Respuesta a Carlos Salinas
29 de septiembre de 2009
OOOIGA SR.CORRAL, NO SE REUNA CON SALINAS PORQUE SE QUEMA USTED, EL PAN Y TODOS LOS AZULES YA CHAMUSCADOS BUSCA HUESOS.
SALINAS ES UNO MUY FEO FEO FEO
El 27 de septiembre, el ex presidente Carlos Salinas declaró que se sentía sorprendido por las críticas que le hice durante la comparecencia del secretario de Seguridad Pública, “porque Corral solía ir a mi domicilio a pedirme apoyo”. Rechazo de manera absoluta haberle pedido favor alguno. Nunca he tratado asuntos personales con él, ni con ningún otro ex presidente o presidente en turno. Esta respuesta de Salinas es una treta con la que pretende salir al paso de las delicadas acusaciones que hizo en su contra el ex presidente Miguel De la Madrid y que he referido en el debate parlamentario.
En efecto, me he reunido con Salinas, siempre a petición de él, a través de otras personas, amigos en común. Debo abundar en algunos detalles sobre cómo se produjo nuestro primer encuentro, en La Habana, Cuba, en 2001.
Tras uno de mis encuentros con el comandante Fidel Castro, éste me transmitió la petición del ex presidente Salinas de verse conmigo al término de nuestra reunión. “No sé cómo se ha enterado él de que tú estás acá”, me dijo. El comandante apuntaló esa petición con comentarios que fueron suficientes para mí para entender que también a él le gustaría que se produjera la entrevista. Acepté.
Nos vimos en su casa de La Habana. Comimos él y yo solos, aunque pude saludar a su esposa. Platicamos de la difícil situación de Cuba, pero también de sus logros, sus avances sociales, y surgió entre nosotros el tema de los medios de comunicación. Se interesó por mi trabajo sobre una nueva legislación para los medios electrónicos. Él se sentía particularmente maltratado por los medios, me comentó algunas cosas sobre la persecución de Zedillo en su contra: lo desprestigiaba por envidia y para sacudirse del error de diciembre.
Se quejó de Liébano Sáenz. Me dijo Salinas que durante su desempeño como secretario de Zedillo, Liébano estaba más interesado en mandarle las cámaras de Televisa afuera de su casa cada que regresaba a México. Yo le platiqué de un encuentro que había tenido con Bernardo Gómez y Emilio Azacárraga Jean, en una comida a la que me invitaron a Televisa. La reunión fue cordial y me quedé con la idea de que quería abrir una relación personal conmigo y que buscaba aliados contra Televisa y Zedillo. Ante tal intención no hice ningún compromiso ni tácito ni expreso con él.
Los siguientes dos encuentros se dieron ya instalado el ex presidente en México, y en efecto, en su casa. Concertó las citas un amigo mutuo, Pepe Carreño Carlón. Cuando el comandante Castro me propuso el encuentro, no tenía idea de qué quería tratar el ex presidente conmigo pero tenía curiosidad no sólo como el político que soy, sino como el alma periodística en vilo que llevo dentro de mí.
Después de esas reuniones no he vuelto a ver a Salinas; recientemente he leído de él. Supongo que persiste en su afán de “limpiar” su imagen y quiere “ensuciar” a quienes lo criticamos. Intenta sembrar dudas sobre la honorabilidad de sus “enemigos”; por eso sugiere que le pedí dinero. Falso. Cree que invitar a alguien a platicar con él basta para que éste caiga a sus pies.
Tengo debilidades, pero el dinero no es una de ellas. No me encandila el oropel. Hablo y escribo en lo que creo y no lo hago para extorsionar a nadie. Me adhiero a causas en las que creo que la razón y la justicia las asisten. No chantajeo a nadie; me parece mezquino. Converso y discuto con hombres o mujeres interesantes o inteligentes de todos los credos políticos, a varios los estimo, pero nuestras conversaciones no pretenden que cambiemos de opinión ni de posición política.
