"La sumisión de destacados intelectuales al caudillo Andrés Manuel López Obrador es vergonzosa e inadmisible", declara el historiador Enrique Krauze al glosar la fractura entre escritores y artistas que se ha producido en México por el apoyo o rechazo al líder populista. El escritor destaca que no se trata de izquierda o derecha, sino de democracia frente al totalitarismo. La radicalización de López Obrador -candidato derrotado en los comicios presidenciales de 2006- contra las instituciones democráticas provocó la división de los intelectuales. Por un lado, conocidos escritores respaldan a López Obrador; hace unos días, decenas de ensayistas, novelistas e historiadores rechazaron la ocupación del Congreso.
En vísperas de los comicios presidenciales de 2006, Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947) publicó El Mesías Tropical, un ensayo que desde un enfoque político-histórico- psicológico mostró la veta caudillista de Andrés Manuel López Obrador; el escrito levantó gran polvareda al denunciar la vertiente antidemocrática del candidato populista, que en estos días se reafirmó con la ocupación del Congreso durante 16 días. Krauze se vinculó desde joven a la revista Vuelta, a la sombra de su mentor intelectual Octavio Paz. En 1993 obtuvo el premio Comillas de la editorial Tusquets por su libro Biografía del poder. Autor de La presidencia imperial sobre los 71 años de mandato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ha cultivado la biografía, la historia, el ensayo y la entrevista. También es autor de numerosos documentales históricos para la cadena Televisa. En 1991 fundó la Editorial Clío, de la cual es director. En 1999 creó la prestigiosa revista Letras Libres (que tomó el relevo de Vuelta), que desde octubre de 2001 también tiene una edición en España.
En una entrevista a La Vanguardia, Krauze expone la distancia que separa a los intelectuales mexicanos.
-¿Cómo explica que autores como Sergio Pitol, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, respalden la vía insurreccional de López Obrador?
-Cada caso es distinto. Algunos porque cuidan a su clientela de jóvenes universitarios. Otros por una auténtica convicción romántica qu elos lleva a pensar que la historia de 2008 es la misma que la de 1938 (fecha en que el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera). Otros más, sobre todo los literatos, por ignorancia de cómo funciona la vida económica real. NO creo que sepan leer un balance.
-¿Cómo interpreta que intelectuales que durante el largo mandato del PRI destacaron en su defensa de la democracia respalden ahora el asalto a las instituciones?
-¡Qué te puedo decir! Es una gran decepción. Estas sumisiones de intelectuales a un caudillo antidemocrático son incomprensibles, difíciles de asimilar. Ellos, claro, dirán, que no son sumisos al caudillo sino a las causas del pueblo. Algunos son inteligentes, no todos, por lo que deben ser conscientes de lo que ocurre en el mundo cuando un pueblo se pone de rodillas ante un líder. En unos casos -como te digo- los mueve el cálculo, el romanticismo, la ignorancia, o simple y llanamente el odio al PAN y al PRI.
-El académico Roger Bartra me dijo que a algún intelectual le prometieron un cargo importante.
-Puede ser. No lo creo en el caso de Monsiváis, él no quiere cargos. Quizá está agradecido porque en el mes de mayo el gobierno del D.F. le rendirá un gran homenaje (merecido, por lo demás) por sus 70 años. De cualquier modo, es triste que el intelectual ponga su prestigio a la sombra del caudillo. (En diez ocasiones, La Vanguardia intentó hablar con Carlos Monsiváis para que pudiera contestar a los señalamientos de Krauze, pero no atendió nuestro requerimiento)
-Usted firmó una carta abierta de un grupo de escritores contra el secuestro del Congreso. ¿Hay guerra de intelectuales?
