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miércoles, 16 de mayo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

La rebelión

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

Es innecesario abundar sobre la dominación impuesta por los medios electrónicos a la clase política. Resulta pertinente abundar sobre la rebelión contra la imposición de las televisoras. Es una insubordinación que incluye actores cuyo desplante parecía impensable hace algunas semanas.

El ministro Sergio Aguirre Anguiano sorprendió con el proyecto de sentencia, y la Suprema Corte con la forma en que están manejando la explosiva Ley Televisa. Es un ejercicio de independencia que tiene de trasfondo el fortalecimiento del Poder Judicial cuyo presupuesto aumentó en seis años en un 146 por ciento mientras que el de otro peso pesado, la secretaría de la Defensa Nacional, sólo creció en el mismo periodo en un 25 por ciento. La fortaleza financiera apuntala la autonomía frente a los otros poderes, formales e informales y lo imbuye de una sensación de orgullo y fuerza. Durante décadas la Suprema Corte vivió encerrada en sí misma. Al igual que las Fuerzas Armadas fueron saliendo del aislamiento e interactuando con un país en mutación. Destacaría tres consecuencias: su creciente transparencia; su preocupación por la forma en que los juzga el Tribunal de la opinión pública —después de todo, se juegan su lugar en la historia— y la comprensión de que su papel trasciende lo jurídico y tiene un impacto enorme en la sociedad. En 2006 Televisa y TV Azteca aprovecharon el contexto electoral para imponer una Ley a su conveniencia. Lo hicieron sin aceptar modificación alguna y fue tanta su rigidez y arrogancia que lastimaron la dignidad y orgullo de un buen número de políticos. La reacción tardó en gestarse porque en la vida pública provoca escalofríos el veto de la pantalla y el micrófono. Pero la imposición fue tan grosera y el maltrato al país tan evidente que 47 de ellos suscribieron una controversia constitucional que, según diversas fuentes jurídicas, tiene un excelente sustento jurídico, lo que tiene su importancia porque en las cortes el detalle es soberano.

La Ley Televisa también excluyó y menospreció a los medios públicos, a las radios comunitarias y a empresarios interesados en invertir en las comunicaciones. Existen medios impresos dispuestos a invertir en esa esfera siempre y cuando se modifiquen las reglas. En parte por ello se resquebrajó el control sobre la noticia y puntos de vista contrarios a la Ley han aparecido constantemente en la prensa escrita creándose, por cierto, una clara asimetría entre la letra impresa y la voz e imagen. La actitud del Gobierno Federal también se modificó en 2007. Vicente y Marta se desvivieron por ayudar a las televisoras. Felipe Calderón ha sido más cuidadoso y hay indicios de que favorecería mayores contenciones al excesivo poder acumulado por las televisoras. El indicador más claro de esta actitud estaría en la disputa por la integración de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), una de las dependencias encargadas de supervisar medios. El senado anterior rechazó, sin dar razones, la propuesta que hizo el ejecutivo de Rafael Del Villar Aldrich y Gonzalo Martínez Pous, quienes reaccionaron al veto amparándose ante la justicia federal. Lo peculiar del caso es que sostuvieron la demanda aun después de ser nombrados subsecretario (Del Villar) y titular de la Unidad de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (Martínez Pous). Como queriendo subrayar la opinión del ejecutivo el titular de la SCT, Luis Téllez, declaró al Financial Times que la Cofetel había sido capturada por las empresas que debía regular.

Para los propietarios de los medios electrónicos ya era inquietante que una Presidencia tan decidida a controlar a sus funcionarios permitiera que dos de ellos persistieran en una demanda que los afecta. El asunto se ha hecho crítico a raíz de que un juez federal dio la razón a ambos funcionarios lo que provocará una reestructuración de la Cofetel. Aun cuando Calderón ceda en ese punto ya tiene una carta de negociación con las televisoras. Cuando la Suprema Corte empezó a posicionarse frente a la Ley Televisa era bastante obvia la fragmentación del poder y la rebelión frente a televisoras que, desde una perspectiva jurídica, representan intereses particulares en un caso en el que se juega el interés nacional. Para “blindarse” recurrieron a la transparencia que coloca a las televisoras frente a un difícil dilema: si desencadenan el linchamiento mediático denunciando, por ejemplo, los excesivos salarios del Poder Judicial pueden provocar la unidad de los ministros en un gremio conocido por su “espíritu de cuerpo”; si se van con cautela y simplemente informan puede interpretarse como señal de debilidad lo que extendería la rebelión. Falta una semana (aproximadamente) para que conozcamos el desenlace de una batalla que debe analizarse día con día. De entrada, el Poder Judicial ya dio una cátedra de pulcritud republicana al Legislativo y Ejecutivo. Es notable el contraste entre la disposición judicial a la transparencia con la sumisión, entreguismo y opacidad del legislativo que aprobó la Ley Televisa y del Ejecutivo que se apresuró, servil, a publicar la Ley. La razón de Estado es, en el fondo, la suma de voluntades particulares y se manifiesta cuando un buen número de actores coincide en una posición después de tomar en cuenta sus intereses e ideas. En el caso de esta Ley se gestó una rebelión de quienes consideramos peligroso que tanto poder se acumule en tan pocas manos. Tal vez por ello es posible un desenlace inesperado.

La miscelánea

Entretanto, en la Cámara de Diputados sigue el cambalache de legisladores. Para ser fracción un partido necesita tener cinco diputados. En 2006 el Partido del Trabajo (PT) le “prestó” un diputado a Alternativa para convertirse en fracción. Hace unos días, Eduardo de la Torre renunció a Alternativa para irse a Acción Nacional y el partido encabezado por Alberto Begne corrió el riesgo de desaparecer como fracción con lo cual perdería millones de pesos al año. ¿La solución? Pedirle “prestado” otro diputado al PT a cambio de algunas prebendas. Nadie sabe en qué terminará el fandango, pero mientras Alternativa se distingue en el Distrito Federal por la defensa de causas, en la Cámara de Diputados su fracción resucita viejas prácticas y le añade al nombre de su partido dos signos ortográficos que modifican de raíz el sentido de su nombre: ¿Alternativa?

Kikka Roja

miércoles, 9 de mayo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

País secuestrado

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

México ha sido secuestrado por los poderes fácticos. Ahora que la Suprema Corte decidirá sobre la Ley Televisa y renace la esperanza de que en su decisión contará, sobre todo, el interés nacional.

En febrero, el presidente Felipe Calderón reconoció que una parte de México está secuestrado por el crimen organizado. Lo mismo podría decirse de otros ámbitos. Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, acuñó el término de capitalismo entre cuates (“crony capitalism”) para describir el trato preferencial y privilegiado que algunos empresarios reciben del gobierno. En ese marco el éxito en los negocios ya no depende de la innovación y la eficiencia sino de los favores recibidos de la autoridad. Lo ilustro con una historia real. El 21 de febrero del 2005 se legalizó la empresa Apuestas Internacionales controlada por Televisa y socios. Ese mismo día solicitó a la secretaría de Gobernación 130 permisos para instalar el mismo número de salas de juego. Tres meses después, el 25 de mayo, recibió sus concesiones con una vigencia hasta el 24 de mayo de 2030, prorrogables 15 años más. El negocio es tan jugoso que la influyente casa de bolsa Merril Lynch sacó su calculadora y estimó que por esa actividad los ingresos de Televisa llegarán en el 2010 a los 15 mil millones de pesos. Una ganancia estratosférica nacida de la "buena voluntad" de unos cuantos funcionarios. Este tipo de negocios son comunes en el capitalismo entre cuates y explica los incrementos en las fortunas personales de los principales accionistas de las dos empresas. Según la revista Forbes, en el 2000 Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca) tenía mil 400 millones de dólares; para cuando terminó el sexenio su fortuna se había triplicado para llegar a los 4 mil 600 millones. Emilio Azcárraga Jean de Televisa, por su parte, pasó de 1.5 a 2.1 mil millones de dólares.

La generosidad de Vicente Fox con las televisoras fue más allá de las casas de juego. En el 2002 firmó el llamado "decretazo" que redujo de tres horas a 18 minutos el tiempo gratuito que los medios entregan al estado. Luego permitió que TV Azteca tomara el cerro del Chiquihuite arrebatándole al Estado el monopolio del uso de la fuerza. Finalmente, se hizo el desentendido mientras se violaban normas que limitan la cantidad de minutos dedicados a la publicidad. Resulta comprensible que en el ocaso del sexenio las televisoras decidieran hacerse una ley a su conveniencia. En diciembre del 2005 los diputados de todas las fracciones (y eso incluye a la fracción perredista dirigida por Pablo Gómez) aprobaran en 7 minutos y por unanimidad las reformas que ahora conocemos como Ley Televisa. En el 2006 lograron la rúbrica del Senado en medio de una polémica que exhibió la incompetencia, mezquindad o cobardía de buena parte de la clase política: presidente de la república, diputados, senadores, candidatos a la presidencia y partidos bajaron la cabeza o fingieron ignorancia para permitir que los intereses de unos cuantos prevalecieran sobre el interés general. México secuestrado. La sumisión era lo habitual; lo inédito salió de una protesta sin precedentes. El manotazo era tan ofensivo que la reacción rebasó el conocido texto de los "abajo firmantes" que envían cartas a la redacción o se cooperan para publicar desplegados. Los medios públicos salieron del marasmo y se opusieron a la ley con firmeza e imaginación (las estaciones del Instituto Mexicano de la Radio repitieron 24 horas una misma melodía para subrayar cuánto se acentuaría la homogeneidad en el mensaje) y 47 senadores de diversos partidos presentaron ante la Suprema Corte una controversia constitucional mostrando una dignidad poco común en la clase política.

La justicia es lentísima. Pasaron los meses y se generalizó la creencia de que la Suprema Corte evadía el asunto y terminaría capitulando por medio de algún legalismo evasor. Si las televisoras ya habían avasallado al poder ejecutivo y legislativo, era natural que doblegaran al judicial cuya fortaleza y autonomía es reciente y está poco consolidada. Este fin de semana se difundió el proyecto de sentencia elaborado por el ministro Sergio Aguirre Anguiano quien concluyó que algunos aspectos de esa ley son inconstitucionales. Reaparece el debate que tendrá como momento culminante la discusión que realizarán dos mujeres y ocho hombres (el onceavo ministro está enfermo) del proyecto de Aguirre Anguiano. Luego sabremos cuánto dejan de la Ley Televisa. En realidad, estarán decidiendo sobre las reglas básicas de la economía y la política. No está a discusión la economía de mercado sino la perpetuación de ese capitalismo entre cuates que distorsiona la competencia y acentúa las inequidades. Hay razones objetivas para sostener que los ministros ya decidieron irse el fondo del asunto. El principal indicador está en las reglas a que someterán el proceso: suspenderán todas sus actividades para concentrarse en el estudio de caso, invitarán al pleno a especialistas para que eluciden aspectos técnicos y, lo más importante de todo, transmitirán las audiencias y deliberaciones por el canal del Poder Judicial. Transparentar el proceso dificulta los arreglos en la penumbra porque somete sus acciones y razones al escrutinio público. Es una muestra de seguridad en sí mismos, es la mejor forma de blindar su autonomía.

