Susana González
Durante el primer trimestre de 2008 la inversión extranjera directa (IED) cayó 36 por ciento, respecto al mismo periodo del año pasado, ya que pasó de 6.5 a 4.1 mil millones de dólares, informó Carlos Arce Macías, subsecretario de Normatividad e Inversión Extranjera de la Secretaría de
- El espejismo de la inversión extranjera
De acuerdo con información proporcionada ayer por la Secretaría de Economía (SE), la inversión extranjera directa (IED) en nuestro país se desplomó 36 por ciento en los primeros tres meses de 2008. El fenómeno, que es atribuido por las autoridades económicas nacionales al proceso de desaceleración que vive la economía de Estados Unidos, principal fuente de IED, con 69 por ciento del total, no deja de resultar preocupante, tanto por el monto del desplome –equivalente a más de un tercio con relación al mismo periodo de 2007–, como porque constituye un indicador claro del fracaso de la política económica que ha seguido nuestro país en las últimas dos décadas.
En efecto, la caída de la IED en México contradice una de las premisas fundamentales del argumento que, en materia económica, han esgrimido las sucesivas administraciones a partir de la de Carlos Salinas: la necesidad de convertir a México en un país atractivo para los capitales extranjeros. Para lograr ese fin, los gobiernos federales han realizado concesiones prácticamente ilimitadas a los grandes capitales extranjeros: han desmantelado el sector público mediante la privatización voraz de sus empresas y limitado severamente la capacidad reguladora del Estado; han incentivado la apertura indiscriminada de los mercados nacionales y permitido a los dueños de las grandes fortunas diferir e incluso exentar el pago de impuestos, y han adoptado medidas que perjudican a la clase trabajadora y contribuyen a la destrucción del tejido social, como la contención salarial injusta, la destrucción de los sindicatos, la derogación de conquistas laborales, sociales y agrarias, y la clausura de organismos de bienestar social.
Con el desplome de la IED en el primer trimestre de este año, sin embargo, se confirma una tendencia observada desde el sexenio pasado, cuando una porción de las inversiones foráneas, particularmente la integrada por la industria maquiladora, emigró a países como China o India con la expectativa de obtener más amplios márgenes de ganancia, dado el bajo costo de la mano de obra en esos lugares. Estos elementos dan cuenta de un modelo económico que ha fallado en sus premisas fundamentales y ponen de manifiesto la necesidad de abandonarlo.
Por lo demás, el dato referido cobra relevancia a la luz de la discusión que se sigue actualmente en torno a la industria petrolera nacional, que es, junto con las remesas enviadas por los connacionales que trabajan en Estados Unidos, uno de los pilares fundamentales de nuestra economía. Al día de hoy, y a pesar de los diagnósticos gubernamentales alarmistas y sesgados, Petróleos Mexicanos (Pemex) sigue siendo una de las compañías más rentables del mundo, como confirma el ingreso excedente de 3 mil 833.5 millones de dólares que la paraestatal obtuvo por la venta de crudo tan sólo en los primeros tres meses del año. Así, la iniciativa de reforma enviada por Felipe Calderón al Senado a principios de abril –que plantea la privatización de segmentos de la industria petrolera nacional–, lejos de buscar el “fortalecimiento de Pemex” –para lo cual tal vez bastaría con frenar el saqueo fiscal de la empresa y erradicar la corrupción en la paraestatal y en la administración pública–, parece más un nuevo intento por avanzar en el “adelgazamiento” del Estado, vía la privatización, y por alentar la participación de inversionistas extranjeros, ahora en la industria nacional de los hidrocarburos, aunque ello contravenga los principios constitucionales y la soberanía nacional.
Es tiempo de que los gobernantes caigan en la cuenta de que muchas de las premisas de su estrategia económica son, hoy en día, meros espejismos, y que emprendan un viraje para reorientar las finanzas nacionales para ponerlas al servicio ya no de los intereses de las grandes corporaciones multinacionales, sino del bienestar de los mexicanos.
