olvida: la pobreza.
Desde diciembre, en conversaciones en “corto”, Calderón había anticipado que en 2008 daría un cambio al sentido de su gestión gubernamental, después de un año de “guerra” declarada al crimen organizado. Por ello era preciso enfatizar --decía-- el sentido social de su administración. Pero el cambio de prioridades no se produce porque Calderón ha finiquitado el principal problema con el que inició su gestión, sino al contrario: justamente porque ha sido un fracaso la “guerra” al crimen organizado y su reguero de cadáveres es que ahora, en el contexto de la inminente reforma energética, lanza una supuesta redención de los pobres de México.
Aun cuando las tropas castrenses han sido usadas en labores policiacas, con su lógica de muerte y las constantes violaciones a los derechos humanos, a menudo no de los criminales sino de civiles inocentes, los capos de las drogas y, en general, de la delincuencia mantienen sus cotos de poder. El fracaso de Calderón en la “guerra” de propaganda lo ilustran dos hechos: la ostentación y descaro con la que el crimen organizado participa en las elecciones, como en Tamaulipas y Michoacán, y la captura de narquillos presentados siempre como lugartenientes o “principales operadores” de algunos con cierta fama. Aquí se apuntó desde el principio: la estrategia contra el narcotráfico comenzaría a tener alguna credibilidad si era capturado Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el narco del sexenio de Fox y el de Calderón, si es que lo concluye.
Así, al cabo de una intensa campaña a favor de la privatización energética, que ha reactivado la coalición de derecha que se cimentó en 2006
--en primerísimo lugar el elenco de locutores y amanuenses que domina los canales de televisión y el cuadrante radiofónico, que son los mismos que en la prensa--, y con el apoyo del pragmatismo extremo priista, Calderón ve la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro.
Por una parte, pretende concitar simpatías con “Vivir mejor” y neutralizar o disminuir el rechazo a la privatización que se pretende del sector energético, y por la otra ese programa de programas implica la puesta en marcha de aparato clientelar hacia las elecciones intermedias de 2009, que de ser hoy no darían al Partido Acción Nacional (PAN) ni siquiera los 207 diputados que tiene desde 2006. En efecto, a reserva de evaluar cada uno de los programas que engloba “Vivir mejor”, que está en concordancia con el eslogan publicitario de su campaña presidencial --”Para que vivamos mejor”--, está por iniciarse una campaña de propaganda que --prepárense-- comenzará a transmitirse en radio y televisión, hasta el hartazgo y hasta, por supuesto, las elecciones del próximo año.
Al mismo tiempo, Calderón multiplicará giras por todo el país, de al menos dos días cada una, como con la que inició el sábado en Chiapas justamente para lanzar “Vivir mejor”, y burlar de esa manera la prohibición constitucional de promoción personal con recursos públicos.
Tiene previsto, también --y así lo adelantó en las semanas posteriores a las elecciones presidenciales--, inmiscuirse en los procesos electorales para apoyar a los candidatos de su partido, tal y como lo hizo Vicente Fox, ese personaje que anuncia la apertura de un centro de estudios, cuyo primero y único alumno debería ser él para al menos paliar su monumental ignorancia. Pero, volviendo al tema, ¿es sincero Calderón cuando asegura que la política social será la prioridad de su gestión? Es decir, ¿sus proclamas van más allá de disfrazar de soldados a sus dos hijos, como lo hizo en la “guerra” contra el narcotráfico, y de ataviarse con un Cluj y beber el aguardiente posh, como hizo este domingo en San Juan Chamula, Chiapas?
Conviene, al respecto, recordar cuáles fueron los compromisos que hizo justamente en el periodo para solicitar el voto de los ciudadanos y que dejó plasmados en el único libro en el que ha ensayado la palabra: El hijo desobediente. Notas de campaña.
“Imaginemos ahora el 2012. En mi último informe de gobierno hago un balance de seis años muy intensos. Hay, desde luego enormes desafíos y retos por enfrentar, pero también evidentes logros que se pueden constatar. Retomo los principales”, reflexionaba en un ejercicio prospectivo, un supuesto discurso ante el Congreso de la Unión: “Cuando asumí la Presidencia de la República había unos 50 millones de pobres y 22 millones en pobreza extrema. Hoy hay 35 millones de pobres y diez millones en pobreza extrema.”
Es decir, conforme a lo expresado por escrito por Calderón, en 2012 habrá 27 millones de pobres en México: 15 millones de pobre-pobres y 12 de pobres extremos. La reducción de pobres-pobres, según la promesa de Calderón, será de 2.5 millones cada año: es decir, 208 mil 333 por mes y casi 7 mil diarios. Y los pobres extremos desaparecerán a razón de 2 millones cada año. O sea, 166 mil 600 cada mes y 5 mil 500 diarios. Las cifras globales --de pobres y pobres extremos-- son las siguientes: cada año habrá 4.5 millones de mexicanos menos en esas condiciones, 375 mil por mes y 12 mil 500 diarios.