-El motivo de publicar ese manifiesto fue dejar claro ante la opinión pública que hay un grupo amplio y plural de personas que pensamos que la ocupación de la Cámara de Diputados y del Senado es un acto de fuerza, inadmisible, y que nosotros optamos por el diálogo y el debate. Sobre todo, quisimos señalar la contradicción política y moral de pedir el debate y el diálogo y secuestrar la casa del debate y el diálogo. Estamos viviendo un
momento muy, muy grave, Había que hacer el deslinde de que no todos los intelectuales, escritores o artistas, pensamos como los que siguen al caudillo.
-¿Usted los llamaría intelectuales orgánicos de López Obrador?
-En cierta medida lo son. Y si tú preguntas a la mayoría de esos intelectuales, pero sobre todo a los literatos, lo que verdaderamente saben del petróleo te contestarán con una frivolidad.
-¿López Obrador sigue la vía golpista?
-Está claro que López Obrador pretende tumbar al gobierno de Felipe Calderón. Estamos frente a un mesías que cada vez evidencia más sus características de caudillo antidemocrático. En su mente y en la de sus más cercanos está seguir la vía desestabilizadora con la que Evo Morales llegó a la presidencia. Es su proyecto. Hay que recordar que México no tiene una interrupción del orden constitucional desde 1920. Lo que este hombre está queriendo hacer es algo que no tiene precedentes en México por casi cien años. López Obrador tiene seguidores por su carácter de demagogo mesiánico, pero no están con él la mayoría de los mexicanos, los partidos, e incluso una buena parte de lo que era el PRD, el partido de izquierda que él ha puesto empeño en destruir.
-Ninguno de los dirigentes del PRD se atreve a levantar la voz contra López Obrador.
-Los tiene a todos secuestrados. En el momento en que tomen distancia los va a estigmatizar y a condenar como traidores. Se quiere apropiar del partido. Pero partido o no partido, López Obrador se está apoderando de un mito histórico, la nacionalización del petróleo en 1937. Usa y manipula la historia para sus propios fines políticos, para llegar al poder.
-¿Hay parálisis del Gobierno frente a López Obrador?
-Claro que sí. El gobierno ha cometido el error de quedarse enconchado, metido en el caparazón, sin iniciativa. Es insostenible la presencia de Juan Camilo Mouriño en el ministerio de Gobernación por estar implicado en tráfico de influencias. Al Gobierno le falta imaginación comunicativa. Desde hace mucho tiempo vengo insistiendo en que una salida posible para este embrollo sería la realización de amplios y organizados debates en los medios de comunicación. Estos debates públicos por televisión pueden educar a la gente en la tolerancia y hacer ver a la gente que el problema del petróleo es complejo y que no estamos en una situación de blancos y negros.
-¿López Obrador debilita al gobierno con su plan de desestabilización?
-Es lo que pretende, pero no estamos todavía en esa situación. No creo que el Estado mexicano en peligro de colapsar. Pero es lo que quiere López Obrador. Todo lo que dice hay que creerlo. Cuando dice "al diablo con las instituciones" es que quiere acabar con todo vestigio de institucionalidad.
-López Obrador dice que con sus protestas hace resistencia civil.
-Habla de resistencia civil pacífica pero sus acciones, como poner barricadas en la tribuna del Congreso, son violentas. López Obrador se ha cerrado la vía electoral y sigue la insurreccional. Espera que el Gobierno cometa algún traspié, que haya algún muerto, para montarse sobre eso y derrocar a Calderón. Al mandar al diablo a las instituciones marcó la ruta a seguir. El analista Ricardo Alemán reveló que cuando hace unos meses le dijeron a López Obrador que Petróleos Mexicanos (Pemex) no podía seguir así, que había que cambiar, contestó: "Al diablo con Pemex y con Calderón. Que se hunda Pemex". Si Gandhi volviera a nacer y viera lo que están haciendo los seguidores de López Obrador se volvería a morir, porque la verdad es que de pacífico no tiene nada. Amenazar con secuestrar instituciones es un acto de fuerza. Si no queremos anarquía, si no queremos violencia y si no queremos dictadura, lo que tenemos que hacer es fortalecer la democracia.