Mientras nuestras fuerzas armadas rescatan a balazos algunas porciones del México secuestrado por el crimen organizado, el tribunal superior decidirá si se liberan las partes de México secuestradas por los oligopolios y sus prácticas monopólicas. Está en la balanza es si México es o no patrimonio de unas cuantas empresas.

El reconocimiento

Reapareció el Santiago Creel extraviado. Creel irrumpió a la vida pública como un abogado dispuesto a jugársela por la democracia. Después le llovieron los cargos y se obsesionó con llegar a Los Pinos y creyó que el éxito se facilitaría si se aliaba con los poderes fácticos y autorizó, días antes de dejar Gobernación, los 130 permisos de casas de juego que se convirtieron en un lastre para su búsqueda de la candidatura del PAN a la presidencia. Ahora rectifica y hace pronunciamientos de una contundencia poco común para quien coordina la fracción del PAN en el Senado: asegura que la Ley Televisa fue producto de "una imposición" más que de "una negociación". En el contexto actual esa toma de posición adquiere tal trascendencia que sería mezquino no reconocérselo.

Kikka Roja

miércoles, 2 de mayo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Otra conferencia

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

De manera accidental se ha empalmado el jolgorio de las autoridades electorales porque están cerca de poder incinerar las boletas de la elección de 2006 con una conferencia en la Universidad de Yale donde saldrán visiones encontradas sobre los polémicos comicios. Las conferencias son guerras de ideas y palabras. Quienes exponen someten su información e interpretación a un escrutinio público que aun cuando sea despiadado respeta las reglas de civilidad establecidas desde la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. Salvo el exabrupto ocasional, se coincide o se disiente respetando la dignidad del otro; de esos encontronazos va destilándose la forma en que una sociedad explica un evento.

En el momento del mayor esplendor autoritario, el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz determinó que los acontecimientos del dos de octubre de 1968 se debieron a un enfrentamiento entre estudiantes y Fuerzas de Seguridad. Lo secundaron unas cuantas plumas, algunas de las cuales cobraban de Gobernación; el grueso de la intelectualidad respaldó la tesis difundida por periodistas independientes y por La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska: fue una masacre organizada por el Gobierno. Décadas después apareció la evidencia documental confirmando que fue el propio presidente de la República quien ordenó a su Estado Mayor Presidencial disparar contra estudiantes, soldados y policías. La interpretación sobre las elecciones presidenciales de 1988 tardó más tiempo en cuajar. Mientras que la izquierda política y algunos académicos sostenían la hipótesis del fraude electoral, el Gobierno optó por silenciar el tema y tan pronto como le fue posible se conchabó al Partido Acción Nacional para darle un tinte de legalidad a la destrucción de la papelería electoral. Recordar el fraude se convirtió en tema de conferencias académicas poco atendidas porque buena parte de la intelectualidad nacional y extranjera estaba subyugada por la personalidad de y las transformaciones impulsadas por, Carlos Salinas de Gortari. En 1994 se inició la debacle política del economista educado en Harvard y entonces reapareció la interpretación de que su llegada al poder se debió a un fraude insuficientemente explicado por falta de información.

Las elecciones del 2006 son muy, pero muy diferentes. Para empezar la comunidad académica se dividió públicamente. En la simplificación impuesta por la polémica electoral se evaporaron los matices y se crearon dos bandos determinados por los dos principales candidatos (Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador) ignorándose la variedad tras las diferentes posturas. A raíz de que Felipe Calderón tomó posesión del Ejecutivo, sus seguidores empezaron a recorrer el sendero de Carlos Salinas impulsando el olvido de los comicios de 2006. En caso de que el sexenio de Calderón sea coronado por el éxito, es probable que la historia realce sus logros y haga a un lado la forma en que llegó al poder. Pero es muy pronto para anticipar el desenlace; por ahora están iniciándose los encuentros y las conferencias académicas donde se presentan las diferentes interpretaciones sobre lo qué sucedió en 2006 y sobre las repercusiones que tendrá. Empieza a diluirse el esquematismo del año pasado para ser sustituido por la solidez de la información y la argumentación asentadas en el elemental derecho de saber. Es un momento propicio para ello porque el auge de la transparencia abre la posibilidad de una discusión a fondo y bien informada de lo sucedido el año pasado.

Desde hace varios meses John Ackerman del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y Susan Stokes de la Universidad de Yale organizaron, en la sede de esta última universidad, una conferencia académica sobre “El estado de la democracia mexicana” en donde se discutirán las diferentes interpretaciones sobre unas elecciones presidenciales que en mi caso y con base en la información de que dispongo fueron las más lodosas, costosas y dudosas de nuestra historia. Mientras en México se conmemora el Día del Trabajo, en New Haven se presentarán 13 ponencias sobre elecciones y democracia en México. Uno de los ángulos más interesantes será la forma en que se maneje un aspecto clave: la tensión entre legalidad y legitimidad tan evidente en la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) de respaldar la decisión del Instituto Federal Electoral (IFE) de que las boletas utilizadas en la elección presidencial de 2006 deben mantenerse “indisponibles” a la sociedad.

En el fondo, las autoridades electorales (IFE y Trife) tenían en sus manos la definición de los límites de la transparencia. Finalmente y después de triturar el español y hacer malabarismos con la legalidad encontraron razonamientos formales que les permite destruir la evidencia que permitiría saber quién ganó en 2006. En el proceso salió a la luz la metamorfosis de Salvador Nava Gomar quien como académico presentaba sesudos razonamientos a favor de la transparencia y como magistrado electoral se enredó en confusos sofismas para justificar la opacidad. Es muy posible que se salgan con la suya y si la Suprema Corte no lo impide, destruirán las boletas y respirarán tranquilos creyendo que basta con invocar la legalidad para ser ungidos de legitimidad. Se equivocan. Nunca eliminarán la curiosidad de quienes deseamos saber lo que sucedió en esas elecciones que fueron un barómetro de la calidad democrática. El hueco dejado por las boletas que incinerarán se llenará con otro tipo de información y con inferencias que permitan aproximarse, con razonable certidumbre, a la causalidad y consecuencias de unas elecciones irregulares. Todos los que ahora salivan imaginándose la cremación olvidan las lecciones dejadas por el 68 y el 88. Pese a los esfuerzos del autoritarismo sobrevivió información que ahora permite asegurar que en el 68 hubo una masacre y en el 88 un fraude. En algunos años sabremos cuál será el consenso sobre las elecciones presidenciales de 2006.

En la Universidad de Yale trabaja el ex presidente Ernesto Zedillo. Mientras ayer martes Primero de Mayo se discutía la elección de 2006 es inevitable recordar que Zedillo es el único presidente mexicano que se comportó como un demócrata y logró el milagro de que una elección presidencial competida fuera legal y legítima. Reflexiones como ésta sirven de marco a otra conferencia.


Kikka Roja

miércoles, 25 de abril de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Tres medallas
sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

En abril México recibió tres medallas en competencias internacionales. Fuimos número uno en la cantidad de migrantes enviados a trabajar en el exterior; un paisano se colocó en el segundo lugar entre los multimillonarios del mundo y superamos a otras fronteras por el número de quienes murieron intentando llegar a Estados Unidos. Hace unos días el Banco Mundial informó en Washington, D.C. que México es el principal expulsor de trabajadores migrantes. Entre 2000 y 2005 fuimos capaces de forzar la salida de dos millones de personas y eso nos permitió alzarnos con la victoria frente a competidores tan fuertes como China, Pakistán e India. Casi de manera simultánea desde las oficinas de la revista Forbes en la Quinta Avenida de Nueva York salió una corrección a la lista anual de los más ricos difundida semanas antes. El motivo del ajuste fue que Carlos Slim brincó del tercero al segundo lugar al acumular 53 mil millones de dólares (se da por sentado que en unos meses superará a Bill Gates).

La concentración de la riqueza es un fenómeno forjado durante el sexenio de Vicente Fox y que se aprecia mejor revisando la presencia mexicana en las listas de Forbes. En 2000, año en que Fox ganó la Presidencia de la República, 14 mexicanos y una mexicana estaban en la lista de las mil personas más ricas del mundo. Entre todos juntaban 24.9 mil millones de dólares. Seis años después la lista se había modificado ¡y de qué manera! Ya sólo quedaban diez (nueve hombres y una mujer) pero el monto de su riqueza se había triplicado hasta llegar a 78.2 mil millones de dólares. Es cierto que una parte de ese dinero proviene de las actividades que realizan nuestros empresarios en el exterior. Sin embargo, llegaron a ser multimillonarios por una combinación de factores económicos y políticos propios del capitalismo existente en países como México. Buena parte del mercado la controlan monopolios y oligopolios que obtienen altas tasas de utilidad (varios de ellos tienen una ganancia anual del 40 por ciento). Lo logran pagando salarios bajos y exprimiendo a consumidores indefensos porque el Gobierno se muestra bastante dispuesto a ceder a las presiones y exigencias de los más ricos. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, acuñó el término de “crony capitalism” (que aquí traduzco como capitalismo entre cuates) para describir el trato preferencial y privilegiado que algunos sectores de la elite económica recibían del Gobierno en algunos países asiáticos. El término, que puede extenderse a México, significa que el éxito en los negocios no depende de la competencia en una economía de mercado sino de la relación tan estrecha establecida entre una parte del empresariado y las instituciones estatales.

