Raymundo Riva Palacio
¡Booomba!
Miércoles, 08 de Abril de 2009
Jiménez se metió en un hoyo recientemente, cuando un ofrecimiento de tres millones de pesos en publicidad de la Lotería Nacional al Diario de Yucatán, a cambio de que apoyaran la candidatura al gobierno de Campeche de Mario Ávila, supuestamente respaldado por la familia del infortunado secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, fue denunciada públicamente por los directivos del periódico. Jiménez, que evidentemente no conocía el fundamentalismo de los yucatecos, no esperaba que lo desnudaran públicamente y que lo metieran en un problema político que va a crecer.
En medio de tan bochornoso espectáculo, Jiménez ha sido identificado como una pieza de la maestra Gordillo. Sin embargo, no lo es. Jiménez es íntimo del yerno de la dirigente máxima del sindicato de maestros, el subsecretario de Educación Fernando González, y ambos ciertamente fueron piezas claves en la instrumentación de la alianza política entre el entonces candidato presidencial Felipe Calderón y Gordillo. Cuando ambos forjaron la alianza, el primero nombró a Mouriño como enlace, y la segunda a González y Jiménez, quienes operaron el acuerdo en largas reuniones en la casa del yerno en Bosques de las Lomas. Como pago, González llegó a la subsecretaría y Jiménez a la coordinación de los diputados de Nueva Alianza.
De aquellas noches de negociaciones estratégicas, el director de la Lotería Nacional desarrolló una firme amistad con Mouriño y con algunos de sus más cercanos, como el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero. Fue tan estrecha esa relación que cuando el equipo íntimo de Gordillo se dividió, la primera víctima de ese conflicto fue Jiménez, quien fue someramente destituido como coordinador de la bancada, acusado de responder más a los intereses de Los Pinos que a los del sindicato.
Mouriño quiso rescatarlo inmediatamente y le ofreció un cargo en el gobierno, opcional en México o en el extranjero, pero Jiménez lo rechazó. Redujo su visibilidad política, y recortó sus pérdidas mientras la facción que ganó en su momento la pelea del círculo íntimo gordillista a González y Jiménez, tenía su punto de inflexión. La rebeldía del ex lugarteniente de la maestra, a quien había colocado como director de la Lotería Nacional, Francisco Yáñez, fue visto por algunos miembros de la casa presidencial como una oportunidad de oro para sus intereses político-electorales. Si se nombraba a Jiménez como director de la empresa, parecería públicamente que una vez más se daba la concesión a la maestra, pero en realidad era un puesto perdido por ella y recuperado por los estrategas calderonistas.
Jiménez había quedado muy resentido con Gordillo y con una buena parte del equipo político de la maestra. Hacía tiempo que había dejado de sentirse parte de ese proyecto político, pese a su amistad con González, y estaba entregado al equipo que se había aglutinado en torno a Mouriño y que tras su muerte ha seguido operando como un bloque, en el cual se encuentra cuando menos un secretario de Estado, Cordero, y varios subsecretarios y oficiales mayores en diversas dependencias. La salida de Yáñez les permitió poner en marcha una nueva estrategia.
De acuerdo con funcionarios de Los Pinos, el objetivo de enviar a Jiménez a la Lotería Nacional era canalizar a través suyo informaciones que no podían ser originadas en la Presidencia, por el daño que pudiera causar si llegara a saberse su origen. Jiménez era un activo por la buena interlocución con periodistas que lo veían –con razones fundamentadas- como una fuente confiable. Era el mejor vehículo de hacerles llegar posiciones oficiales e interpretaciones sobre ciertos eventos políticos y electorales disfrazando el motivo ulterior.
Como jugada estratégica, estaba bastante bien pensada. Jiménez es un político joven, académicamente bien estructurado, y políticamente informado y picoso, que conoce las necesidades informativas de los periodistas y sabedor de los resortes noticiosos que le generaron la confiabilidad en el medio. Junto con los medios económicos de la Lotería Nacional –caja chica de varios gobiernos en el pasado- para poder negociar pautas publicitarias con los medios en tiempos de vacas flacas, Jiménez sintetizaba varios activos de un anémico gobierno.
Pero le estalló una bomba en Yucatán y se encuentra solo. El gobierno no ha dicho nada, lo que es malo para él, no bueno. La familia de Mouriño ha guardado silencio. El candidato Ávila, como si fuera el beso de Judas, dijo no conocerlo. Desde el magisterio le están enviando obuses. Los partidos de oposición pidieron su destitución e investigación. El PAN ya inició su propia investigación sobre los hechos. La Semana Santa llegó, pero no será de asueto. Es probable que la cuenta regresiva de Jiménez en la Lotería Nacional haya comenzado, y una inexplicable candidez haya demolido una audaz estrategia política de un grupo que, tras la muerte de Mouriño, trataba de recomponer su posición política.
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