-Usted definió a López Obrador como mesías tropical en plena campaña electoral de 2006, cuando la propaganda del entonces candidato Felipe Calderón lo calificaba como "un peligro para México". ¿Se le sigue considerando como un peligro para México?
-El populismo es el mayor peligro para América Latina al adaptar formas muy autoritarias, potencialmente dictatoriales. La llegada al poder de nuevos presidentes de izquierda no me preocupa porque la mayoría sigue cauces democráticos. Paraguay seguirá ese camino.
-¿Peligran las instituciones mexicanas?
-No diría tanto, pero estamos en un momento muy delicado. Yo creo que no peligra la estabilidad del Estado porque ahí están el Ejército, el PAN, el PRI, los medios, los empresarios, la sociedad, la Iglesia. Más del 80 % de la población repudia la ocupación del Congreso. No hay un vacío institucional como el que existió en Venezuela. -Es lo que pretende, pero todavía no estamos en esa situación. No creo que el Estado mexicano esté en peligro de colapsar. López Obrador se parece cada vez más a Hugo Chávez, pero al menos Chávez es divertido y ocurrente, tiene algo de alegría. En López Obrador no hay una molécula que no sea de odio.
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Lunes 5 de mayo 2008 | Actualizado a las 04:22h
Diario de América Latina
Joaquim Ibarz
Corresponsal en América Latina- "La izquierda mexicana no empieza ni se agota con López Obrador"
05/05/2008 - 06.09 horas
Entrevista a Sergio Aguayo, profesor del Colegio de México y presidente del Centro de Análisis e Investigación
Fundar
Sergio Aguayo, profesor del Colegio de México y presidente del Centro de Análisis e Investigación Fundar, expresa su rechazo a la reforma energética que ha presentado al congreso el gobierno de Felipe Calderón por la falta de controles y de transparencia, y también muestra su desacuerdo con las declaraciones del historiador Enrique Krauze a "La Vanguardia" referentes a la sumisión de destacados intelectuales mexicanos al caudillo Andrés Manuel López Obrador.
Sergio Aguayo, con una larga trayectoria en la defensa de las libertades cívicas y de elecciones transparentes, señala que el centro Fundar está a la vanguardia en los temas de vigilancia de presupuestos, rendición de cuentas, etcétera. El académico afirma que no existen garantías para que la entrada del capital privado en la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) "no siga la historia de corrupción y saqueo de los bienes públicos que hemos visto en este país durante tantos años".
-¿Cómo se ha llegado en México a esa polarización por una reforma energética que todos están de acuerdo en
que es muy necesaria?
-Hay varios factores a tener en cuenta, los cuales me llevan a disentir de Enrique Krauze. El historiador hace un
reduccionismo que me parece incorrecto analíticamente e impreciso políticamente. Los que disentimos de la postura gubernamental sobre la reforma energética no lo hacemos solamente porque Andrés Manuel López Obrador esté encabezando la resistencia contra el gobierno de Felipe Calderón. Hay una base social y una base crítica, que se fundamentan en diferentes motivos. Le voy a dar los míos. Primero, la resistencia y el rechazo a la reforma energética tienen que ver con la historia.
-¿En qué sentido?
-El artículo 27 de la Constitución, que otorga al Estado el control del subsuelo, es algo más que un texto legal. Tiene un carácter simbólico. Es la encarnación del nacionalismo positivo mexicano. Es decir, es la base sobre la cual México como país, con la expropiación petrolera de 1938 bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, logra uno de sus pocos éxitos, en su relación con el exterior. La expropiación petrolera forma parte de esos mitos que toda sociedad tiene y que para una parte de la sociedad mexicana encarna lo que quisiéramos que fuera México: un país con una clase gobernante que nos defienda frente al exterior, que nos defienda de una historia llena de agresiones venidas de fuera.
-¿El segundo motivo de su rechazo a la reforma?
