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lunes, 12 de octubre de 2009

Manotazo eléctrico: Miguel Ángel Granados Chapa

PLAZA PÚBLICA
Manotazo eléctrico
Miguel Ángel Granados Chapa
12 Oct. 09

La palabra final en la "Plaza pública" del viernes era "manotazo". Me referí así a una de las opciones que consideraba el gobierno para quitarse de encima el conflicto permanente con el Sindicato Mexicano de Electricistas, escondido tras el deterioro del organismo público descentralizado Luz y Fuerza del Centro. Ése fue el camino escogido; el sábado por la noche el gobierno dio un manotazo. Sus tropas asaltaron las instalaciones de LyF horas antes de que entrara en vigor el decreto que extingue a ese organismo, con lo que se acentúa el carácter autoritario de la medida, que genera la causa mayor que a su vez es causal de terminación de las relaciones laborales.

Aunque estrecha e indisolublemente relacionados, hay dos asuntos en la decisión presidencial de acabar con Luz y Fuerza, uno de carácter administrativo y otro de naturaleza laboral. El primero, de ser cierto el curso de que dan cuenta los considerandos del decreto respectivo, aparecido en el Diario Oficial inusualmente publicado en domingo, se realizó en sigilo. A partir de una reflexión de la Auditoría Superior de la Federación en torno de la cuenta pública de 2008, el 28 de septiembre la Secretaría de Energía habría propuesto la desincorporación por extinción de LyF, y el 5 de octubre la Comisión intersecretarial de gasto público, financiamiento y desincorporación habría emitido un dictamen aprobatorio, que se convirtió en el decreto firmado por Calderón el sábado y puesto en vigor antes de su publicación. No es, por supuesto, un tiquismiquis legaloide el considerar contraria a la ley la ocupación de las instalaciones de LyF. Si el SME como sindicato o sus integrantes a título individual emprenden una lucha jurídica contra esa disposición, podrán alegar en la demanda de amparo correspondiente esa invasión de sus recintos de trabajo por la Policía Federal y por miembros del Ejército. También podrán imputar al firmante del decreto y a los secretarios de Estado que lo refrendaron irresponsabilidad al nombrar liquidador al Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE) y encargarlo de una operación para la cual carece de elementos de toda naturaleza. Encargar a la CFE esa operación resulta así de una triangulación de funciones en que la ley no queda bien servida, lo cual debe enrostrarse a quienes se llenan la boca con lemas sobre el Estado de Derecho.

En el ámbito laboral, el SME podrá argumentar en defensa de su contrato colectivo que la fuerza mayor alegada como causal de terminación de la relación de trabajo fue creada por el propio gobierno, y nadie ni el gobierno mismo puede ser beneficiario de acciones ilegales. El SME resistió ya la liquidación decretada en 1975 por el presidente Echeverría y anulada años después por el presidente Salinas, que se comprometió a ello por necesidades electorales. También son razones políticas, por cierto, las que explican ahora la liquidación, más que las de orden financiero alegadas.

Tanto el decreto como las declaraciones de los miembros del gabinete que ayer domingo encararon el asunto, insistieron en el respeto a los derechos de los trabajadores al punto de que no sólo se cumpliría la ley y el contrato colectivo para indemnizar a los despedidos sino que se les añadirían compensaciones de gran prodigalidad. Conforme a lo anunciado, los electricistas recibirían en promedio el equivalente a dos años y medio de sus salarios. Los 22 mil jubilados continuarán recibiendo, vitaliciamente, la paga a que tienen derecho, con cargo al gobierno federal, y con incrementos anuales acordes al movimiento del índice nacional de precios. Los electricistas tendrán que examinar con cuidado esa oferta, porque el modo de exponerla no explicó que pudiera estar condicionada a cláusulas escritas "con letra chiquita" que eventualmente signifiquen algo diferente a lo ofrecido.

De ser verdaderas las cifras aportadas por los funcionarios, quedan evidentes lagunas informativas que será preciso colmar. Se ha achacado buena parte de las dolencias financieras del organismo en liquidación al alto costo de la mano de obra, a su pasivo laboral. Pero ahora que se hacen las cuentas presumiblemente finales, se sabe que la liquidación a los trabajadores tendrá un costo de cuando más 20 mil millones de pesos. Al mismo tiempo se insiste en que el agujero financiero de LyF es de 42 mil millones de pesos. De esta cifra sólo una breve porción ha de corresponder a los pasivos laborales, puesto que se puede acabar con ellos con sólo la mitad del subsidio que debe entregar cada año la Federación.

El manotazo gubernamental fue cuidadosamente preparado. Se consumó horas después de que el equipo mexicano aseguró su presencia en el campeonato mundial de futbol el año próximo en Sudáfrica, meta que puso en buen punto el ánimo de un extenso segmento de la población. Previamente, la propaganda oficial logró que se creyera urgente acabar con una doble lacra, la operación deficitaria del organismo eléctrico y los abusos de su personal. La prédica del gobierno cayó en la buena tierra de una sociedad harta de la corrupción y de los privilegios, sobre todo cuando los reciben los asalariados, como si no hubiera prebendas mayores para la reducida minoría que concentra la riqueza. La liquidación de LyF será bienvenida en anchas porciones de la sociedad, y hasta algunos de sus componentes, los adictos al autoritarismo reprocharán al gobierno su "generosidad".

El conflicto por la extinción de LyF apenas comienza.



Cajón de Sastre

El decreto que define la extinción de Luz y Fuerza del Centro, y las bases para su liquidación, expedidas por la Secretaría de Energía, no se refieren a la red de fibra óptica que posee ese organismo público, y que constituye parte de un patrimonio que mejor administrado por el gobierno hubiera debido impedir el deterioro de la antigua Compañía mexicana de luz y fuerza. Se trata de un tendido de más de mil kilómetros que permite a quien lo opere ofrecer el servicio de triple play, un negocio apetecible que hubiera podido ofrecer directamente la empresa y con su rendimiento subsanar sus deficiencias, en vez de lo cual se otorgó en concesión a la empresa WL Comunicaciones, cuyos principales accionistas fueron secretarios de Energía en el gobierno de Fox: Fernando Canales Clariond y Ernesto Martens.


miguelangel@granadoschapa.com
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Shock eléctrico : José Antonio Crespo

12-Oct-2009
Horizonte político
José A. Crespo
Shock eléctrico

Nadie creyó que la negativa de Javier Lozano a tomarle nota a Martín Esparza se debiera al interés del gobierno federal por democratizar el sindicalismo. Por ejemplo, **Lozano no ha cumplido sucesivos fallos judiciales que desde hace dos años le instruyen dejar sin efecto la toma de nota al secretario general del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps. Y ni qué decir de la estrecha alianza del gobierno federal con Elba Esther Gordillo, a la que se le han dado cargos y canonjías como a ningún otro aliado del gobierno, sin que ello le quite el sueño a Felipe Calderón. Pero, del otro lado, los partidos de izquierda, con gran simplismo, consideran cualquier cuestionamiento al viejo sindicalismo autoritario como un rechazo a todo sindicalismo, a su concepto mismo. Evidentemente no es así.

El motor aducido por el gobierno para liquidar Luz y Fuerza del Centro (LyFC), es la búsqueda de una racionalidad administrativa en el estratégico rubro de la electricidad: la empresa es un auténtico elefante blanco, torpe e ineficiente, que devora cerca de 40 mil millones de pesos al año, emplea cinco veces más personal del requerido y ofrece a sus trabajadores privilegios que ni en Suecia disfrutan. La crisis económica y el hoyo fiscal han motivado que el gobierno emprenda lo que muchos antes han preferido eludir, por el costo político que supone enfrentar a un sindicato que disfraza sus injustificables privilegios —que ni los trabajadores suecos tienen— de “nacionalismo energético” y “autonomía sindical”. Andrés López Obrador ha condenado con razón los privilegios de los grandes consorcios, pero que ni se mencionen los de sus aliados políticos. Los gobiernos han sido corresponsables de tales canonjías, es cierto, pero por eso mismo procede, por fin, ponerles término. Coincido con René Delgado quien el sábado escribió: “El (SME) defiende privilegios, no derechos, supuestas conquistas que junto con la mala administración de la empresa terminaron por quebrar precisamente la fuente de trabajo… Sexenio tras sexenio ha resistido el saneamiento de la empresa hasta hacerla inviable, y eso vulnera el principal derecho laboral: el trabajo” (Reforma, 10/X/09). El SME jaló la cuerda hasta reventarla. Terminó por matar su gallina de los huevos de oro.

La izquierda alega, por otro lado, que el gobierno en realidad pretende privatizar la energía eléctrica, entregarla de lleno a las transnacionales. ¿Hay acaso alguna iniciativa que sugiera tal propósito? ¿Podría este gobierno dar semejante paso cuando ya vimos lo que ocurrió con su iniciativa sobre la reforma petrolera? ¿Podría realizarse la respectiva modificación constitucional sin el concurso del PRI, buena parte del cual sigue atrincherado en el añejo nacionalismo revolucionario, lo mismo que el PRD? Se ve difícil. Pareciera que, para la izquierda, entre los extremos de mantener empresas públicas en profunda ineficiencia y su entrega a las transnacionales no existen opciones intermedias. Ante la eterna amenaza de la privatización total, mejor la quiebra financiera ad infinitum. O el añejo populismo corporativo o el entreguismo incondicional. En México no puede avanzarse hacia una posición de mayor equilibrio y racionalidad sin que se denuncie como un “primer paso” para la entrega de la empresa al imperialismo transnacional.

Afirma el SME que LyF no pertenece al gobierno federal, sino al pueblo de México y a los trabajadores de la empresa. No pertenece, en efecto, al gobierno federal, pero tampoco a los trabajadores (como en los hechos ocurría), sino al Estado. Es decir, teórica y retóricamente, al pueblo. En cuyo caso, como accionista teórico de este voraz elefante blanco, respaldo su liquidación, lo que no obsta para exigir al gobierno que tome muchas otras medidas de austeridad y recortes en su propia, inflada y cara burocracia. Probablemente la mayoría de la sociedad tomará esta decisión como algo positivo, si no se sale de control; algo que distinguirá al actual gobierno de la anodina gestión de Vicente Fox. Pero también parece haber amplia coincidencia, entre quienes respaldan el decreto, de que Calderón debe también tomar medidas correctivas respecto del sindicato petrolero, el magisterial y otros. Algo que quitaría cualquier sesgo partidista a la eventual desaparición del SME, pero cuya realización parece poco probable. Habrá, con todo, una renovada presión de la opinión pública en ese sentido.