En efecto, la caída de la IED en México contradice una de las premisas fundamentales del argumento que, en materia económica, han esgrimido las sucesivas administraciones a partir de la de Carlos Salinas: la necesidad de convertir a México en un país atractivo para los capitales extranjeros. Para lograr ese fin, los gobiernos federales han realizado concesiones prácticamente ilimitadas a los grandes capitales extranjeros: han desmantelado el sector público mediante la privatización voraz de sus empresas y limitado severamente la capacidad reguladora del Estado; han incentivado la apertura indiscriminada de los mercados nacionales y permitido a los dueños de las grandes fortunas diferir e incluso exentar el pago de impuestos, y han adoptado medidas que perjudican a la clase trabajadora y contribuyen a la destrucción del tejido social, como la contención salarial injusta, la destrucción de los sindicatos, la derogación de conquistas laborales, sociales y agrarias, y la clausura de organismos de bienestar social.
Con el desplome de la IED en el primer trimestre de este año, sin embargo, se confirma una tendencia observada desde el sexenio pasado, cuando una porción de las inversiones foráneas, particularmente la integrada por la industria maquiladora, emigró a países como China o India con la expectativa de obtener más amplios márgenes de ganancia, dado el bajo costo de la mano de obra en esos lugares. Estos elementos dan cuenta de un modelo económico que ha fallado en sus premisas fundamentales y ponen de manifiesto la necesidad de abandonarlo.
Por lo demás, el dato referido cobra relevancia a la luz de la discusión que se sigue actualmente en torno a la industria petrolera nacional, que es, junto con las remesas enviadas por los connacionales que trabajan en Estados Unidos, uno de los pilares fundamentales de nuestra economía. Al día de hoy, y a pesar de los diagnósticos gubernamentales alarmistas y sesgados, Petróleos Mexicanos (Pemex) sigue siendo una de las compañías más rentables del mundo, como confirma el ingreso excedente de 3 mil 833.5 millones de dólares que la paraestatal obtuvo por la venta de crudo tan sólo en los primeros tres meses del año. Así, la iniciativa de reforma enviada por Felipe Calderón al Senado a principios de abril –que plantea la privatización de segmentos de la industria petrolera nacional–, lejos de buscar el “fortalecimiento de Pemex” –para lo cual tal vez bastaría con frenar el saqueo fiscal de la empresa y erradicar la corrupción en la paraestatal y en la administración pública–, parece más un nuevo intento por avanzar en el “adelgazamiento” del Estado, vía la privatización, y por alentar la participación de inversionistas extranjeros, ahora en la industria nacional de los hidrocarburos, aunque ello contravenga los principios constitucionales y la soberanía nacional.
Es tiempo de que los gobernantes caigan en la cuenta de que muchas de las premisas de su estrategia económica son, hoy en día, meros espejismos, y que emprendan un viraje para reorientar las finanzas nacionales para ponerlas al servicio ya no de los intereses de las grandes corporaciones multinacionales, sino del bienestar de los mexicanos.
CALDERON SOLO GOBIERNA PARA LOS OLIGARCAS, MEGA MILLONARIOS (extranjeros) Y LLEVA AL PAIS AL DESASTRE
- Sólo crea jóvenes sin universidad y campesinos pobres, afirma
- El neoliberalismo, responsable de la descomposición social: López Obrador
Durango, Dgo., 21 de mayo. La violencia que se ha desatado en el país y la descomposición social son provocados por la política económica que no han modificado los gobiernos neoliberales, afirmó Andrés Manuel López Obrador. Agregó que mientras no exista un cambio de fondo habrá más inseguridad y crecerá la violencia. A su llegada a la capital de Durango para reunirse con brigadistas y autoridades del comité estatal en defensa del petróleo, el "presidente legítimo" habló sobre la inseguridad pública, un día después de que ocurrió una balacera en la entidad que dejó como saldo ocho muertos. Señaló que "sólo se está atendiendo el problema por encima y no se va al fondo del mismo". Explicó que la raíz del problema es el modelo económico del país, el cual no genera más empleo para los jóvenes ni otorga bienestar a sus familias; pero también se requiere, agregó, abrir más la educación profesional, las universidades –deben recibir a todos los estudiantes y no rechazarlos–; además de ampliar el sistema de becas, "todo es resultado de excluir a los jóvenes en el modelo económico".