-También está ligado con la historia. Tiene que ver con la privatización de los bienes públicos, que de manera automática nos trae a la memoria historias extraordinarias de corrupción, todas asociadas a las privatizaciones que se produjeron durante el mandato presidencial de Carlos Salinas de Gortari. Las grandes privatizaciones se produjeron a finales de los ochenta. Asociamos la privatización con el saqueo y malbaratamiento de los bienes públicos por un grupo de esos multimillonarios que distinguen a México. Es decir, un país de pobres donde la distribución del ingreso es pésima con unos cuantos multimillonarios. Eso conduce a un tema ya más concreto sobre la propuesta energética de Felipe Calderón.
-Tanto el Gobierno como su aliado en este tema, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), insisten en que
no hay ninguna privatización.
-Si lee la propuesta de Calderón con cuidado verá que otorga a la empresa privada una serie de actividades en diferentes campos. Yo no estoy en contra de una participación de la empresa privada en asociación con Pemex. Mi oposición viene porque la iniciativa de Felipe Calderón no incluye mecanismos para transparentar ni para hacer efectiva la rendición de cuentas. Es más de lo mismo. Es una iniciativa en la cual el ejecutivo tiene la capacidad de nombrar a los cuatro nuevos miembros del consejo de administración de Pemex. El ejecutivo designa a quienes van a fiscalizar a Pemex. Por tanto, no existen las garantías de que la entrada del capital privado en asociación con Pemex se libre de la historia de corrupción y saqueo de los bienes públicos que hemos visto y sufrido tanto en este país. Y en ello han participado no sólo empresas privadas extranjeras, sino también mexicanas. Los grandes multimillonarios son mexicanos, cuya fortuna ha salido de la riqueza nacional. En esta historia hay que ubicar al ministro del Interior, Juan Camilo Mouriño. Mouriño es un recordatorio diario de cómo el gobierno de Felipe Calderón no quiere reconocer que en toda la trayectoria de su ministro ha existido un conflicto de intereses muy grave. Juan Camilo Mouriño y su familia representan esa relación corrupta y perversa, por lo menos poco transparente, entre la empresa privada y Pemex en su estado actual.
-Pero nadie plantea poner correctivos a la ineficiencia y corrupción que existe en Pemex. La petrolera mexicana tiene cinco veces más empleados que otra empresa con igual producción de barriles de petróleo. Ni el Gobierno ni la oposición se han atrevido a proponer la reforma del sindicato petrolero, que es uno de los principales culpables del colapso actual de Pemex.
-En eso estamos de acuerdo. Estoy totalmente de acuerdo en la necesidad de sanear a Pemex y de corregir los vicios corporativos del sindicato. Felipe Calderón no se muestra dispuesto a limitar el poder de esos sindicatos tan corruptos.
-No lo plantea Felipe Calderón, ni López Obrador, ni nadie…. Es un tema tabú. Nadie toca al sindicato de Pemex, al corrupto sindicato de los monopolios públicos de electricidad, ni al súper corrupto sindicato de maestros. Ni siquiera se plantea una reforma de esos sindicatos que tanto frenan el desarrollo de México, de esos sindicatos que han dejado de ser -si alguna vez lo fueron- organizaciones para representar los intereses de los trabajadores. Como dice el comentarista Sergio Sarmiento, hoy los sindicatos son, en el mejor de los casos,
simples negocios particulares de los líderes; en el peor, resultan organizaciones gangsteriles.
-Es así, estoy totalmente de acuerdo con esa apreciación. Absolutamente nadie plantea la reforma sindical.
-¿En qué aspecto está más en desacuerdo con las declaraciones de Enrique Krauze a "La Vanguardia"?