La izquierda alega que el régimen en realidad pretende privatizar la energía eléctrica, entregarla de lleno a las transnacionales.

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Del barroquismo al desmadre: Agustín Basave: LyFC

Del barroquismo al desmadre
Agustín Basave
12-Oct-2009
El proyecto de la Cédula de identidad y el conflicto de Luz y Fuerza del Centro prueban que en México no hay borrón pero sí hay cuenta nueva y que la austeridad en el gasto ha sido la última de nuestras prioridades.


Para Ale, para mañana: feliz cumpleaños.

Los mexicanos somos barrocos por tradición. Se trata de “un estilo de ornamentación caracterizado por la profusión de volutas, roleos y otros adornos en que predomina la línea curva” (RAE). Empezamos por la arquitectura, pasamos a la literatura y acabamos contagiando al resto de nuestra cultura. Hasta ahí todo está bien. Celebro nuestra predilección por ese estilo artístico, que ha producido obras sublimes. Dejo de congratularme, sin embargo, cuando esa afinidad se traduce en un ethos reacio a las líneas rectas, que nos hace darles vueltas a las cosas hasta enredarlas y enredarnos a nosotros mismos. Y me rebelo cuando nuestro barroquismo invade la cosa pública y se vuelve redundancia y rebuscamiento, convirtiendo un problema de la sociedad en una disfuncionalidad del Estado.

Ejemplos sobran. Ya he hablado en este espacio de la proliferación de entidades gubernamentales que duplican o intrincan funciones, de la maraña de instrumentos legales que hemos producido. Pero esta vez seré más preciso, y para muestra me bastarán dos botones: el proyecto de la Cédula de identidad y el conflicto de Luz y Fuerza del Centro, que prueban que en México no hay borrón pero sí hay cuenta nueva y que la austeridad en el gasto ha sido la última de nuestras prioridades. Y que no sabemos distinguir eficacia de eficiencia.

Aunque me preocupa el mal uso que se suele dar en este país a las bases de datos personales, simpatizo con la idea de una identificación holística. Pero la razón de mi simpatía es justamente lo que han soslayado las autoridades: la creación de la tarjeta única del ciudadano, la que reemplace gradualmente a la prolija documentación que hoy tenemos que tramitar y cargar los mexicanos y que le cuesta demasiado dinero al erario. Si bien es imposible eliminar de golpe la credencial de elector, el pasaporte, la cartilla militar, la licencia de manejar, la cédula profesional o el carnet del IMSS o el del ISSSTE, es tecnológicamente viable concentrar al menos varios de ellos. La abreviación de los procedimientos y el ahorro que se lograrían con la convergencia es difícil de sobreestimar. Menos ventanillas, menos personal, menos requisitos, menos corrupción, menos tiempo perdido. No obstante, la Secretaría de Gobernación se atoró en el primer escollo: cuando el Instituto Federal Electoral protestó porque el proyecto desincentivaría la obtención de su credencial, anunció que ambas identificaciones coexistirían. Los argumentos del IFE son válidos, pero nada justifica el dispendio que implicará la producción de dos documentos carísimos y redundantes. ¿Por qué no buscamos otro incentivo para votar? Porque optamos por el facilismo de pagar más, sin importarnos la crisis, y porque no entendemos que la simplificación es siempre la solución más eficiente.

Y qué decir de la liquidación de LyFC. Más allá de posturas políticas está la realidad de una institución que nos cuesta muchísimo y nos da un pésimo servicio, cuya existencia al margen de la Comisión Federal de Electricidad no nos ofrece ninguna ventaja. Aunque en esto tienen más culpa los gobiernos que han comprado apoyos y votos con prebendas que el Sindicato Mexicano de Electricistas, mis reflejos me llevan a reaccionar positivamente a la idea de que, sin privatización, la CFE absorba a LyFC. Estoy de acuerdo con quienes se quejan de que se actúe contra una organización gremial y no se haga nada contra otras que son peores, pero no creo que lo correcto sea eximir al SME en aras de una ideología sino exigir decisiones contra todo el corporativismo vicioso. Querer servicios públicos más baratos y de mayor calidad y sindicatos más transparentes y honestos no es de derecha ni de izquierda: es de sentido común. No sé si la Secretaría del Trabajo tenga un plan estratégico para impulsar un nuevo sindicalismo, y espero que haga algo para encauzar a los trabajadores desempleados del SME hacia actividades productivas. Lo que sí sé es que prácticamente todos los presidentes del México reciente, estatistas y neoliberales, coincidieron en que la CFE debía absorber a LyFC. Y que sin acciones de ese tamaño no habrá impuestos que alcancen para pagar nuestro colosal gasto corriente.

La mexicanísima tendencia a enmarañar las cosas ha dañado nuestra tiroides burocrática y nos ha vuelto proclives al gigantismo. En efecto, nunca nos faltan justificaciones para la promiscuidad presupuestaria. El federalismo, por ejemplo, nos sirve para defender los presupuestos de 32 institutos y de otros tantos tribunales electorales estatales, y de miles de corporaciones policiacas. Y en nombre del crecimiento del país nunca nos falta algún matiz para diferenciar y legitimar a un organismo federal que hace lo mismo que otro. Y es que, usualmente, frente a la disyuntiva de no hacer olas o enfrentar intereses creados, preferimos el caos permanente al caos temporal. En otras palabras, nos gusta el desmadre.

abasave@prodigy.net.mx

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El problema en LFC, el robo de energía de las grandes empresas: ex funcionario de Sener

  • La CFE vende a Luz y Fuerza la electricidad en horas pico más cara que a los industriales
  • El problema en LFC, el robo de energía de las grandes empresas: ex funcionario de Sener
Israel Rodríguez J.

Nicéforo Guerrero Reynoso, ex subsecretario de Electricidad de la Secretaría de Energía (Sener), aseguró que el problema en Luz y Fuerza del Centro (LFC) fue el robo de energía de las grandes y medianas empresas, que son las que no pagan.

Consideró que la eventual privatización del organismo sería un error, porque es una empresa viable, de una gran tradición sindical y obrera, a la que se puede sacar mucho fruto; sin embargo, reconoció que también es irresponsable.

Creo que en el problema con el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) hay un conflicto del gobierno con un gremio que es muy fuerte, señaló, y advirtió que bajar el switch en la zona centro del país es un grave riesgo.

Por su parte, José Luis Apodaca, jubilado como gerente general divisional de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), después de laborar 32 años en diferentes áreas de esta empresa, indicó que la liquidación de LFC tiene como propósito allanar el camino para su privatización, con dedicatoria principalmente para las empresas extranjeras.

Nicéforo Guerrero, subsecretario de Electricidad durante la primera parte del sexenio del ex presidente Vicente Fox y relevado en el cargo el 23 de marzo de 2004, después de que Felipe Calderón fue nombrado secretario de Energía, señala en entrevista con La Jornada que la carga de la empresa no es sindical.

El subsidio es alto sí, 40 mil millones de pesos, pero también hay que cobrarle a los consumidores industriales y comerciales que no pagan lo que corresponde, independientemente de que haya generación distribuida a menor costo.

El ahora también presidente municipal de Guanajuato, surgido de la coalición PRI, PRD y PT, al preguntarle cómo se resolvería el problema de electricidad en el valle de México, respondió: poniendo una planta en Lerma y otra en Teotihuacán, ambas de ciclo combinado mediante gas, que hoy es barato, y se resolvería de manera eficiente el anillo que genera la distribución de la electricidad para estos lugares.

–¿Hay cuentas especiales?

–Sí. Liverpool tiene su propia autogeneración eléctrica y cuenta con 75 megavatios disponibles para la ciudad de México, que sería de energía distribuida. Todas las grandes empresas podrían producir energía distribuida y venderla a la empresa; esa sería una forma de salvar a Luz y Fuerza con la venta de excedentes, pero a precios razonables, no a precios de la CFE, que le cobra en la hora pico más a LFC que a los industriales.

Señaló que fusionar LFC es una buena opción, en la medida que el gobierno hubiera pactado con los trabajadores una adecuada liquidación y no un conflicto. Lo ideal era mantener una sola empresa y que una de las divisiones fuera Luz y Fuerza, como lo fue hasta la época de Carlos Salinas, cuando la convirtió en empresa descentralizada.

Aseguró que el contrato colectivo de trabajo no es el gran problema de LFC, sino la torpeza en el manejo y la falta equilibrada de la venta de energía eléctrica para la ciudad de México. Explicó que si CFE le vendiera al costo la electricidad, se la tendría que pasar a 3.5 centavos por kilovatio, y LFC la podría vender a ocho centavos, y eso equilibraría totalmente la balanza.

Hay una cuestión clara, CFE le vende a LFC a un precio como a cualquier industrial, lo cual pudiera ser correcto, pero no para la empresa pública, porque tiene que venderla al mismo precio o a menor costo del que se la ofrece Comisión Federal. Es lo que pasa con el gas y otros productos, que son los llamados precios de transferencia entre las subsidiarias de Pemex, que generan este error, concluyó Nicéforo Guerrero.

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México SA: SE LIQUIDA A LyFC Luz y Fuerza del Centro Y SE RESCATA A ESPECULADORES: el sabadazo

México SA
  • Se rescata a voraces especuladores pero se elimina a LFC
  • El gobierno y su oligarquía, lo único realmente oneroso e ineficiente
Carlos Fernández-Vega
Foto
Los secretarios de Gobernación, Fernando Gomez Mont Urueta; de Hacienda, Agustín Carstens, y del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, en la conferencia de prensa de ayer domingo, donde declararon que los empleados Luz y Fuerza del Centro seran indemnizados conforme a la Ley del Trabajo y el Contrato ColectivoFoto María Luisa Severiano


A golpe de caprichos y traspiés, Felipe Calderón intenta mantenerse a flote en Los Pinos, y la muestra más reciente es el sabadazo, por medio del cual –por si alguien tuviera dudas– ratificó que su política es sencilla: por un lado, los excesos, la voracidad y los ataques especulativos de los barones del sector privado se resuelven, ipso facto, con multimillonarios rescates a costillas del erario; por el otro, la ineficiencia de alguna paraestatal se solventa con un decreto de defunción, por mucho que los primeros signifiquen un costo infinitamente mayor para las arcas públicas que la segunda.

