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*Además, Juan Camilo Mouriño Terrazo convirtió en Palacio de Cobián en un “salón de fiestas” y reuniones para sus amigos íntimos *Su conducta irresponsable era una seria preocupación para las dependencias encargadas de la seguridad del país
De la Redacción
La irresponsable conducta de Juan Camilo Mouriño Terrazo, que lo llevó a provocar el accidente aéreo en el cual perdió la vida, de igual manera se reflejó en diversas medidas implementadas cuando fungió como titular de la Secretaría de Gobernación, pues además de convertir su despacho del Palacio de Cobián en su “salón de fiestas” y reuniones para “los cuates”, propició un serio divisionismo en el gabinete de seguridad del gobierno espurio.
Juan Camilo fue amigo personal del presidente ilegítimo, Felipe Calderón Hinojosa, quien desde el primer momento cuando ocurrió el accidente aéreo, evidenció un sufrimiento extremo, que inclusive en su propio gabinete y partido cuestionaron, toda vez que faltándole el respeto a su investidura manejó la tragedia como si se tratara de un golpe mortal a su equipo de trabajo, lo que evidenció una debilidad extrema en quienes usurpan el gobierno mexicano.
Y es que gracias a esa cercana amistad que existía entre Calderón Hinojosa y Mouriño Terrazo, provocó que el entonces titular de la Secretaría de Gobernación pusiera en riesgo el funcionamiento del gabinete de seguridad nacional, ya que producto de su irresponsable conducta pocas veces tomó en cuenta las recomendaciones que le hacían los titulares de las secretarías de Defensa y Marina, en operativos y estrategias para el combate al narcotráfico.
Por ello, dos meses antes de perder la vida, trabajó de manera estrecha con otra de las víctimas del avionazo, José Luis Santiago Vasconcelos, ex titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), pues con su presencia pretendían acallar la inconformidad y desconfianza que privaba entre sus homólogos de los Estados Unidos, principalmente, quienes a raíz de la conducta de escándalos del titular de la Segob, habían dejado de compartir información privilegiada con el desaparecido funcionario espurio.
Santiago Vasconcelos hasta su muerte siempre fue un hombre confiable para las agencias antidrogas estadounidenses y por ello se le había acomodado cerca de Juan Camilo, pues la desconfianza hacia la Segob ya había tomado brotes de escándalo en la comunidad internacional, sin que existiera voluntad del espurio por remediar la situación a corto plazo.
De acuerdo a fuentes confidenciales, era frecuente que Juan Camilo llevara a un reducido y selecto grupo de amigos a sus oficinas del Palacio de Cobián, para beber la copa y relajarse por las intensas jornadas de trabajo.
Era muy frecuente su asistencia a las discotecas de moda de la ciudad de México, en donde se mantenía hasta altas horas de la madrugada, aún cuando fuera media semana y tuviera compromisos al día siguiente desde las nueve de la mañana.
Inclusive, por esas desveladas y por ende llegadas tarde a sus compromisos oficiales, en septiembre del año pasado, cuando se abanderó a un grupo de escoltas de escuelas primarias capitalinas, a los educandos desde las siete de la mañana se les citó en el edificio de la Segob para la ceremonia que se desarrollaría en punto de las ocho de la mañana. Sin embargo, la impuntualidad de Mouriño Terrazo, quien llegó hasta pasadas las 10 de la mañana, provocó que más de 15 estudiantes sufrieran desmayos por la falta de alimentos y de estar parados por más de tres horas.
La complicidad y la simulación del manejo de estas graves irregularidades provocó que nadie denunciara ni se diera a conocer que se había puesto en riesgo la salud de varios menores de edad.
Juan Camilo era afecto a pilotear los aviones, una gran mayoría de integrantes del gobierno espurio lo sabían, pues presumía sus “travesuras” después de realizar sus incursiones a las cabinas de los aviones oficiales, en los que lo trasladaban a diversas entidades del país para cubrir su agenda de trabajo.
