JENARO VILLAMIL
MÉXICO, DF, 8 de septiembre (apro).- Hay una nueva generación de políticos que confunden los asuntos públicos con negocios para la farándula. Piensan que gobernar es sinónimo de entretener o evadir las responsabilidades frente a los compromisos no cumplidos, les gusta la pantalla televisiva como un reflejo narcisista de su ego, pero también como una extensión de la opacidad en los gastos del erario.
No les importa pagar, con dinero público, para mentir o para maquillar ya no sólo su apariencia con fotoshop,sino su actividad política con 'infomerciales'.
El discurso para esta nueva generación de políticos es sustituido por el teleprompter, las entrevistas que conceden son tan cómodas que no dan paso a la crítica o al debate. Más que electores, quieren fans y confunden a los ciudadanos con índices de rating.
Ellos representan a la generación de los políticos karaoke. Como en el mecanismo de los canta-bares, prometen o afirman lo que quieren según la tonada que les pongan sus asesores, mercadólogos, encuestólogos y hasta cosmetólogos.
Se sienten la versión original, pero son un juego de apariencias y de espejos. Confunden la juventud con la frivolidad y se sienten modernos por su apariencia, no por su congruencia.
A los políticos karaoke les preocupa que la crítica desafine sus aspiraciones y ambiciones; sin embargo, su actitud no es tan inofensiva como el juego de los canta-bares.
Su ineficiencia cuesta mucho. Su egocentrismo ocupa una parte sustancial de los presupuestos y sus equipos no están formados para servir o comprometerse con el bien público, sino para negociar jugosos negocios privados que derivan del "canto" del jefe.
Los políticos karaoke creen que un discurso es una sucesión de lugares comunes y que los informes de gobierno son meros pretextos para un espectáculo de culto a la personalidad.
Pronuncian frases tronantes como que México debe convertirse en una potencia económica mundial (al estilo de Enrique Peña Nieto) o que ya es hora de un cambio drástico (al estilo Felipe Calderón Hinojosa) o que respetarán a las mujeres porque son "entes pensantes" (al estilo del nuevo coordinador legislativo del Partido Verde Ecologista de México) o que en nuestro país "no están dadas las condiciones para un estallido social" (como afirmó el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont).
Algunos hasta reclaman que ellos son propietarios de las estructuras gubernamentales (al estilo de Rafael Acosta o Juanito).
Sin embargo, ninguno de estos políticos 'problematiza' o ejercita la mínima autocrítica. Los problemas siempre vienen de fuera y el debate con los ciudadanos se acaba en las encuestas. La congruencia no es su fuerte y siempre tendrán una nueva tonada para distraer al respetable.
¿Qué sucederá con los políticos karaoke? Por ahora, han convertido a la política en un mal reality show y amenazan con transformar las contiendas electorales en un performance mal producido por los asesores telegénicos.
Durante los próximos tres años de gobierno, en los cuales se agudizarán las ambiciones sucesorias, veremos nuevos políticos karaoke.
No les importa pagar, con dinero público, para mentir o para maquillar ya no sólo su apariencia con fotoshop,sino su actividad política con 'infomerciales'.
El discurso para esta nueva generación de políticos es sustituido por el teleprompter, las entrevistas que conceden son tan cómodas que no dan paso a la crítica o al debate. Más que electores, quieren fans y confunden a los ciudadanos con índices de rating.
Ellos representan a la generación de los políticos karaoke. Como en el mecanismo de los canta-bares, prometen o afirman lo que quieren según la tonada que les pongan sus asesores, mercadólogos, encuestólogos y hasta cosmetólogos.
Se sienten la versión original, pero son un juego de apariencias y de espejos. Confunden la juventud con la frivolidad y se sienten modernos por su apariencia, no por su congruencia.
A los políticos karaoke les preocupa que la crítica desafine sus aspiraciones y ambiciones; sin embargo, su actitud no es tan inofensiva como el juego de los canta-bares.
Su ineficiencia cuesta mucho. Su egocentrismo ocupa una parte sustancial de los presupuestos y sus equipos no están formados para servir o comprometerse con el bien público, sino para negociar jugosos negocios privados que derivan del "canto" del jefe.
Los políticos karaoke creen que un discurso es una sucesión de lugares comunes y que los informes de gobierno son meros pretextos para un espectáculo de culto a la personalidad.
Pronuncian frases tronantes como que México debe convertirse en una potencia económica mundial (al estilo de Enrique Peña Nieto) o que ya es hora de un cambio drástico (al estilo Felipe Calderón Hinojosa) o que respetarán a las mujeres porque son "entes pensantes" (al estilo del nuevo coordinador legislativo del Partido Verde Ecologista de México) o que en nuestro país "no están dadas las condiciones para un estallido social" (como afirmó el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont).
Algunos hasta reclaman que ellos son propietarios de las estructuras gubernamentales (al estilo de Rafael Acosta o Juanito).
Sin embargo, ninguno de estos políticos 'problematiza' o ejercita la mínima autocrítica. Los problemas siempre vienen de fuera y el debate con los ciudadanos se acaba en las encuestas. La congruencia no es su fuerte y siempre tendrán una nueva tonada para distraer al respetable.
¿Qué sucederá con los políticos karaoke? Por ahora, han convertido a la política en un mal reality show y amenazan con transformar las contiendas electorales en un performance mal producido por los asesores telegénicos.
Durante los próximos tres años de gobierno, en los cuales se agudizarán las ambiciones sucesorias, veremos nuevos políticos karaoke.
Comentarios: jenarovi@yahoo.com.mx
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