Prólogo de Andrés Manuel López Obrador
El PAN se resquebraja…
Para Porfirio Muñoz Ledo, el 88 “vuelve en todos sus sentidos”. En entrevista, el coordinador del Frente Amplio Progresista asegura que en los últimos 20 años se agotó el régimen político y ahora el PAN está al borde de la ruptura debido a sus pugnas internas, tal como lo estuvo el PRI en 1988, cuando salieron de sus filas militantes como Cuauhtémoc Cárdenas y él mismo por la falta de interlocución en ese partido. Muñoz Ledo sostiene que Calderón no está gobernando y es factible que no termine su gestión. El verdadero factótum, dice, es Carlos Salinas.
Jenaro Villamil/ Proceso
MEXICO, D.F., “El calderonismo es la etapa final del salinato. Estamos viviendo el fin de régimen. Es como en la época terminal de los Borbones. Carlos Salinas es el producto degradado de una dinastía en ocaso”, sentencia Porfirio Muñoz Ledo, coordinador del Frente Amplio Progresista (FAP). Protagonista de la política mexicana desde hace cuatro décadas, adversario de los tecnócratas desde su ascenso en la época de José López Portillo, promotor de la ruptura interna del PRI en 1988, fundador del Frente Nacional Democrático –que luego se transformó en Partido de la Revolución Democrática, y del que incluso fue presidente entre 1993 y 1996 –, aliado de Vicente Fox en 2000 y crítico frontal del gobierno de Felipe Calderón, Muñoz Ledo sostiene que el nuevo protagonismo de Salinas de Gortari es un síntoma de la debilidad del régimen y de la falta de legitimidad del actual gobierno. Según él, “Calderón no termina el sexenio”. Y advierte: “No estoy llamando ni al complot ni a la revolución. Estoy apelando al sentido democrático. Calderón no tiene con qué gobernar. No está gobernando. Ya apareció el verdadero padrino de la clase política: mientras él estaba en China, Salinas de Gortari se placea, es invitado a las bodas, negocia la reforma energética” En vísperas de la presentación de su nuevo libro, La ruptura que viene, quien fuera dirigente nacional del PRI y del PRD subraya en entrevista con Proceso que “vuelve el 88 en todos sus sentidos”; califica como una “tontería” el encuentro secreto que sostuvieron hace 20 años Cuauhtémoc Cárdenas y Carlos Salinas de Gortari, los dos grandes enemigos políticos de entonces, y advierte que en el PAN “ya se abrió la guerra interna”. Ésta, dice, puede provocar una ruptura similar a la que entonces protagonizaron al interior del PRI los integrantes de la Corriente Democrática, quienes ante la falta de interlocución terminaron por abandonar este partido. El libro es una compilación de las entrevistas y los textos de análisis político más importantes escritos por Muñoz Ledo en los últimos 20 años. El prólogo es de Andrés Manuel López Obrador, excandidato presidencial de la alianza Por el Bien de Todos, quien considera al autor del volumen y a Cuauhtémoc Cárdenas como “artífices” de la historia contemporánea. Incluso los cataloga como “líderes democráticos con dimensión social”. En la entrevista, Muñoz Ledo habla sobre lo que él considera una “transición catastrófica” que abarca el período 1988-2008. Dice: en México “se dio la reforma, pero no la ruptura pactada”; fue al estilo del referéndum chileno que acabó con los años del pinochetismo.
Y matiza: “En nuestro país pasamos de la ‘priistocracia’ hacia la ‘partidocracia’. Se distribuyó el poder entre los mismos actores que están obstruyendo el proceso democrático desde hace dos décadas.” Muñoz acusa tanto al gobierno de Felipe Calderón como al Congreso de haber despreciado la reforma del Estado y preferir “un cambio fáctico”. “Querían apoderarse de los despojos del PRI y están administrando la decadencia del régimen”, destaca.
Y matiza: “En nuestro país pasamos de la ‘priistocracia’ hacia la ‘partidocracia’. Se distribuyó el poder entre los mismos actores que están obstruyendo el proceso democrático desde hace dos décadas.” Muñoz acusa tanto al gobierno de Felipe Calderón como al Congreso de haber despreciado la reforma del Estado y preferir “un cambio fáctico”. “Querían apoderarse de los despojos del PRI y están administrando la decadencia del régimen”, destaca.
