El debut de la directora Gabriela Díaz-Alatriste como titular de la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional (OSIPN), la noche del jueves ante el público del Politécnico, estuvo marcado por la emotividad. Fue un concierto fuera de temporada con el cual, por una parte, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y, por otra, representó la reapertura de la sede de la agrupación, el Auditorio Alejo Peralta del Centro Cultural Jaime Torres Bodet, en Zacatenco, tras su remozamiento. El programa fue una repetición fiel del ofrecido apenas un día antes en la Cámara de Diputados, el cual marcó la presentación oficial de Díaz-Alatriste en el podio de la orquesta politécnica. Apenas el pasado 9 de marzo el director del IPN, José Enrique Villa Rivera, la nombró directora titular de la agrupación, en sustitición de Juan Carlos Lomónaco, lo que representa un hito en el ámbito de la música de concierto en México, al ser la primera mujer titular de una sinfónica en el país. Mucho público joven Sin importar la torrencial lluvia que azotó a la capital de la República durante gran parte de la tarde del jueves, la sala registró casi un lleno total. Público joven en su mayoría, seguramente estudiantes de ese centro, aunque también había funcionarios del IPN, entre ellos su director general, así como adultos mayores. Las partituras que interpretó la sinfónica del IPN durante las casi dos horas que duró la velada, con todo y los 15 minutos de intermedio, fueron obras escritas de forma exclusiva por mujeres. Foto Gabriela Díaz-Alatriste, al frente de la OSIPNFoto Jesús Villaseca Fanfarria para la mujer poco común, de la estadunidense Joan Tower, fue la primera pieza. Breve en duración, sólo requirió de las secciones de metales y percusiones para su ejecución. Le siguió la partitura de la parisina Lili Boulanger, De una mañana de primavera, la cual se destacó por el alegre brillo con el que fue abordada por la sección de cuerdas. También de unos cuantos minutos de duración. Cambio de última hora Antes del intermedio, la orquesta y su directora encararon sendas creaciones de un par de compositoras mexicanas contemporáneas: Oikabeth, de Leticia Armijo, y Tango, de Gina Enríquez. La primera es una obra de corte muy apegado al Romanticismo, intensa y lacónica, alegre por momentos. La segunda, como su nombre lo indica, fue un arrabalero e intenso tango, cachondón en varios momentos. Fueron éstas las piezas más ovacionadas del concierto, lo mismo que sus autoras, las cuales estuvieron presentes. El programa sufrió un cambio de último momento por causas de fuerza mayor, según se dijo. En lugar de Clarone, concierto para clarinete bajo y orquesta, de la también mexicana Alejandra Odgers, se interpretó en la segunda parte el Concierto para piano y orquesta en mi menor, de Federico Chopin, con Eva María Zuk como solista. Por cierto, trascendió que esas causas de fuerza mayor no respondieron a otra situación que la imposibilidad de la orquesta para ejecutar de forma correcta la obra de Odgers. |
Nuevo mandato musical
Juan Arturo Brennan
Fue en el contexto de esa conmemoración que el jueves por la noche llegaron buenas noticias desde Zacatenco. Este país de machos, machines y machistas tiene por primera vez en su historia, a partir de marzo de 2009, a una mujer como batuta titular de una orquesta sinfónica profesional estable. Recién nombrada, Gabriela Díaz-Alatriste dirigió a la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional (OSIPN) en la reinauguración del renovado Auditorio Alejo Peralta, allá en el tradicional Queso del Poli, en un concierto que sí es un hito digno de ser señalado y difundido.
Como emblemática obertura para la ocasión fue interpretada la Fanfarria para la mujer poco común No. 1, de la estadunidense Joan Tower. En su título, su dotación y su espíritu, la breve pieza asume su deuda con la obra maestra de Aaron Copland que es la Fanfarria para el hombre común, pero se queda a años luz de distancia en potencia, expresividad y eficacia conceptual.
Después, lo más interesante del programa: la obra De una mañana de primavera, de la francesa Lili Boulanger. Este compacto poema sinfónico transita por senderos impresionistas, toma algunos atajos hacia el exotismo típico de su tiempo, y por momentos se acerca a ese elusivo mundo de lo que podría llamarse (con las reservas genéricas del caso) simbolismo musical. En varios pasajes se percibe, evidente, la influencia de Paul Dukas.
De la mexicana Leticia Armijo, la OSIPN interpretó Oikabeth. Es una partitura abiertamente neorromántica, declaradamente tonal, desarrollada en el espíritu de una canción popular sinfónica, y elaborada de principio a fin en un lenguaje y un estilo ya superados por la historia y la estética. Otra compositora mexicana, Gina Enríquez, contribuyó a este programa con un Tango que se mantiene fiel a sus fuentes de referencia, estilizadas y trabajadas a partir de una orquestación más sólida y compacta que la de la obra anterior del programa.
Finalmente, el Primer concierto para piano de Chopin, obra de impecables credenciales románticas, que lamentablemente sustituyó de última hora a una pieza concertante de Alejandra Odgers, cuya ejecución hubiera redondeado elegantemente este programa. La solista en la obra de Chopin fue Eva María Zuk, quien demostró una vez más su conocimiento de causa y su hábil manejo de este tipo de repertorio. Aquí, la OSIPN elevó su rendimiento de conjunto, y por momentos fue posible percibir un auténtico trabajo concertante entre pianista, directora y orquesta, con algunos interesantes logros en el uso colectivo del rubato, por ejemplo.
Sin duda, estos pasajes bien logrados en el Primer concierto de Chopin se debieron en buena medida a la intencionada claridad de la batuta de Gabriela Díaz-Alatriste, que es su principal cualidad.
Es indispensable enfatizar la importancia singular del inicio del mandato de la directora mexicana al frente de la OSIPN, una orquesta en la que falta mucho por hacer. Sin embargo, me queda claro que la agrupación, la comunidad politécnica, el público melómano y la crítica debemos entender, todos, que Díaz-Alatriste está sobre ese podio, con esa batuta, al frente de esa orquesta, sólo por sus cualidades musicales y no por su condición de género. Si no lo entendemos así, estaremos condenados a seguir celebrando vergonzantemente, año con año, el Día Internacional de la Mujer.