Reunido con perredistas y petistas, López Obrador manifestó que cada vez hay más estudiantes rechazados por las universidades y no encuentran empleo; "creo que deben de ir pensándolo, porque si siguen con el mismo modelo habrá mas inseguridad y más violencia". En la región de Los Llanos, municipio de Guadalupe Victoria, que era el granero de la zona, se reunió con varios miles de campesinos empobrecidos y sin recursos para cultivar la tierra. Ahí manifestó que esto es "resultado de una política neoliberal y entreguista que ha descuidado al campo, que no genera empleos y bloquea las aspiraciones de los jóvenes de tener educación en preparatorias y universidades", por lo cual no debe extrañar que esa política neoliberal se traduzca ahora en más violencia que parece no tener freno y que ha dejado como secuela centenares de muertos.
Reunido con perredistas y petistas, López Obrador manifestó que cada vez hay más estudiantes rechazados por las universidades y no encuentran empleo; "creo que deben de ir pensándolo, porque si siguen con el mismo modelo habrá mas inseguridad y más violencia". En la región de Los Llanos, municipio de Guadalupe Victoria, que era el granero de la zona, se reunió con varios miles de campesinos empobrecidos y sin recursos para cultivar la tierra. Ahí manifestó que esto es "resultado de una política neoliberal y entreguista que ha descuidado al campo, que no genera empleos y bloquea las aspiraciones de los jóvenes de tener educación en preparatorias y universidades", por lo cual no debe extrañar que esa política neoliberal se traduzca ahora en más violencia que parece no tener freno y que ha dejado como secuela centenares de muertos.
Caída de Calderón
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
"La única forma de hacer digno de confianza a un hombre es tenerle confianza".
Henry Stimson
La confianza en el primer mandatario ha registrado en las últimas semanas una caída estrepitosa. Apenas el 11 de marzo pasado la encuesta telefónica que lleva a cabo de manera semanal la empresa BGC Ulises Beltrán y Asociados señalaba que el 35 por ciento de la gente tenía "mucha" confianza en el presidente Felipe Calderón. Dos meses después, el 11 de mayo, sólo el 6 por ciento de los entrevistados manifiestan este nivel de confianza. Quienes dicen que le tienen "regular" confianza bajaron de 32 a 22 por ciento. Quienes afirman no tenerle ninguna confianza pasaron del 10 al 35 por ciento. Se trata de una caída verdaderamente dramática. No recuerdo un desplome tan importante en la confianza en un presidente en funciones desde 1995, el primer año de gobierno de Ernesto Zedillo, cuando el desplome del peso dio lugar a una crisis económica mayúscula.
Puede haber distintas interpretaciones sobre los factores que han provocado este desplome de la confianza en el presidente de la república. Muchas cosas han ocurrido en los últimos dos meses en nuestro país. No hay hoy, como en 1995, una crisis económica que domine todos los demás temas. La iniciativa de reforma energética ha dividido las opiniones por lo que no parece ser responsable de la caída. Por otra parte, se ha registrado un descenso en la confianza en todas las instituciones del Estado, lo cual revela un mayor pesimismo de los mexicanos en general, pero ninguna ha bajado tanto como la Presidencia de la República.
Una indicación de lo que ha ocurrido puede encontrarse en los descensos de confianza en las instituciones de seguridad y procuración de justicia. El número de entrevistados que expresan mucha confianza en la Procuraduría General de la República (PGR) pasó de 18 a 10 por ciento entre el 11 de marzo y el 11 de mayo. La Policía Judicial registra un nivel mínimo de 7 por ciento. Parecería así que el tema que ha generado el deterioro es la inseguridad. Solamente los sindicatos, los diputados y los senadores, con 5 por ciento de confianza, y los partidos políticos, con 3 por ciento, tienen cifras menores a la Policía Judicial, y esto a pesar de las insistentes campañas de publicidad de los legisladores en los medios de comunicación en que nos dicen que gracias a la Cámara de Diputados y al Senado al país le está yendo mejor.
