Domingo, 15 de Enero de 2012
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Durante la campaña presidencial de Miguel de la Madrid en 1982 destacó una logística que le permitió, a un hombre con fama de ser gris y poco versado en materia política, acercarse a los grupos más influyentes de la sociedad mexicana: en cada una de las capitales estatales sus operadores programaban cuatro visitas: una cena con los Obispos de la región; un desayuno con los mandos militares y una comida con la cúpula empresarial; además sostenía un "encuentro" -sin alimentos de por medio- con los principales accionistas y directores de los cotidianos del estado de referencia "para tomarle el pulso a la opinión pública". Hasta hoy, los viejos zorros priistas recuerdan aquellas jornadas por el éxito alcanzado en cuanto al posicionamiento del señor De la Madrid con su entonado emblema de "la renovación moral" que se truncó, como la proclama por el cambio en 2000, apenas escaló hacia la Primera Magistratura.










