JORGE MOCH
Albricias. Regresó Carmen Aristegui al cuadrante. Y regresó –sin desprecio ninguno por emisoras pequeñas o medios alternativos– como debía ser, en cobertura nacional y en una radioemisora fuerte. O sea que Carmen, fiel a su origen, volvió a lo suyo: hacer radio de verdades, aunque algún enano mental con poder transitorio pueda sentir pisados sus callos por los dichos y exposiciones públicas de alguien que es, sin duda, una de las más importantes y coherentes periodistas en México.
Albricias. Se jodió ese sector de la derecha al que le interesa que se callen cosas que este país no puede callar más. Se jodió ese falansterio adinerado y mojigato que mandó a uno de sus más ingratos agentes –a quien antes, qué paradoja, la misma Carmen mantuvo invitado constantemente a sus espacios radiofónicos y televisivos precisamente atendiendo la máxima de una voz para todos– para que con argucias de cuentachiles, con pretextos pendejos, pero sobre todo con el poder que otorga la parentela presidencial, Carmen saliera de los medios porque su presencia le era incómoda a ese maridaje hediondo entre poder político, poder económico y poder clerical. Había que callar esa voz, esa constante alfaguara de denuncias y discusiones públicas, esa manía por fijar en un tablero público la radiografía detallada y puntual de todas las inmundicias que perpetraron y perpetran los políticos, los banqueros, los industriales y sobre todo no pocos curánganos.
Antonio García, Carmen Aristegui
y Mardonio Carballo
Albricias. Hubo quien, entre los empresarios de los medios de comunicación, saltó la tranca, se pasó la opinión de las cúpulas por los soberanos destos y supo entrever, porque nadie achaca a un empresario radiofónico rico y poderoso las virtudes monacales, que en la verdad que Carmen ejerce como directriz de su oficio periodístico brillaba el oro. Mucho, posiblemente la mayor parte de su auditorio perdió w Radio hace cosa de un año, cuando se decidió atajar la labor de Carmen Aristegui para, mal disfrazada la cuestión de asunto contractual, darle un respirito a cónclaves perversos de poder a los que mucho preocupaba que se airearan sus cochinos entresijos. La misma cantidad de oyentes, me atrevo a suponer, que hoy sintonizamos mvs noticias (emisora, además, donde Carmen y Javier Solórzano fundaron desde hace muchos años un magnífico quehacer periodístico –en agudo contraste con su coequipero, el ahora intragable, recalcitrante vocerito de derechas Pedro Ferriz–, de modo que el regreso de Carmen a mvs es también un acto simbólico, de coherencia de ambas partes), reponiendo en los hechos una audiencia que de nuevo ya quisieran muchas empresas del ramo. Un acierto sin duda de los dueños de mvs , los Vargas, a los que imagino de plácemes a pesar de lo que se diga en otros lados.
Albricias. Volveremos a escuchar –no sin el pesar que las noticias mismas nos causen a veces, no sin indignarnos solidariamente con las víctimas de los abusos que sus magníficos reportajes exhiben ante la opinión pública– a Sanjuana Martínez, quien junto con otros periodistas de la talla de Lidia Cacho seguramente irán a la caza de clérigos y empresarios pederastas, y podremos conocer de nueva cuenta los nombres, dichos y haberes de los cerdos políticos y los cerdos policías y los cerdos abogados que los protegen aunque ellos mismos tengan hijos.
Albricias. Vuelve Mardonio Carballo, el poeta huasteco, en su denodada defensa de los pueblos autóctonos, de su cultura, de sus magníficas expresiones artísticas y sobre todo poéticas, y de muchos aspectos de sus formas de vida y convivencia, ésas que en este país racista y clasista tanto nos empeñamos en ignorar.
Albricias. Hay un resquicio que es victoria. Una ventana que nos ponga en claro que la derecha es enemiga de la libertad de expresión, pero no ha podido silenciar –no del todo– el ejercicio honesto del periodismo. Un recordatorio de que los politicastros se van pero el periodismo se queda. Un vehículo que nos entere de los abusos cometidos contra periodistas y ciudadanos. Un programa que sea eso, un noticiero verdadero y no otra vocería del régimen de ésas que, salvo honrosísimas y muy escasas excepciones, por todos lados nos han brotado últimamente, convirtiendo el sagrado oficio del periodista en serpollar de cortesanías, de lambiscones, de escuderos con consigna.
