Raymundo Riva Palacio
Alerta naranja
Miércoles, 18 de Marzo de 2009
Hillary Clinton se sentó rápidamente en la silla de secretaria de Estado, hizo sus maletas y viajó a El Cairo, para hablar con el presidente Hosni Mubarak sobre una próxima cumbre regional y la urgencia inmediata de apaciguar el conflicto en Gaza. De ahí voló a Jerusalén para hablar con las autoridades israelitas sobre Gaza, y tomó el auto para ir a Ramalá, también en Israel, para dialogar con las autoridades palestinas sobre Gaza. Después se fue a Bruselas, para hablar con los ministros de los países de la alianza militar trasatlántica de la OTAN, y paró en Ankara para hablar con los turcos, que son estratégicos para la contención musulmana –tienen estupendas relaciones con todas las naciones del Medio Oriente- y como trinchera europea frente al poderío militar ruso. La próxima semana visitará la ciudad de México y Monterrey. ¿Monterrey?
En efecto, Monterrey. La capital regiomontana define la agenda de la canciller Clinton. Si uno revisa las primeras giras que realizó, puede notar una línea muy clara en la redefinición de la política exterior bajo la Administración Obama: nuevas alianzas militares y sofocar la ira musulmana, que sangra todos los días por Gaza. En México podría pensarse en una visita de trámite, dado el volumen de vínculos en la relación bilateral y los mecanismos de encuentros regulares para sacar adelante los temas naturales de interés recíproco. Pero Monterrey le da el cariz de la gira: la violencia por el narcotráfico, y el rol que Estados Unidos puede y quiere jugar en la lucha contra los cárteles, estarán en lo alto de la agenda.
Monterrey es la señal de que así será. Desde hace bastante tiempo, el gobierno de Estados Unidos le ha dado un rango de interés alto a Monterrey, y ha enviado a esa capital a varios cuadros diplomáticos de alto nivel –el último trabaja ahora en los principales puestos de la embajada en Jerusalén-, y reforzado con agentes de la DEA la cobertura contra los cárteles de la droga. Pero en el último año, esa preocupación no sólo se incrementó sino que se volvió en enorme molestia, tras el ataque a su consulado, que se encuentra justamente a espaldas de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, en octubre pasado, cuando le dispararon y tiraron una granada que no detonó.
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El ataque al consulado, en vísperas de visitas importantes de funcionarios de Estados Unidos a México, propició que apenas unas horas después de haberse ejecutado, agentes adicionales de la DEA y del FBI –que es quien se encarga de realizar este tipo de investigaciones-, estaban levantando evidencias en la representación diplomática. La PGR atrajo la investigación en México, que no ha dado resultados. El clima contra los estadounidenses no ha mejorado, sino todo lo contrario. Una información que circula en las áreas de inteligencia del gobierno mexicano señala que en enero fueron "levantados" cuatro agentes de la DEA en la carretera de Saltillo a Monterrey –en dos incidentes separados-, y que aparecieron "entambados". Esa información no ha podido ser corroborada. No obstante, la creencia en círculos estadounidenses es que los cárteles de la droga les perdieron el respeto y ya forman parte de los objetivos militares de sus sicarios.
La penetración del narcotráfico en Nuevo León es de muy alto interés para los aparatos de seguridad estadounidenses. Desde hace casi cinco años detectaron que el Cártel del Golfo estaba luchando para apoderarse del tramo Laredo-Dallas de la autopista interestatal 35, la llamada "autopista del TLC", por donde entra alrededor del 85% de los productos mexicanos dirigidos al mercado estadounidense. Posteriormente empezaron a registrar amenazas contra jueces y policías de aquel país, y más adelante asesinatos. En el transcurso de esa escalada del Cártel del Golfo en territorio de Estados Unidos desde sus bases de operaciones en Tamaulipas, otros cárteles comenzaron a disputarles la plaza que tenían asegurada: Monterrey.
Desde que llegó a la gubernatura Natividad González Parás, Nuevo León sufrió un calentamiento en la violencia derivada del narco. Funcionarios federales explicaron que se debió a que la plaza estaba controlada por un cártel, el del Golfo, pero a nivel estatal comenzaron a permitir que otros cárteles, en particular el de Sinaloa, entraran a competir por rutas y mercados. "Se les advirtió que no pactaran, y menos con dos cárteles al mismo tiempo", recordó un funcionario. Evidentemente, no hicieron caso.
La violencia ha ido creciendo pese a la presencia de tropas del Ejército en el estado, donde los servicios de inteligencia mexicanos tienen registrada actividad del narcotráfico en 12 de los 52 municipios en Nuevo León, entre los cuales se encuentran 4 del área metropolitana de Monterrey. De hecho, los desafíos al Estado han ido creciendo progresivamente, con intento de asesinato a jefes de fuerzas federales, atentados como el del consulado estadounidense y contra medios de comunicación. El último reto fueron las movilizaciones contra la presencia del Ejército en las calles de Monterrey, donde pandillas que días después fueron vinculadas con el Cártel del Golfo, interrumpieron el tráfico, levantaron barricadas e inmovilizaron por horas la vida cotidiana en la capital.