El capitalismo entre cuates repercute en la política. Por ejemplo, las elecciones competidas se transforman en guerras sin cuartel en las que todo se vale –campañas negativas, compra y coacción del voto, parcialidad de los medios, etcétera— porque además de disputarse el poder político se pelea el acceso a, o la preservación de, un sistema de privilegios que de manera cotidiana protegen con ejércitos de abogados y contadores que estiran al máximo leyes y reglamentos para pagar una tasa muy baja de impuestos lo que, por supuesto, multiplica los ingresos. Se establece así un sistema que se sustenta a sí mismo: el empresario busca el favor del gobernante porque de él depende la preservación del orden establecido; el político depende del dinero del sector privado porque necesita recursos para ser competitivo en elecciones cada vez más costosas. Este bosquejo de la realidad se confirma con los informes y los diagnósticos de organismos internacionales y mexicanos. La Auditoria Superior de la Federación, por ejemplo, es una institución que está documentando todo el tiempo irregularidades y privilegios. En el caso mexicano este tipo de capitalismo tiene una variante geopolítica. La vecindad con Estados Unidos creó una tradición migratoria que se convirtió en válvula de escape para la presión creada por empleos escasos y mal pagados. Las redes así creadas facilitaron el éxodo desencadenado después de la firma del Tratado de Libre Comercio. Como de manera simultánea Washington decidió recuperar el control de su frontera, ésta se convirtió en el cruce terrestre más letal del mundo. La Fundación para la Asistencia Rural Legal de California dirigido por Claudia Smith acaba de emitir un boletín informando que en los últimos 12 años murieron 4,235 personas, que el año pasado fueron 485 y que hasta el 23 de abril del 2007 iban 91 migrantes muertos.

Situaciones inquietantes y difícilmente corregibles. Para la extrema izquierda la migración y la lista de Forbes confirman que el Gobierno Federal es un lacayo de los ricos y consideran que la única solución es una modificación de raíz en la distribución del poder económico y político. En el otro extremo consideran que se trata de una situación natural porque en una economía de mercado triunfan y se enriquecen los más aptos. Entretanto, vivimos sobre una realidad inestable y riesgosa. Además de las constantes y conocidas movilizaciones políticas surgidas de reivindicaciones locales y nacionales, en los próximos meses empezaremos a detectar las consecuencias de dos procesos simultáneos relacionados con las fronteras. Por un lado, seguirán amurallando la frontera norte con lo que estrangulan la válvula de escape tradicional y se mantendrá alto el costo en vidas. Por el otro, ignoramos las consecuencias que tendrá sobre el maltratado campo mexicano la apertura arancelaria en 2008 a productos agrícolas extranjeros. Quien debería buscar remedio combatiendo a los monopolios ilegales e ilegítimos –el Estado- contribuyó a la creación de lo presente. Si aumentó tanto la riqueza de Slim fue por los beneficios recibidos de Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador. El Gobierno de Felipe Calderón se ha concentrado en combatir al oligopolio criminal, pero su Gobierno apapacha a los monopolios empresariales, sindicales y políticos. Es necesario subrayar que lo mismo hace la mayor parte de la élite gobernante, atrapada en el sistema económico y político creado por ese capitalismo entre cuates.

En el mes que termina, México obtuvo tres medallas incómodas y si incluyéramos a la violencia criminal aumentaría la cifra; me temo que el futuro nos depara más reconocimientos de ese tipo.


Kikka Roja

miércoles, 18 de abril de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Extranjeros

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

México se abrió al mundo y hoy llegan visitantes que hace algunos años hubieran sido declarados indeseables por el supremo Gobierno. ¿A quién sirve la apertura?
En 1964 el Fondo de Cultura Económica publicó Los hijos de Sánchez de Óscar Lewis. El Gobierno Federal enfureció porque describir la vida de los marginados ofendía, difamaba, denigraba a una sentida patria; resolvió el agravio despidiendo al director del Fondo, Arnaldo Orfila. En 1990 la revista Vuelta organizó un apasionante Coloquio de Invierno que alebrestó a los defensores de la honra nacional porque el peruano Mario Vargas Llosa declaró que México era una dictadura tan perfecta que hasta le pagaba a sus críticos para simular la oposición. Durante décadas escuché que traiciona a México quien se reúna con organismos extranjeros de derechos humanos. Con esos antecedentes, sorprende lo acontecido en los últimos días. Mario Vargas Llosa fue una de las estrellas de la conferencia organizada por la Fundación Mayán y opinó sobre asuntos mexicanos; Jonathan Fanton, presidente de la influyente Fundación MacArthur, vino a entregar un importante reconocimiento al Instituto para la Seguridad y la Democracia, INSYDE, un espléndido organismo civil mexicano especializado en seguridad pública; y el viernes pasado concluyó una misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) encabezada por su presidente Florentín Meléndez. Se acepta sin chistar la presencia de extranjeros que opinan o hurgan en nuestras miserias. Pero, ¿afecta en algo la realidad? Respondo con la misión de la CIDH.

Lo primero a subrayar es su capacidad de convocatoria: Se reunió con unos 300 organismos civiles de todo el país. El viernes pasado asistía a la audiencia dedicada a las violaciones a los derechos de las mujeres. Cada 3 ó 4 minutos una expositora relataba una historia de vejación e indefensión. Mientras escuchaba la precisión quirúrgica de sus relatos me preguntaba si han crecido las violaciones o simplemente se documentan mejor. Lo que sé es que el salón estaba repleto por quienes buscaban entre los extranjeros la justicia y protección que su país les niega. Si sólo funcionaran mejor nuestros organismos públicos de derechos humanos, no acudirían tantas víctimas ante la CIDH. Es paradójico que una institución (la CIDH) con un presupuesto anual de 3 millones de dólares para toda América Latina venga a suplir las insuficiencias de una Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) con un presupuesto anual de 70 millones de dólares. Pero, ¿servirá de algo el esfuerzo de quienes acudieron ante el presidente de la CIDH que no paraba de hacer anotaciones en una minúscula libreta negra? Eso dependerá de la gravedad del abuso y de la forma en que se presenten los casos. Desde otro punto de vista, la visita sí es útil porque es posible que la presión extranjera influya sobre un Gobierno Federal bastante indiferente frente a lo que sucede en ese terreno. Los derechos humanos aparecen poco en el discurso y las políticas de Felipe Calderón Hinojosa. Su prioridad está en la seguridad y está dispuesto a que la sociedad pague los costos asociados. Un indicador del desdén de los cargos más importantes del Gobierno panista hacia los derechos sería que ni el presidente, ni los secretarios del área de seguridad (Defensa, Gobernación y Procuraduría) concedieron audiencias a la CIDH. En las tres últimas dependencias la entrevista fue con subsecretarios. Las excepciones fueron el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna y la canciller Patricia Espinosa. Se reconfirmó, una vez más, que la SRE es la más comprometida con el respeto a los derechos humanos.

Santiago Cantón, secretario ejecutivo de la CIDH, asegura en entrevista que el balance fue positivo porque además de acercarse a los grandes problemas en esta materia pudieron transmitir al Gobierno de Calderón su preocupación por el futuro del Plan Nacional de Derechos Humanos y por el significado de la desaparición de la decepcionante Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, FEMOSPP. Ambas fueron ocurrencias de Vicente Fox; después de crearlas se desentendió y las arrinconó en dos secretarías del área de seguridad. Que la CIDH las trajera en su agenda confirma que algunos temas y asuntos difícilmente serán olvidados por un sector de la sociedad mexicana y la comunidad internacional. Esto me lleva a un principio bastante elemental. Los derechos existen en la medida en la que exista personas o instituciones dispuestos a reconocerlos. Gustavo Díaz Ordaz negaba que en México hubiera abusos... Y se distinguió por la brutalidad de sus acciones. Entre los componentes de la verborrea foxista iba el elogio de los derechos pero luego se desentendía y no respaldaba a las dependencias interesadas en el tema. La bandera de los derechos humanos ha sido relegada por el Gobierno de Felipe Calderón cuando las violaciones están teniendo un preocupante repunte. El terreno es propicio para que otros actores llenen el vacío. Una posibilidad serían los gobiernos estatales algunos de los cuales ya están impulsando una política exterior propia. Otra corresponde a los organismos civiles que durante la visita de la CIDH mostraron una gran capacidad para documentar violaciones y que podrían incrementar su influencia si logran unificarse en torno a una agenda mínima. Un tema de consenso podría ser la exigencia de una reforma a fondo del gigantesco, caro e ineficiente sistema de organismos públicos de derechos humanos. México se abrió al mundo y las repercusiones han sido multidimensionales. Quienes buscan justicia podrían seguirse beneficiando si siguen encontrando la forma de apalancarse en los extranjeros dispuestos a preocuparse por el México ultrajado.

El contrapunto

Por mi columna de la semana pasada (¿Ombudsman?) hubo quienes dijeron que mis críticas a la CNDH se originan en que aspiro a ese cargo y porque arrastro fobias personales. Ni lo uno ni lo otro. Reitero lo escrito en este mismo espacio: Ni aspiro ni aceptaría ningún cargo en la CNDH. Me intereso tanto por esa dependencia por su importancia estratégica y me preocupa su debilidad. A la evidencia me remito. La misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó nuestro país ni siquiera solicitó una entrevista con el Ombudsman nacional, José Luís Soberanes. El significado es obvio, las implicaciones inquietantes.


Kikka Roja

jueves, 12 de abril de 2007

Sergio Aguayo Quezada

¿Ombudsman?

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

¿A quién sirve la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, CNDH? Su errático comportamiento en el caso de Ernestina Ascencio plantea, una vez más, esa pregunta que corresponde al Senado esclarecer. Las autoridades judiciales veracruzanas concluyeron que la señora Ascencio, indígena de 73 años, murió por la violación y golpes que sufrió a manos de presuntos militares. La CNDH intervino de oficio y ordenó otra necropsia que fue la base para que José Luis Soberanes, presidente de la CNDH, asegurara que no hubo violencia física o violación sino muerte natural. Carmen Aristegui obtuvo copia de esa autopsia e invitó a una especialista, Bárbara Illán, a su programa en el cual contradijo a Soberanes al asegurar que "hubo coincidencia en los [dos] dictámenes": Estamos ante "una probable violación por dos vías, tanto anal como vaginal. No hay ninguna duda".

A partir de ese momento el Ombudsman se refugió en la penumbra lanzando a dos de sus visitadores, Raúl Plascencia y Susana Pedrosa, a dar la cara y enredarse en sus contradicciones en las que también han tropezado las fuerzas armadas y el presidente de la República. La CNDH polariza. Tiene, por supuesto, defensores entre los que destacan el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional, buena parte de las comisiones de derechos humanos de los estados y algunos medios de comunicación. También tiene el respaldo de organismos civiles conservadores (hace días Soberanes intercambió elogios con Jorge Serrano Limón, presidente de Pro-vida). En el asunto de la señora Ernestina seguramente tiene el beneplácito del presidente Felipe Calderón y de las fuerzas armadas. En la banqueta de enfrente estamos los escépticos con el trabajo de la CNDH. En el asunto de la señora Ascencio no le creo a la CNDH por sus contradicciones, porque ha soltado afirmaciones sin mostrar la evidencia que las sustente y porque pareciera estar actuando por cálculos políticos. No le creo porque lo sucedido en este caso es consistente con un historial que muestra una gelatinosa y poco consistente autonomía, seriedad e imparcialidad. No le creo porque esa forma de proceder contradice la esencia de lo que debiera ser un organismo protector de derechos humanos. Las oscilaciones de la CNDH empezaron mucho antes del crimen de Zongólica, Veracruz.