En cadena nacional y horario triple A, el inquilino de Los Pinos anunció (octubre de 2008 y enero de 2009) el rescate de grandes cuan voraces empresas privadas (Comercial, Cemex, Alfa, por ejemplo) que especularon con derivados y salieron trasquiladas, así como el sacrificio de miles y miles de millones de dólares en reservas internacionales para saciar el hambre de los insaciables que apostaron en contra del peso. En cambio, por la puerta de atrás, como es su vicio, un sábado por la noche, sábado futbolero, en plena euforia bananera por el triunfo de los ratoncitos verdes (léase de Televisa), por medio de un mañoso decreto publicado en día inhábil para el Diario Oficial de la Federación y en silencio, firma el acta de defunción de una empresa del Estado.

Según el citado decreto, lo inevitable de la liquidación de Luz y Fuerza del Centro parte de su comprobada ineficiencia operativa y financiera, la cual representa un costo tan elevado que ya no resulta conveniente para la economía nacional ni para el interés público. Y horas después el abogado corporativo Fernando Gómez Mont, disfrazado de secretario de Gobernación, detalló: la extinción de la empresa obedece exclusivamente a razones de onerosidad, que han llevado a la entidad a pasivos hasta de 240 mil millones de pesos, que no se disponen; la compañía enfrenta una situación financiera insostenible, que requería una transferencia cada vez mayor de recursos con cargo a todos los mexicanos y que, de seguir así, hubiera sido necesario transferir al organismo más de 300 mil millones de pesos (en el sexenio calderonista) y de no haber actuado, esa cantidad seguiría creciendo hasta hacerse totalmente impagable.

Pues bien, si ése es el quid del asunto (es decir, la situación financiera insostenible con cargo a todos los mexicanos) va un comparativo: los regímenes tributarios especiales costarán 10 veces más a esos mismos mexicanos en igual periodo (el sexenio calderonista), o lo que es lo mismo, 3 billones de pesos contra 300 mil millones de Luz y Fuerza, pero Calderón decide extender el certificado de defunción para la empresa del Estado y mantener intocados los privilegios fiscales de los voraces barones a los que en cadena nacional y horario triple A rescató, con cargo a todos los mexicanos, por la trasquilada que les dieron en los mercados especulativos.

Luz y Fuerza del Centro, en efecto, no es una empresa todo lo eficiente que se necesita, pero en vez de enderezarla, limpiarla, hacerla productiva, sanearla, etcétera, etcétera, el inquilino de Los Pinos simple y sencillamente decide enterrarla, para lo cual deberá erogar miles y miles de millones de pesos que el erario (versión de Calderón) no tiene. De entrada, deberá pagar alrededor de 20 mil millones de pesos por liquidaciones económicas a sus trabajadores, monto equivalente a casi 60 por ciento del subsidio que para 2010 propuso a los diputados el propio gobierno calderonista. Si se prefiere, esos 20 mil millones representan una tercera parte de lo que el erario captaría por el 2 por ciento de IVA disfrazado de impuesto para combatir la pobreza, con el que, un día y el otro también, chantajea cotidianamente el michoacano desde el púlpito oficial.

Independientemente de que la pregunta obligada es ¿con qué pagarán indemnizaciones, liquidaciones y conexos a los trabajadores de Luz y Fuerza? (no hay dinero), lo cierto es que es muy abultado el inventario de empresas públicas estacionadas en el limbo de las extinciones y liquidaciones. Por allí deambulan bancos reprivatizados por el salinato y rescatados por el zedillato, y en el mismo lugar dejados por el foxiato y el calderonato, lo mismo que ferrocarriles nacionales, el sistema Banrural, ingenios azucareros equivocadamente expropiados, y tantas otras gracias de gobiernos pasados y presentes, que siguen costando mucho dinero a los mexicanos. ¿A ese limbo pasará, por tercera ocasión, a LFC?

Entonces, Luz y Fuerza del Centro se va al hoyo por onerosa e ineficiente (aunque originalmente se dijo que el problema de la paraestatal era el conflicto sindical, el aparente fraude en las elecciones internas del SME y la decisión calderonista de no obsequiar la toma de nota), según la versión oficial. Bien, pero por onerosas e ineficientes a lo largo de casi tres décadas cinco gobiernos enterraron a casi mil 150 empresas paraestatales (muchas de ellas posteriormente rescatadas con recursos públicos), sepultaron el aparato productivo del Estado, eliminaron la participación gubernamental en prácticamente toda actividad económica y productiva y se limitaron a la tarea gerencial, pero –¡sorpresa!– la situación financiera a cargo de todos los mexicanos (Gómez Mont dixit) es cada día peor. Y tal vez sea así porque lo único realmente oneroso e ineficiente que no se desmanteló fue al propio gobierno y a la oligarquía que lo controla.

En la masacre de paraestatales, cada uno de los implicados (De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón) en su momento dijo exactamente lo mismo: por onerosas e ineficientes van para afuera; los recursos liberados irán directo al pago de la deuda social, y los dineros que se obtengan por su venta, a la atención de las urgencias de los mexicanos más desamparados. Tres décadas después, la deuda social resulta espeluznante y las urgencias son más urgentes que nunca, mientras los mexicanos, por medio de su oneroso e ineficiente gobierno, se mantienen alta y permanentemente endeudados y las finanzas públicas en “el shock más grave de los últimos 30 años” (Carstens dixit).

Las rebanadas del pastel

Un aplauso a la visión y el colmillo del inquilino de Los Pinos, quien no escogió mejor momento para su nuevo capricho: crisis económica, social, política, laboral y de seguridad, es decir, justo cuando el país se encuentra en plena sequía y el sol cae a plomo. Una chispa resulta suficiente.

cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx

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Luz y Fuerza: liquidación y engaño

Luz y Fuerza: liquidación y engaño
lajornada
Luego del asalto a las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro (LFC), y de la forma subrepticia en que el gobierno federal decretó la extinción de la paraestatal, el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, ensayó anoche un intento de justificación, durante un mensaje en cadena nacional en el que recurrió a argumentos demagógicos (equiparó los recursos absorbidos por la empresa con el gasto que destinamos al combate a la pobreza a través del programa Oportunidades) y al chantaje (señaló que para seguir manteniendo a la empresa hubiera sido necesario subir desproporcionadamente las tarifas eléctricas o aumentar constantemente los impuestos). Además insistió en rechazar que con la liquidación de LFC el servicio de luz vaya a privatizarse, y manifestó un insospechado interés en los trabajadores afectados, a los que ofreció respetar plenamente todos sus derechos y prestaciones.

Tales alegatos no alcanzan para ocultar el carácter real de una medida que contravino toda corrección posible en las formas y que resulta además, a decir de distintos especialistas, violatoria de la Carta Magna por cuanto pasa por alto los derechos exclusivos del Congreso de la Unión.

Si hubiese una voluntad efectiva de la actual administración por otorgar un servicio de electricidad moderno y eficaz, como señaló ayer Calderón, habría sido necesario poner fin a la política de abandono presupuestario a que la compañía ha sido sometida en las recientes administraciones. Si es verdad que la empresa era financieramente inviable, como asegura Calderón, lo deseable y procedente habría sido poner en marcha medidas de rescate similares a las que el grupo en el poder ha emprendido, en sexenios anteriores, para salvar a los capitales privados que han ido a la quiebra como resultado de su propia ineficiencia. Destinar grandes sumas de dinero al rescate de particulares y no del patrimonio público dice mucho del talante oligárquico y antipopular del grupo gobernante.

El mensaje emitido ayer por Calderón es una continuación de la estrategia de engaño puesta en marcha por el gobierno federal con el fin de confundir, desinformar y distraer a la opinión pública y avanzar sustancialmente en el desmantelamiento y la privatización de la industria eléctrica propiedad de la nación. Este proceso se encuentra en marcha desde hace años: se inició durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari con las modificaciones a la Ley de Servicio Público de Energía Eléctrica, en 1992, que permitieron otorgar permisos a empresas trasnacionales para que participaran en la industria eléctrica nacional; continuó con las presidencias de Ernesto Zedillo y Vicente Fox con la creación y consolidación del esquema de Pidiregas, como forma de suplir la participación estatal en las tareas de inversión en infraestructura del sector energético, y podría seguir nuevas vertientes en el actual ciclo de gobierno, como señaló ayer mismo el dirigente del SME, Martín Esparza, al afirmar que detrás de la liquidación de LFC se halla la intención de garantizar a particulares el usufructo de la red de fibra óptica a través de la estructura de ese organismo.

Para la consolidación de este proyecto, el gobierno federal apuesta a profundizar la división interna del SME, como demuestra el anuncio, por vía del titular de Hacienda, Agustín Carstens, de que ofrecerá compensaciones mayores a las que marcan la ley y el contrato colectivo de trabajo a todo aquel trabajador que acuda a recibir su liquidación antes del 14 de noviembre próximo.

No obstante, ante la negativa de la dirigencia gremial a recibir las indemnizaciones referidas, y ante el refrendo de la unidad gremial que protagonizaron ayer las fracciones antagónicas del SME, se abre la perspectiva de que en días próximos el país asista a la configuración de nuevas manifestaciones de inconformidad y descontento. De ser así, el calderonismo podría estar contribuyendo a exacerbar el encono social de manera por demás acelerada, irresponsable y riesgosa.
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Gore Vidal: ESTADOS UNIDOS EU COLAPSO

  • En geopolítica, como en física, no hay acción sin reacción; EU es amenazado porque amenaza
  • Gore Vidal dice no temer a la muerte: para mí el infierno es el actual Estados Unidos
  • Johann Hari
The Independent/ II y última

II. Una historia de amor interrumpida

Cuando Gore Vidal tenía 14 años, un chico llamado Jimmy Trimble se mudó a su dormitorio en el internado de Washington donde estudiaba. Era un atleta rubio y desarrollado; Vidal era un intelectual devorador de libros. Su sudor olía a miel, como el de Alejandro Magno, escribió años después, en Palimpsest, sus memorias. Se desearon y tal vez se enamoraron, y tuvieron sexo en el bosque, en el extremo del campus. Fue la primera felicidad humana que encontré en la vida, escribió Vidal. Veía a Trimble como su otra mirad, la persona que por fin lo completaba. Luego Trimble, a la edad de 19 años, fue volado en pedazos por una granada de mano en las playas de Iwo Jima.