El gobierno federal ha avanzado gradualmente en la batalla contra los cárteles en Nuevo León, pero en la reacción de la fiera herida están ampliando sus acciones contra otros actores, como los estadounidenses. Washington no lo va a permitir. La visita de Clinton a Monterrey es la primera señal contundente de que así será.
En efecto, Monterrey. La capital regiomontana define la agenda de la canciller Clinton. Si uno revisa las primeras giras que realizó, puede notar una línea muy clara en la redefinición de la política exterior bajo la Administración Obama: nuevas alianzas militares y sofocar la ira musulmana, que sangra todos los días por Gaza. En México podría pensarse en una visita de trámite, dado el volumen de vínculos en la relación bilateral y los mecanismos de encuentros regulares para sacar adelante los temas naturales de interés recíproco. Pero Monterrey le da el cariz de la gira: la violencia por el narcotráfico, y el rol que Estados Unidos puede y quiere jugar en la lucha contra los cárteles, estarán en lo alto de la agenda.
Monterrey es la señal de que así será. Desde hace bastante tiempo, el gobierno de Estados Unidos le ha dado un rango de interés alto a Monterrey, y ha enviado a esa capital a varios cuadros diplomáticos de alto nivel –el último trabaja ahora en los principales puestos de la embajada en Jerusalén-, y reforzado con agentes de la DEA la cobertura contra los cárteles de la droga. Pero en el último año, esa preocupación no sólo se incrementó sino que se volvió en enorme molestia, tras el ataque a su consulado, que se encuentra justamente a espaldas de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, en octubre pasado, cuando le dispararon y tiraron una granada que no detonó.
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El ataque al consulado, en vísperas de visitas importantes de funcionarios de Estados Unidos a México, propició que apenas unas horas después de haberse ejecutado, agentes adicionales de la DEA y del FBI –que es quien se encarga de realizar este tipo de investigaciones-, estaban levantando evidencias en la representación diplomática. La PGR atrajo la investigación en México, que no ha dado resultados. El clima contra los estadounidenses no ha mejorado, sino todo lo contrario. Una información que circula en las áreas de inteligencia del gobierno mexicano señala que en enero fueron "levantados" cuatro agentes de la DEA en la carretera de Saltillo a Monterrey –en dos incidentes separados-, y que aparecieron "entambados". Esa información no ha podido ser corroborada. No obstante, la creencia en círculos estadounidenses es que los cárteles de la droga les perdieron el respeto y ya forman parte de los objetivos militares de sus sicarios.
La penetración del narcotráfico en Nuevo León es de muy alto interés para los aparatos de seguridad estadounidenses. Desde hace casi cinco años detectaron que el Cártel del Golfo estaba luchando para apoderarse del tramo Laredo-Dallas de la autopista interestatal 35, la llamada "autopista del TLC", por donde entra alrededor del 85% de los productos mexicanos dirigidos al mercado estadounidense. Posteriormente empezaron a registrar amenazas contra jueces y policías de aquel país, y más adelante asesinatos. En el transcurso de esa escalada del Cártel del Golfo en territorio de Estados Unidos desde sus bases de operaciones en Tamaulipas, otros cárteles comenzaron a disputarles la plaza que tenían asegurada: Monterrey.
Desde que llegó a la gubernatura Natividad González Parás, Nuevo León sufrió un calentamiento en la violencia derivada del narco. Funcionarios federales explicaron que se debió a que la plaza estaba controlada por un cártel, el del Golfo, pero a nivel estatal comenzaron a permitir que otros cárteles, en particular el de Sinaloa, entraran a competir por rutas y mercados. "Se les advirtió que no pactaran, y menos con dos cárteles al mismo tiempo", recordó un funcionario. Evidentemente, no hicieron caso.
La violencia ha ido creciendo pese a la presencia de tropas del Ejército en el estado, donde los servicios de inteligencia mexicanos tienen registrada actividad del narcotráfico en 12 de los 52 municipios en Nuevo León, entre los cuales se encuentran 4 del área metropolitana de Monterrey. De hecho, los desafíos al Estado han ido creciendo progresivamente, con intento de asesinato a jefes de fuerzas federales, atentados como el del consulado estadounidense y contra medios de comunicación. El último reto fueron las movilizaciones contra la presencia del Ejército en las calles de Monterrey, donde pandillas que días después fueron vinculadas con el Cártel del Golfo, interrumpieron el tráfico, levantaron barricadas e inmovilizaron por horas la vida cotidiana en la capital.
El gobierno federal ha avanzado gradualmente en la batalla contra los cárteles en Nuevo León, pero en la reacción de la fiera herida están ampliando sus acciones contra otros actores, como los estadounidenses. Washington no lo va a permitir. La visita de Clinton a Monterrey es la primera señal contundente de que así será.
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