López Obrador
Este fin de semana leí detenidamente el libro de Carlos Tello y encontré variadas contradicciones y aseveraciones incorrectas de carácter técnico. Pero no me voy a referir más que al inicio de su capítulo de las 9 de la noche, que titula como “El conteo rápido de Ana Cristina”, porque allí descalifica de manera brutal la encuesta de salida que realizamos y dimos a conocer a los medios de comunicación el día de la jornada electoral. No puedo quedarme callada ante un atentado contra el buen nombre de nuestra empresa, que tantos años y esfuerzo nos ha costado construir. Cuando digo ataque brutal lo digo en el sentido amplio de la palabra, no sólo por el nivel de agresión que exhibe sino también por lo absurdo y desinformado de sus comentarios. Me explico.
El autor afirma contundentemente que la discrepancia entre los resultados de nuestra encuesta de salida y conteo rápido se debe a que “hubo probablemente un sesgo de origen en el diseño de la muestra (de la encuesta de salida) y hubo también, seguramente, un descontrol en el levantamiento de campo”. ¿Con qué autoridad técnica un brigadista de las montañas de Nicaragua, marinero en el barco Sonia y jefe de la expedición Yutajé que contactó a los yanomami del río Putaco en el Amazonas, se atreve a hacer tal pronunciamiento? Carlos Tello trata de respaldar la afirmación de que “hubo probablemente un sesgo de origen en el diseño de la muestra” con los comentarios de dos de sus entrevistados, que según el autor uno “es de los encuestadores más serios de México” y otro es sencillamente “alguien que sabe”. “El investigador serio” comenta que los partidos valoran más el dato a su favor que la exactitud de la encuesta, a diferencia de los medios (“El investigador serio” no se ve tan serio si en realidad se imagina que así de ingenuos y torpes son los partidos). “El alguien que sabe” suelta en otra entrevista una frase que dice así: Un encuestador, cuando trabaja con un cliente así, también está cuidando su chamba. De esos dos comentarios Tello concluye sin duda que lo que ocurre es que “el encuestador no quiere descontentar al cliente: selecciona sus muestras con un sesgo a su favor”.
A Tello le pregunto: ¿Son esos los argumentos para afirmar que hubo sesgo muestral de origen? ¿Por qué nunca me pidió revisar mi muestra? ¿Cómo es que sin conocerla ya sabe que está sesgada? ¿No se ha dado cuenta de que la muestra empleada por Covarrubias para la encuesta de salida es la misma que se empleó para el conteo rápido? ¿Cómo es que a nuestro conteo rápido se le quitó el sesgo? A los lectores de Tello les informo que nuestra muestra se puede verificar y está a disposición del IFE como lo marca la normatividad del instituto. Vamos al segundo argumento de descalificación, el de que “hubo seguramente un descontrol en el levantamiento de campo”. Para su sustentar su afirmación Tello empieza diciendo: “Pero lo que más afectó los resultados de la encuesta de salida fue la magnitud de la muestra de Ana Cristina. Su firma tenía más de novecientas personas en campo el 2 de julio, mismas que realizaron cerca de 39 mil entrevistas en todas las secciones” (Le aclaro a Tello que no fue en todas las secciones sino sólo en todas las que conformaban nuestra muestra). El autor continúa señalando: “Para situar las cosas en perspectiva, Parametría hizo 6 mil entrevistas, Ipsos_Bimsa 6 mil 500 y BGC 8 mil”. Cita el autor a otro entrevistado que dice que es “amigo de Ana Cristina”, el cual comenta: Cuando tú pones una muestra de ese tamaño, el ejército que requieres en el campo se puede volver inmanejable... Acrecientas la posibilidad de que se cometan errores. (Le aclaro al “amigo” que en teoría lo que dice puede pasar, pero para evitar que pase existen sistemas de planeación, supervisión y control de operativos de campo).
sobrino de Porfirio Díaz según AMLO.