Es decir, según el libro de Calderón, en los primeros 100 días de su gobierno habrá abatido la pobreza en, al menos, un millón 250 mil personas. ¿Cumplió sólo en ese periodo su compromiso? ¿Lo cumplió en el primer año? El asunto es muy claro: forma parte del coro de la demagogia.
Apuntes
Llegó la hora. Esta semana es clave para que Calderón cumpla un compromiso, no con los pobres, como se detalló arriba, sino con sus patrocinadores, los magnates nacionales y extranjeros: La reforma a un conjunto de leyes que privatiza, con argucias de leguleyos, el sector energético y principal patrimonio de la nación. Los amanuenses del poder se solazan con el dogmatismo de sus antagonistas, siendo ellos mismos tan dogmáticos que llaman, por ejemplo desde los foros del diario Reforma, al asesinato de Andrés Manuel López Obrador. En el fundamentalismo de la derecha, no hay más verdad que la oficial. La democracia implica, efectivamente, el diálogo. Si a López Obrador se le reprocha oponerse a cualquier reforma, desde el oficialismo --los que se anuncian como demócratas-- se cancela cualquier posibilidad de diálogo, porque tampoco admiten modificar en nada su rígido esquema… Otra hipocresía de los custodios de la “dignidad de la persona humana”, los panistas, por supuesto: defienden desde el gobierno, “con todo”, a Cemex de la decisión del gobierno de Venezuela de nacionalizarla y se callan la boca, como su patrón, por el asesinato de cuatro mexicanos en Ecuador por soldados de Colombia y la violación de dos mujeres centroamericanas en Oaxaca… Hay que recordar a Rafael Preciado Hernández, el parlamentario panista que en mayo de este año cumple 100 años de su natalicio y a quien citó Germán Martínez en su abyecto discurso del sábado: “Los peores enemigos de la democracia no son los autócratas sinceros, sino quienes simulan ser demócratas y, en realidad, son autócratas vergonzantes, pues aquéllos la atacan desde fuera, mientras que estos últimos lo hacen desde dentro, a mansalva, a traición; la desprestigian, la minan en sus cimientos y pueden llegar a destruirla.”
Desde diciembre, en conversaciones en “corto”, Calderón había anticipado que en 2008 daría un cambio al sentido de su gestión gubernamental, después de un año de “guerra” declarada al crimen organizado. Por ello era preciso enfatizar --decía-- el sentido social de su administración. Pero el cambio de prioridades no se produce porque Calderón ha finiquitado el principal problema con el que inició su gestión, sino al contrario: justamente porque ha sido un fracaso la “guerra” al crimen organizado y su reguero de cadáveres es que ahora, en el contexto de la inminente reforma energética, lanza una supuesta redención de los pobres de México.
Aun cuando las tropas castrenses han sido usadas en labores policiacas, con su lógica de muerte y las constantes violaciones a los derechos humanos, a menudo no de los criminales sino de civiles inocentes, los capos de las drogas y, en general, de la delincuencia mantienen sus cotos de poder. El fracaso de Calderón en la “guerra” de propaganda lo ilustran dos hechos: la ostentación y descaro con la que el crimen organizado participa en las elecciones, como en Tamaulipas y Michoacán, y la captura de narquillos presentados siempre como lugartenientes o “principales operadores” de algunos con cierta fama. Aquí se apuntó desde el principio: la estrategia contra el narcotráfico comenzaría a tener alguna credibilidad si era capturado Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el narco del sexenio de Fox y el de Calderón, si es que lo concluye.
Así, al cabo de una intensa campaña a favor de la privatización energética, que ha reactivado la coalición de derecha que se cimentó en 2006
--en primerísimo lugar el elenco de locutores y amanuenses que domina los canales de televisión y el cuadrante radiofónico, que son los mismos que en la prensa--, y con el apoyo del pragmatismo extremo priista, Calderón ve la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro.
Por una parte, pretende concitar simpatías con “Vivir mejor” y neutralizar o disminuir el rechazo a la privatización que se pretende del sector energético, y por la otra ese programa de programas implica la puesta en marcha de aparato clientelar hacia las elecciones intermedias de 2009, que de ser hoy no darían al Partido Acción Nacional (PAN) ni siquiera los 207 diputados que tiene desde 2006. En efecto, a reserva de evaluar cada uno de los programas que engloba “Vivir mejor”, que está en concordancia con el eslogan publicitario de su campaña presidencial --”Para que vivamos mejor”--, está por iniciarse una campaña de propaganda que --prepárense-- comenzará a transmitirse en radio y televisión, hasta el hartazgo y hasta, por supuesto, las elecciones del próximo año.