Durante años, Vidal temblaba cada vez que pensaba en él. Creo que aún le ocurre: sus ojos se vuelven distantes y un poco húmedos cuando hablamos de él. Escribió una novela –The City and the Pillar (hay traducción española con el título La ciudad y el pilar de sal)–, imaginando lo que habría ocurrido si hubieran vuelto a encontrarse después de la guerra. Es un libro oscuro y amargo; el sexo es un fracaso y uno de los personajes mata al otro. Pero en el Estados Unidos de 1950, mostrar a dos típicos jóvenes estadunidenses –varoniles, seguros de sí mismos– teniendo sexo era un acto de audacia insensata. Fue boicoteado por la prensa respetable y cualquier esperanza de que ocupara un cargo de elección popular se desvaneció, pero el libro fue un best-seller.

Vidal concluyó que jamás volvería a encontrar lo que perdió con Jimmy. Sería codicia esperar una repetición. Estaba consciente de que tuve una suerte perfecta por una vez, y lo dejé así. Dice que cuando llegó a los 25 había tenido sexo con más de mil jóvenes anónimos. A ninguno lo vio dos veces; jamás fingió afecto alguno. Era lo que llamaban comercio: no hacía nada (al menos deliberadamente) para complacerlos. Obtenía placer; eso era todo. Cuando me volví demasiado viejo, pagué con gusto por obtenerlo. Tras la muerte de Trimble, parece haberse cauterizado emocionalmente. Hasta sus amigos más cercanos han dicho que en el centro de su carácter hay un aislamiento. Alguna vez dijo: He conocido mucha gente, pero parece que no he conocido a nadie.

Vidal siempre se ha resistido a ser un campeón de la causa gay. Nunca dije ser gay, porque no creo que nadie lo sea. Dice que esas restricciones le parecen aburridas. En los siglos del éxito militar y político de Roma, no había diferenciación entre los que buscaban a su mismo sexo y los que buscaban al otro; también había muchos cruces de un lado a otro. De los primeros 12 emperadores romanos, sólo uno era exclusivamente homosexual. Pese a todo el escándalo, señala, hoy día hay mucha sodomía en Estados Unidos. ¿Vio cuando Kadafi se quejó en la ONU de que soldados estadunidenses sodomizaban a muchachos árabes? Yo pensé, bueno, así ha ocurrido desde el principio de la república. En aquel tiempo culpaban de la sodomía a los grandes bosques; decían que los ponían cachondos. No había otra cosa que hacer que perseguir muchachos, decían.

Entonces, ¿la homosexualidad y la heterosexualidad son ficciones? Sí, desde luego. Luego adopta un tono de campamento de verano y agrega: Pero hace feliz a muchas chicas. ¿Por qué tantas personas creen que lo son, si es falso? Creen en Jesús, que es una ficción mucho más grande y en la que se gasta mucho más dinero. También ropas más bonitas.

Cuando tenía 25 años, Vidal conoció a un joven menor que él llamado Howard Austen, y acordaron vivir juntos, con una condición: nunca tendrían sexo ni se pondrían románticos en ninguna forma. Estuvieron juntos 50 años. Austen murió en 2008 en un hospital de Hollywood Hills. Tenía cáncer de pulmón, pero no dejaba de fumar; luego se le fue al cerebro y le dio cáncer cerebral. Eso es lo que ocurrió, relata. Una vez, en un ensayo, incluyó una cita en la que el crítico Edmund Wilson hablaba de su esposa: Después que murió, la amé. ¿Podría él decir lo mismo de Howard? Finge no oír. “Ahora soy un guiñapo. No puedo caminar. Como sabe, tengo una rodilla de titanio –se da un golpecito en la pierna–. Necesito hospitales.” Y desvía la mirada, un poco tímido, un poco distraído, como si pensara en otra cosa.

III. Aislamiento

Desde que tenía poco más de 20 años, Vidal era un escritor que batía récords de ventas, y rico. Alquiló una propiedad en Guatemala –lejos de su madre– y se instaló allí a escribir su siguiente novela. Pero en ese pequeño país tropical de Centroamérica descubrió que tendría que hacer una dramática revaloración del país por el cual acababa de combatir, y rescatar del tiradero de la historia la filosofía abandonada de su abuelo.

Poco antes de que Vidal llegara, el pueblo guatemalteco, hundido en la pobreza, había elegido a un presidente izquierdista llamado Jacobo Árbenz Guzmán. Los guatemaltecos querían que impusiera un salario mínimo y cobrara impuestos a la megacorporación estadunidense United Fruit Company, la cual dominaba la única industria del país, el cultivo del banano. Enfurecida, la empresa actuó para preservar sus utilidades… haciendo que Washington derrocara a Árbenz e instalara a un dictador. La frase república bananera entró en el idioma.

“Estaba atónito –recuerda Vidal–. Tenía vagas nociones de nuestras numerosas intervenciones pasadas en Centroamérica, pero eso era el pasado.” Descubrió que el senador Henry Cabot Lodge encabezaba la embestida y no lo creía. Lodge era amigo de la familia. Cuando yo era muchacho hablaba de poesía con él. Entonces cayó en cuenta de que había combatido por un imperio, no una república. Su abuelo tenía razón: las guerras sólo sirven a las elites.

Pronto se volvió el principal crítico de izquierda de la política exterior estadunidense. Advirtió contra todas las guerras, desde Vietnam hasta Irak, a menudo con extraordinaria premonición. En la cúspide de la popularidad de George W Bush, luego del 11-S, manifestó: Marquen mis palabras: cuando salga del cargo será el presidente más impopular de la historia. Sus ensayos en la materia son gigantescas llamaradas de rabia y verdad. Su horror a la política exterior estadunidense se puede resumir en una pequeña escena: en la década de 1980, la Capilla Sixtina estaba en restauración y algunas celebridades fueron invitadas a mirarla desde una plataforma elevada. Al descubrir al viejo asesino serial Henry Kissinger inspeccionando la sección referente al infierno, comentó: Miren, está buscando departamento.

Vidal comenzó a predicar el evangelio aislacionista de su abuelo. “Soy un patriota de la vieja república que se fue borrando poco a poco durante los años de expansionismo y que desapareció por completo en 1950, desplazada por el Estado de Seguridad Nacional –expresa–. Quiero que pasemos de una economía de guerra a una de paz, y que restauremos la constitución. Debemos dejar en paz al mundo, antes que el mundo nos obligue.”

La única razón por la que Estados Unidos es amenazado, afirma, es porque amenaza a otros. “En geopolítica, como en física, no hay acción sin reacción –agita su escocés y añade–: No hubo un 11-S. Quiero decir, nuestras políticas eran tales, que forzosamente tenía que haber en el mundo árabe un montón de gente enloquecida queriendo volarnos en pedazos por los crímenes que sentían que cometíamos contra ella. Cualquier tonto lo hubiera visto venir. Y yo soy lo bastante tonto para haberlo visto.”

Considera que su trabajo es expresar lo obvio inaceptable, y que siempre está listo a poner el otro puño. Le digo que si bien muchas de sus críticas a la política exterior estadunidense son justas, mantener prístino su aislacionismo es ir más allá de la verdad. Da a entender que todos los ataques al poderío estadunidense han sido provocados y por tanto justificados, cuando algunos no lo fueron. Me mira con frialdad. “Bien… nómbreme uno”, dice. Pearl Harbor, respondo. Si Estados Unidos puede ser un imperio expansionista, también otras naciones lo han sido. El imperio japonés atacó a Estados Unidos tal como los expansionistas estadunidenses atacaron Guatemala, Vietnam y otras naciones. Fue una agresión no provocada.

Su rostro se contrae en una mueca. “¡Roosevelt se encargó de meternos en esa guerra! –responde–. Molestó a los japoneses hasta que tuvieron que atacarnos, y lo hicieron en Pearl Harbor… Olvidamos por conveniencia, porque no enseñamos historia estadunidense a nadie, pero él envió un ultimátum a los japoneses exigiéndoles salir de China, la cual ellos llevaban años tratando de conquistar. Les leyó la cartilla diciéndoles que tenían que renunciar al imperio de su orgullosa nación. Y ellos lo mandaron a la chingada. Y lo siguiente que supimos de ellos es que avanzaban sobre Pearl Harbor.”

No es así como lo relatan la mayoría de los historiadores, pero le propongo otro ejemplo aún más polémico. Vidal dice que la Unión Soviética sólo reaccionó ante el poderío estadunidense, y que si cometió atrocidades e invasiones fue porque Estados Unidos la acicateaba. ¿Será cierto? ¿Acaso los soviéticos no fueron crueles por cuenta propia, como Estados Unidos lo fue a veces? Tenían todo un continente para jugar y no necesitaban más espacio, contesta. Vuelvo al 11-S. Cierto, en parte fue una respuesta a los crímenes estadunidenses en Medio Oriente, pero él va mucho más allá: sostiene que el gobierno de Bush probablemente estaba en la conjura. ¿Dónde están las pruebas de semejante acusación? Les venía muy bien, así que no puede culparnos a los demás por comenzar a pensar en términos un tanto conspiratorios. Se robaron la gran elección del año 2000 y luego arreglaron la Suprema Corte de Estados Unidos, ese lugar sagrado, para que secundara la selección, no la elección, de George W. Bush como presidente. No fue elegido, el pueblo no lo quería. Y si acabó en ese cargo fue por una maquinación.

Pero hubo un ataque anterior a Estados Unidos del que ahora quiere hablar, el cual fue perpetrado, dice, por un hombre sensato y noble.

