■ Pemex: las mujeres por delante en las protestas
■ Hacia nuestra segunda expropiación petrolera
■ Mañana, asamblea en el Hemiciclo
Una pareja porta sombreros con la palabra Pemex, durante la concentración en defensa del petróleo, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, el pasado 18 de marzo en el Zócalo capitalino Una pareja porta sombreros con la palabra Pemex, durante la concentración en defensa del petróleo, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, el pasado 18 de marzo en el Zócalo capitalino Foto: José Carlo González
Miles de personas llegaron, el pasado martes 18 de marzo, a las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) en el puerto tabasqueño de Dos Bocas, para repudiar la presencia de Felipe Calderón, pero una impresionante valla de cascos, toletes y escudos de la Policía Federal Preventiva, apoyada por vehículos del Ejército Mexicano, les cerró los caminos. Aunque era una muchedumbre serena, resuelta y alegre –que se manifestó de manera pacífica, de acuerdo con las más elementales normas de convivencia democrática–, en términos informativos no existió prácticamente para nadie.
Eran grupos de hombres y mujeres con banderas y pancartas que apoyan la causa de Andrés Manuel López Obrador, pero se volvieron invisibles para el resto del país. Sin embargo, como ya no hay censura que valga, ustedes pueden enterarse de lo que hicieron esa mañana escribiendo en el buscador de YouTube la frase: “no tenemos miedo tabasco”, nombre del testimonio fílmico realizado por Luis Guillermo Pérez Suárez, sobre una pista musical de Liliana Felipe, llamada, a su vez, Nos tienen miedo porque no tenemos miedo, que va a convertirse, quizás, en el himno de la resistencia civil pacífica durante las jornadas de lucha que se avecinan.
Pero así como la movilización de los tabasqueños en la Chontalpa fue borrada de la realidad por quienes deciden qué podemos saber y qué no, el compromiso que decenas de miles de mujeres contrajeron ese mismo 18 de marzo en el Zócalo capitalino, en presencia de López Obrador, corrió idéntica suerte: fue ocultado. Abuelas, estudiantes, amas de casa, profesionistas, jovencitas, adultas mayores, solteras, casadas, lesbianas, obreras, habitantes de los barrios más pobres, chilangas o venidas del interior del país; decenas de miles de mujeres –hay que repetirlo tal cual–, decenas de miles, se comprometieron a colocarse al frente de las multitudes que saldrán a las calles para oponerse a la privatización de Pemex.
Al adoptar esta modalidad, el movimiento de López Obrador refrenda una vieja tradición de lucha, que en su momento llevaron a la práctica las comunidades indígenas de Chiapas, cuando tras la matanza de Acteal, en diciembre de 1997, sufrieron el feroz embate represivo que desató contra ellas el entonces flamante secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, hoy entusiasta promotor de la devolución de nuestros hidrocarburos a las compañías petroleras de siempre.
Setenta años después de la expropiación del petróleo, y a un costado del Palacio Nacional donde el general Lázaro Cárdenas leyó su histórico mensaje la noche del 18 de marzo de 1938 –durante una emisión radial que en México a nadie se le ocurrió grabar, pero que un señor que la escuchaba por onda corta registró en una cinta magnetofónica desde Londres, gracias a la que hoy podemos oírla en YouTube (sólo escriban “spot pemex” y búsquenla)—, el mismo pueblo que en aquella época se desprendió de sus ahorros, sus animales y sus objetos de valor para ayudar al gobierno a indemnizar a las empresas extranjeras, hoy vuelve a formar filas para defender lo que sabe y siente legítimamente suyo. Como que lo pagó con sus propios recursos.
Esa idea nadie se la va a quitar de la cabeza a la gente, y mucho menos, el ridículo espot del tesorito. El petróleo es nuestro: con esa convicción hemos vivido desde que tenemos uso de la memoria histórica… aunque no sea del todo cierta, pero puede volver a serlo. En un artículo que nadie debe dejar de leer –y que La Jornada publicó el pasado martes en un suplemento especial sobre el 18 de marzo, disponible en la página web de este diario, en la edición del día 19 del mismo mes–, Alfredo Jalife-Rahme demuestra que “las empresas petroleras nacionales poseen ya 90 por ciento de las reservas mundiales de hidrocarburos”.
