Cuando Barack Obama votó en contra de la autorización de fondos para la guerra de Irak, nadie en el Capitolio ni fuera de éste pudo adivinar que el senador por Illinois iba a llegar a ser presidente de los Estados Unidos.
Obama no será un presidente negro, como insisten en afirmar los medios de comunicación. El político de Chicago es esto, un político estadunidense, pues nunca fue un activista del movimiento afroamericano ni está vinculado a esa cultura. Obama es un hombre sagaz y seguro de sí mismo que se opuso desde un principio a una aventura bélica. Cuando la mayoría de los estadunidenses se dio cuenta de lo absurdo de la guerra de Irak, el senador opositor se convirtió en una figura política de primera línea. Quienes apoyaron la aventura tuvieron que pagar el costo, incluyendo los Clinton.
Mas Obama es también el líder de los que no se enredan todo el tiempo en Washington. Como él lo dijo, su candidatura no surgió de los pasillos del Capitolio. Él es otra clase de persona. Es de las que tienen hoy la palabra más fuerte en la política estadunidense. Otros, Hillary Clinton incluida, no merecen mucha confianza.
Este es el cambio, aunque las elites van a tratar de meter a Obama a su carril y sujetarlo a los intereses políticos tradicionales. De seguro que lo lograrán, pues un presidente nada puede hacer sin el Congreso y éste seguirá siendo más o menos como siempre.
La guerra sucia que encabezó la derecha estadunidense contra Obama fracasó pero sólo gracias al enorme poder económico del candidato del Partido Demócrata, quien rehusó el financiamiento público para poder gastar mucho más. Así lo hizo y venció, gracias, en buena medida, al apoyo de millones de aportantes. También le ayudó mucho a ese propósito la escandalosa crisis financiera que rubricó el más completo fracaso de George W. Bush.
El ser negro le benefició a Obama en tanto que el electorado afroamericano se volcó en su favor, pero también le restó votos de quienes no pueden votar más que por un blanco o blanca. Los candidatos demócratas blancos vencedores en la elección de Congreso obtuvieron más votos que Obama.
La diferencia entre uno y otro candidato no fue tan grande como algunos suponen al hacer sólo la cuenta de los grandes electores. El voto popular se encuentra dividido casi por mitades, tal como ha sido casi siempre, pero ahora hubo muchos más sufragantes y la mayoría de los nuevos inscritos favoreció a Obama, quien contó con un ejército de promotores en todo el país.
Detrás de Obama existe un movimiento ciudadano de gran magnitud y calado político. Eso es lo que el candidato victorioso representa, antes que cualquier otra cosa. No habrá un keniano en la Casa Blanca sino un nuevo líder político de los Estados Unidos. Su tarea tendría que centrarse en promover una nueva lista de asuntos principales, tal como lo exige ese movimiento entusiasta que le ha apoyado. Ojalá cumpla al menos con no tratar de engañar a la gente y también con la promesa de cambiar el papel de Estados Unidos en la política mundial.
pgomez@milenio.comObama no será un presidente negro, como insisten en afirmar los medios de comunicación. El político de Chicago es esto, un político estadunidense, pues nunca fue un activista del movimiento afroamericano ni está vinculado a esa cultura. Obama es un hombre sagaz y seguro de sí mismo que se opuso desde un principio a una aventura bélica. Cuando la mayoría de los estadunidenses se dio cuenta de lo absurdo de la guerra de Irak, el senador opositor se convirtió en una figura política de primera línea. Quienes apoyaron la aventura tuvieron que pagar el costo, incluyendo los Clinton.
Mas Obama es también el líder de los que no se enredan todo el tiempo en Washington. Como él lo dijo, su candidatura no surgió de los pasillos del Capitolio. Él es otra clase de persona. Es de las que tienen hoy la palabra más fuerte en la política estadunidense. Otros, Hillary Clinton incluida, no merecen mucha confianza.
Este es el cambio, aunque las elites van a tratar de meter a Obama a su carril y sujetarlo a los intereses políticos tradicionales. De seguro que lo lograrán, pues un presidente nada puede hacer sin el Congreso y éste seguirá siendo más o menos como siempre.
La guerra sucia que encabezó la derecha estadunidense contra Obama fracasó pero sólo gracias al enorme poder económico del candidato del Partido Demócrata, quien rehusó el financiamiento público para poder gastar mucho más. Así lo hizo y venció, gracias, en buena medida, al apoyo de millones de aportantes. También le ayudó mucho a ese propósito la escandalosa crisis financiera que rubricó el más completo fracaso de George W. Bush.
El ser negro le benefició a Obama en tanto que el electorado afroamericano se volcó en su favor, pero también le restó votos de quienes no pueden votar más que por un blanco o blanca. Los candidatos demócratas blancos vencedores en la elección de Congreso obtuvieron más votos que Obama.
La diferencia entre uno y otro candidato no fue tan grande como algunos suponen al hacer sólo la cuenta de los grandes electores. El voto popular se encuentra dividido casi por mitades, tal como ha sido casi siempre, pero ahora hubo muchos más sufragantes y la mayoría de los nuevos inscritos favoreció a Obama, quien contó con un ejército de promotores en todo el país.
Detrás de Obama existe un movimiento ciudadano de gran magnitud y calado político. Eso es lo que el candidato victorioso representa, antes que cualquier otra cosa. No habrá un keniano en la Casa Blanca sino un nuevo líder político de los Estados Unidos. Su tarea tendría que centrarse en promover una nueva lista de asuntos principales, tal como lo exige ese movimiento entusiasta que le ha apoyado. Ojalá cumpla al menos con no tratar de engañar a la gente y también con la promesa de cambiar el papel de Estados Unidos en la política mundial.
Kikka Roja
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