-En una serie de puntos por supuesto que mi posición coincide con la de Andrés Manuel López Obrador. Y es aquí donde entra mi diferencia con lo que declaró Enrique Krauze a "La Vanguardia". Aunque Krauze se refiere sólo al grupo de intelectuales convocados por López Obrador, entre los que cita a Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y Lorenzo Meyer, de hecho yo comparto buena parte de las ideas de esos escritores. Es impreciso el reduccionismo que hace Krauze de subsumir las críticas o las resistencias a las propuestas de Calderón a un dictado de López Obrador. Eso no se sustenta en los hechos. Pareciera que hemos renunciado a la razón para seguir los lineamientos de un líder mesiánico y carismático. No es el caso. Aquí hay un problema de fondo que no tiene que ver con la reforma energética pero que posee puntos de contactos con ella, que es la actitud enfermiza y visceral que tiene un sector de la sociedad mexicana en contra de López Obrador. La intolerancia nos conduce a otro tipo de problema y a la cuestionada elección presidencial de 2006, cuya herencia todavía estamos viviendo.
-¿Cómo se puede apoyar a un dirigente que ordena la ocupación con barricadas del Congreso durante 16 días?
¿Respalda usted el secuestro de uno de los poderes fundamentales del Estado?
-Es un buen punto. Respondería lo siguiente. A mí no me gustó el método, no estuve de acuerdo. El dilema es que si no hubieran ocupado el Congreso la reforma energética, con todos estos defectos que señalé, hubiera sido aprobada por el oficinista Partido de Acción Nacional (PAN) y por el PRI.
-Entonces cualquier partido puede ocupar el Congreso si un proyecto de ley no le gusta.
-Ese es el dilema al que nos enfrentamos. En el fondo, lo que está sucediendo, y esto es una tragedia para México y para todos los partidos, es que las instituciones que nos representan no están funcionando adecuadamente. En el caso de la reforma energética, el PAN ha cerrado filas en torno a Juan Camilo Mouriño y a Felipe Calderón sin tomar una postura razonada sobre el por qué. Y el PRI está utilizando la reforma energética como instrumento, como moneda de cambio, para poder ampliar sus esferas de poder, transfiriendo recursos económicos a sus gobernadores. Pero también sin dar razones.
-López Obrador en su programa electoral "Un proyecto de nación" propugnaba la inversión privada para modernizar Pemex. ¿Cómo explica que ahora demonice la participación de la empresa privada en la petrolera
estatal?
-Una vez más. El meter solamente a López Obrador en esta discusión la empobrece. Mi postura no tiene que ver con López Obrador. Lo condenable en el caso del Frente Amplio Progresista (la coalición de tres partidos –entre ellos el PRD- que respalda a López Obrador) no es necesariamente que hayan tomado el Congreso, sino su rechazo a debatir con el Gobierno. Esa ausencia de posicionamientos sobre la reforma energética está empobreciendo el debate.
-¿Cuál sería la mejor propuesta para salvar del colapso a una empresa en declive, con pocas reservas probadas y que su producción disminuye un 7 % cada año? Los expertos pronostican que si no se descubren nuevos yacimientos México tendrá que importar petróleo dentro de ocho o nueve años.
-Habría muchas soluciones, pero la que propone el ejecutivo no es una propuesta válida para muchos mexicanos, entre los que me incluyo. No la consideramos viable porque así lo diga López Obrador, sino porque tenemos la capacidad de razonar por nosotros mismos. Y es ahí donde no me queda más que disentir con Enrique Krauze, a quien respeto por otros motivos, por muchos motivos históricos. Krauze ha caído en un reduccionismo por su tirria, su obsesión contra López Obrador.
-¿Fundar tiene una propuesta para Pemex?