Nuestro Ombudsman nació con su norte fuera de foco. En lugar de que su brújula siempre apuntara hacia las necesidades de las víctimas, con bastante frecuencia cayó en la tentación de averiguar primero cuáles eran los deseos del poderoso. Así la fundó Carlos Salinas de Gortari en junio de 1990, poco antes de iniciarse las pláticas para el tratado de libre comercio con Estados Unidos. Deseaba convencer al mundo de que los derechos humanos eran prioridad de su gobierno... Pero sin perder el control sobre un tema tan delicado. Por ello fue que Salinas le prohibió meterse en derechos laborales o electorales y por eso fue que se reservó el privilegio de nombrar a sus principales funcionarios y a controlarle el presupuesto. Era, por supuesto, mejor que nada y siempre existió la esperanza de que mejoraría cuando lograra su independencia. Llegó su emancipación del Ejecutivo y pasó a depender del Senado y su balance siguió siendo deficitario en buena medida porque los partidos, sus nuevos patrones, mantuvieron intacto el deseo de mantenerla bien agarrada y le exigieron moderar su independencia... O arriesgar el despido (eso le pasó a Mireille Rocatti). La CNDH ha tenido momentos estelares como los informes y recomendaciones sobre la matanza de Aguas Blancas, Guerrero o los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Sin embargo, por lo general nunca ha estado a la altura de las necesidades y raras veces llegó al límite de lo posible. Creó un programa para atender las quejas por desaparición forzada... Y luego se sentó durante casi una década sobre la información hasta que el escándalo los obligó a sacar un muy buen informe en el 2001.

¿A quién sirve la CNDH? Por lo general a sí misma, a algunos poderes fácticos y a los sectores conservadores de los cuales es representativa. Resulta por tanto lógica la opacidad en torno a los nombramientos hechos por el Senado de su presidente y de los integrantes de su Consejo Consultivo. Es igualmente comprensible que la CNDH utilice su autonomía para defender privilegios y poder. Entre los métodos que emplea para sustraerse al escrutinio externo estaría el negar o dilatar la entrega de información. Así, buscó cobrar a 93 pesos la fotocopia testada (acaba de perder un amparo y tendrá que bajar el precio); entrega la información en una modalidad distinta a la que se le solicitó (incluso la llega a entregar en clave); inventa causales de improcedencia y de sobreseimiento de los recursos en materia de transparencia para negar la información, etcétera. Por esa historia y por su errático comportamiento en el caso de Ernestina Ascencio es que no le creo ni a la CNDH, ni a su presidente. Como tampoco le creo a las autoridades judiciales y a los ministerios públicos de Veracruz, la forma para salir de dudas es sumarme a la batalla en curso para lograr una opinión internacional que venga a darnos un mínimo de certidumbre sobre las causas de su muerte.

Es por supuesto indignante buscar en el exterior las certezas que debería darnos la CNDH, el organismo público de derechos humanos más rico del hemisferio. Cada año los diputados lavan sus conciencias, cumplen con sus acuerdos o confirman su ignorancia aprobando sin condiciones enormes cantidades de recursos a la CNDH (para el 2006 le asignaron 742 millones de pesos). Pese a los miles de millones de pesos que ha recibido, el Senado jamás ha hecho una evaluación integral de este organismo autónomo. En el caso de la señora Ascencio, José Luís Soberanes se ha comportado como un político tradicional y no como el defensor de los derechos de las víctimas. No es la primera vez que lo hace. ¿Hasta cuándo se decidirá la Comisión de Derechos Humanos del Senado, presidida por Doña Rosario Ibarra, a impulsar una revisión integral de lo que hace y deja de hacer este organismo? Su tarea es muy clara: Lograr que la CNDH sea la institución que atiende a las víctimas de violaciones a los derechos sin importar clase, filiación partidista o poder y que acredite su seriedad elaborando informes y recomendaciones irrefutables por su información y lógica. Se busca Ombudsman.
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Kikka Roja

miércoles, 4 de abril de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Las tres B

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

Con las bicicletas empezó un refrescante experimento para reducir el uso del automóvil en la capital. Si la iniciativa se extiende a banquetas y bolsas de plástico en unos cuantos años mejorará nuestra deteriorada calidad de vida.

El 28 de febrero, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, anunció que el primer lunes de cada mes los funcionarios de su Gobierno llegarán en bicicletas a sus sitios de trabajo como forma de reducir el uso del automóvil que contamina y tiñe de agresividad la vida diaria. El programa también incluye la ampliación de la red de ciclopistas e incentivos fiscales a las empresas que reubiquen a sus empleados en centros de trabajo cercanos a sus hogares para que puedan llegar en bicicleta. El objetivo es que en seis años al menos 1 millón de personas las usen en el Distrito Federal (actualmente sólo 200 mil personas lo hacen). Según Arnold Ricalde, miembro de la organización pionera Bicitekas, otra meta es hacer que "los funcionarios se den cuenta de las dificultades que hay en la Ciudad para los ciclistas y tomen cartas en el asunto". Existe un viejo enunciado pedagógico (sostenido, entre otros por el brasileño Paulo Freire) de que la educación se transforma en práctica liberadora cuando se fusionan la teoría y la vida diaria. Es decir, para enriquecer el conocimiento basado en conceptos tiene que haber una inmersión en las realidades que desean enseñarse. Si se busca una comprensión de la forma en que viven los mineros, por ejemplo, hay que convivir con ellos para experimentar la dureza de su existencia. El enfoque es útil como instrumento para transformar conciencias aunque en ocasiones trae consecuencias inesperadas.

En los años sesenta Mao Tse Tung (o Mao Zedong) lanzó la Revolución Cultural China para frenar la adopción de "valores capitalistas". Y a trabajar en el campo fueron enviados intelectuales y todo tipo de trabajadores de la cultura en un ejercicio de reeducación manejado por jóvenes encuadrados en las Guardias Rojas que demostraban su fe revolucionaria agitando el pequeño Libro Rojo. Cuando se observa el estado actual de la China podría concluirse que la reeducación sirvió para reafirmar la determinación de algunos líderes de que el camino estaba en la construcción de un paraíso capitalista montado sobre los hombros de un proletariado explotado y controlado por las prácticas autoritarias del socialismo real. ¿Cuál será el impacto de los lunes bicicleteros en el Gobierno y los habitantes de la capital? Por lo pronto, este lánguido lunes de Semana Santa empezó el programa con un rotundo éxito mediático y médico. Salvo algunos resbalones y caídas, nadie se infartó ni insoló y todos declararon que en la capital el automóvil sigue siendo rey pero que eso se corregirá muy pronto y que además llegarán en bicicleta una vez por semana. Vamos a suponer que el entusiasmo los lleva a buscar nuevos retos. Me permito sugerirles las caminatas por diferentes partes de la ciudad para que constaten el lamentable estado en que se encuentran buena parte de nuestras banquetas. Hay zonas de la ciudad donde sirven para estacionar autos, albergar vendedores o colocar postes. Esas banquetas se adornan con bolsas de plástico teñidas con la mugre de la intemperie. En puntos seleccionados se observan las colinas de bolsas de basura que se transforman en lugar de convivencia para perros callejeros que se alimentan despedazándolas.

Estas hipotéticas caminatas por la ciudad podrían transformar la conciencia de los gobernantes y repercutir en una recuperación de las banquetas y un replanteamiento de los métodos de recolección de basura. Lo natural sería la colocación estratégica de contenedores que podrían ser vaciados durante la noche lo que se enfrentaría, imagino, a la resistencia de los sindicatos que obtienen propinas con la recolección. Hace días el presidente Felipe Calderón declaró que transformaría el turismo en una palanca de ingresos. Es el tipo de afirmaciones gastadas que deberían prohibir ahora que habrá reforma del Estado. La promoción del turismo tiene que acompañarse de una campaña para limpiar y educar a la ciudadanía sobre lo nocivo que resulta el abuso del plástico para el medio ambiente y el turismo. Cualquiera que viaje por México en estos días confirmará que la bolsa de plástico es parte del nuevo paisaje mexicano; son el pregón que anuncia la suciedad que afea nuestras maravillas naturales (constatada hace unos días en un reportaje del Grupo Reforma). Hay una competencia bien peculiar y saludable entre el Gobierno Federal y el capitalino que podría incluir la incorporación de políticas ya adoptadas por Sudáfrica, Taiwán y la ciudad de San Francisco que, en marzo pasado, se puso a la vanguardia del hemisferio al prohibir el uso de bolsas de plástico no biodegradables en supermercados y farmacias. La ley entrará en vigor dentro de seis meses y evitará que se consuman anualmente cerca de 200 millones de bolsas lo que significará un ahorro de casi dos millones de litros de petróleo y 1,400 toneladas de basura.

En el México del siglo 21 es inevitable buscarle un trasfondo electoral a las políticas públicas. Es evidente que el jefe de Gobierno del Distrito Federal está decidido a inscribir su nombre entre los contendientes del 2012. Lo novedoso y positivo es que lo está intentando con políticas que tienen en mente el bien común: Expropiación de bases territoriales utilizadas por el crimen organizado, instalación de un sistema de comunicación inalámbrico gratuito en parques y espacios públicos, nuevas líneas del metro y el metrobus, promoción de la bicicleta, etcétera. Si en un futuro cercano el Gobierno de la ciudad incluye en sus programas la recuperación de las banquetas y la reducción en el abuso del plástico, en unos cuantos años veremos una verdadera mejoría en nuestra deteriorada calidad de vida. Nos la merecemos.

El contrapunto
Las amenazas a quienes defienden y promueven la justicia legal y social son un inaceptable e inquietante retroceso en la civilidad democrática. Don Raúl Vera, obispo de Saltillo, ha recibido amenazas de muerte y en Piedras Negras fue seguido por un vehículo. Es posible que ello se deba a su compromiso con las trabajadoras de Castaños, Coahuila, presuntamente violadas por integrantes del ejército o por su protesta contra la impunidad observada en la trágica muerte de mineros en Pasta de Conchos.