IV. Un muchacho noble

El 15 de abril de 1995, un ex soldado estadunidense llamado Timothy McVeigh plantó una bomba masiva en un camión, fuera de un edificio gubernamental en la ciudad de Oklahoma, en el corazón del estado del abuelo de Vidal. Murieron unas 168 personas, entre ellas todos los alumnos de un jardín de niños. McVeigh escribió a Vidal, diciéndole que había sido motivado en parte por sus libros. Le dijo que creía que la constitución estadunidense había sido usurpada por un Estado de Seguridad Nacional que se impuso por la fuerza. Vidal le contestó, y se hicieron amigos. El escritor comenzó a hacer apasionadas defensas públicas del autor del bombazo. Decía que no estaba loco, sino demasiado cuerdo para su lugar y su tiempo.

“Estudiaba con dedicación la vía estadunidense, la constitución –señala–. Debería usted leer sus escritos, son muy buenos. En particular en lo referente a la ley Posse Comitatus de 1876, que prohíbe al gobierno estadunidense usar las fuerzas armadas contra su propio pueblo, lo cual, sin embargo, fue lo que hizo el gobierno en Waco [complejo usado por un culto religioso que fue atacado por tropas federales en 1993]. Mataron más personas de las que él mató cuando voló ese edificio en la ciudad de Oklahoma. Era un muchacho noble.”

¿Noble? ¿El hombre que coqueteó con grupos milicianos de extrema derecha y que voló en pedazos a todos esos niños? Vidal vuelve a fruncir el ceño y sisea: “¡No los mató a propósito! ¡En cambio el gobierno mató a propósito a esos hombres, mujeres y niños en Waco! Fue un gesto contra ese gobierno al que detestaba. Me juró que no tenía idea de que esos chicos estaban allí. Me dijo: ‘¿cómo iba yo a saber? Pasé por ahí una vez y sabía que había una especie de comedor, que podría haber familias allí o no’, y no estaba contando cuántas víctimas habría. Trataba de decirle al gobierno: ‘Mira, has cometido este acto arbitrario, contrario a la Ley Posse Comitatus, contrario al derecho estadunidense, has asesinado a ciudadanos estadunidenses’. Recuerde: era un soldado y le encantaba serlo; anhelaba volver al ejército y el ejército anhelaba tenerlo de vuelta: era el mejor francotirador que había tenido en años. Pero no sería así.”

Pero McVeigh sabía que iba a dar muerte a decenas de personas inocentes: ésa es la cuestión. ¿No es una muestra de fría indiferencia hacia la vida humana? “¡Lo mismo se puede decir de Patton, de Eisenhower! –responde, molesto–. Todo el mundo se vuelve indiferente hacia ella una vez que se mete en una guerra. ¡Para él era una guerra en defensa de la constitución! ¿Sabe lo que dijo? Claro que no, pero yo se lo voy a decir. Al juez que lo procesó le parecía simpático; le llamaba la atención que ese chico tan comunicativo, que escribía toneladas de textos para la prensa, no hubiera dicho nada en su defensa. Así que le preguntó: ‘Señor Veigh, ¿podríamos oír algo más de usted?’ Y él contestó: ‘Bueno, su señoría, basaré mi defensa en el juez Brandeis, uno de nuestros juristas más brillantes. Él dijo que cuando el gobierno deja de guiar con el ejemplo y de hecho pone el mal ejemplo, cualquier cosa puede ocurrir. El gobierno es el último maestro. Todo lo que hice lo aprendí del gobierno’.”

¿Cuándo le pasó esto a Gore Vidal? ¿En qué momento pasó de su vehemente y justa oposición a las atrocidades cometidas por su gobierno a justificar cualquier atrocidad cometida contra él, por extrema que fuese? Cuando le pregunto, el ceño fruncido se vuelve una mueca mordaz: me dice que soy un ignorante y que está claro que no he leído nada. Resuelvo intentar un enfoque diferente. Le pregunto: si hubiera más personas como McVeigh, ¿sería bueno? Su arrogancia se resquebraja un poco. “Me parece una perfecta pesadilla –contesta–. Claro que no quiero más personas como McVeigh. Como los estadunidenses se niegan a pensar, porque, según sospecho, son incapaces de hacerlo, no van a llegar más que a conclusiones erróneas.” No entiendo. Vuelvo a insistir. Está poniendo a prueba mi paciencia, dice, y con una larga mirada me reta a cambiar de tema.

V. Pálida luna

Vidal es uno de los últimos intelectuales estadunidenses de su generación que quedan vivos. Le pregunto sobre algunos de sus rivales que murieron en fechas recientes –John Updike, William Buckley, Norman Mailer– y me interrumpe. Updike no era nada. Buckley era una nada con gusto por la publicidad. Mailer era un publicista fallido, pero al menos de cuando en cuando daba signos de tener un cerebro funcional. Luego ríe para sí. “Durante toda su vida usó la palabra ‘existencial’, y jamás aprendió lo que significaba. Una vez en una cena escuché a Iris Murdoch explicarle a Mailer lo que existencial significaba en términos filosóficos. Estaba pasmado.”

Hay en Vidal una vulnerabilidad que no existía hace ocho años. Antes me daba la impresión de que lanzaba mis preguntas al Monte Olimpo: él dirigía la entrevista desde arriba y más allá de mí, indiferente a cualquier cosa que yo dijera. Ahora, cuando río de sus bromas, se ve complacido y ríe también. Cuando discutimos se le nota en verdad desconcertado, herido y molesto. Vuelve a las aguas más tranquilas de sus recuerdos, y remamos juntos en sus anécdotas de los Kennedy. Asegura que Jackie estaba enamorada en secreto de Bobby. El escritor solía llamar a Jack presidente erecto. Una vez Jack tuvo sexo con una amiga actriz en un baño, y de pronto le sumergió la cabeza con violencia para que tuviera un orgasmo vaginal y él se viniera también. Ella lo odia todavía, refiere. Pero cuando le pregunto qué opinión tenía del finado Ted Kennedy como persona, replica: ¿A quién le importa cómo son como personas? Todo es espectáculo.

Tuvo que abandonar su segundo hogar en las montañas de Italia y dice que lo echa de menos. “Italia es un país tan civilizado, tan diferente de Estados Unidos…” Pero, ¿es tan grande la distancia? ¿Silvio Berlusconi es mejor que Barack Obama? “¿A quién le importa eso? –espeta de nuevo–. A usted le preocupa el espectáculo. A mí no me interesa quién está diciendo chistes en la televisión nocturna.”

Vidal parece agotado y solo, viendo pasar sus días en Hollywood Hills. Después de una vida de asombrosa plenitud –he probado de todo, salvo el incesto y el baile folclórico, dice–, no tiene más libros en gestación. Vino a Londres a recibir aplausos en escena por la narración grabada de la nueva producción de Mother Courage, de Bertolt Brecht, en el Teatro Nacional, pero todos sus viejos amigos londinenses –Tynan, Tom Driberg, la princesa Margarita– han muerto. Le pregunto qué es para él estar aquí y contesta: Esto no es un país: es un portaviones estadunidense. Comienza a hablar de nuevo de sus viejos amigos. Ahora nada entre fantasmas, de Jimmy Trimble a Jack Kennedy y a su propia madre alcohólica. Conforme declina, anuncia que todo lo que lo rodea declina también: Estados Unidos, la cultura, la humanidad misma.

En un ensayo, Vidal comentó que el escritor William Dean Howells, que llegó a 84 años, vivió demasiado. Citó una línea que Howells escribió a Henry James: Soy algo comparable a un culto muerto, con mis estatuas derribadas y la hierba creciendo encima de mí a la luz de una pálida luna. ¿Siente Vidal algo parecido acerca de sí mismo? Lo miro y no me atrevo a preguntar. Me dice que no teme a la muerte. Soy el estadunidense menos primitivo que va usted a encontrar, y hay que ser bastante primitivo para creer en el infierno. Para mí el infierno es el actual Estados Unidos.

Luego de dos horas, su cuidador –un guapo muchacho francés de cabello largo que ha estado leyendo a Céline en un rincón del bar del hotel– indica que nuestro tiempo ha terminado. Le digo a Vidal que espero entrevistarlo dentro de otros ocho años. ¿Otros ocho años? ¡Ah, la monotonía!, exclama mientras se lo llevan. Lo último que le oigo decir es una maldición a su cuidador. ¡Todavía hace mucho pinche frío aquí!

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya
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  • El imperio se derrumbará; Obama, un fracaso, dice el escritor
  • EU sufrirá un colapso militar en Afganistán, vaticina Gore Vidal
Foto
Imagen tomada al intelectual en La Habana en 2006Foto Juvenal Balan
Johann Hari
The Independent/I

A los 84 años de edad, el escritor y activista está confinado a una silla de ruedas, pero su rabia –contra su país, sus líderes y sus ciudadanos– arde con el furor de siempre.

En ruso, la frase gore vidal significa ha visto penas. Al observar cómo acercan a Gore Vidal en silla de ruedas al lugar donde lo espero, en el vacío vestíbulo de un hotel de Londres, por primera vez me parece una traducción apropiada. En los ocho años transcurridos desde que lo vi por última vez, perdió a quien fue su pareja durante 50 años, a la mayoría de sus amigos y enemigos, y el uso de las piernas. El hombre que encontré en esa ocasión –irradiando brillantez, derramando sarcasmos como confetis– ha perdido vigor. Su piel se ha apergaminado, pero los famosos pómulos conservan su dureza. “Hace frío aquí –dice, a modo de introducción–. Mucho pinche frío.”

Gore Vidal no sólo se lamenta por la muerte de quienes lo rodeaban y por su decaimiento, sino por su patria. A los 83 años, ha vivido la tercera parte de la existencia de Estados Unidos. Si alguien encarna el siglo estadunidense que terminó, es él. Fue el más grande ensayista de su país, uno de los novelistas de mayor éxito y el alma de todas las fiestas. Vacacionó con los Kennedy, recorrió las calles en busca de galanes con Tennessee Williams, Eleanor Roosevelt lo instó a postularse para el Congreso, fue coguionista de algunos de los filmes más icónicos de Hollywood, condenó la política exterior de su país, demandó a Truman Capote, fue felado por Jack Kerouac, observó a su primo Al Gore ser electo presidente y perder de todos modos la Casa Blanca y –como extraño final– fue amigo y defensor del autor de los bombazos de Oklahoma, Timothy McVeigh.