Por ello, la hipótesis del accidente aéreo, en el que se presume que fue Juan Camilo quien piloteaba la aeronave Lear Jet 45 a la hora del percance ocurrido el 4 de noviembre del año pasado, cobra mayor fuerza, toda vez que la conducta inmadura del amigo personal de Calderón Hinojosa provocó varios incidentes que pusieron en riesgo no sólo su vida en varias ocasiones, sino que manejó la política de seguridad nacional como si se trataran de operativos para cubrir el bienestar de sus empresas y no de un país.
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Juan Camilo fue amigo personal del presidente ilegítimo, Felipe Calderón Hinojosa, quien desde el primer momento cuando ocurrió el accidente aéreo, evidenció un sufrimiento extremo, que inclusive en su propio gabinete y partido cuestionaron, toda vez que faltándole el respeto a su investidura manejó la tragedia como si se tratara de un golpe mortal a su equipo de trabajo, lo que evidenció una debilidad extrema en quienes usurpan el gobierno mexicano.
Y es que gracias a esa cercana amistad que existía entre Calderón Hinojosa y Mouriño Terrazo, provocó que el entonces titular de la Secretaría de Gobernación pusiera en riesgo el funcionamiento del gabinete de seguridad nacional, ya que producto de su irresponsable conducta pocas veces tomó en cuenta las recomendaciones que le hacían los titulares de las secretarías de Defensa y Marina, en operativos y estrategias para el combate al narcotráfico.
Por ello, dos meses antes de perder la vida, trabajó de manera estrecha con otra de las víctimas del avionazo, José Luis Santiago Vasconcelos, ex titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), pues con su presencia pretendían acallar la inconformidad y desconfianza que privaba entre sus homólogos de los Estados Unidos, principalmente, quienes a raíz de la conducta de escándalos del titular de la Segob, habían dejado de compartir información privilegiada con el desaparecido funcionario espurio.
Santiago Vasconcelos hasta su muerte siempre fue un hombre confiable para las agencias antidrogas estadounidenses y por ello se le había acomodado cerca de Juan Camilo, pues la desconfianza hacia la Segob ya había tomado brotes de escándalo en la comunidad internacional, sin que existiera voluntad del espurio por remediar la situación a corto plazo.
De acuerdo a fuentes confidenciales, era frecuente que Juan Camilo llevara a un reducido y selecto grupo de amigos a sus oficinas del Palacio de Cobián, para beber la copa y relajarse por las intensas jornadas de trabajo.
Era muy frecuente su asistencia a las discotecas de moda de la ciudad de México, en donde se mantenía hasta altas horas de la madrugada, aún cuando fuera media semana y tuviera compromisos al día siguiente desde las nueve de la mañana.
Inclusive, por esas desveladas y por ende llegadas tarde a sus compromisos oficiales, en septiembre del año pasado, cuando se abanderó a un grupo de escoltas de escuelas primarias capitalinas, a los educandos desde las siete de la mañana se les citó en el edificio de la Segob para la ceremonia que se desarrollaría en punto de las ocho de la mañana. Sin embargo, la impuntualidad de Mouriño Terrazo, quien llegó hasta pasadas las 10 de la mañana, provocó que más de 15 estudiantes sufrieran desmayos por la falta de alimentos y de estar parados por más de tres horas.
La complicidad y la simulación del manejo de estas graves irregularidades provocó que nadie denunciara ni se diera a conocer que se había puesto en riesgo la salud de varios menores de edad.
Juan Camilo era afecto a pilotear los aviones, una gran mayoría de integrantes del gobierno espurio lo sabían, pues presumía sus “travesuras” después de realizar sus incursiones a las cabinas de los aviones oficiales, en los que lo trasladaban a diversas entidades del país para cubrir su agenda de trabajo.
Por ello, la hipótesis del accidente aéreo, en el que se presume que fue Juan Camilo quien piloteaba la aeronave Lear Jet 45 a la hora del percance ocurrido el 4 de noviembre del año pasado, cobra mayor fuerza, toda vez que la conducta inmadura del amigo personal de Calderón Hinojosa provocó varios incidentes que pusieron en riesgo no sólo su vida en varias ocasiones, sino que manejó la política de seguridad nacional como si se trataran de operativos para cubrir el bienestar de sus empresas y no de un país.