Los lectores se han encargado de ratificar, cuando ha sido el caso, el fallo del jurado, reconociendo la singularidad y solidez de los libros premiados y, así, en estas cuatro décadas, han señalado ciertos títulos para ubicarlos entre lo mejor de la poesía que se ha producido en México. Por ejemplo, Espejo humeante (1968), de Juan Bañuelos; No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), de José Emilio Pacheco; La zorra enferma (1974), de Eduardo Lizalde; Cuando el placer termine (1976), de Hugo Gutiérrez Vega; El ser que va a morir (1981), de Coral Bracho; Mar de fondo (1982), de Francisco Hernández; Música solar (1984), de Efraín Bartolomé; El diván de Ántar (1989), de Elsa Cross; El cardo en la voz (1990), de Jorge Esquinca, y otros más que, con la prueba del tiempo, persistirán en abrirse camino en el gusto y la predilección de los lectores de poesía. Los treinta y nueve galardonados por concurso y el poeta reconocido por su trayectoria (Elías Nandino, en 1979) componen un panorama lírico de diversos estilos y registros poéticos; también de diferentes concepciones sobre lo que debe ser la poesía. Cada uno de los ganadores del Premio ha confiado en su personal búsqueda de comunicación con los lectores, y ha apostado a ella su permanencia.
Víctor Sandoval, poeta y promotor cultural que creó el Premio de Poesía Aguascalientes en 1968 y que lo ha mantenido a lo largo de estas cuatro décadas, ha dicho: “Creo que un repaso a los nombres y títulos del Premio es un elocuente testimonio de su importancia en el quehacer poético de México. [...] Cada libro en su momento de publicación y su posterior andadura ha despertado la discusión, la crítica o el elogio, pero no ha dejado indiferentes a los lectores. Cierto que algunos libros premiados han alcanzado mayor vuelo que otros y han señalado nuevos rumbos a la poesía y se han convertido en referencias obligadas en la producción de sus autores.” El Premio de Poesía Aguascalientes abarcó una parte fundamental de la historia literaria del siglo XX mexicano y ha llegado a la primera década del siglo XXI revalorando su propósito de incentivar la creación poética en nuestro país.
La presente selección es una mínima muestra de estos cuarenta años de poesía. MÁS MUCHOS MÁS aquí
Un muchacho que puede amar (dos fragmentos)
Alejandro Aura (1944)
1
Huele a muchacha el aire de mediodía,
huele a muchacha natural,
y está tan cargado de olor a muchacha
el aire de mediodía
que estoy a punto de gritar
que el aire de mediodía huele a muchacha.
2
Me he puesto mi traje nuevo y he limpiado mis
zapatos;
en el claro día relucen mis cabellos limpios
y el viento suave que danza por los corredores
de las calles
da a mis manos un dibujo perfecto;
siento que la gente que pasa me mira con
agrado,
huelo a fresca lavanda
y doy los pasos al ritmo que el corazón me
marca:
soy un muchacho que puede amar.
Premio de Poesía Aguascalientes 1973]
Kikka Roja
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