El autor se desata con sus propias elucubraciones asentando que “en lugar de entrevistar a una de cada tres o cuatro personas, que salen de votar, la gente de campo empieza a entrevistar en hilera –por estar cansada, por tener el tiempo encima, por inexperiencia simple y llana, algo muy común ese día, en que la escasez de encuestadores obligó a las firmas a contratar a gente que no era profesional”. Tello termina su disertación con un contundente diagnóstico: “En todo caso, la idea de privilegiar la magnitud era totalmente equivocada. Importa la calidad, no el tamaño de la muestra –y el tamaño va con frecuencia contra la calidad”. Aclaro a los lectores de Tello que en un ejercicio muestral importan las dos cosas, la calidad y el tamaño de la muestra. Que del tamaño de la muestra depende la magnitud del error de estimación y en consecuencia la precisión de los estimadores resultantes. Que en una contienda muy cerrada, como previmos que sería la del 2 de julio, se busca minimizar el error de estimación y por ello es necesario incrementar el tamaño de la muestra. Nuestra muestra fue de 889 secciones electorales, en las cuales los entrevistadores levantaron 38 mil 618 entrevistas. Si trabajar con una muestra grande es una idea equivocada, le sugiero a Tello que le pregunte al IFE por qué utilizó un tamaño de muestra de 6 mil secciones electorales. Debería Tello instruir a los distinguidos miembros del Comité Técnico Asesor del Conteo Rápido del IFE para que no vuelvan a repetir tal osadía, porque “el tamaño va con frecuencia contra la calidad”.
Para información de los lectores abundo ahora sobre la calidad de nuestro operativo de campo. Covarrubias y Asociados es la única empresa, de todas las que realizaron ejercicios muestrales el 2 de julio, que cuenta con Certificación Internacional ISO 9001-2000. Esto implica que todos nuestros procesos son verificables porque contamos con los documentos que avalan las acciones instrumentadas para la planeación, supervisión y control de nuestro operativo de campo, tales como: contrato con grupo de asesores para reclutamiento de personal de campo, manuales de capacitación de entrevistadores y supervisores, bitácoras de campo, contratos individuales de las más de mil personas que integraron el operativo de campo, registro del simulacro de operación del día anterior a la elección, registro de concordancia sección a sección entre resultados transmitidos para el conteo rápido y resultados publicados por el IF, la totalidad de las boletas originales y los cuestionarios levantados en la encuesta de salida. Ya se ha puesto en tela de juicio la confiabilidad periodística de Carlos Tello cuando afirma, sin demostrar sus fuentes de información y en contra del testimonio de los actores de la escena, que Andrés Manuel López Obrador reconoció que perdió la elección. Ahora yo pongo en duda su seriedad por ponerse a hacer diagnósticos técnicos sin conocer nada del tema, basándose en dichos comunes oídos ya cientos de veces por los encuestadores y sin siquiera allegarse de la documentación que pudiera ayudarle a probar sus aseveraciones. ¿Por qué o para qué hace todo esto?
El autor afirma contundentemente que la discrepancia entre los resultados de nuestra encuesta de salida y conteo rápido se debe a que “hubo probablemente un sesgo de origen en el diseño de la muestra (de la encuesta de salida) y hubo también, seguramente, un descontrol en el levantamiento de campo”. ¿Con qué autoridad técnica un brigadista de las montañas de Nicaragua, marinero en el barco Sonia y jefe de la expedición Yutajé que contactó a los yanomami del río Putaco en el Amazonas, se atreve a hacer tal pronunciamiento? Carlos Tello trata de respaldar la afirmación de que “hubo probablemente un sesgo de origen en el diseño de la muestra” con los comentarios de dos de sus entrevistados, que según el autor uno “es de los encuestadores más serios de México” y otro es sencillamente “alguien que sabe”. “El investigador serio” comenta que los partidos valoran más el dato a su favor que la exactitud de la encuesta, a diferencia de los medios (“El investigador serio” no se ve tan serio si en realidad se imagina que así de ingenuos y torpes son los partidos). “El alguien que sabe” suelta en otra entrevista una frase que dice así: Un encuestador, cuando trabaja con un cliente así, también está cuidando su chamba. De esos dos comentarios Tello concluye sin duda que lo que ocurre es que “el encuestador no quiere descontentar al cliente: selecciona sus muestras con un sesgo a su favor”.
