Narcos contra curas A. NAJAR Y M. TURATI Ante los crímenes, secuestros y extorsiones perpetrados por narcotraficantes en México, la población más vulnerable se acerca a sacerdotes y obispos a pedir ayuda. Cuando algunos de los religiosos reclaman justicia desde el púlpito, emiten cartas pastorales llamando a organizarse contra las mafias o acompañan a las víctimas a poner denuncias, suelen recibir mensajes intimidatorios, amenazas de muerte y hasta golpizas, al punto de que a veces deben ser cambiados de diócesis. En el sureste son Los Zetas. En el norte, el cártel de Juárez. En la costa del Pacífico, la confederación de Sinaloa. Por todos los rumbos de México, del estado de Chihuahua a la frontera con Guatemala, los narcotraficantes amenazan a religiosos que apoyan o defienden los derechos de la población vulnerable ante los actos criminales, por lo que varios eclesiásticos han tenido que cambiar de diócesis. Se trata de sacerdotes que acompañan a víctimas de la violencia a exigir justicia; de arzobispos que en sus homilías recomiendan a los padres de familia evitar que sus hijos se hagan narcotraficantes; de curas y monjas que escuchan a personas que sufrieron secuestro, extorsiones o asesinatos de familiares, así como de obispos que externan la idea de que sus fieles se organicen para poner un cerco a las mafias. El director de la Casa del Migrante de Tenosique, Tabasco, fray Blas Alvarado Jiménez, desde hace meses recibe amenazas de Los Zetas, quienes controlan las vías del ferrocarril, cobran derecho de piso a coyotes, reclutan a pandillas para vigilar cargamentos y hasta exigen cuotas a fabricantes de juegos pirotécnicos. "Los Zetas, aparte de manejar el tráfico de armas, de drogas y el secuestro, ahora están en el tráfico de personas", explica el religioso. Su negocio más reciente es la extorsión de indocumentados, a quienes los traficantes secuestran para exigir rescate, e incluso cobran por el derecho de esperar el paso del tren junto a las vías. Quienes no tienen dinero ni familiares que los respalden, son entregados al Instituto Nacional de Migración (INM) para que sean deportados. Lo más curioso, continúa, es que los agentes de Migración obedecen sin chistar las instrucciones de los narcotraficantes. "Están involucrados, simple y sencillamente. Y si no, por lo menos son empleados de este grupo delictivo que pone a temblar a unos y a otros". Hace varios meses fray Blas denunció ese contubernio ante un grupo de diputados federales que visitó la zona. Fue claro: En el sureste mexicano, dijo, los narcotraficantes rebasaron a las autoridades. La respuesta de Los Zetas llegó pronto, cuando un feligrés le comunicó que un grupo de narcos le indicaron: "Diles a tus curitas que también los tenemos en cartera". Este es un extracto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1692 que empezó a circular este domingo 5 de abril |
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