Y sin embargo ahora, dice, está claro que el experimento estadunidense ha sido un fracaso. Fue todo para nada. Pronto el país ocupará un lugar entre Brasil y Argentina, que es el que le corresponde. El imperio sufrirá un colapso militar en Afganistán, la nación se derrumbará en lo interno cuando Obama sea destruido por el manicomio y los chinos se presenten a cobrar lo que les deben. Un Estados Unidos en ruinas será entonces la carga del hombre amarillo, y los chinos nos pondrán a jalar corriendo sus carritos o cualquier medio de transporte que tengan.

Lo acercan a la barra y le sirven un escocés. “Yo estaba igual que todos cuando Obama fue electo: optimista. Todo lo que habíamos dicho de la integración racial quedaba reivindicado –dice–, pero es un incompetente. Será derrotado en la relección. Es una pena porque es el primer presidente intelectual que hemos tenido en años, pero no sabe enfrentar las cosas. No se lo propone. Está abrumado. ¿Y quién no? Estados Unidos es un manicomio. Deberían encerrarnos a todos… y ahora nos están echando afuera. Ya nada tiene sentido”. El presidente quiere agradar a todos, y creía que para eso bastaba con hablar con la razón. Pero recuerden: el Partido Republicano no es un partido. Es un estado mental, como la Juventud Hitleriana. Está lleno de odio. No es posible subir al barco a los republicanos. No hay ni que intentarlo. La única forma de lidiar con ellos es aterrarlos. Obama es demasiado delicado para eso.

Menea la cabeza al comparar a Obama con su viejo amigo Jack Kennedy. Es dos veces más intelectual que Jack, pero Jack conocía el gran mundo. Recuerden que pasó mucho tiempo en la armada, perdiendo barcos. Este muchacho [Obama] jamás ha oído un arma disparada con rabia. Los generales lo toman por sorpresa, le dicen mentiras y él las cree. No ha hecho nada. Si uno se enfrenta a un gran problema de química, encontrar el gas perfecto, gasear una población, pasará mucho tiempo sin saber si funcionará: tiene que guiarse por lo que otros digan. Así es Obama. No está preparado para el primer plano y está recibiendo demasiada atención todo el tiempo.

¿Hay esperanza? “Todos los signos que veo son de condena. Pero la gente me dice –adopta una voz chillona, nasal–: ‘ay, señor Vidal, es usted muy negativo. ¿No puede decir algo bueno de Estados Unidos? Es un país maravilloso; todos quieren vivir aquí’. ¿De veras? ¿Cuándo fue la última vez que vio a un noruego con su tarjeta verde que quisiera venir aquí atraído por la atención a la salud? Le pago si encuentra uno.”

Pero –agrega, animándose de pronto–, hay una buena noticia. Afganistán será el fin del imperio estadunidense, sí. Es una manera alegre de verlo. Pronto dejaremos de jugar al imperio. Pero ya es demasiado tarde para el país y para la Constitución. Alza la copa y sonríe con ironía. Por una república mejor, brinda, y la bebe de un trago.

I. La muerte de Estados Unidos

Vidal dice que cuando nació le predijeron que Estados Unidos moriría entre espasmos, como ocurre ahora, y que eso sólo se puede entender remontándose a ese tiempo. Su misión ha sido explicar el pasado a Estados Unidos de Amnesia, mediante sus novelas y ensayos. Cuando habla, recorre dos milenios de historia –de Julio César a Obama– como si estuviera allí, salpicando sarcasmos desde una fila trasera. Hoy se ha detenido en Filadelfia, en el nacimiento de la república. “Benjamin Franklin vio venir todo esto –afirma–. Lo cito porque la mayoría de los estadunidenses de ahora ni siquiera saben quién era. Tendrá que explicarles a sus lectores.” Fue escritor, científico y soldado y uno de los padres fundadores de Estados Unidos. “En Filadelfia, en 1781, cuando se redactaba la Constitución, fungió como observador. No quería tomar parte, y cuando salió del Salón de la Constitución en Filadelfia unas ancianas le preguntaron: ‘Ay, señor Franklin, ¿qué va a pasar ahora?’ Él les contestó: ‘Bueno, tendrán una república, si pueden conservarla. Pero todas las constituciones como ésta han fallado desde el principio de los tiempos, por causa de la corrupción de la gente’.”

–Entonces, ¿los estadunidenses son corruptos? ¿No eran lo bastante buenos para la nación?

–Precisamente. Sólo eran buenos para ser una potencia colonial insubordinada o las heces de una.

La vida política de Vidal empezó allí… casi. Nació en la Academia Militar de West Point, en el seno de una familia pudiente de la cúspide del poderío estadunidense. Su abuelo fue Thomas Pryor Gore, senador por Oklahoma. El político era ciego, así que desde que tenía cinco años Gore le leía cartas y libros y lo guiaba discretamente por las reuniones de Washington DC. El senador era un populista que pugnaba por azuzar a la gente contra el poder concentrado de Wall Street y los grandes banqueros. Representaba a los algodoneros, que perdieron en la guerra civil sólo para ser aniquilados por los financieros de Wall Street que jugaban a la ruleta con el precio global del algodón. Sin embargo, siempre hubo una contradicción en su vida: Mi abuelo no soportaba a los ciudadanos de su estado. Y ellos lo adoraban por eso. A ver, explíquese eso.

Un populista que no tenía fe en el populacho… lo que su nieto llegaría a ser. Gore Vidal comparte la creencia populista de que la gente es maltratada por los ricos, pero le parece que la población es tan cretina y está tan drogada por la televisión y la comida rápida que no se percata de ello. Siempre hay que tener la esperanza de que de algún modo misterioso se llegue a educar a la gente. Bueno, ése es el vínculo. Pero la gente no sabe nada. Cuando nos volvimos un imperio, dejamos de ensenar geografía en las escuelas para que nadie supiera dónde quedaba ninguna parte. No es culpa de las personas: las han pervertido con formas imperiales de pensar para que sean trabajadores dóciles y fieles consumidores. Ése era el sueño y se ha vuelto realidad.

De niño, a Vidal le encantaba pasar tiempo con su abuelo el senador; una de las principales razones es porque así podía escapar un tiempo de su madre alcohólica, Nina. Cuando le menciono el tema adopta de nuevo el quejido nasal de un entrevistador imaginario y dice: “Ay, señor Vidal, su pobre madre no debió de ser tan mala como usted dice [en sus memorias].’ No, era mucho peor. No me meto con las mamás de otros, pero la mía tenía mucho que atacar.”

Nina estaba ebria constantemente, y cuando no estaba agrediéndolo o amenazando con suicidarse le contaba sórdidos detalles de su vida en una obsesiva y furiosa perorata. Cuando él tenía 10 años me contó que el coraje le causaba orgasmos. No le pregunté si le pasaba lo mismo con el sexo. Cuando Gore apareció en la portada de Time, años después, ella escribió una larga carta a la revista para desacreditarlo. La revista la publicó con el título: Amor de madre. Vidal parece haber heredado de ella su sardónica amargura. Cuando le preguntaron a Nina por qué no se había casado por cuarta vez, respondió: Mi primer marido tenía tres bolas, el segundo dos y el tercero una. Hasta yo sé cuándo es mejor no presionar a la suerte.

¿Piensa Vidal en ella a menudo? No, responde, con mirada de hielo. Después de todos estos años, ¿llega a sentir alguna compasión por ella? No. El hielo se vuelve un glaciar. ¿Al menos cree que ella formó su personalidad? El crítico teatral Kenneth Tynan, viejo amigo de Gore, escribió en su diario: “Qué soberbia e impenetrable armadura lleva puesta, como corresponde a alguien cuya vida es una batalla permanente por la supremacía (social e intelectual)… Gore jamás podría rendirse (es decir, exponerse) ante nadie”. ¿Acaso la crueldad de su madre explica que a lo largo de su vida haya echado de su lado cuanto lo ha rodeado, sus constantes pinchazos? Tan pronto pregunto esto me doy cuenta de cuánto ha cambiado Vidal desde la última vez que lo vi. En ese tiempo habría respondido con una desdeñosa ironía, o reafirmado su supremacía con una cita en griego clásico. Ahora parece un poco herido –sus ojos brillan con tristeza– y responde: “Bueno… es lo último que me gustaría creer”. Y queda en silencio. De pronto me siento majadero y cruel.

Su abuelo se enfurecía de que Franklin Roosevelt arrastrara al país a una guerra innecesaria –así la consideraba– contra Alemania y Japón. Se oponía a todas las guerras contra potencias extranjeras, pues en su concepto eran promovidas por las grandes empresas para servir a sus intereses. Creía que ninguna guerra en el extranjero valía la vida de un estadunidense, recuerda Vidal, con orgullo. Pero por esa razón –y por su oposición al Nuevo Trato– perdió su escaño en el Senado. Como un pequeño acto de venganza, Vidal dice que nunca ha puesto el pie en Oklahoma.

Se alistó en el ejército a los 17 años, feliz de escapar de su madre. Pasó la guerra asignado en Italia y, tres años en Alaska. No le sorprende que ese infierno helado haya producido a Sarah Palin, el ídolo más reciente en el largo culto estadunidense a la estupidez. Alaska fue el lugar adonde todos los rufianes del país se fueron a esconder. Y ellos produjeron a Palin.

Hoy se da cuenta, agrega, de que fue parte de un ejército enviado a construir un imperio global por el César Augusto de Estados Unidos, Roosevelt. El viejo Estados Unidos fue remplazado por un pulpo militar con un brazo de metal en cada continente, y en lugar de la vieja Constitución se instaló un “Estado de seguridad nacional. No me hubiera alistado si hubiera sabido adónde nos llevaría –señala–. Pero allí estaba: terminamos la guerra como un imperio y azotamos la puerta. Y luego jodimos todo”.

Salió del ejército sin un centavo. Mi padre y mi abuelo, como hombres que crecieron por esfuerzo propio, no iban a hacerme la vida. Yo lo sabía, relata. Así pues, se sentó a escribir una novela sobre la guerra, titulada Williwaw. A la edad de 20 años se halló convertido de pronto en un ácido escritor realista de gran éxito. Se le encomió como un soldado valiente, y su abuelo habló de sentarlo en el Congreso, pero él quería escribir una novela más audaz, basada en la única persona que había amado. Esa novela acabó con cualquier esperanza de una carrera política para él, pero lo convirtió en figura decisiva en la vida estadunidense.