Kikka Roja

miércoles, 28 de marzo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Por la diversidad

sergioaguayo@infosel.net.mx
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El Distrito Federal y Coahuila han aprobado las uniones legales de quienes tienen una opción sexual diferente a la mayoritaria. Dado el desamparo de otros grupos vulnerables, es importante entender la génesis que hizo posible este avance en el respeto a los derechos de una comunidad arrinconada, hasta hace bastante poco, por los prejuicios. Los seres humanos tienen varias identidades sexuales y durante siglos la reacción mayoritaria fue la de ignorar a los gays o tratarlos como enfermos o criminales. Un caso extremo fue el Artículo 175 del Código Penal de la Alemania Nazi que servía de base para enviarlos a los campos de concentración en donde se les distinguía cosiéndoles, en su ropa, un triángulo rosa invertido. Decenas de miles fueron ejecutados.

Hace una década la mayoría de los mexicanos todavía negaban o condenaban a una comunidad que, dependiendo la fuente, oscila entre los 2 y los 9 millones de personas. En noviembre del 2006 la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la Ley de Sociedades de Convivencia que legaliza a todas las uniones de hecho pero que beneficia en primer lugar a las parejas del mismo sexo. Poco después lo hizo Coahuila. El cambio fue posible por diversos factores. La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue aprobada en 1948 y se sustenta en un principio bastante elemental: Independientemente de lo escrito en las leyes, existen derechos inherentes a la condición humana. El avance en el respeto a los diferentes derechos ha sido desigual y depende, entre otras cosas, de las acciones de los afectados. Una de las paradojas de esta historia es que cuando la pandemia del VIH-SIDA golpeó a esta comunidad aceleró su organización para defender sus derechos; la causa era tan legítima que obtuvieron un enorme respaldo. Con esa base combatieron prejuicios milenarios. Su éxito tiene varios indicadores. Uno, clarísimo, es el lenguaje cotidiano en donde con enorme lentitud van limitándose las palabras despectivas y generalizándose los más neutrales de gays y lesbianas. Otro es la frecuencia de aparición de personajes sexualmente diversos en series de televisión, películas y otros espacios de la cultura popular. Buena parte de ellos son estadounidenses pero su influencia en México es indudable. Dejaron de ser marginados y raros; se convirtieron en parte de la normalidad.

Todas las encuestas de opinión registran la metamorfosis de los valores y creencias de los mexicanos. En el 2000 -dice la Encuesta Mundial de Valores- al 45 por ciento de los mexicanos les disgustaba tener como vecino a un homosexual; en el 2005 la cifra cayó a un 30 por ciento. Los capitalinos también cambiaron sus opiniones. Según encuestas del diario Reforma el 32 por ciento de los capitalinos aprobaba las uniones de convivencia en el 2000; en el 2007 ya llegaba al 43 por ciento. En la modificación de actitudes y en la aprobación de la ley fue determinante el trabajo de los organismos civiles que representan los intereses de esta comunidad. En el 2000, quince de estos organismos respaldaron a la asambleísta Enoé Uranga quien presentó una iniciativa ante la Asamblea Legislativa de la capital. El texto no incluía el término de "matrimonio" para calificar a las uniones entre personas del mismo sexo; según las encuestas cuando se utiliza viene una caída en la aprobación social. A lo largo del sexenio la Asamblea Legislativa del D.F., discutió en tres ocasiones la propuesta; y la rechazó en igual número de ocasiones por la reacción tan virulenta y enérgica de los sectores conservadores o por los cálculos políticos del jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, que congeló la iniciativa como parte de su estrategia para llegar a la Presidencia. En el otoño del 2006 las tormentas que sacudían al país modificaron la coyuntura y permitieron la aprobación de la ley con una celeridad sorprendente. El partido Alternativa, con el apoyo de las bancadas de Convergencia, PRD, el PRI y PT, promovió la iniciativa en noviembre pasado y ese mismo mes fue aprobada para ser publicada por el jefe de Gobierno, Alejandro Encinas, con la misma rapidez. Después de los intentos por desaforar a López Obrador y de las irregularidades en la victoria de Felipe Calderón, el PRD, partido mayoritario en la Asamblea, estaba deseoso de asestarle al bando conservador una derrota en uno de los temas que más le importan.

Es probable que el entorno político también influyera en la débil reacción del gobierno Federal: La Procuraduría General de la República se abstuvo de iniciar una acción de inconstitucionalidad lo que fortalece la vigencia de las dos leyes de convivencia aprobadas en el país. La historia hace arabescos extraños. López Obrador congeló esa ley pero las movilizaciones posteriores a la elección crearon las condiciones para que se aprobara. Otro adversario fenomenal, la iglesia, también mantuvo un perfil bajo. Es posible que ello se debiera a los escándalos por pederastia de algunos de sus integrantes. Si la jerarquía hubiera dado una batalla frontal contra las uniones de convivencia el incómodo tema hubiera vuelto a salir exhibiendo una de las incongruencias que debilitan la autoridad moral de la iglesia católica. Esa derrota conservadora ayuda a entender la energía que está desplegando el México conservador para oponerse a las reformas a la ley del aborto actualmente en proceso de aprobación en la Asamblea capitalina. En esta ampliación de los derechos de la comunidad gay los heterosexuales debemos congratularnos porque las uniones de convivencia regularizan una realidad y se transforman en una opción para aquellas personas que, por los motivos más diversos, han formado uniones de convivencia. Pero ninguna ley, por más positiva que sea, transforma automáticamente la realidad. Sí puede convertirse en un instrumento muy poderoso cuando se utiliza como palanca para la ampliación de una cultura dispuesta a reconocer y respetar lo diferente.

México es un país de gran diversidad que ha sido constantemente negada. Empezar a reconocer los derechos de la comunidad gay es un espléndido acto de civilidad democrática que en el mediano plazo fortalecerá la unidad basada en la diversidad. Toda esta historia, en el último de los casos, enseña que hay factores imponderables e imposibles de manejar. Existe, sin embargo, una constante importante de asimilar en los tiempos que corren: Los derechos no se regalan, se conquistan.


Kikka Roja

miércoles, 21 de marzo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Ley de Hidalgo
sergioaguayo@infosel.net.mx
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Una excelente noticia. El Senado reformó la Constitución y a partir del 2008 ningún funcionario federal, estatal o municipal podrá ganar más que el presidente: 152,439 mensuales netos incluyendo compensaciones. Además del ahorro es un ataque a tradiciones tan nocivas como "La ley de Hidalgo".

Durante décadas los ingresos de los presidentes fueron un misterio. Sabíamos que eran altísimos; faltaba precisión sobre el monto. Hace apenas una década Alianza Cívica rompió el tabú al demandar civilmente a Ernesto Zedillo para que informara sobre su salario; el enojo generalizado de la clase política se transformó en apetito ciudadano por conocer el monto de los ingresos de la alta burocracia. Y empezaron a develarse los detalles y a saberse que los gobernantes competían a ver quien se concedía más salario, prestaciones, bonos o privilegios. Y creció la indignación y la exigencia de cambios. A finales del 2006 el senador perredista Pablo Gómez Álvarez presentó una iniciativa a nombre del Partido de la Revolución Democrática, de Convergencia y del Trabajo para reformar la Constitución. Su argumentación se apalanca en una de las frases más conocidas de Benito Juárez: Los servidores públicos “no pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”. Todos los políticos de abolengo citaban de memoria las palabras a Juárez, ninguno se tomaba en serio la “honrosa medianía”. Por el contrario, se recompensaron con generosidad e imaginación porque a los buenos salarios añadieron jugosas prestaciones que complementaban con los negocios urdidos con compadres, parientes o amigos. Décadas de saqueo dejaron como herencia refranes que trivializan la corrupción: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, “yo no quiero que me den sino que me pongan dónde hay” hasta llegar a la conocida y sonora Ley de Hidalgo: “Chingue su madre al que deje algo”.

La acumulación salvaje de capital tuvo una lógica. En el México revolucionario entrar en la política ponía en riesgo vida y hacienda e imponía un costoso estilo de vida. Ascender por el escalafón y saltar de cargo en cargo exigía la entrega de regalos y favores a los superiores, a los ayudantes y a una cantidad de ahijados proporcional a la jerarquía. Como en la mafia, el cabeza de familia es responsable del bienestar de los suyos. Una de las consecuencias era que al poderoso llegaban las facturas de los desayunos, comidas y cenas que nuestro elaborado ceremonial exige. La alternancia mantuvo intacta la cultura del restaurante y de las clientelas añadiéndole el costo de cuidar la "imagen". Esa cultura política es disfuncional con la transparencia actual porque ofende la austeridad que a las mayorías imponen los bajos salarios y el tributo que entregamos mensualmente a nuestros monopolios privados. Y así se fue alimentando la irritación contra los salarios excesivos y el primer gobernante que lo entendió y los redujo fue Andrés Manuel López Obrador en la capital. Y así fue como a finales del 2006 todas las fracciones partidistas en el Senado aprobaron por unanimidad las reformas a la Constitución que establecen como límite máximo el salario del presidente. La decisión -pendiente de ser ratificada por Diputados y congresos locales-conduce a un intrincado enigma: ¿cuál es el salario justo de un presidente y, por tanto, de la alta burocracia? Las respuestas en el mundo son desiguales porque si bien se acepta que el monto debe atraer a los mejores y a los más brillantes, se considera ridículo otorgarles prestaciones de capitán de industria. Después de todo, quienes entran a la política lo hacen para servir al pueblo o a la patria (o al menos eso dicen). Las variaciones entre países revelan la ausencia de un criterio único. Según una comparación hecha por la revista francesa L'Express (1 de junio del 2006) el mandatario chino percibía 55 mil euros al mes; el estadounidense 33 mil; el español 7,296; el mexicano 11 mil 400; el brasileño 2,900; y el boliviano 667.

En tanto el mundo se pone de acuerdo, las reformas legales aprobadas por el Senado mexicano ponen algo de orden en el caos. A partir del 2008 ningún funcionario federal, estatal o municipal podrá ganar más que el presidente y eso incluye bonos, compensaciones, premios, recompensas, etcétera. Se salvaron los miembros del Poder Judicial que seguirán ganando más pero sus salarios se congelan y pierden todas las compensaciones. Estos cambios le regresan protagonismo a un presidente devaluado durante el sexenio pasado. Felipe Calderón tendrá la oportunidad de demostrar su compromiso con la austeridad cuando, en septiembre próximo, envié el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación a la Cámara de Diputados. ¿Cómo reaccionarían las fracciones de los partidos si incluyera una reducción significativa a su salario? En caso de que fuera aceptado generaría un efecto multiplicador saludable para las finanzas públicas. Pero eso corresponde al incierto futuro. Por ahora, disfrutemos las reformas hechas por los senadores; meten un principio de racionalidad a las arbitrariedades y al limitar los ingresos de los gobernantes forzarán una revisión de algunos rituales de la ceremoniosa y costosa forma de hacer política en México. Si al mismo tiempo crece la fiscalización pública y ciudadana del gasto público -sobre todo en estados y municipios donde el desorden es mayúsculo--, tienen sus días contados tradiciones como la Ley de Hidalgo. No todo lo hecho en México está bien hecho.