-La ausencia de previsiones o análisis sobre los resultados que tendría la propuesta del Gobierno impide hacer una valoración de su impacto sobre las finanzas públicas y anula la garantía de obtener ingresos petroleros para beneficio de la sociedad. La iniciativa no prevé instrumentos de transparencia y acceso a la información que aseguren buenas prácticas en las licitaciones y contratos con particulares que derivarían de la propuesta. Además, establece excepciones que harían más opaco el sistema de gestión. Al contrario de lo que establece como objetivo explícito, la propuesta no promueve, en los hechos, autonomía de gestión. Establece nuevos mecanismos discrecionales que fortalecen al Ejecutivo. Por ello, es fundamental exigir un amplio debate legislativo, que dé cuenta de las deficiencias de la propuesta, que establezca mecanismos de control, evaluación y rendición de cuentas, y asegure la defensa del interés público ante intereses particulares. Fundar destaca puntos críticos de la iniciativa del Gobierno que fomentan la opacidad y la corrupción. La propuesta abre posibilidades jurídicas de coparticipación de particulares en Pemex, en un amplio rango de actividades, sin la
paralela creación de mecanismos precisos para garantizar la transparencia.
-Hace unos días la emisora W difundió la grabación de una conversación de Carlos Navarrete –portavoz del
Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el Senado- con López Obrador, en la que el derrotado candidato presidencial decía: "¡No me importa que se hunda Pemex… si se tiene que hundir, que se hunda…A Pemex lo vamos a arreglar cuando lleguemos a la presidencia". ¿Pemex es una excusa que utiliza López Obrador para desestabilizar al gobierno de Calderón?
-Estamos todos insistiendo en reducir la discusión sobre la reforma energética a lo que dice o no dice López Obrador.
-Toda la política nacional gira ahora sobre lo que dice o no dice López Obrador sobre la reforma energética.
-No, no, no. La discusión en algunos aspectos se ha centrado en lo que hace y dice López Obrador. Pero en muchos otros no es así. El punto de desacuerdo con la postura de Enrique Krauze es ese reduccionismo en cuyo centro está López Obrador y esa generalización que impide un debate razonado sobre la reforma energética.
-En los seis años de presidencia de Vicente Fox los ingresos petroleros por encima de lo que figuraba en los presupuestos superaron los 60.000 millones de dólares. Con Calderón las divisas que entran gracias al alto precio de los hidrocarburos también superan con mucho a lo presupuestado. Pero toda esa ingente cantidad de
dinero se reparte entre los gobernadores, se utiliza en gasto corriente o se despilfarra. Y aunque México importa el 40 % de la gasolina que consume, en 25 años no se ha construido una sola refinería. Y no es por falta de dinero. Dinero hay para refinerías y exploraciones de nuevos pozos, pero no se utiliza con esos fines. Pemex financia más del 40 % del presupuesto nacional. Y ni López Obrador ni ningún dirigente, oficialista u opositor, denuncia esta sangría porque beneficia a todos los partidos.
-Totalmente de acuerdo. Me parece inaceptable que se malgasten esos ingresos. Es una vergüenza. Que no lo planteen los gobernadores del PAN, del PRI, del PRD, no quiere decir que otros intelectuales de izquierda, que yo estoy en la izquierda, sí lo digamos. La izquierda no empieza ni se agota con López Obrador. Es algo mucho más amplio, y muchísimo más complejo y rico. Y por eso no estoy de acuerdo con el reduccionismo de Krauze. Mi punto en desacuerdo es ése. El debate se empobrece de una manera inaceptable y preocupante con la obsesión con López Obrador.
-¿Qué solución propondría para evitar que Pemex disminuya más su producción?
-Me hace una pregunta que rebasa mi competencia. Yo estoy dando una respuesta razonada en reacción a una postura que expuso Enrique Krauze en "La Vanguardia", con la cual no estoy de acuerdo. No quiero incurrir en generalidades al exponer las posibles propuestas para Pemex, eso debe formar parte de un debate en el que desafortunadamente ni el gobierno de Calderón, ni los tres principales partidos, ni López Obrador, están contribuyendo a realizar. Hasta ahí estamos de acuerdo.
-Los países de comunismo puro y duro, como China, Cuba, Vietnam, se han abierto al capital extranjero para explorar y explotar sus recursos energéticos. La empresa estatal brasileña, Petrobrás, se ha convertido en un referente mundial gracias a la colaboración con petroleras extranjeras. ¿Por qué México se cierra en banda a la
participación de la iniciativa privada en el salvamento de Pemex?