La traición de Fox
Las ideas y las anécdotas le vienen en cascada al entrevistado, en especial cuando explica su propia trayectoria. Niega, por ejemplo, haber hecho una “concertacesión” con Vicente Fox en el 2000, cuando declinó como candidato presidencial del PARM para sumarse a la campaña del panista. Y explica su apoyo al foxismo durante los primeros cuatro años de la administración de la alternancia: “Con Fox había un compromiso público de hacer la reforma del Estado. La comisión se crea, pero no se convierte, por decreto o por ley, como una comisión de Estado, como era mi propuesta. “Fox decidió traicionar a la democracia; punto. Fox decidió impedir la llegada de un opositor a la Presidencia de la República como una decisión de Estado, y en ese momento acabó la reforma.” Además, prosigue, “está el tema de la inmensa corrupción del foxismo. Hay un libro de uno de los foxistas que se tituló Asalto al poder, de Guillermo Cantú. Eso lo dice todo. Yo hablaba de transición a la democracia y ellos de asaltar al poder. Se dedicaron a saquearlo”. –¿Qué paralelismos observa usted entre 2008 y la crisis del 88? –se le pregunta. –El 88 está vigente como ruptura. La gran ruptura en el viejo sistema, decía Octavio Paz, será cuando el PRI se parta en dos. –¿Es esto lo que está sucediendo ahora en el PAN como partido en el gobierno? ¿Observa una ruptura similar a la que se generó en el PRI? –No. Espino, por razones que no entiendo, ha decidido criticar. Su grupo ha sido golpeado; es decir, a Espino lo desplazaron de la presidencia del PAN con malos modales. Fue un “dedazo” que no se estilaba ni en los tiempos del PRI. En ese entonces, antes de tomar una decisión, había consultas internas, se le “medía el agua a los camotes” porque había una valoración política para mantener el equilibrio.
–¿Se trata entonces de una reacción de los foxistas? –Aquí hay varias incógnitas que no se han resuelto. Espino se tuvo que tragar varias cosas: que lo sacaran de una manera peor que en la época del PRI; después que sacaran a Santiago Creel (de la coordinación del PAN en el Senado). Es un hecho que ya se abrió la guerra interna, pero no lo veo como un rebote del foxismo… –Lo ve usted como… –… Como una resistencia interna. –Sin embargo, el proyecto de gobierno de Fox y de Calderón es muy similar. En ambos se observa lo que usted señala en el libro como “captura del Estado”. –El calderonismo es la culminación del salinato; es la captura total del Estado, que ya estaba semicapturado. Ahora bien, el foxismo es un proceso; Fox fue legítimo. Calderón no lo va a ser nunca. Fox en algún momento tuvo autoridad, ejerció el poder y eso lo llevó al desafuero; Calderón no ha tenido nunca el poder. “No es crítica personal. Yo tuve una buena relación personal con Calderón cuando fuimos presidentes de nuestros partidos. A mí me tocó una parte la relación con Carlos Castillo Peraza y la otra con Calderón. Él (Calderón) nunca quiso participar en la reforma del Estado. Se abstuvo, luego rompió el diálogo con el gobierno de Zedillo a raíz de lo de Huejotzingo (municipio poblano que negoció para el PAN en 1996). –¿No fue una “concertacesión” lo que se dio en esa época entre el PRD y el gobierno de Zedillo? –No, porque fue una negociación pública, fue una reforma legal, pactada públicamente; no fue discrecional como la “concertacesión” entre Salinas y el PAN. Claro, no podía hacerse esa negociación en el Congreso. El PRI fue un obstáculo en varios aspectos. Estuvo en contra de la reforma electoral y la democratización del Distrito Federal. El PRI no quiso participar.