El reconocimiento
Hace semanas critiqué a la senadora Rosario Ibarra porque la Comisión de Derechos Humanos del Senado que preside no había dado información sobre la forma en que fueron elegidos en diciembre del 2006 dos integrantes del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ("Rosario y el PRD", 21 de febrero del 2007). Hace unos días un representante de Fundar, Centro de Análisis e Investigación recibió de la misma Comisión toda la información requerida para entender lo qué sucedió. Es una saludable señal de compromiso con la transparencia de una Comisión senatorial que se había distinguido por la opacidad con que manejaba la información sobre los nombramientos de los responsables del principal organismo público de derechos humanos. Bien por Doña Rosario.


Kikka Roja

jueves, 15 de marzo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

La gran evasión
sergioaguayo@infosel.net.mx
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Imposible sacar raja de la intrascendente cumbre entre George W. Bush y Felipe Calderón Hinojosa. La reunión sirve para comentar algunos pendientes de la relación. William Appleman Williams escribió, en 1964, un libro de nombre largo y preguntas incisivas y relevantes: The Great Evasion: An Essay on the Contemporary Relevance of Karl Marx and the Wisdom of Admitting the Heretic into the Dialogue about America's Future. Williams condenaba la negativa estadounidense a un diálogo intelectual con el marxismo, una escuela determinante para la historia del siglo XX. Optaron por la descalificación y el enfrentamiento (lo mismo hicieron, por supuesto, los soviéticos). Nosotros también practicamos la evasión. Pese a la importancia de Estados Unidos hemos carecido de una discusión de fondo sobre el peso y el significado de la potencia en nuestra historia, así como de la forma en que nos queremos relacionar con ellos. En los análisis del sistema político creado por la Revolución, por ejemplo, son contadas las referencias al factor externo. Es como si los traumas causados por la derrota militar frente a Estados Unidos y la pérdida de la mitad del territorio en el siglo XIX nos impidieran ordenar las piezas del crucigrama que captura la asimetría de poder. Solo así se entiende que tuvieran que pasar más de 120 años desde la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo para que se legitimaran y crecieran los estudios sobre Estados Unidos; en la década de los setenta el Centro de Investigación y Docencia Económica, El Colegio de México y la UNAM abrieron áreas de investigación sobre ese país que luego proliferaron. La indiferencia es suicida porque el conocimiento es el mejor recurso del débil frente al fuerte; esa fue la lección dejada por la maestría con la que David manejó la honda con la que derrotó a Goliat.

La falta de reflexión explícita sobre Estados Unidos no significa ausencia de políticas. Lucas Alamán, Porfirio Díaz y muchos más cultivaron las relaciones con Europa para equilibrar el peso de la potencia y la Revolución Mexicana desarrolló un nacionalismo defensivo que buscaba contener el expansionismo y las intromisiones estadounidenses. Esas ideas fueron desechadas sin miramiento alguno en los noventa. Carlos Salinas de Gortari decretó, y el Senado sumiso aceptó, que la vecindad con la potencia era lo mejor que podía habernos pasado y que debíamos aprovecharnos de un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que serviría para "exportar bienes y no personas" a Estados Unidos. A 13 años de la entrada en vigor del TLC enviamos bienes y personas a una intensidad sin precedentes. Si en 1994 exportábamos 51 mil millones de dólares, en el 2005 ya eran 183 mil millones, sin contabilizar el valor de la mercancía manejada por los narcos pioneros en la conquista del mercado estadounidense. Si a mediados de los ochenta eran 10 millones los habitantes en Estados Unidos de origen mexicano, en el 2005 el saldo de un éxodo demográfico sin precedentes en la historia regional es de ¡28 millones!. México ha dejado de ser un país cerrado al mundo y estamos saliendo a competir por doquier y un reflejo de ello fue la cantidad de mexicanos nominados al Óscar. Las relaciones se multiplican y diversifican lo que está siendo registrado puntualmente por las investigaciones académicas también en auge --para demostrarlo estaría el trabajo de El Colegio de la Frontera Norte--.

Sólo falta que los gobiernos y los partidos incorporen el conocimiento generado y actúen en consecuencia. Su rezago se aprecia en que las discusiones sobre la Reforma del Estado (lo más cercano a la formulación de un proyecto alternativo) no se acompañan con una reflexión paralela sobre las relaciones de México con Estados Unidos y el mundo y que lo internacional tuviera una presencia testimonial en la campaña presidencial. Está bien que Bush declare en Mérida que hará todo lo posible por lograr una reforma migratoria pero su promesa carece de contenido porque es muy poco lo que puede hacer. El consenso en Estados Unidos está a favor de controlar su frontera y eso no va a modificarse porque Bush quiera; menos aún en el final de su segundo mandato y con el nivel de popularidad tan bajo que tiene. Ante una situación de este tipo, el Gobierno Federal debe sacudirse los complejos y las ataduras y lanzarse a defender de manera más vigorosa a los mexicanos que viven en Estados Unidos o intentan llegar a ese país. Es notable el atraso en el reconocimiento de sus derechos políticos, un terreno en el que estados como Zacatecas y Michoacán ponen el ejemplo al permitir a los migrantes ser electos al Congreso Local. Es vergonzoso el tiempo que han dejado pasar antes de que se tomen las medidas para evitar los abusos cometidos con las remesas. Son absurdos los escasos recursos canalizados a los consulados de protección. Sabemos que Bush vino a América Latina con el objetivo de contener a Hugo Chávez, pero también sabemos que llegó tarde a su cita con esta parte del mundo por su obsesión con el terrorismo y su fijación con Irak. Es igualmente conocido que el líder venezolano se aprovecha de la adicción estadounidense al petróleo para obtener los dólares con los que financia la expresión orgánica del antinorteamericanismo. De ese toma y daca debemos aprender lo catastrófico de la negación, ese rasgo tan característico del presidente estadounidense que pasó unas horas en Mérida.

Pero George W. Bush ya va de salida y es mejor aprovechar su visita para señalar lo útil que sería aclarar lo que México desea de Estados Unidos. Como esa respuesta tardará bastante podríamos empezar por pedir al gobierno de Felipe Calderón que aclare cuáles son los objetivos y las estrategias de su gobierno hacia Estados Unidos. Sería una forma de ir descartando una de nuestras evasiones más grandes.

El contrapunto
La impopularidad del presidente estadounidense es global. La BBC de Londres hizo una encuesta en América Latina (publicada por Reforma el 12 de marzo) confirmando el rechazo de la mayoría de los latinoamericanos a Bush. El estadounidense obtiene la misma calificación que Chávez (4.6) y superan por dos décimas a Fidel Castro. En otra parte del mundo, The Guardian publicó una reveladora encuesta en noviembre del 2006: Para los británicos Bush es más peligroso que el presidente norcoreano Kim Jong-Il y el iraní Mahmud Ahmadineyad. Es generalizado el rechazo a los extremismos.

Kikka Roja

miércoles, 7 de marzo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Crimen y campaña

sergioaguayo@infosel.net.mx
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Felipe Calderón inició su gobierno lanzándose contra el crimen organizado y Marcelo Ebrard respondió estableciendo una cabeza de playa en el corazón de Tepito. Si se relacionan ambos hechos con la campaña por el 2012 podríamos estar ante una dinámica benéfica para la sociedad. La pelea por la Presidencia ha evolucionado del susurro al alboroto. Bajo la bruma priista los aspirantes guardaban un hermético silencio que terminaba al conocerse el nombre del tapado. A partir de ese momento México se llenaba del estruendo provocado por la cargada de los búfalos, el tronido de los besamanos y el coro de los jilgueros. Cada seis años se reeditaba esa peculiar ceremonia del fuego nuevo priista. Con la alternancia, la disputa se hizo pública y los enfrentamientos entre Andrés Manuel López Obrador y el Presidente terminaron contagiándose con la enfermiza inquina de Vicente Fox. ¿Cómo será el nuevociclo sexenal? Lo más lucidor de los primeros 100 días de Felipe Calderón han sido los operativos contra el crimen organizado. Es cierto que los resultados han sido magros pero al menos hubo movimiento en ese terreno; el país no podía seguir tolerando tanta pasividad frente a los cárteles que, cuando terminó el gobierno de Fox, imponían su ley sobre al menos el 22 por ciento de la población y 40 por ciento del territorio. Los secuestros, los asaltos a mano armada y las ejecuciones hicieron tan insoportable la existencia que el gobierno se vio obligado aresponder. Si la situación llegó a tal deterioro fue por la soledad federal. Los gobernadores y presidentes municipales se amparaban en que ese ámbito era de jurisdicción federal para disimular su miedo y/o complicidad y se hacían los remolones cuando de enfrentarse a los cárteles se trataba; a lo más que llegaban era a operativos conjuntos. La evasión trajo como consecuencia la erosión de su autoridad y la pérdida de la fuerza ganada por estados y municipios con la
enorme transferencia de recursos federales.

Un buen número de ellos transformó el vasallaje frente al Presidente en sometimiento a los capos. Todas las entidades se han visto afectadas aunque de manera desigual. La capital ha estado entre las más golpeadas y para demostrarlo estaría su segundo lugar en número de delitos por habitante; el primero lo tiene Baja California. Ello sereflejaba en la existencia de enclaves territoriales controlados por el crimen organizado y el símbolo más obvio, el ejemplo más claro, era Tepito, un barrio tan céntrico que está a unas cuadras del Zócalo. Si el jefe de Gobierno capitalino deseaba construir una precandidatura fuerte tenía que enfrentarse al crimen, y lo hizo expropiando una propiedad de Tepito convertida en base territorial del crimen organizado. Fue un golpe mediático bien pensado que le rindió beneficios porque en términos comparativos rebasó al gobierno federal por el carril de la ley y el orden. Las políticas de Calderón y Ebrard tienen más contenido mediático que fondo, tal vez porque es a lo más que llega un Estado anoréxico. Impactó que el gobierno federal desplegara a las Fuerzas Armadas pero, ¿tenía otra alternativa ante la magnitud del riesgo? Y ni con eso han obtenido resultados significativos. En Tepito tampoco hubo detenciones de capos y la delincuencia de esa zona simplemente se desplazó hacia la colonia Moctezuma o a Ecatepec en el estado de México, entre otros lugares. También fue manifiesta la falta de coordinación con las autoridades federales y la ausencia de una estrategia integral. Pero, ¿tenía otra opción? La capital tiene cerca de 80 mil policías en sus diferentes corporaciones pero es profundamente desigual su entrenamiento, equipamiento y cohesión.