-Ya le di mis razones. La principal es que la inversión privada no garantiza que no siga enriqueciéndose una minoría a costa de los recursos nacionales. Poniéndolo de otra manera. ¿Qué quieren? ¿Que entreguemos Petróleos de México a unos cuántos, como ha sucedido hasta ahora con Teléfonos de México, con las televisoras, etcétera? Desde mi punto de vista no me parece que tengamos por qué aplaudir la ineficiencia, la corrupción y la mala distribución del ingreso. La tendencia de los gobiernos del PRI y del PAN es favorecer a los multimillonarios.
-Pero ahora quienes se enriquecen son los dirigentes sindicales, una costosa e ineficiente burocracia, y unos trabajadores que reciben muchas prebendas y que se jubilan antes de los 50 años pese a que la empresa está cargada de deudas.
-Con la reforma energética de Calderón se enriquecerían los mismos y también los grandes empresarios mexicanos y algunos extranjeros. Mi postura es muy clara, en la propuesta del Gobierno no hay mecanismos para rendición de cuentas y no hay la transparencia suficiente, no hay garantías de que no se va a seguir malbaratando nuestra energía, nuestro petróleo, que es patrimonio de todos. Esta opinión es el resultado de mi propia capacidad de discernimiento y de análisis, con independencia de lo que diga o no diga López Obrador. Sin embargo, reconozco a López Obrador el mérito de haber llamado la atención sobre la rapidez con la cual el PAN y el PRI querían aprobar la reforma. Con sus acciones, con las que paradójicamente no estoy de acuerdo, logró evitar que se cometiera un atraco más contra toda la sociedad.
-¿Por qué México es incapaz de modernizar ese costoso sistema sindical corporativista de petroleros, electricistas, maestros y demás empleados públicos?
-Porque somos un país secuestrado por élites políticas, económicas y sindicales. Somos un país en el que la sociedad está indefensa frente a la corrupción, frente al expolio y frente a los abusos. Somos un país en el que el defensor de los derechos humanos no defiende los derechos de todos, sino de aquellos con los cuales él está de acuerdo.
-Cuando se ha hecho una mínima reforma en el tema de las pensiones y las jubilaciones de los trabajadores del
Seguro Social, para evitar el colapso del sistema de pensiones, el PRD, por indicación de López Obrador, se ha
opuesto y ha organizado grandes protestas. El PRD se opone a cualquier reforma de ese tipo, que es lo primero
que hizo Lula da Silva al asumir la presidencia de Brasil. ¿López Obrador se opone a cualquier reforma?
-Esa es la postura del PRD y de López Obrador, no es la postura de toda la izquierda, no es mi postura. Insisto, yo no estoy en contra de la entrada de capitales privados a Petróleos Mexicanos, pero sí me opongo a que entren bajo el esquema que propone el gobierno de Felipe Calderón. Me opongo por no dar garantías de que se controlará y se frenará la corrupción.
-El mantenimiento del sindicato petrolero tal como está garantiza que continuará la corrupción y la ineficiencia.
-Ese es uno de los chantajes que hace siempre el PRI. Cada partido tiene su propio gran sindicato. El PRD controla el sindicato de los electricistas de Luz y Fuerza del Centro, el PAN al sindicato de maestros, el PRI a los petroleros. Y cada uno controla una industria estratégica del país. Por tanto, desde mi perspectiva, la perspectiva de quien forma parte del universo de la izquierda, me parece inaceptable el reduccionismo que se quiere hacer con este debate. Un reduccionismo que quiere eliminar críticas, como la mía, argumentando que son el resultado de una seducción hecha por un líder mesiánico y pobre. Mi postura es de izquierda, pero no depende de lo que haga o diga López Obrador. En algunas cosas estoy de acuerdo con él, en otras no.