El motivo del malestar del ex presidente surge por mi posición crítica cuando le pregunté al Presidente por qué no se abrió una investigación por las declaraciones de Miguel de la Madrid de que Salinas y su familia habían favorecido a narcotraficantes durante su administración. Después la opinión pública supo de la presión ejercida por Salinas contra de la Madrid, que terminó cuando éste este se declaro mentalmente incapaz. Retractación que nadie creyó que fuese cierta. Sigo pensando que el gobierno debe investigar y hacer públicas las investigaciones sobre esta acusación.
Diputado federal por el PAN
kikka-roja.blogspot.com/
En efecto, me he reunido con Salinas, siempre a petición de él, a través de otras personas, amigos en común. Debo abundar en algunos detalles sobre cómo se produjo nuestro primer encuentro, en La Habana, Cuba, en 2001.
Tras uno de mis encuentros con el comandante Fidel Castro, éste me transmitió la petición del ex presidente Salinas de verse conmigo al término de nuestra reunión. “No sé cómo se ha enterado él de que tú estás acá”, me dijo. El comandante apuntaló esa petición con comentarios que fueron suficientes para mí para entender que también a él le gustaría que se produjera la entrevista. Acepté.
Nos vimos en su casa de La Habana. Comimos él y yo solos, aunque pude saludar a su esposa. Platicamos de la difícil situación de Cuba, pero también de sus logros, sus avances sociales, y surgió entre nosotros el tema de los medios de comunicación. Se interesó por mi trabajo sobre una nueva legislación para los medios electrónicos. Él se sentía particularmente maltratado por los medios, me comentó algunas cosas sobre la persecución de Zedillo en su contra: lo desprestigiaba por envidia y para sacudirse del error de diciembre.
Se quejó de Liébano Sáenz. Me dijo Salinas que durante su desempeño como secretario de Zedillo, Liébano estaba más interesado en mandarle las cámaras de Televisa afuera de su casa cada que regresaba a México. Yo le platiqué de un encuentro que había tenido con Bernardo Gómez y Emilio Azacárraga Jean, en una comida a la que me invitaron a Televisa. La reunión fue cordial y me quedé con la idea de que quería abrir una relación personal conmigo y que buscaba aliados contra Televisa y Zedillo. Ante tal intención no hice ningún compromiso ni tácito ni expreso con él.
Los siguientes dos encuentros se dieron ya instalado el ex presidente en México, y en efecto, en su casa. Concertó las citas un amigo mutuo, Pepe Carreño Carlón. Cuando el comandante Castro me propuso el encuentro, no tenía idea de qué quería tratar el ex presidente conmigo pero tenía curiosidad no sólo como el político que soy, sino como el alma periodística en vilo que llevo dentro de mí.
Después de esas reuniones no he vuelto a ver a Salinas; recientemente he leído de él. Supongo que persiste en su afán de “limpiar” su imagen y quiere “ensuciar” a quienes lo criticamos. Intenta sembrar dudas sobre la honorabilidad de sus “enemigos”; por eso sugiere que le pedí dinero. Falso. Cree que invitar a alguien a platicar con él basta para que éste caiga a sus pies.
Tengo debilidades, pero el dinero no es una de ellas. No me encandila el oropel. Hablo y escribo en lo que creo y no lo hago para extorsionar a nadie. Me adhiero a causas en las que creo que la razón y la justicia las asisten. No chantajeo a nadie; me parece mezquino. Converso y discuto con hombres o mujeres interesantes o inteligentes de todos los credos políticos, a varios los estimo, pero nuestras conversaciones no pretenden que cambiemos de opinión ni de posición política.
El motivo del malestar del ex presidente surge por mi posición crítica cuando le pregunté al Presidente por qué no se abrió una investigación por las declaraciones de Miguel de la Madrid de que Salinas y su familia habían favorecido a narcotraficantes durante su administración. Después la opinión pública supo de la presión ejercida por Salinas contra de la Madrid, que terminó cuando éste este se declaro mentalmente incapaz. Retractación que nadie creyó que fuese cierta. Sigo pensando que el gobierno debe investigar y hacer públicas las investigaciones sobre esta acusación.
Diputado federal por el PAN