Traducción: Jorge Anaya


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domingo, 11 de octubre de 2009

Carne (II Y ÚLTIMA: Jorge Moch: caricatura


Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Carne (II Y ÚLTIMA
1.- CARNE: PRIMERA de 2

¿Dónde radica esa eterna fascinación del mexicano –y en fechas recientes, también de la mexicana– con el vello púbico –hoy con la pornográfica moda de su depilatoria ausencia– y lo que éste oculta o proyecta? ¿Dónde encuentra su origen, por ejemplo, la actitud de tres pelafustanes que en una esquina devoran con la mirada a cuanta mujer les pase cerca, pero si cada uno estuviera allí mismo, solo, quizá bajaría la mirada, amilanado, evidenciando vergüenza, indefensión sicológica, inferioridad de carácter? ¿En qué se sustenta esa costumbre, pináculo de la sandez, de bisbisear obscenidades a las mujeres, ya que la galantería de piropear con decoro se agostó en las películas de Cantinflas? Pues dónde más sino en la moralina enfermiza, en el escándalo mórbido. En usos y costumbres atávicos, idiotas, torcidos y machistas, muchos de los cuales se inoculan des de los medios masivos, como en la televisión. En la televisión abierta, en las telenovelas que idiotizan a millones, en el discurso de moralinas de utilería de Televisa y tv Azteca, en la sugerencia velada pero continua, de la genitalidad o la erotización, por ejemplo, de cualquier baile a cuadro, pero el discurso de conductores de noticieros antiaborto, o contrarios, por ejemplo, al matrimonio entre homosexuales, radica buena parte de nuestra hipocresía como sociedad.

El sexo como tópico de familia sigue siendo la zapa más profunda, donde la brecha generacional hace ángulo agudo: tengo un amigo de mi misma edad, cuarenta y tres años, que es celosísimo guardián de la impoluta inocencia de sus hijas adolescentes. El tema del sexo es espinoso, difícil y poco socorrido. Mi amigo llega a extremos de censura y escondrijo propios de secretario panista de Estado. Piensa, mi amigo, que a mayor información, mayor posibilidad de libertinajes de ésos que luego desembocan en un llorón amasijo de pañales y chambritas que pide a berridos de comer cada tres o cuatro horas. Rápido olvidó mi amigo que él y su ex mujer se embarazaron precisamente a la salida de la adolescencia y por falta de, adivinas adivinador, información objetiva, fría y razonada a la luz del sentido común y no de los nuevos viejos fundamentalismos. El “qué dirán” sigue siendo, en buena parte de la gran familia mexi cana, el argumento que subyace en la manera en que las jovencitas y los mancebos mexicanos van tramando el tejido de sus relaciones interpersonales.

A riesgo de recibir reproches por vulgaridad y barraganería, es fácil demostrar que aunque de ordinario pretendemos mirar disimuladamente al otro lado, las nalgas, las entrepiernas y en general los rincones ocultos de la anatomía nos obsesionan, al grado de que nuestro idioma obsequia un largo rosario de sustantivos que van desde la exquisitez o la socarronería figurativas hasta el más pueril o el más adocenado de los excesos. Los recursos de nuestra lengua (la lengua misma suele ser probóscide de apreciada sensualidad) para nombrar los genitales de ambos géneros son abundantes –me gusta imaginar aquí un árbol de mango, perfeccionando amarillas y jugosas redondeces en el ardiente sol de junio, palabras como frutos tentadores, perfumados, prohibidos–, y surge una de las paradojas de las culturas española y amerindia que acrisoladas decantaron una idiosincrasia sexualmente represora por reprimida, mojigata y profundamente hipócrita. Véase (aquí más bien léase) si no, al pene, campeón indiscutible de cacofónicas sinonimias, pilar indiscutible de nuestras falocracias y al que también se le llama pito, verga, polla, picha, cipote, macana, chile, tranca, calabrote, corneta, ariete, longaniza, falo, flauta, badajo, palo, vara, gallo, guajolote, pinga, pirinola, pizarrín, camote, reata, alambre, zanahoria, salsifí, pipí, pepino, chorizo, morronga, culebra, tranca, pájaro, esta ca, guayabo, mástil, gendarme, miembro, pelón o pelona, misil, pistola y un sinnúmero de analogías de cilíndrica morfología, mientras que la vagina recibe atenciones más bien breves y nombres como monito, cuca, pepa, almeja, coño, chocho, panocha, chichi, chumino, chango y algunas otras sabrosuras prosódicas. En la geografía anatómica de mujeres y hombres, la lejanía del ecuador es directamen te proporcional a la sobriedad de los nombres. Un poco más al norte, los senos también se llaman tetas, bubis, chichis, teclas, melones o toronjas, mientras que las orejas serán sencillamente orejas y los pies habrán de contentarse con un nombre y cinco dedos cada uno en tanto Doña Evolución no dicte otra cosa.

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Control 'uber alles': Luis Rubio ECONOMIA POLITICA: LOS QUE HABLABAN MAL DE AMLO AHORA HABLAN MAL DE FECAL

Control 'uber alles'
Luis Rubio
11 Oct. 09

Imaginemos un espacio en el que todo mundo desconfía de los demás, en el que cada quien está dispuesto a logar su objetivo a cualquier precio y en el que abusar y asaltar al vecino son prácticas no sólo frecuentes, sino que gozan de plena legitimidad. Suena excesivo y un tanto absurdo, pero ésa es la lógica que caracteriza a nuestro sistema fiscal y, de hecho, a buena parte de la conducción de nuestra economía. Pero no sólo de la economía.

El gobierno no confía en el ciudadano, el ciudadano desconfía del gobierno y todos nos creemos muy inteligentes cuando comprobamos que el otro está equivocado. La desconfianza es tan generalizada que no bastan los semáforos para que se regule el tráfico, sino que las autoridades nos imponen topes cada vez más elevados para obligar al cumplimiento de los semáforos. Con tanta desconfianza es imposible que las cosas funcionen porque todo mundo vive pensando en cómo protegerse, qué camino, por turbio que sea, es necesario tomar para logar la sobrevivencia y, en algunos casos, el éxito.

El tema fiscal es particularmente hiriente porque la desconfianza tiene consecuencias monumentales. El viejo vicio del sistema político -la búsqueda permanente de control- nunca desapareció del ámbito de la conducción económica, especialmente la fiscal. Lo que en el mundo político desapareció, o se atenuó, como resultado de la derrota del PRI en 2000, sigue vivo en Hacienda no por mala fe, sino porque ésa es la naturaleza del animal. El ánimo de control es resultado de la desconfianza y ésta es un obstáculo al crecimiento económico.

Se habla mucho de la necesidad de una reforma fiscal y, a lo largo de esta década, ha habido varios intentos por modificar el régimen de impuestos con el objetivo de asegurar una mayor recaudación con una mejor distribución de la carga impositiva. Ninguna de esas reformas ha prosperado, en parte porque los miembros del poder legislativo han tenido una excesiva concentración de miras en el corto plazo, pero sobre todo porque no existe una comprensión cabal de las consecuencias del régimen fiscal sobre el crecimiento económico. El hecho de que las propuestas de reforma vengan siempre asociadas a todavía más elementos de control y regulación no hace sino disuadir incluso a quienes apoyan y comparten la necesidad de una reforma amplia en este ámbito. Paradójicamente, mientras más controles hay mayor es la evasión.

La primera cuestión que debería ser atendida es quién paga y cuánto cuesta cumplir con las obligaciones fiscales. Si se siguiera una óptica de esta naturaleza, el énfasis estaría en cómo disminuir los costos del cumplimiento para incentivar la regularización o formalización de quienes hoy se encuentran en la economía informal.

En vez de enfocar el asunto de esta manera las autoridades fiscales son tan desconfiadas de la ciudadanía que todo el énfasis se concentra en la imposición de regulaciones y misceláneas cuyo propósito es el control, no el desarrollo económico. Esta forma de concebir los temas fiscales desincentiva la creación de negocios formales, reduce el ámbito de la formalidad y sobrecarga a quienes cumplen cabalmente sus obligaciones y satisfacen todos los requisitos y procedimientos. Al mismo tiempo, eso facilita que las empresas más grandes, que sí tienen los recursos para defenderse, se concentren en extraer rentas en lugar de elevar la productividad. La suma de este círculo vicioso es que se crean cada vez menos empresas formales, se contrae la base de causantes y se incentiva el uso del terrorismo fiscal. La economía acaba siendo extraordinariamente ineficiente, demasiados recursos se dedican a la elusión fiscal y el crecimiento económico bien gracias.

La lógica beligerante de la desconfianza prácticamente obliga a las personas y empresas a evadir impuestos y vivir en la informalidad. En lugar de emplear los recursos disponibles para crear riqueza para hoy y para el futuro, el gobierno dedica los recursos existentes para compensar a los grupos que son políticamente relevantes para mantener el statu quo. El círculo vicioso se cierra cuando los criterios políticos y clientelares empatan los fiscales porque así se asegura que nada cambie.

La desconfianza que reina en el gobierno respecto a las empresas y la ciudadanía en general es empatada con el desprecio de las personas y las empresas, pero por razones distintas. Cada que el gobierno impone una regulación, la ciudadanía busca una manera de darle la vuelta. No importa cuántas circulares o misceláneas produzca la SHCP, siempre habrá una mente creativa dedicada a evitar caer en las garras del fisco. En el camino se dispendian inmensos recursos en estrategias improductivas que podrían ser empleados para crear riqueza, empleos y mayor competitividad.

Los países que funcionan mejor tienden a tener regímenes fiscales muy distintos al nuestro: se concentran en una combinación de impuestos generales al consumo (el IVA) con un impuesto al ingreso típicamente con una sola tasa (baja) y mínimas deducciones. Este enfoque le simplifica la vida al causante e incentiva la formalización. Con un esquema más simple como éste, los políticos pueden envalentonarse para universalizar el IVA porque los beneficios para la población se tornan tangibles y evidentes.

En lugar de esto, lo que se discute en el Congreso es exactamente lo contrario: aumentos de tasas, más impuestos, nuevas regulaciones y una todavía mayor complejidad. La lógica recaudatoria que anima el proyecto bajo discusión choca con la urgencia de incentivar el crecimiento económico. De esta forma, a menos que el objetivo sea, explícitamente, el crecimiento del gobierno, toda la discusión está viciada y no va a contribuir a resolver el problema en el que estamos metidos.