Rusia empezó a salir del hoyo en que la habían hundido las borracheras proyanquis de Yeltsin cuando Putin rompió con los “socios” privados de la empresa estatal Gazprom, que hoy detenta las mayores reservas de gas natural del mundo, valuadas en más de 500 mil millones de dólares. Otro tanto puede decirse de Aramco, la empresa estatal de Arabia Saudita. Pero procesos similares se han verificado en América Latina, donde tras la expropiación petrolera de 1976, decretada por Carlos Andrés Pérez en Venezuela, los intereses estadunidenses en aquel país influyeron para que la empresa estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA) se convirtiera en una entidad “autónoma” del gobierno, con el fin de que éste no la pudiera administrar.
Pero eso se acabó cuando Hugo Chávez ganó las elecciones en 1999 e impuso una serie de reglas para que las inmensas utilidades de PDVSA dejaran de engordar a un puñado de millonarios y financiaran proyectos estratégicos en beneficio de las mayorías, proceso que en el citado suplemento de La Jornada relata Roberto González Amador, quien también explica cómo la petrolera estatal brasileña, Petrobras, trata de zafarse de los intereses privados que le chupan 40 por ciento de sus ingresos.
México necesita iniciar una segunda expropiación petrolera, actuando bajo los ejemplos de Rusia, Arabia Saudita y Venezuela, para meter en cintura a las compañías extranjeras que por concesiones ilegales que obtuvieron de los gobiernos de Zedillo y de Fox, y que Calderón está más que dispuesto a ampliarles, exploran, explotan, contaminan y despilfarran nuestras reservas de crudo y gas en el Golfo de México y en la frontera norte.
“Nuestros neoliberales yeltsinianos –escribe Jalife– van en contra de la tendencia mundial”, que apunta a la desprivatización de las empresas petroleras estatales. Y abunda: las grandes trasnacionales alineadas con el eje Estados Unidos-Gran Bretaña, como BP, Shell y ExxonMobil, controlan ya sólo 10 por ciento de las reservas mundiales de hidrocarburos, mientras en 1978 su dominio se extendía sobre 70 por ciento de las mismas. Resulta obvio entonces cuál es el servicio que Washington y Londres esperan de la “reforma energética” de Calderón, y a qué vamos a atenernos en el marco de la batalla por la defensa de Pemex, que en los hechos ya está en curso.
Por lo pronto, mañana a partir de las 11 de la mañana, en el Hemiciclo a Juárez, habrá una asamblea de Resistencia Creativa, dirigida por Jesusa Rodríguez, para hablar de la forma en que se organizarán las vanguardias de las mujeres en las protestas públicas desde el momento en que la iniciativa privatizadora de Pemex llegue al Congreso de la Unión, quizá, el martes próximo. ( Para comunicarse con esta columna: jamastu@gmail.com )
Eran grupos de hombres y mujeres con banderas y pancartas que apoyan la causa de Andrés Manuel López Obrador, pero se volvieron invisibles para el resto del país. Sin embargo, como ya no hay censura que valga, ustedes pueden enterarse de lo que hicieron esa mañana escribiendo en el buscador de YouTube la frase: “no tenemos miedo tabasco”, nombre del testimonio fílmico realizado por Luis Guillermo Pérez Suárez, sobre una pista musical de Liliana Felipe, llamada, a su vez, Nos tienen miedo porque no tenemos miedo, que va a convertirse, quizás, en el himno de la resistencia civil pacífica durante las jornadas de lucha que se avecinan.
Pero así como la movilización de los tabasqueños en la Chontalpa fue borrada de la realidad por quienes deciden qué podemos saber y qué no, el compromiso que decenas de miles de mujeres contrajeron ese mismo 18 de marzo en el Zócalo capitalino, en presencia de López Obrador, corrió idéntica suerte: fue ocultado. Abuelas, estudiantes, amas de casa, profesionistas, jovencitas, adultas mayores, solteras, casadas, lesbianas, obreras, habitantes de los barrios más pobres, chilangas o venidas del interior del país; decenas de miles de mujeres –hay que repetirlo tal cual–, decenas de miles, se comprometieron a colocarse al frente de las multitudes que saldrán a las calles para oponerse a la privatización de Pemex.
Al adoptar esta modalidad, el movimiento de López Obrador refrenda una vieja tradición de lucha, que en su momento llevaron a la práctica las comunidades indígenas de Chiapas, cuando tras la matanza de Acteal, en diciembre de 1997, sufrieron el feroz embate represivo que desató contra ellas el entonces flamante secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, hoy entusiasta promotor de la devolución de nuestros hidrocarburos a las compañías petroleras de siempre.