Al mismo tiempo, Calderón multiplicará giras por todo el país, de al menos dos días cada una, como con la que inició el sábado en Chiapas justamente para lanzar “Vivir mejor”, y burlar de esa manera la prohibición constitucional de promoción personal con recursos públicos.
Tiene previsto, también --y así lo adelantó en las semanas posteriores a las elecciones presidenciales--, inmiscuirse en los procesos electorales para apoyar a los candidatos de su partido, tal y como lo hizo Vicente Fox, ese personaje que anuncia la apertura de un centro de estudios, cuyo primero y único alumno debería ser él para al menos paliar su monumental ignorancia. Pero, volviendo al tema, ¿es sincero Calderón cuando asegura que la política social será la prioridad de su gestión? Es decir, ¿sus proclamas van más allá de disfrazar de soldados a sus dos hijos, como lo hizo en la “guerra” contra el narcotráfico, y de ataviarse con un Cluj y beber el aguardiente posh, como hizo este domingo en San Juan Chamula, Chiapas?
Conviene, al respecto, recordar cuáles fueron los compromisos que hizo justamente en el periodo para solicitar el voto de los ciudadanos y que dejó plasmados en el único libro en el que ha ensayado la palabra: El hijo desobediente. Notas de campaña.
“Imaginemos ahora el 2012. En mi último informe de gobierno hago un balance de seis años muy intensos. Hay, desde luego enormes desafíos y retos por enfrentar, pero también evidentes logros que se pueden constatar. Retomo los principales”, reflexionaba en un ejercicio prospectivo, un supuesto discurso ante el Congreso de la Unión: “Cuando asumí la Presidencia de la República había unos 50 millones de pobres y 22 millones en pobreza extrema. Hoy hay 35 millones de pobres y diez millones en pobreza extrema.”
Es decir, conforme a lo expresado por escrito por Calderón, en 2012 habrá 27 millones de pobres en México: 15 millones de pobre-pobres y 12 de pobres extremos. La reducción de pobres-pobres, según la promesa de Calderón, será de 2.5 millones cada año: es decir, 208 mil 333 por mes y casi 7 mil diarios. Y los pobres extremos desaparecerán a razón de 2 millones cada año. O sea, 166 mil 600 cada mes y 5 mil 500 diarios. Las cifras globales --de pobres y pobres extremos-- son las siguientes: cada año habrá 4.5 millones de mexicanos menos en esas condiciones, 375 mil por mes y 12 mil 500 diarios.
Es decir, según el libro de Calderón, en los primeros 100 días de su gobierno habrá abatido la pobreza en, al menos, un millón 250 mil personas. ¿Cumplió sólo en ese periodo su compromiso? ¿Lo cumplió en el primer año? El asunto es muy claro: forma parte del coro de la demagogia.
Apuntes
Llegó la hora. Esta semana es clave para que Calderón cumpla un compromiso, no con los pobres, como se detalló arriba, sino con sus patrocinadores, los magnates nacionales y extranjeros: La reforma a un conjunto de leyes que privatiza, con argucias de leguleyos, el sector energético y principal patrimonio de la nación. Los amanuenses del poder se solazan con el dogmatismo de sus antagonistas, siendo ellos mismos tan dogmáticos que llaman, por ejemplo desde los foros del diario Reforma, al asesinato de Andrés Manuel López Obrador. En el fundamentalismo de la derecha, no hay más verdad que la oficial. La democracia implica, efectivamente, el diálogo. Si a López Obrador se le reprocha oponerse a cualquier reforma, desde el oficialismo --los que se anuncian como demócratas-- se cancela cualquier posibilidad de diálogo, porque tampoco admiten modificar en nada su rígido esquema… Otra hipocresía de los custodios de la “dignidad de la persona humana”, los panistas, por supuesto: defienden desde el gobierno, “con todo”, a Cemex de la decisión del gobierno de Venezuela de nacionalizarla y se callan la boca, como su patrón, por el asesinato de cuatro mexicanos en Ecuador por soldados de Colombia y la violación de dos mujeres centroamericanas en Oaxaca… Hay que recordar a Rafael Preciado Hernández, el parlamentario panista que en mayo de este año cumple 100 años de su natalicio y a quien citó Germán Martínez en su abyecto discurso del sábado: “Los peores enemigos de la democracia no son los autócratas sinceros, sino quienes simulan ser demócratas y, en realidad, son autócratas vergonzantes, pues aquéllos la atacan desde fuera, mientras que estos últimos lo hacen desde dentro, a mansalva, a traición; la desprestigian, la minan en sus cimientos y pueden llegar a destruirla.”
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
Kikka Roja