Lo interesante es que el Ejército, que se ha convertido en uno de los protagonistas más importantes en la lucha contra la delincuencia organizada, no ha sufrido un deterioro en la confianza de los mexicanos. El 48 por ciento de los entrevistados sigue diciendo que le tienen mucha confianza. Poco daño le han hecho al Ejército las acusaciones de violaciones a los derechos humanos o los cuestionamientos a la constitucionalidad de su cada vez más relevante papel como policía antinarco.
A lo largo de este 2008 se han registrado entre dos mil y tres mil ejecuciones en distintos lugares de la república. Son realmente contados los casos resueltos en que se ha consignado a presuntos responsables. Tan sólo este domingo pasado hubo 34 ejecuciones. Dos cuerpos más fueron encontrados en Ecatepec y en el Distrito Federal la mañana de este lunes, mientras yo redactaba esta columna. Hay guerras que no tienen tantos muertos. Esta violencia parece estar influyendo sobre el ánimo nacional.
El presidente Calderón tomó desde el principio la decisión de hacer de la lucha contra el narco el tema fundamental de su gobierno. Quizá no tenía más opción: la oleada de violencia que ha cubierto a nuestro país ya había empezado. Sin embargo, a pesar de que las autoridades han logrado triunfos muy importantes, como la confiscación del dinero de Zhenli Ye Gon, o el decomiso de 23 toneladas de cocaína en el puerto de Manzanillo, la violencia relacionada con el narco ha aumentado.
Hasta hace poco tiempo la confianza en el presidente no se veía afectada por esta situación. Desde hace varios años, el número de personas que afirmaba que le tenía mucha confianza al presidente –tanto Vicente Fox como Calderón-- ha fluctuado entre 27 y 38 por ciento en la encuesta de Ulises Beltrán. La caída a 6 por ciento del 11 de mayo es, pues, un rompimiento brutal de esta tendencia.
Quizá yo me equivoque en mi interpretación de que ha sido la violencia criminal la que ha provocado el desplome en la confianza en el presidente. Pero ciertamente esta encuesta debería hacer que se enciendan los focos rojos en Los Pinos. La confianza, después de todo, es algo que cuesta mucho construir y que se pierde con facilidad.
Gustavo Castillo García
De acuerdo con registros oficiales, en lo que va de la administración de Felipe Calderón ya suman más de 4 mil ejecutados, es decir, en promedio han muerto diariamente a manos del crimen organizado 7.6 personas a lo largo de 527 días. Sin embargo, la semana pasada la violencia se incrementó hasta superar los 15 asesinatos cada 24 horas, principalmente en estados como Chihuahua, Sinaloa y Durango.
Kikka Roja
Henry Stimson
La confianza en el primer mandatario ha registrado en las últimas semanas una caída estrepitosa. Apenas el 11 de marzo pasado la encuesta telefónica que lleva a cabo de manera semanal la empresa BGC Ulises Beltrán y Asociados señalaba que el 35 por ciento de la gente tenía "mucha" confianza en el presidente Felipe Calderón. Dos meses después, el 11 de mayo, sólo el 6 por ciento de los entrevistados manifiestan este nivel de confianza. Quienes dicen que le tienen "regular" confianza bajaron de 32 a 22 por ciento. Quienes afirman no tenerle ninguna confianza pasaron del 10 al 35 por ciento. Se trata de una caída verdaderamente dramática. No recuerdo un desplome tan importante en la confianza en un presidente en funciones desde 1995, el primer año de gobierno de Ernesto Zedillo, cuando el desplome del peso dio lugar a una crisis económica mayúscula.