A Tello le pregunto: ¿Son esos los argumentos para afirmar que hubo sesgo muestral de origen? ¿Por qué nunca me pidió revisar mi muestra? ¿Cómo es que sin conocerla ya sabe que está sesgada? ¿No se ha dado cuenta de que la muestra empleada por Covarrubias para la encuesta de salida es la misma que se empleó para el conteo rápido? ¿Cómo es que a nuestro conteo rápido se le quitó el sesgo? A los lectores de Tello les informo que nuestra muestra se puede verificar y está a disposición del IFE como lo marca la normatividad del instituto. Vamos al segundo argumento de descalificación, el de que “hubo seguramente un descontrol en el levantamiento de campo”. Para su sustentar su afirmación Tello empieza diciendo: “Pero lo que más afectó los resultados de la encuesta de salida fue la magnitud de la muestra de Ana Cristina. Su firma tenía más de novecientas personas en campo el 2 de julio, mismas que realizaron cerca de 39 mil entrevistas en todas las secciones” (Le aclaro a Tello que no fue en todas las secciones sino sólo en todas las que conformaban nuestra muestra). El autor continúa señalando: “Para situar las cosas en perspectiva, Parametría hizo 6 mil entrevistas, Ipsos_Bimsa 6 mil 500 y BGC 8 mil”. Cita el autor a otro entrevistado que dice que es “amigo de Ana Cristina”, el cual comenta: Cuando tú pones una muestra de ese tamaño, el ejército que requieres en el campo se puede volver inmanejable... Acrecientas la posibilidad de que se cometan errores. (Le aclaro al “amigo” que en teoría lo que dice puede pasar, pero para evitar que pase existen sistemas de planeación, supervisión y control de operativos de campo).
sobrino de Porfirio Díaz según AMLO.
El autor se desata con sus propias elucubraciones asentando que “en lugar de entrevistar a una de cada tres o cuatro personas, que salen de votar, la gente de campo empieza a entrevistar en hilera –por estar cansada, por tener el tiempo encima, por inexperiencia simple y llana, algo muy común ese día, en que la escasez de encuestadores obligó a las firmas a contratar a gente que no era profesional”. Tello termina su disertación con un contundente diagnóstico: “En todo caso, la idea de privilegiar la magnitud era totalmente equivocada. Importa la calidad, no el tamaño de la muestra –y el tamaño va con frecuencia contra la calidad”. Aclaro a los lectores de Tello que en un ejercicio muestral importan las dos cosas, la calidad y el tamaño de la muestra. Que del tamaño de la muestra depende la magnitud del error de estimación y en consecuencia la precisión de los estimadores resultantes. Que en una contienda muy cerrada, como previmos que sería la del 2 de julio, se busca minimizar el error de estimación y por ello es necesario incrementar el tamaño de la muestra. Nuestra muestra fue de 889 secciones electorales, en las cuales los entrevistadores levantaron 38 mil 618 entrevistas. Si trabajar con una muestra grande es una idea equivocada, le sugiero a Tello que le pregunte al IFE por qué utilizó un tamaño de muestra de 6 mil secciones electorales. Debería Tello instruir a los distinguidos miembros del Comité Técnico Asesor del Conteo Rápido del IFE para que no vuelvan a repetir tal osadía, porque “el tamaño va con frecuencia contra la calidad”.
Para información de los lectores abundo ahora sobre la calidad de nuestro operativo de campo. Covarrubias y Asociados es la única empresa, de todas las que realizaron ejercicios muestrales el 2 de julio, que cuenta con Certificación Internacional ISO 9001-2000. Esto implica que todos nuestros procesos son verificables porque contamos con los documentos que avalan las acciones instrumentadas para la planeación, supervisión y control de nuestro operativo de campo, tales como: contrato con grupo de asesores para reclutamiento de personal de campo, manuales de capacitación de entrevistadores y supervisores, bitácoras de campo, contratos individuales de las más de mil personas que integraron el operativo de campo, registro del simulacro de operación del día anterior a la elección, registro de concordancia sección a sección entre resultados transmitidos para el conteo rápido y resultados publicados por el IF, la totalidad de las boletas originales y los cuestionarios levantados en la encuesta de salida. Ya se ha puesto en tela de juicio la confiabilidad periodística de Carlos Tello cuando afirma, sin demostrar sus fuentes de información y en contra del testimonio de los actores de la escena, que Andrés Manuel López Obrador reconoció que perdió la elección. Ahora yo pongo en duda su seriedad por ponerse a hacer diagnósticos técnicos sin conocer nada del tema, basándose en dichos comunes oídos ya cientos de veces por los encuestadores y sin siquiera allegarse de la documentación que pudiera ayudarle a probar sus aseveraciones. ¿Por qué o para qué hace todo esto?
