Ciclo lectivo: comienzo en desastre
Por si no bastara con las condiciones físicas ruinosas en que se encuentran miles de escuelas primarias en el país y con el empeoramiento de las condiciones de vida en millones de hogares de educandos a raíz de la crisis económica, los alumnos de enseñanza básica iniciaron clases ayer dotados de libros de texto plagados de errores, tantos que ameritaron la suspensión en la distribución del texto de matemáticas de primer año, y de omisiones tan graves como los pasajes de la Conquista y la Colonia en los volúmenes de historia correspondientes a sexto. La víspera se había dado a conocer que sólo tres de cada diez aspirantes a maestros aprobaron el examen para optar a una plaza en el sistema educativo público. Se detectó incluso que de los más de 6 mil 552 docentes con más de 20 años en servicio que se sometieron a la prueba, 4 mil 913 no pasaron o deben capacitarse, y sólo mil 639 fueron aceptados.
Los productos elaborados por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Conaliteg) merecieron severas y fundamentadas críticas de especialistas como Olac Fuentes Molinar, ex subsecretario de Educación Básica e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), y Hugo Casanova, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, de la UNAM. El primero destacó que son fruto de una reforma caótica a la educación primaria (la llamada Reforma Integral a la Educación Básica, RIEB) y de un proceso improvisado y sin coherencia interna, y señaló que incidirán en la formación de alumnos con confusión y debilidad de estructuras académicas fundamentales, como la comprensión de lectura y la indagación. Sobre la omisión de los periodos históricos de la conquista y la dominación española, Casanova dijo que el texto oficial de historia de sexto grado desconoce el complejo y doloroso origen de nuestra nación, ofrece una visión histórica eurocentrista y evidencia una concepción de la historia absolutamente tradicionalista, fundada en fechas y nombres.
La ausencia de un texto de matemáticas para primer año y el inadmisible tijeretazo a la historia nacional en el de sexto son fallas representativas y las más escandalosas, pero no únicas. En general, los libros de texto gratuitos contienen un exceso de información, errores tan básicos como confundir una galaxia con una supernova, exigencias inadecuadas al nivel de los educandos –el libro de español de primer año parte de la idea de que los niños de ese grado ya saben leer y escribir– y la suposición de que los alumnos asisten a escuelas dotadas de recursos en abundancia.
Tan desconcertantes como los traspiés de la Secretaría de Educación Pública (SEP) son las reacciones de autocomplacencia expresadas por el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa; el afán del titular del ramo, Alonso Lujambio, de minimizar los problemas; las delirantes justificaciones de la reprobación de maestros ofrecidas por la lideresa de la camarilla que controla al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo –quien atribuyó los malos resultados de los profesores a que no se han clausurado las escuelas normales del país, como ella lo viene exigiendo– , y las alambicadas explicaciones de su yerno, el subsecretario de Educación Básica, Fernando González.
El jefe del Ejecutivo dijo, en la ceremonia de inicio de cursos, que en el sistema de enseñanza pública las plazas ni se venden ni se compran ni se heredan ni se transan y que antaño el puesto de maestro se resolvía con una palanca, con una influencia, con un contacto, con un compadre. Significativamente, el gobernante pronunció tales palabras en presencia de Gordillo y de González, promotor de la RIEB, quien detenta el cargo de subsecretario gracias a las alianzas políticas y electorales establecidas entre su suegra y el actual equipo de gobierno; es decir, ante la prueba fehaciente de la corrupción, el amiguismo y el compadrazgo que se han adueñado de la educación impartida por el gobierno federal.
Los elogios a la pretendida voluntad gubernamental de fortalecer y mejorar la instrucción pública en el país chocan de frente con datos tan lamentables como los referidos y, desde luego, con el recorte presupuestal de 800 millones de pesos a las instituciones de educación superior anunciado en días recientes por la SEP. Por añadidura, los discursos oficiales pronunciados ayer son indicativos del grado de negación de la realidad al que ha llegado el grupo gobernante, realidad que se expresó con claridad cuando, a la pregunta formulada por Lujambio a los estudiantes que asistieron a la ceremonia de inicio de cursos, en el sentido de si estaban listos para regresar a clases, la respuesta unánime y coral fue: No. Todo indica que el gobierno tampoco.
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Los productos elaborados por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Conaliteg) merecieron severas y fundamentadas críticas de especialistas como Olac Fuentes Molinar, ex subsecretario de Educación Básica e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), y Hugo Casanova, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, de la UNAM. El primero destacó que son fruto de una reforma caótica a la educación primaria (la llamada Reforma Integral a la Educación Básica, RIEB) y de un proceso improvisado y sin coherencia interna, y señaló que incidirán en la formación de alumnos con confusión y debilidad de estructuras académicas fundamentales, como la comprensión de lectura y la indagación. Sobre la omisión de los periodos históricos de la conquista y la dominación española, Casanova dijo que el texto oficial de historia de sexto grado desconoce el complejo y doloroso origen de nuestra nación, ofrece una visión histórica eurocentrista y evidencia una concepción de la historia absolutamente tradicionalista, fundada en fechas y nombres.
La ausencia de un texto de matemáticas para primer año y el inadmisible tijeretazo a la historia nacional en el de sexto son fallas representativas y las más escandalosas, pero no únicas. En general, los libros de texto gratuitos contienen un exceso de información, errores tan básicos como confundir una galaxia con una supernova, exigencias inadecuadas al nivel de los educandos –el libro de español de primer año parte de la idea de que los niños de ese grado ya saben leer y escribir– y la suposición de que los alumnos asisten a escuelas dotadas de recursos en abundancia.
Tan desconcertantes como los traspiés de la Secretaría de Educación Pública (SEP) son las reacciones de autocomplacencia expresadas por el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa; el afán del titular del ramo, Alonso Lujambio, de minimizar los problemas; las delirantes justificaciones de la reprobación de maestros ofrecidas por la lideresa de la camarilla que controla al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo –quien atribuyó los malos resultados de los profesores a que no se han clausurado las escuelas normales del país, como ella lo viene exigiendo– , y las alambicadas explicaciones de su yerno, el subsecretario de Educación Básica, Fernando González.
El jefe del Ejecutivo dijo, en la ceremonia de inicio de cursos, que en el sistema de enseñanza pública las plazas ni se venden ni se compran ni se heredan ni se transan y que antaño el puesto de maestro se resolvía con una palanca, con una influencia, con un contacto, con un compadre. Significativamente, el gobernante pronunció tales palabras en presencia de Gordillo y de González, promotor de la RIEB, quien detenta el cargo de subsecretario gracias a las alianzas políticas y electorales establecidas entre su suegra y el actual equipo de gobierno; es decir, ante la prueba fehaciente de la corrupción, el amiguismo y el compadrazgo que se han adueñado de la educación impartida por el gobierno federal.
Los elogios a la pretendida voluntad gubernamental de fortalecer y mejorar la instrucción pública en el país chocan de frente con datos tan lamentables como los referidos y, desde luego, con el recorte presupuestal de 800 millones de pesos a las instituciones de educación superior anunciado en días recientes por la SEP. Por añadidura, los discursos oficiales pronunciados ayer son indicativos del grado de negación de la realidad al que ha llegado el grupo gobernante, realidad que se expresó con claridad cuando, a la pregunta formulada por Lujambio a los estudiantes que asistieron a la ceremonia de inicio de cursos, en el sentido de si estaban listos para regresar a clases, la respuesta unánime y coral fue: No. Todo indica que el gobierno tampoco.