De una crisis a otra
–¿Se trata entonces de una reacción de los foxistas? –Aquí hay varias incógnitas que no se han resuelto. Espino se tuvo que tragar varias cosas: que lo sacaran de una manera peor que en la época del PRI; después que sacaran a Santiago Creel (de la coordinación del PAN en el Senado). Es un hecho que ya se abrió la guerra interna, pero no lo veo como un rebote del foxismo… –Lo ve usted como… –… Como una resistencia interna. –Sin embargo, el proyecto de gobierno de Fox y de Calderón es muy similar. En ambos se observa lo que usted señala en el libro como “captura del Estado”. –El calderonismo es la culminación del salinato; es la captura total del Estado, que ya estaba semicapturado. Ahora bien, el foxismo es un proceso; Fox fue legítimo. Calderón no lo va a ser nunca. Fox en algún momento tuvo autoridad, ejerció el poder y eso lo llevó al desafuero; Calderón no ha tenido nunca el poder. “No es crítica personal. Yo tuve una buena relación personal con Calderón cuando fuimos presidentes de nuestros partidos. A mí me tocó una parte la relación con Carlos Castillo Peraza y la otra con Calderón. Él (Calderón) nunca quiso participar en la reforma del Estado. Se abstuvo, luego rompió el diálogo con el gobierno de Zedillo a raíz de lo de Huejotzingo (municipio poblano que negoció para el PAN en 1996). –¿No fue una “concertacesión” lo que se dio en esa época entre el PRD y el gobierno de Zedillo? –No, porque fue una negociación pública, fue una reforma legal, pactada públicamente; no fue discrecional como la “concertacesión” entre Salinas y el PAN. Claro, no podía hacerse esa negociación en el Congreso. El PRI fue un obstáculo en varios aspectos. Estuvo en contra de la reforma electoral y la democratización del Distrito Federal. El PRI no quiso participar.
De una crisis a otra
A Muñoz Ledo, quien conduce Bitácora Mexicana, un programa de debate que trasmite cada semana la televisión mexiquense, se le pregunta si el conflicto reciente entre Televisa y Santiago Creel se puede explicar en el marco de la guerra interna panista. “Lo de Creel tiene un poco de ejecución al estilo narco. Es una venganza. Emilio Azcárraga Jean está imitando al Chapo Guzmán; es la decapitación simbólica de un exaliado”. Para Muñoz Ledo lo que se está viviendo es tanto una “crisis del sistema de comunicación de masas” como una “crisis del Estado”. E insiste: “Por eso hablo de la ruptura que viene y será antes de 2012; Calderón no termina el sexenio.” –Si no termina el sexenio, ¿qué sucederá entonces? –La Constitución establece los mecanismos para el relevo; ahí están las opciones del interinato. Para mí lo más importante no es lo que le suceda a Calderón. Para mí empezó la era de la democracia directa. Después de la consulta popular sobre la reforma energética, no podemos dejar colgada a la gente. Advierte también que “vamos a golpe de consultas, de encuestas, de movilizaciones a cambiar el país, como ha sucedido en todas las transiciones democráticas”. –¿No es una exageración ver a Carlos Salinas como el factótum, el que domina todo?
–Es una figura paradigmática porque como no hay poder, hay alguien que puede tejer los hilos. Ese es Salinas. Mientras no se aclare el vínculo del narco con la familia Salinas y no se esclarezca el asesinato de Luis Donaldo Colosio, no podrá culminar la transición a la democracia. Sé que al decir esto me juego la vida, pero hay que acabar con el sistema de complicidades aberrantes. Lo que ha sucedido en el país es una coagulación cupular, es lo contrario a la transición a la democracia. En los cinco capítulos de su libro, que será presentado el martes 22 en el Palacio de Minería, Muñoz Ledo repasa los principales momentos de la “transición catastrófica” que ha vivido el sistema político mexicano, en particular el encuentro entre Carlos Salinas y Cuahtémoc Cárdenas del 8 de julio de 1988, ahora admitido por ambos personajes. “El encuentro no limpió la elección ni aminoró la persecución contra el Frente Democrático Nacional”, reflexiona Muñoz Ledo en la primera parte de su libro. En la entrevista, el autor de La ruptura que viene insiste: aquel encuentro fue “una tontería por pequeños intereses patrimoniales”. Revela que él se enteró de aquella reunión porque desde Los Pinos se le “filtró” esa versión al excandidato presidencial del PAN Manuel J. Clouthier, quien le reclamó a Muñoz Ledo que Cárdenas sostuviera el encuentro con Salinas mientras llamaba al desconocimiento de su gobierno. Este episodio remite a Muñoz Ledo a la coyuntura actual. El también coordinador del Frente Amplio Progresista advierte que resulta irónico que “ahora los moderados del PRD son los que quieren diálogo con el gobierno”. –¿Es la reedición de otra tontería? –Es la aceptación de un papel subordinado de la izquierda. Nosotros ya habíamos ganado en 1988 y podíamos impulsar la transición. Integrante él mismo de lo que durante muchos años se denominó la “izquierda priista”, Muñoz Ledo rechaza constreñir el concepto de izquierda a un solo partido o a un frente. Dice: “La izquierda mexicana no es un partido ni tres. La izquierda es la sociedad en movimiento; es una manera de pensar; es una ética. Siempre la izquierda rebasa a los partidos. Los altermundistas están en todas partes y no sólo con el subcomandante Marcos; hay una izquierda societaria, una izquierda sindical desfalleciente; hay una izquierda cultural y una izquierda moral. Esa es la izquierda en la que yo creo. Y afirma: “Estoy trabajando en una alianza electoral que vuelva a meter a la sociedad a los partidos.