* La autora es presidenta de la empresa encuestadora Covarrubias y Asociados.
Proceso No. 01582, 18 febrero 2007, pág 28.
La parentela de Porfirio Díaz no sabe que el abuelo murió y otra vez lo van a "matar"José Gil Olmos
Tello, la desconfianza
La confianza del lector es una de las bases con las que debe contar todo escritor o periodista. El caso de Carlos Tello llama la atención porque precisamente la confianza es lo que no tiene, luego de haber publicado dos libros: La Rebelión de las Cañadas y 2 de Julio. Si el lector detecta que el escritor o periodista le ha mentido al escribir sobre un hecho real o en un reportaje, inmediatamente queda invalidado y ninguna campaña publicitaria podrá borrar esta huella de desconfianza. En el caso de Tello las dos obras citadas adolecen precisamente de la confianza, pues en la elaboración de las investigaciones respectivas, ha echado mano de fuentes carentes de credibilidad y de honradez. En 1995, cuando publicó La Rebelión de las Cañadas, Tello utilizó como principal fuente a un delator del EZLN, Salvador Morales Garibay, uno de los fundadores del grupo armado que tuvo diferencias con la comandancia y huyó por un tiempo al norte del país. Tello aseguró que su libro era producto de una investigación de campo; es decir, que había visitado las comunidades donde el EZLN nació y que recibió de los indígenas información directa del origen y los conflictos entre los zapatistas. Los reporteros que cubrimos el conflicto en Chiapas sabemos que esto era falso porque de manera directa fuimos testigos de cómo Tello nunca pudo acceder a esas comunidades, ya que cada vez que intentaba hacerlo era rechazado. Incluso, los propios reporteros nos negamos a que nos acompañara en nuestras incursiones a determinadas zonas de conflicto.
La información de Tello provino de Morales Garibay quien, a fines de 1994, se puso en contacto con el Ejército, al que le proporcionó toda la información del EZLN: fundadores, mandos, lugares, fechas, relaciones, etcétera. Esta fue la fuente de información de Tello y era necesario que el lector supiera esto. El autor estaba obligado a hacerlo, pero nunca lo hizo. Hubo reporteros, escritores, investigadores e intelectuales que lo defendieron, aduciendo que, mientras la información fuera cierta, la fuente no importaba. Nunca cuestionaron una parte fundamental de la publicación; es decir, dejaron de lado que el autor mintió al decir que había corroborado los datos en las propias comunidades y que los indígenas le habían reafirmado las versiones. En aquella ocasión fue evidente que Tello sirvió de instrumento del gobierno de Ernesto Zedillo para contraatacar al movimiento zapatista y a uno de los principales defensores de la causa indígena no armada: el obispo Samuel Ruiz. Las consecuencias de la publicación de Tello fueron terribles para mucha gente inocente, para indígenas que no tuvieron ninguna oportunidad de defenderse en la opinión pública e, incluso, para los integrantes de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, entre ellos el propio Samuel Ruiz, quien sufrió atentados de muerte. Doce años después, Tello vuelve a las andadas. En su afán de escribir la historia reciente y sin importarle la veracidad de los datos ni la confiabilidad de las fuentes, trató de reconstruir lo ocurrido en la elección presidencial del 2 de julio. Como en La Rebelión de las Cañadas, Tello vuelve a ocultar sus fuentes y sólo reconoce que son de tercera mano y que son confiables.
