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viernes, 21 de noviembre de 2008

Informar en México: Carmen Aristegui Flores

Informar en México
Carmen Aristegui F.
21 Nov. 08
¿Por qué atacaron con granadas las instalaciones del periódico El Debate de Culiacán? ¿Qué fue lo que publicaron? Pregunté, esta semana, al dueño de otro importante diario del norte del país. "Pues, nada. No publicó nada... ya nadie de nosotros está informando nada desde hace tiempo... no entendemos qué pasó... los agredieron sin motivo aparente... ellos tampoco lo entienden... no hubo amenazas ni explicación". ¿Por qué los atacan, entonces? "Tal vez para 'calentar' la plaza". Así, sin más. Sin amenazas. Sin explicación. Sin "motivo". Julio Hernández López de La Jornada lo dice a su manera: "La mira está puesta en el periodismo". Se refiere al verdadero tema tabú para el México de hoy, el narcotráfico. Es un hecho que muchos han dejado de informar. Es un tema de sobrevivencia. Hace pocos años, cuando fue desaparecido el joven reportero Alfredo Jiménez Mota, el director de El Imparcial de Sonora anunció, con todas sus letras, la decisión institucional del periódico para dejar de informar sobre narcotráfico y delincuencia organizada. No hay garantía para nuestro trabajo, recuerdo que dijo consternado. Ellos lo dijeron de frente, otros simplemente han declinado. Periódicos y periodistas deciden, en conciencia, la autocensura. Hay que decirlo, aquí también opera el subconsciente. La sociedad mexicana no puede exigir héroes del periodismo. Los periodistas que han dejado de informar apelan a un legítimo sentido de sobrevivencia y no hay quien pueda reclamarles. Es el Estado quien tiene competencias y obligaciones para garantizar nuestras vidas. Es la sociedad entera la que debe exigirle seguridad y justicia.

El diálogo, líneas arriba, sostenido horas después de que este lunes se arrojaran las granadas en contra de El Debate muestra, con claridad, uno de los efectos más graves que en contra de la sociedad ha traído la espiral de violencia, enfrentamiento y amenaza que se viven en franjas enteras del territorio nacional. Los periódicos no pueden informar como se debe. Los periodistas están amenazados. La prensa libre no puede existir a plenitud en un contexto como éste. Algunas cifras disponibles señalan que, en los últimos años, han sido asesinados 44 periodistas en México. Por lo menos la mitad a manos del crimen organizado. El narcotráfico, sus protectores, las autoridades coludidas, los extorsionadores, los menudistas están también ganando esa batalla. Ellos han diseñado su propio sistema de comunicación social a través de siniestras narcomantas, colocadas en lugares públicos, en decenas de ciudades del país. Desde ahí cruzan acusaciones. Se señalan, con nombre y apellido, tanto a adversarios como a funcionarios a quienes acusan de protectores del rival. La ciudadanía -victimizada de mil maneras- no puede validar lo que ahí se dice pero tampoco puede desviar a otro lado la mirada.

Cuando los periodistas no pueden hacer su trabajo e informar a la sociedad, los periodistas pierden, pero pierde más la sociedad. Quedan dañados derechos fundamentales que hacen que una sociedad funcione o viva paralizada. Una prensa silenciada es el peor síntoma del dominio criminal. Periodistas asesinados, amenazados o perseguidos son el peor retrato de un país que se pudre en la impunidad.

Hace unos días, en Ciudad Juárez, el periodista José Armando Rodríguez Carreón de El Diario de Juárez fue acribillado cuando estaba a punto de llevar a sus hijas al colegio. En el funeral de Armando, el director de un periódico en línea conocido como La Polaka, Jorge Luis Aguirre, recibió un mensaje en su teléfono móvil: "Tú serás el próximo". De inmediato decidió irse, junto con su familia, a Estados Unidos. Emuló a otros colegas que han decidido el autoexilio. En el caso del asesinato de Rodríguez Carreón -atraído por la fiscalía especial de la PGR, de tan pobres resultados-, muchas organizaciones y personas se han manifestado repudiando los hechos y mostrando el aprecio social sobre este periodista y su trabajo.

En Ciudad Juárez han sido asesinadas más de mil 300 personas sólo en este año. El periodista es uno de ellos. Pierde la vida una persona y los juarenses su derecho a estar informados. Traspasar la frontera de los boletines de prensa y la información oficial es entrar a un terreno minado. Hoy, el Estado se muestra insuficiente para garantizar vida, seguridad y protección a los que están para informar a México. Se ha llegado al punto de que organizaciones como Reporteros sin Fronteras han pedido la intervención "humanitaria" de la comunidad internacional para acoger a los periodistas que optan por el exilio. Frente a la tragedia se han abierto también espacios de comunicación entre periodistas. En uno de ellos, por internet, el colega Roberto Rock planteaba -no sin razón- sus preocupaciones a raíz del asesinato de Rodríguez Carreón: "Lo único más impresionante que el creciente número de periodistas asesinados es el clima de apatía en el gremio mexicano ante este problema, a cuya sombra hay un fenómeno generalizado de autocensura. ¿Qué hacer?", lanzó el periodista, en un claro sentido de urgencia que merece ser respondido.


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