Que no sea la refeudalización de los movimientos sociales. Ya basta de que los partidos sean franquicias; deben ser ductos de la sociedad.” –¿Cuáles son sus pronósticos para 2009? –Las alianzas de 2009 deben ser con la sociedad. Aprovechemos las candidaturas comunes, prolonguemos el movimiento social. La izquierda no puede aspirar a dejar todo en un partido.
–Es una figura paradigmática porque como no hay poder, hay alguien que puede tejer los hilos. Ese es Salinas. Mientras no se aclare el vínculo del narco con la familia Salinas y no se esclarezca el asesinato de Luis Donaldo Colosio, no podrá culminar la transición a la democracia. Sé que al decir esto me juego la vida, pero hay que acabar con el sistema de complicidades aberrantes. Lo que ha sucedido en el país es una coagulación cupular, es lo contrario a la transición a la democracia. En los cinco capítulos de su libro, que será presentado el martes 22 en el Palacio de Minería, Muñoz Ledo repasa los principales momentos de la “transición catastrófica” que ha vivido el sistema político mexicano, en particular el encuentro entre Carlos Salinas y Cuahtémoc Cárdenas del 8 de julio de 1988, ahora admitido por ambos personajes. “El encuentro no limpió la elección ni aminoró la persecución contra el Frente Democrático Nacional”, reflexiona Muñoz Ledo en la primera parte de su libro. En la entrevista, el autor de La ruptura que viene insiste: aquel encuentro fue “una tontería por pequeños intereses patrimoniales”. Revela que él se enteró de aquella reunión porque desde Los Pinos se le “filtró” esa versión al excandidato presidencial del PAN Manuel J. Clouthier, quien le reclamó a Muñoz Ledo que Cárdenas sostuviera el encuentro con Salinas mientras llamaba al desconocimiento de su gobierno. Este episodio remite a Muñoz Ledo a la coyuntura actual. El también coordinador del Frente Amplio Progresista advierte que resulta irónico que “ahora los moderados del PRD son los que quieren diálogo con el gobierno”. –¿Es la reedición de otra tontería? –Es la aceptación de un papel subordinado de la izquierda. Nosotros ya habíamos ganado en 1988 y podíamos impulsar la transición. Integrante él mismo de lo que durante muchos años se denominó la “izquierda priista”, Muñoz Ledo rechaza constreñir el concepto de izquierda a un solo partido o a un frente. Dice: “La izquierda mexicana no es un partido ni tres. La izquierda es la sociedad en movimiento; es una manera de pensar; es una ética. Siempre la izquierda rebasa a los partidos. Los altermundistas están en todas partes y no sólo con el subcomandante Marcos; hay una izquierda societaria, una izquierda sindical desfalleciente; hay una izquierda cultural y una izquierda moral. Esa es la izquierda en la que yo creo. Y afirma: “Estoy trabajando en una alianza electoral que vuelva a meter a la sociedad a los partidos.
Que no sea la refeudalización de los movimientos sociales. Ya basta de que los partidos sean franquicias; deben ser ductos de la sociedad.” –¿Cuáles son sus pronósticos para 2009? –Las alianzas de 2009 deben ser con la sociedad. Aprovechemos las candidaturas comunes, prolonguemos el movimiento social. La izquierda no puede aspirar a dejar todo en un partido.
Kikka Roja