Apenas ahora empiezan a observarse algunos frutos de las Unidades de Protección Ciudadana que han recibido mejores entrenamiento, armas y salarios. El futuro es incierto porque es difusa la fuerza de los cárteles y la reacción que tendrán a las extradiciones, retenes y expropiaciones. ¿Absorberán con estoicismo los golpes?, ¿aumentarán las ejecuciones de policías y soldados?, ¿recurrirán al terrorismo contra blancos civiles?, ¿buscarán disimularse entre la población o se atrincherarán en sus enclaves territoriales? La suerte está echada y los gobiernos mantendrán la ofensiva porque una retirada sería fatal desde una lógica de seguridad electoral. Este miércoles 7 el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, presenta ante el gabinete de seguridad la Estrategia Nacional de Prevención del Delito y Combate a la Delincuencia que, entre otras medidas, incluye una red de interconexión de voz, datos e imagen. En las próximas semanas, ya lo verán, responderán Marcelo Ebrard y Joel Ortega (secretario de Seguridad Pública capitalino) con otro operativo. Es inevitable ver estos acontecimientos con la óptica de las elecciones del 2012 que seguirán dominadas por los dos grandes bloques de izquierda y derecha seguidos por un PRI cada vez más delgado. Cuando iniciaba el sexenio anterior Santiago Creel era el aspirante más claro en el Ejecutivo; en esta ocasión no hay candidato natural en el PAN debido, en parte, a la disciplina impuesta por Calderón a su gabinete. En el caso del PRD, un aspirante obvio es el jefe de Gobierno capitalino y es obvio que eligió contrastarse con el Presidente en el combate al crimen organizado. Mientras que López Obrador y Fox tiñeron la precampaña de animosidad personal, Ebrard lleva la competencia al terreno de la eficacia. Este giro puede ser saludable para el país siempre y cuando mantengamos una actitud vigilante y crítica sobre la forma en que están combatiendo al crimen. Los criterios deben ser el respeto a los derechos humanos, la eficiencia y los resultados. Es a todas luces mejor que los insultos, el juego sucio y las campañas negativas.

El contrapunto
"No venimos a robar, ni a descansar... [ni] por glorias humanas... hemos venido a trascender". Así habló el nuevo gobernador de Jalisco, el panista Emilio González Márquez. Su primer golpe de trascendencia vino cuando nombró como secretario de Salud al que fuera su chofer durante más de cuatro años. El nuevo funcionario se llama Alfonso Gutiérrez Carranza y es un médico que tomó el volante después de renunciar a la dirección de los servicios médicos de Guadalajara donde fue acusado de malversación de fondos y acoso sexual. El PAN sigue empeñado en mantener tradiciones que alguna vez combatieron.

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Kikka Roja

jueves, 1 de marzo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Marcado rápido

Las matemáticas no engañan y el caso de Telcel confirma que tecnología más monopolio más estado cómplice es igual a abusos a consumidores indefensos, ineficacia y estancamiento. El celular ha transformado la existencia y alrededor de la mitad de los mexicanos ya cuenta con uno. Es un instrumento capaz de acentuar la neurosis pero también puede utilizarse para desencadenar el crecimiento económico y salir de la pobreza. Por ejemplo, en algunos países los campesinos lo usan para hablar con el vendedor final, sin intermediarios y venden sus productos a un mejor precio. (Tatum Anderson “Mobile Phone Lifeline for World's Poor”, BBC News). Algunos obsesos con el tiempo aprovechan esos aparatos para marcar con rapidez, alguno de los centenares de números acumulados en las memorias de algunos aparatos. La búsqueda de ese marcado rápido me expuso a la burocracia de Telcel.

Debía renovar contrato y decidí continuar con Telcel por el alcance de su red y por los problemas asociados con romper una relación que solo puede finiquitarse en el aniversario exacto de su inicio. Caí en la tentación del brinco tecnológico y ambicioné uno de esos aparatos que complementan el celular con directorio, agenda, calculadora y cámara de video. Después de varias horas empleadas en perseguir asesores de Telcel con escasos conocimientos técnicos y de consultar una página con información imprecisa seleccioné el aparato. Para recibir el celular tenía que presentarme en persona en un Centro de Atención, laberinto en el que puede interrumpirse el tiempo. Pese a la recepcionista amargada (seguro que por eso las contratan) sólo tardé una hora para firmar y recibir el aparato. Sin embargo, cometí un error de principiante: no verifiqué si tenía marcado rápido. Quien me auxilia en el manejo del equipo me habló desolada con la pésima noticia de que la memoria del celular sólo aceptaba nueve números. Inquieto, le pedí que hablara con el agente para averiguar cuál aparato era el indicado… y empezó la pesadilla. En el Centro de Atención respondía una contestadora y el agente nunca levantó su auricular. En el Servicio a Clientes (telefónico) aclararon que ellos desconocían cuál aparato era el adecuado y que mejor fuera personalmente al Centro de Atención. Lo hizo y recibió información imprecisa sobre los aparatos; la verificó por su cuenta y procedimos a hacer un intercambio que se haría -prometieron-con una simple carta poder. La agente que atendió cambió las reglas: El titular debía presentarse en persona y no podía dar más informes. Punto.

Las once horas gastadas en resolver el asunto dejan como lecciones que el personal de Telcel encargado de atender al público se divide entre los amables y los majaderos que se hermanan por su ignorancia sobre aspectos técnicos. Su especialidad (su know-how) está en calcular tarifas e imponer condiciones y las mañas de algunos de ellos evocan a los burócratas de ventanilla que se divierten sacando de quicio a monjitas pacientes y bondadosas. Supongo que sus salarios son reducidos y que se desahogan hostigando a clientes ya acostumbrados al maltrato. No tienen ningún aliciente en tratar con amabilidad y respeto; después de todo ellos son parte de la compañía que controla el 77 por ciento del mercado (41 de los 53 millones de suscriptores que tiene México). Durante el periplo conversé con un alto directivo de la empresa que después de exigir anonimato me dijo que tenía toda la razón aunque luego añadió una críptica explicación: “Al conglomerado le preocupa mucho el mal servicio pero es poco lo que podemos hacer; estamos maniatados por el sindicato y la mala preparación del personal”. Me abstuve de pedirle aclaraciones y busqué una explicación más amplia: Si Telcel no mejora su servicio es porque domina un mercado al que impone condiciones leoninas. En mi caso, el mismo número de minutos que pago en México me costaría un 30 por ciento menos en España y 70 por ciento menos en India. La comprobación de las tasas de ganancia de Telcel aparece en el Reporte Financiero de América Móvil: En el 2006 Telcel obtuvo ingresos por 109 mil millones de pesos y una utilidad de operación por 48 mil 500 millones de pesos ¡un 44.4 por ciento! ¿En cuánto se reduciría esa utilidad si atendiera a los clientes a un nivel acorde con las tarifas que carga?

Adriana Labardini dirige Al consumidor, uno de los escasos organismos civiles dedicados a combatir las prácticas monopólicas. En unos cuantos minutos detalla con precisión algunas de las prácticas empleadas por Telcel: Redondeo a su favor (cobra un minuto aunque sólo se hablen 15 segundos), cargos de roaming aunque las llamadas se hagan dentro de la red Telcel, penas enormes por cancelación del contrato… Esto es posible, añade Labardini, por la pasividad y complicidad del Gobierno Federal. La Procuraduría Federal del Consumidor y la Comisión Federal de Telecomunicaciones le autorizan contratos y prácticas nocivas. Pone como ejemplo la falla general de Telcel del 6 de febrero pasado que afectó a millones de usuarios durante varias horas. La compañía no está obligada a compensar los daños causados porque la Profeco y la Cofetel le autorizaron a no realizar bonificación alguna por fallas en el servicio que no excedieran las 72 horas. La indiferencia oficial se debe a lo poco que protestamos los consumidores y ello se refleja en la ausencia del tema en las agendas partidistas. Puede también deberse a que ni legisladores ni gobernantes pagan el celular de su bolsillo. Al ser parte de sus prestaciones les da lo mismo lo que cueste. Otra razón cultural sería que es síntoma de prestigio tener a un asistente marcando sus celulares. Ellos no necesitan del marcado rápido. Por ahora, el celular que ha cambiado nuestras vidas ha servido para que un monopolio imponga con enorme eficacia tarifas altísimas sin tener que entregar a cambio un servicio acorde con la tarifa.

La miscelánea
Un obstáculo para el combate de los monopolios es el enorme costo y dificultades de una demanda individual que, en caso de ser exitosa, sólo beneficia a quien la interpuso. Ante ello, algunos especialistas sugieren un cambio en las leyes mexicanas para permitir lo que en otros países se conoce como “Class Action Law Suit”. Es decir, bajo ciertas condiciones el fallo sobre un caso individual es aplicable a toda una comunidad de afectados. Un instrumento ideal para la defensa del consumidor.


Kikka Roja

miércoles, 21 de febrero de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Rosario y el PRD
sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

El Partido de la Revolución Democrática (PRD) invitó a personas ajenas al partido para escuchar críticas y tal vez enderezar el rumbo. En ese terreno habría que incluir su errático desempeño frente a los organismos públicos de derechos humanos... y el caso de la senadora Rosario Ibarra es paradigmático. Durante el tránsito hacia la democracia ningún partido pagó un costo humano tan elevado como el PRD y sus militantes o votantes, engrosan las listas de quienes vieron sus derechos violados por razones políticas. Por ello cuesta tanto entender el menosprecio perredista hacia las dependencias gubernamentales encargadas de combatir las violaciones a las garantías individuales. Un porcentaje amplio de esos organismos rinden poco en relación con los recursos que reciben; se han burocratizado y convertido en refugio de personajes cuyo compromiso con la causa es inversamente proporcional a su ignorancia sobre el tema o su ambición por escalar puestos. Y esto es un resultado directo de la ineficacia del control legislativo. El caso de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) es ejemplar. Depende del Senado que nunca la ha sometido a una evaluación integral y la fracción perredista se ha distinguido por sus desaciertos o por la poca prioridad que le conceden.