Puede haber distintas interpretaciones sobre los factores que han provocado este desplome de la confianza en el presidente de la república. Muchas cosas han ocurrido en los últimos dos meses en nuestro país. No hay hoy, como en 1995, una crisis económica que domine todos los demás temas. La iniciativa de reforma energética ha dividido las opiniones por lo que no parece ser responsable de la caída. Por otra parte, se ha registrado un descenso en la confianza en todas las instituciones del Estado, lo cual revela un mayor pesimismo de los mexicanos en general, pero ninguna ha bajado tanto como la Presidencia de la República.
Una indicación de lo que ha ocurrido puede encontrarse en los descensos de confianza en las instituciones de seguridad y procuración de justicia. El número de entrevistados que expresan mucha confianza en la Procuraduría General de la República (PGR) pasó de 18 a 10 por ciento entre el 11 de marzo y el 11 de mayo. La Policía Judicial registra un nivel mínimo de 7 por ciento. Parecería así que el tema que ha generado el deterioro es la inseguridad. Solamente los sindicatos, los diputados y los senadores, con 5 por ciento de confianza, y los partidos políticos, con 3 por ciento, tienen cifras menores a la Policía Judicial, y esto a pesar de las insistentes campañas de publicidad de los legisladores en los medios de comunicación en que nos dicen que gracias a la Cámara de Diputados y al Senado al país le está yendo mejor.
Lo interesante es que el Ejército, que se ha convertido en uno de los protagonistas más importantes en la lucha contra la delincuencia organizada, no ha sufrido un deterioro en la confianza de los mexicanos. El 48 por ciento de los entrevistados sigue diciendo que le tienen mucha confianza. Poco daño le han hecho al Ejército las acusaciones de violaciones a los derechos humanos o los cuestionamientos a la constitucionalidad de su cada vez más relevante papel como policía antinarco.
A lo largo de este 2008 se han registrado entre dos mil y tres mil ejecuciones en distintos lugares de la república. Son realmente contados los casos resueltos en que se ha consignado a presuntos responsables. Tan sólo este domingo pasado hubo 34 ejecuciones. Dos cuerpos más fueron encontrados en Ecatepec y en el Distrito Federal la mañana de este lunes, mientras yo redactaba esta columna. Hay guerras que no tienen tantos muertos. Esta violencia parece estar influyendo sobre el ánimo nacional.
El presidente Calderón tomó desde el principio la decisión de hacer de la lucha contra el narco el tema fundamental de su gobierno. Quizá no tenía más opción: la oleada de violencia que ha cubierto a nuestro país ya había empezado. Sin embargo, a pesar de que las autoridades han logrado triunfos muy importantes, como la confiscación del dinero de Zhenli Ye Gon, o el decomiso de 23 toneladas de cocaína en el puerto de Manzanillo, la violencia relacionada con el narco ha aumentado.
Hasta hace poco tiempo la confianza en el presidente no se veía afectada por esta situación. Desde hace varios años, el número de personas que afirmaba que le tenía mucha confianza al presidente –tanto Vicente Fox como Calderón-- ha fluctuado entre 27 y 38 por ciento en la encuesta de Ulises Beltrán. La caída a 6 por ciento del 11 de mayo es, pues, un rompimiento brutal de esta tendencia.
Quizá yo me equivoque en mi interpretación de que ha sido la violencia criminal la que ha provocado el desplome en la confianza en el presidente. Pero ciertamente esta encuesta debería hacer que se enciendan los focos rojos en Los Pinos. La confianza, después de todo, es algo que cuesta mucho construir y que se pierde con facilidad.
Gustavo Castillo García
De acuerdo con registros oficiales, en lo que va de la administración de Felipe Calderón ya suman más de 4 mil ejecutados, es decir, en promedio han muerto diariamente a manos del crimen organizado 7.6 personas a lo largo de 527 días. Sin embargo, la semana pasada la violencia se incrementó hasta superar los 15 asesinatos cada 24 horas, principalmente en estados como Chihuahua, Sinaloa y Durango.