Albricias. La libertad de expresión y el libre ejercicio del periodismo se han recuperado de un gancho al hígado. Ahora tenemos mucho más con qué presentar batalla.
Albricias. Se jodió ese sector de la derecha al que le interesa que se callen cosas que este país no puede callar más. Se jodió ese falansterio adinerado y mojigato que mandó a uno de sus más ingratos agentes –a quien antes, qué paradoja, la misma Carmen mantuvo invitado constantemente a sus espacios radiofónicos y televisivos precisamente atendiendo la máxima de una voz para todos– para que con argucias de cuentachiles, con pretextos pendejos, pero sobre todo con el poder que otorga la parentela presidencial, Carmen saliera de los medios porque su presencia le era incómoda a ese maridaje hediondo entre poder político, poder económico y poder clerical. Había que callar esa voz, esa constante alfaguara de denuncias y discusiones públicas, esa manía por fijar en un tablero público la radiografía detallada y puntual de todas las inmundicias que perpetraron y perpetran los políticos, los banqueros, los industriales y sobre todo no pocos curánganos.
Antonio García, Carmen Aristegui
y Mardonio Carballo
Albricias. Hubo quien, entre los empresarios de los medios de comunicación, saltó la tranca, se pasó la opinión de las cúpulas por los soberanos destos y supo entrever, porque nadie achaca a un empresario radiofónico rico y poderoso las virtudes monacales, que en la verdad que Carmen ejerce como directriz de su oficio periodístico brillaba el oro. Mucho, posiblemente la mayor parte de su auditorio perdió w Radio hace cosa de un año, cuando se decidió atajar la labor de Carmen Aristegui para, mal disfrazada la cuestión de asunto contractual, darle un respirito a cónclaves perversos de poder a los que mucho preocupaba que se airearan sus cochinos entresijos. La misma cantidad de oyentes, me atrevo a suponer, que hoy sintonizamos mvs noticias (emisora, además, donde Carmen y Javier Solórzano fundaron desde hace muchos años un magnífico quehacer periodístico –en agudo contraste con su coequipero, el ahora intragable, recalcitrante vocerito de derechas Pedro Ferriz–, de modo que el regreso de Carmen a mvs es también un acto simbólico, de coherencia de ambas partes), reponiendo en los hechos una audiencia que de nuevo ya quisieran muchas empresas del ramo. Un acierto sin duda de los dueños de mvs , los Vargas, a los que imagino de plácemes a pesar de lo que se diga en otros lados.
Albricias. Volveremos a escuchar –no sin el pesar que las noticias mismas nos causen a veces, no sin indignarnos solidariamente con las víctimas de los abusos que sus magníficos reportajes exhiben ante la opinión pública– a Sanjuana Martínez, quien junto con otros periodistas de la talla de Lidia Cacho seguramente irán a la caza de clérigos y empresarios pederastas, y podremos conocer de nueva cuenta los nombres, dichos y haberes de los cerdos políticos y los cerdos policías y los cerdos abogados que los protegen aunque ellos mismos tengan hijos.
Albricias. Vuelve Mardonio Carballo, el poeta huasteco, en su denodada defensa de los pueblos autóctonos, de su cultura, de sus magníficas expresiones artísticas y sobre todo poéticas, y de muchos aspectos de sus formas de vida y convivencia, ésas que en este país racista y clasista tanto nos empeñamos en ignorar.
Albricias. Hay un resquicio que es victoria. Una ventana que nos ponga en claro que la derecha es enemiga de la libertad de expresión, pero no ha podido silenciar –no del todo– el ejercicio honesto del periodismo. Un recordatorio de que los politicastros se van pero el periodismo se queda. Un vehículo que nos entere de los abusos cometidos contra periodistas y ciudadanos. Un programa que sea eso, un noticiero verdadero y no otra vocería del régimen de ésas que, salvo honrosísimas y muy escasas excepciones, por todos lados nos han brotado últimamente, convirtiendo el sagrado oficio del periodista en serpollar de cortesanías, de lambiscones, de escuderos con consigna.
Albricias. La libertad de expresión y el libre ejercicio del periodismo se han recuperado de un gancho al hígado. Ahora tenemos mucho más con qué presentar batalla.
Albricias, Carmen querida. Cuánto te extrañamos tantos.
kikka-roja.blogspot.com/