Tanto así que según una fuente conocedora del tema, en el otoño del 2004 Andrés Manuel López Obrador ordenó a los senadores de su partido que votaran a favor de la reelección de José Luis Soberanes a cambio de lo cual la CNDH se pronunciaría públicamente contra el desafuero (el día de la votación la senadora Leticia Burgos fue de las pocas que votó en contra). La consecuencia está a la vista: la CNDH utiliza su autonomía para politizar algunas de sus recomendaciones y transformarse en búnker de la opacidad. El Consejo Consultivo de la CNDH se integra con 10 personajes que también destacan por su insuficiente pluralidad. Ni la izquierda, ni los defensores de organismos de derechos humanos de trinchera están representados en ese órgano que podría servir para supervisar lo que pasa ahí dentro. El principal requisito para ser consejero pareciera ser tener el favor del actual presidente, el doctor José Luis Soberanes. Y el PRD perdió otra oportunidad de fomentar la diversidad. Rosario Ibarra es una doña en la defensa de las garantías individuales. Levantó y metió en la agenda nacional el drama humanitario de los desaparecidos que fue uno de los detonantes del movimiento de derechos humanos. Cuando el PRD la colocó en el primer lugar de su lista plurinominal al Senado y cuando fue elegida presidenta de la Comisión de Derechos Humanos en septiembre del 2006, parecía iniciarse una etapa de mayor atención, transparencia y preocupación por lo que pasa en la CNDH (organismo que a lo largo de los años ha sido acremente criticado por doña Rosario). En noviembre del 2006 debían renovarse dos consejeros de la CNDH y los organismos civiles se entusiasmaron pensando que finalmente ingresarían consejeros representativos de otras formas de pensar; sobre todo porque el 16 de noviembre la Comisión de doña Rosario publicó en algunos diarios una convocatoria para la nominación de candidatos.

Entre los nombres propuestos que hubieran enriquecido la pluralidad estuvieron Ernesto Isunza, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social; José Luis Pérez Canchola, primer ombudsman de Baja California, y Gloria Ramírez, presidenta de la Academia Mexicana de Derechos Humanos. La esperanza de una mayor transparencia se esfumó bien pronto. Nunca volvió a saberse nada sobre quiénes habían sido postulados, cuáles organismos los habían nominado o cuál sería el procedimiento para seleccionarlos. Hermetismo parecido al que los gobiernos priistas guardaron sobre los desaparecidos. Un mes después (22 de diciembre) el Senado orquestó el clásico madruguete e informó que los dos nombramientos habían recaído en Miguel Carbonell, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (institución de origen de Soberanes y de la cual han salido tres de los cuatro presidentes que ha tenido la CNDH), y en Miriam Cárdenas Cantú, ex presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Coahuila y conocida aliada política de Soberanes en la Federación Mexicana de Organismos Públicos de Derechos Humanos. Ahora que el PRD pide conocer sus errores: ¿cómo fue que una Comisión presidida por alguien que llegó al Senado con sus colores continúe guardando silencio sobre un proceso que importó a una parte de sus electores?, ¿cómo es que se gestó un retroceso en la transparencia? Cuando la Comisión de Derechos Humanos del Senado era presidida por un priista de la Oaxaca profunda (Sadot Sánchez), entregaba más información sobre la CNDH que cuando es dirigida por una campeona de los derechos humanos.

El desenfado y el descuido se reproducen por todo el país en donde son mayoría los organismos de derechos humanos dispuestos a consecuentar al poderoso que viola derechos. Desde esta perspectiva y con esta evidencia podría argumentarse que si Fox es un traidor a la democracia, el PRD está traicionando su historia y causando daños irreparables a México al incumplir con su tarea de impulsar y defender desde el gobierno una causa trascendental. Su menosprecio por el tema, es justo añadirlo, también se debe a que un buen número de organismos civiles se paralizan a la hora de criticar y exigirle cuentas al PRD. Rosario Ibarra sigue siendo la activista que recorre el país para brindar solidaridad a los de abajo mientras que como presidenta de un poderoso comité senatorial se desentiende de vigilar a un organismo que aliviaría el dolor de ésas y otras víctimas. En esa biografía individual se condensa el drama de un partido listo para la denuncia pero incapaz de asumir sus responsabilidades como gobernante.

La Miscelánea
El contraste lo brinda la senadora Rosario Green del PRI. Como presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores dio un ejemplo de seriedad al advertirle al nuevo gobierno que antes de someter a la aprobación los nombramientos de embajadores, la nueva secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, tendría que ir al Senado a explicar su programa de trabajo y las metas que se propone alcanzar en el cargo. La semana pasada Green presidió una pulcra y republicana comparecencia en la cual el Senado cumplió con su responsabilidad de llamar a cuentas al Ejecutivo.
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Kikka Roja

jueves, 15 de febrero de 2007

Sergio Aguayo Quezada

El desengaño

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

Hace cinco semanas el gobierno federal desplegó a miles de soldados y policías en Tijuana. Decidieron enfrentar al crimen organizado disputándole el control del territorio. La apuesta fue grande y los riesgos empiezan a aparecer en la medida en la que se hace evidente la falta de resultados. Presidente débil y Estado anoréxico. La ecuación captura la esencia del sexenio pasado en asuntos de seguridad. Se trata de un problema mayúsculo porque al menos el 22 por ciento de la población y 40 por ciento del territorio fueron dejados a merced del crimen organizado; la sociedad se defendió con silencios, evasiones y soluciones individuales. Los secuestros, los asaltos a mano armada y las ejecuciones hicieron insoportable la existencia e imposible la indiferencia. Y en ciudades como Tijuana se desataron las protestas. Jesús Alberto Capella es un hombre joven y claridoso que tomó la riesgosa opción de combatir a los sicarios y a quienes los arropan o patrocinan desde los diferentes niveles de gobierno. Como presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California, Capella ha movilizado a la sociedad y organizado marchas por el territorio y publicado desplegados; "lo único que me falta es encuerarme enfrente del palacio de gobierno en Mexicali o en el Zócalo", dice.

Cuando la Federación envió la tropa a Michoacán, Capella provocó un alboroto al exigir públicamente que Los Pinos ordenara el despliegue de militares en Baja. Y en medio del estruendo de las trompetas y las panderetas de una legión de comunicadores gubernamentales nació, el 2 de enero, la "Operación Tijuana"; desde el gabinete se informó que a esa ciudad llegarían 3 mil soldados y marinos, lanchas rápidas, vehículos artillados... la ciudadanía respiró aliviada. El sábado 10 de febrero el presidente Felipe Calderón continuó con la ofensiva mediática y con motivo de la celebración del día de la Fuerza Aérea lanzó una emotiva consigna a gobierno y sociedad: "rescatemos a México", dijo. En párrafo aparte puntualizó que por lo pronto su objetivo es liberar ocho estados: Guerrero, Michoacán, Baja California, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Nuevo León. Remachó con uno de los giros retóricos con más solera: se aplicará - aseguró- "toda la fuerza del Estado" para "arrebatar a los delincuentes los espacios públicos". La sonoridad retórica está plenamente justificada porque en los ocho estados - seis de ellos ubicados en el estratégico norte- viven 24 millones de personas en un territorio de 763 mil kilómetros cuadrados. Era absurdo, era riesgoso, que el Estado concediera tanta libertad de acción al crimen organizado que imponía su ley. Dada la corrupción, ineficacia o impotencia de los 350 mil policías, la alternativa estaba en llamar a las Fuerzas Armadas, a la principal reserva que el Estado tiene para salvaguardar la seguridad nacional amenazada. Sacar a la tropa de los cuarteles -me confirman funcionarios de alto nivel- tenía como primer objetivo demostrar la firmeza del Presidente y recuperar el espacio cedido a, y ganado por, el crimen organizado.

Al amparo del mazazo mediático se procedería a captar la inteligencia requerida para la detención de los principales capos y el desmantelamiento de los batallones de sicarios. La estrategia parecía tan sensata como realistas los objetivos. Acabo de visitar Tijuana donde dialogué con una muestra más que representativa de conocedores del submundo criminal y de sus resortes. El entusiasmo inicial ya fue sustituido por el desconcierto y el desaliento de académicos, líderes sociales, periodistas... Con la explicación colectiva puede tejerse una cronología de las cinco semanas pasadas desde el 2 de enero: 40 días después de instalados los retenes, éstos empezaron a relajarse; a las tres semanas se hizo evidente que no se detendría a capos cuyos apodos, manías y lugares de reunión son citados con precisión; al cumplirse el primer mes se reiniciaron los secuestros y 10 días después -12 de febrero- ya son cinco las víctimas. Nadie entiende la tibieza del gobierno federal aunque abundan las especulaciones que convergen en una inquietante conclusión: ¿si ni el Ejército pudo -se preguntan-, qué será de nosotros? Entretanto, el alcalde tijuanense, el ambicioso y rico Jorge Hank Rhon, aprovecha el momento para seguir aplanándose el camino hacia una gubernatura en manos panistas desde 1989. Funcionarios de la presidencia municipal que Hank encabeza contradicen abiertamente a la Federación y aseguran que en lugar de los 3 mil militares prometidos sólo llegaron 400; también difunden spots ensalzando a los policías municipales que el Ejército hiciera famosos quitándoles sus armas. Es un error concluir que las armas nacionales fueron derrotadas; imposible porque nunca hubo una verdadera batalla.

Hasta el momento de enviar esta columna el "Operativo Tijuana" se ha concretado a seleccionar los lugares más lucidores para la imagen. De mantenerse la situación actual se confirmaría la debilidad del Estado que tal vez desplegó a sus efectivos sin contar con una estrategia integral o con la inteligencia requerida para desmantelar a los cárteles. Las carencias se confirman porque nada se está haciendo para reducir el preocupante incremento en las adicciones; más del 90 por ciento del presupuesto sigue dedicándose a la erradicación y la interceptación de narcóticos que son, por cierto, las principales metas de una estrategia elaborada en Washington hace ya varias décadas. En Tijuana el crimen organizado sigue entero y la sociedad digiere como puede lo que está pasando, mientras espera inquieta el regreso de sicarios alebrestados por las pérdidas monetarias, las extradiciones y las molestias causadas por un operativo cuyo rasgo más distintivo ha sido la búsqueda del brillo mediático. El desengaño.

La Miscelánea
El Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Berkeley, en California, acoge en su biblioteca, desde el pasado 29 de enero, una exposición que los grandes museos estadounidenses se han negado a exhibir por razones más allá de las artísticas: se trata de 47 pinturas de Fernando Botero sobre las torturas de soldados estadounidenses a presos iraquíes en Abu Ghraib. Además de Berkeley, la muestra que cosechó éxitos en Europa, sólo se ha presentado en una pequeña galería privada neoyorquina. La batalla por las libertades básicas no reconoce fronteras.
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Kikka Roja

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