Setenta años después de la expropiación del petróleo, y a un costado del Palacio Nacional donde el general Lázaro Cárdenas leyó su histórico mensaje la noche del 18 de marzo de 1938 –durante una emisión radial que en México a nadie se le ocurrió grabar, pero que un señor que la escuchaba por onda corta registró en una cinta magnetofónica desde Londres, gracias a la que hoy podemos oírla en YouTube (sólo escriban “spot pemex” y búsquenla)—, el mismo pueblo que en aquella época se desprendió de sus ahorros, sus animales y sus objetos de valor para ayudar al gobierno a indemnizar a las empresas extranjeras, hoy vuelve a formar filas para defender lo que sabe y siente legítimamente suyo. Como que lo pagó con sus propios recursos.
Esa idea nadie se la va a quitar de la cabeza a la gente, y mucho menos, el ridículo espot del tesorito. El petróleo es nuestro: con esa convicción hemos vivido desde que tenemos uso de la memoria histórica… aunque no sea del todo cierta, pero puede volver a serlo. En un artículo que nadie debe dejar de leer –y que La Jornada publicó el pasado martes en un suplemento especial sobre el 18 de marzo, disponible en la página web de este diario, en la edición del día 19 del mismo mes–, Alfredo Jalife-Rahme demuestra que “las empresas petroleras nacionales poseen ya 90 por ciento de las reservas mundiales de hidrocarburos”.
Rusia empezó a salir del hoyo en que la habían hundido las borracheras proyanquis de Yeltsin cuando Putin rompió con los “socios” privados de la empresa estatal Gazprom, que hoy detenta las mayores reservas de gas natural del mundo, valuadas en más de 500 mil millones de dólares. Otro tanto puede decirse de Aramco, la empresa estatal de Arabia Saudita. Pero procesos similares se han verificado en América Latina, donde tras la expropiación petrolera de 1976, decretada por Carlos Andrés Pérez en Venezuela, los intereses estadunidenses en aquel país influyeron para que la empresa estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA) se convirtiera en una entidad “autónoma” del gobierno, con el fin de que éste no la pudiera administrar.
Pero eso se acabó cuando Hugo Chávez ganó las elecciones en 1999 e impuso una serie de reglas para que las inmensas utilidades de PDVSA dejaran de engordar a un puñado de millonarios y financiaran proyectos estratégicos en beneficio de las mayorías, proceso que en el citado suplemento de La Jornada relata Roberto González Amador, quien también explica cómo la petrolera estatal brasileña, Petrobras, trata de zafarse de los intereses privados que le chupan 40 por ciento de sus ingresos.
México necesita iniciar una segunda expropiación petrolera, actuando bajo los ejemplos de Rusia, Arabia Saudita y Venezuela, para meter en cintura a las compañías extranjeras que por concesiones ilegales que obtuvieron de los gobiernos de Zedillo y de Fox, y que Calderón está más que dispuesto a ampliarles, exploran, explotan, contaminan y despilfarran nuestras reservas de crudo y gas en el Golfo de México y en la frontera norte.
“Nuestros neoliberales yeltsinianos –escribe Jalife– van en contra de la tendencia mundial”, que apunta a la desprivatización de las empresas petroleras estatales. Y abunda: las grandes trasnacionales alineadas con el eje Estados Unidos-Gran Bretaña, como BP, Shell y ExxonMobil, controlan ya sólo 10 por ciento de las reservas mundiales de hidrocarburos, mientras en 1978 su dominio se extendía sobre 70 por ciento de las mismas. Resulta obvio entonces cuál es el servicio que Washington y Londres esperan de la “reforma energética” de Calderón, y a qué vamos a atenernos en el marco de la batalla por la defensa de Pemex, que en los hechos ya está en curso.
Por lo pronto, mañana a partir de las 11 de la mañana, en el Hemiciclo a Juárez, habrá una asamblea de Resistencia Creativa, dirigida por Jesusa Rodríguez, para hablar de la forma en que se organizarán las vanguardias de las mujeres en las protestas públicas desde el momento en que la iniciativa privatizadora de Pemex llegue al Congreso de la Unión, quizá, el martes próximo. ( Para comunicarse con esta columna: jamastu@gmail.com )
Kikka Roja
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentarios. HOLA! deja tu mensaje ...