¿Qué clase de historiador con intenciones periodísticas es Tello que se atreve a darle seriedad a una versión de trasmano? Sin embargo, en esta ocasión, los personajes citados en 2 de Julio sí tuvieron oportunidad de responderle al autor y, a contracorriente de la campaña que en Televisa y muchos otros medios había para ensalzar su trabajo, Tello recibió severas correcciones en un punto clave: la confesión de derrota de Andrés Manuel López Obrador la noche del 2 de julio y el inicio de su campaña de desprestigio a la victoria de Felipe Calderón. La reconstrucción histórica que Tello intentó hacer fue desmentida públicamente por Federico Arreola, Héctor Aguilar Camín, José María Pérez Gay quienes, según Tello, habrían acudido a una cena en la que el equipo de López Obrador habría revelado la confesión del tabasqueño: "Perdí". Dicha cena nunca existió y el eje principal de la investigación de Tello -la confesión de López Obrador-, fue desmentida en su totalidad. La confianza en Tello como autor de investigaciones históricas ha quedado en entredicho. Tampoco como periodista se le puede tomar en serio, pues cada vez que presente una investigación saldrá a relucir cómo ocultó sus fuentes de información en sus dos principales obras y también cómo fue desmentido por algunas de sus propias fuentes.
La información de Tello provino de Morales Garibay quien, a fines de 1994, se puso en contacto con el Ejército, al que le proporcionó toda la información del EZLN: fundadores, mandos, lugares, fechas, relaciones, etcétera. Esta fue la fuente de información de Tello y era necesario que el lector supiera esto. El autor estaba obligado a hacerlo, pero nunca lo hizo. Hubo reporteros, escritores, investigadores e intelectuales que lo defendieron, aduciendo que, mientras la información fuera cierta, la fuente no importaba. Nunca cuestionaron una parte fundamental de la publicación; es decir, dejaron de lado que el autor mintió al decir que había corroborado los datos en las propias comunidades y que los indígenas le habían reafirmado las versiones. En aquella ocasión fue evidente que Tello sirvió de instrumento del gobierno de Ernesto Zedillo para contraatacar al movimiento zapatista y a uno de los principales defensores de la causa indígena no armada: el obispo Samuel Ruiz. Las consecuencias de la publicación de Tello fueron terribles para mucha gente inocente, para indígenas que no tuvieron ninguna oportunidad de defenderse en la opinión pública e, incluso, para los integrantes de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, entre ellos el propio Samuel Ruiz, quien sufrió atentados de muerte. Doce años después, Tello vuelve a las andadas. En su afán de escribir la historia reciente y sin importarle la veracidad de los datos ni la confiabilidad de las fuentes, trató de reconstruir lo ocurrido en la elección presidencial del 2 de julio. Como en La Rebelión de las Cañadas, Tello vuelve a ocultar sus fuentes y sólo reconoce que son de tercera mano y que son confiables.
¿Qué clase de historiador con intenciones periodísticas es Tello que se atreve a darle seriedad a una versión de trasmano? Sin embargo, en esta ocasión, los personajes citados en 2 de Julio sí tuvieron oportunidad de responderle al autor y, a contracorriente de la campaña que en Televisa y muchos otros medios había para ensalzar su trabajo, Tello recibió severas correcciones en un punto clave: la confesión de derrota de Andrés Manuel López Obrador la noche del 2 de julio y el inicio de su campaña de desprestigio a la victoria de Felipe Calderón. La reconstrucción histórica que Tello intentó hacer fue desmentida públicamente por Federico Arreola, Héctor Aguilar Camín, José María Pérez Gay quienes, según Tello, habrían acudido a una cena en la que el equipo de López Obrador habría revelado la confesión del tabasqueño: "Perdí". Dicha cena nunca existió y el eje principal de la investigación de Tello -la confesión de López Obrador-, fue desmentida en su totalidad. La confianza en Tello como autor de investigaciones históricas ha quedado en entredicho. Tampoco como periodista se le puede tomar en serio, pues cada vez que presente una investigación saldrá a relucir cómo ocultó sus fuentes de información en sus dos principales obras y también cómo fue desmentido por algunas de sus propias fuentes.
Kikka Roja
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