El contexto en el que se presenta el proyecto fiscal es todavía más pernicioso: tenemos empresas en problemas por la situación económica y el planteamiento fiscal se reduce a cobrarle más a quienes requieren oxígeno con urgencia. ¿Cómo se espera que eso contribuya a que haya más inversión, condición que, uno supondría, es necesaria para que crezca la actividad económica?

La obsesión por el equilibrio macroeconómico está plenamente justificada y es condición sine qua non para el mantenimiento de la estabilidad económica. Sin embargo, las finanzas públicas no pueden ser vistas como un objetivo en sí mismo. Las finanzas públicas son un instrumento para promover el desarrollo y el que estén en equilibrio es el efecto de una gestión exitosa. Dedicarse al equilibrio como objetivo único no hace sino aniquilar la economía y, cuando eso pasa, las finanzas y el gobierno dejan de ser relevantes.


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El Plan Marshall mexicano: Juan E. Pardinas

El Plan Marshall mexicano
Juan E. Pardinas
11 Oct. 09

En junio de 1947, el secretario de Estado norteamericano, George Marshall, anunció en un discurso, en la Universidad de Harvard, un plan de apoyo para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Marshall anunció que la ayuda financiera no era para un país en específico sino para combatir "el hambre, la pobreza, la desesperación y el caos". A pesar de que en aquellos años Harry Truman era Presidente, el plan fue bautizado con el apellido del diplomático más prominente de Estados Unidos. El mandatario temía que de haberse llamado el "Plan Truman", el proyecto no hubiera sobrevivido a la oposición republicana en el Congreso. Después de varios recortes y forcejeos con el Capitolio, finalmente Truman firmó el Plan en abril de 1948. A partir de ese año y hasta 1951, Reino Unido, Francia, Alemania y otros 14 países europeos recibieron un total de 13 mil millones de dólares de aquellos años. Durante sus cuatro años en operación, el Plan Marshall (PM) puso la semilla para que un continente devastado se transformara en una tierra de promesa y prosperidad.

A partir de entonces, el PM se convirtió en un sinónimo de proyectos exitosos para financiar el crecimiento económico. Cualquier país en vías de desarrollo soñaría con tener una generosa bolsa de recursos para financiar infraestructura, capital humano y estimular el cambio tecnológico. México ya tuvo propio su PM. No fueron los contribuyentes gringos, sino una bendición de la naturaleza quien puso los recursos en nuestras manos. En los años sesenta, el pescador campechano Rudesindo Cantarell reportó al personal de Pemex que había una mancha de chapopote en la región de la sonda de Campeche. El yacimiento de hidrocarburos, bautizado con el nombre de su descubridor, transformó a México en uno de los principales países productores de petróleo. La riqueza de nuestro subsuelo acabó en las arcas de los erarios públicos de los tres niveles de gobierno.

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) realizó una comparación de los recursos del PM y los fondos transferidos a estados y municipios mexicanos. El primer paso fue traer los 13 mil millones de dólares del PM a precios actuales. La Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos ofrece en internet una calculadora de inflación basada en el Índice de Precios al Consumidor. De acuerdo a esta fuente, un dólar de 1948 tiene un valor de 8.96 dólares del 2009. Dos operaciones aritméticas después, el IMCO transformó el dinero del PM a pesos actuales: 1.6 millones de millones de pesos. La suma de todas las transferencias a las entidades de la República, entre 2006 y 2008, sumaron 2.4 millones de millones de pesos. Nuestros gobernadores y alcaldes gastaron en tres años, 33 por ciento más dinero del plan de ayuda para reconstruir Europa.

Nos gastamos más fondos que el Plan Marshall y explotamos el yacimiento de Cantarell hasta el borde del agotamiento. ¿Dónde están los nuevos aeropuertos y los trenes de alta de velocidad? ¿En qué estados se construyeron las universidades para la producción de alta tecnología? ¿Cuándo se inauguran las fábricas de vacunas, las plantas de tratamiento de agua y los centros de investigación para energías renovables? ¿En qué cuentas de banco se encuentran los fondos para respaldar las jubilaciones de cientos de miles de trabajadores del IMSS, el ISSSTE, Pemex, CFE y LyFC? ¿Qué acaso se pagaron por completo todas las deudas y compromisos financieros del gobierno federal? Basta de sarcasmos.

El Plan Marshall no nos alcanzó ni para ponerle baños a todas las escuelas públicas del país. De acuerdo a información de la SEP, 6 mil planteles escolares no tienen instalaciones sanitarias dignas de ese nombre. ¿En qué se gastaron esas montañas de dinero? ¿A dónde se fue esa lana propiedad de los mexicanos? Eso no lo sabemos. Lo único claro es que todavía quieren más. ¿Adivina quién lo va a pagar?
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El Nobel de Obama disloca a Netanyahu: Alfredo Jalife-Rahme

Bajo la Lupa

El Nobel de Obama disloca a Netanyahu
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
El premier israelí, Benjamin Netanyahu, durante una reunión con su gabinete, a principios de mes en JerusalénFoto Reuters


Ya hemos abundado sobre el síndrome de personalidad múltiple de Obama, quien exhibe un lado muy atractivo: su visión (muy utópica, pero loable) de un mundo libre de armas nucleares, al unísono de otros rasgos negativos que le impiden a cualquier presidente de Estados Unidos –a riesgo de ser asesinado (física o mediáticamente)– liberarse de los grilletes del omnipotente complejo militar industrial y de los intereses inexpugnables de la banca israelí-anglosajona.

El merecido, a nuestro juicio, Premio Nobel de la Paz a Obama fue otorgado a uno de los pocos estadistas en el mundo que abogan por la desnuclearización global, lo que ha exasperado a los superhalcones de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel.

Nada extrañamente, los poderosos multimedia controlados por la banca israelí-anglosajona y el triple complejo militar-industrial de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, se le han ido a la yugular a Obama por la obtención de su galardón que catalogan desde absurdo hasta de una broma por carecer de logros tangibles.

Curiosamente, los propietarios generacionales de los mismos multimedia israelí-anglosajones nunca protestaron en forma tan histérica los premios Nobel de la Paz otorgados a las palomas de sus jaulas repletas de etnocidas y asesinos en serie: Henry Kissinger, Menachem Beguin, Shimon Peres (padre de la bomba atómica israelí), etcétera.

La prensa británica se volcó furibundamente contra Obama. Michael Binyon, de The Times (9/10/09) –propiedad del superhalcón Rupert Greenberg, alias Murdoch, además de dueño del tóxico Fox News e íntimo del premier israelí Bibi Netanyahu–, expectoró que la absurda decisión sobre Obama convirtió en una burla (sic) al Premio Nobel de la Paz y fustigó al comité noruego de confundir esperanza con logros. ¿No valdrá la pena, de vez en cuando, premiar la esperanza, en momentos tan aciagos para el género humano, producto de las políticas nihilistas de la banca israelí-anglosajona?

Desconsolado, Glenn Kessler muestra el peine: un ataque contra Irán puede (sic) ser del interés de Estados Unidos. Pero, ¿es algo que autorizaría un galardonado con el Premio Nobel de la Paz? (The Washington Post, 9/10/09). ¡Pues no! ¿No vale el Nobel ese simple acto de control antibélico?

¿En qué radica el interés nacional de Estados Unidos de librar una guerra contra Irán, la cual solamente favorece los intereses unilaterales de Israel?

Un poco más sereno, Peter Beaumont, de The Guardian (9/10/09), comenta que la realidad (sic) es que el premio parece (sic) haber sido conferido a Barack Obama por lo que no es. Por no ser George W. Bush. O mejor dicho, por ser menos parecido al anterior presidente. ¿No es, acaso, razón suficiente para un Nobel de la Paz?

Tanto en mi comentario radiofónico quincenal en la UDG (los viernes a las 14.15 horas) con la muy pulcra Josefina Real como en Noticias de PCTV, con la solvente conductora Elisa Alanís, intenté demostrar, sin ocultar mi júbilo, las tres concreciones que, a mi muy humilde entender, hacen más que meritorio el galardón a Obama en tan sólo nueve meses de gestión: 1. el abandono del escudo misilístico antibalístico bushiano en el marco de la perezagruzka (reactivación, ver Bajo la Lupa, 11/3/09); 2. el esbozo de arreglo nuclear en Ginebra entre Estados Unidos e Irán (ver Bajo la Lupa, 7/10/09) que retrocede un paso atrás la guerra anunciada contra la antigua Persia, en el contexto de la visión de Obama de su mundo libre de armas nucleares, y 3. la atmósfera de ambientación mundial netamente antibushiana, es decir, la guerra permanente que Obama intenta desmontar desde la desnuclearización global, pasando por la reconciliación con el mundo islámico, en general, y con Irán, en particular (v. gr. su célebre discurso en El Cairo y las negociaciones directas de Washington con Teherán en Ginebra), hasta el intento de solución del nudo gordiano del conflicto árabe-israelí que pasa ineluctablemente por la creación de un Estado palestino.

Cualquiera de estas concreciones, por sí solas, ameritan el Nobel, ya no se diga cualquiera de los componentes de la nueva atmósfera de ambientación política de distensión y deshielo susceptibles de lubricar acuerdos constructivos que hagan un poco más seguro nuestro planeta zaherido.

El Nobel a Obama disloca a Bibi Netanyahu y su proyectada guerra contra Irán, detrás de quien se resguardan los superhalcones de Estados Unidos y Gran Bretaña (con su caricatura española José María Aznar López): Baby Bush, Dick Cheney, Tony Blair, los neoconservadores straussianos y el siniestro Comité del Peligro Presente (Committee on The Present Danger).

Aun la prensa israelí teme el carácter paranoide de Bibi Netanyahu de gatillo fácil (ver Bajo la Lupa, 12/7/09), de quien no se puede soslayar su notable participación en la elaboración del infame reporte Clean break (algo así como una limpieza conceptual) de 1996, de subtítulo Una nueva estrategia para asegurar el reino (¡supersic!), que selló la santa alianza de los neoconservadores straussianos incrustados en el Pentágono (v. gr. Richard Perle) y el neosionismo enarbolado por Netanyahu.

El Nobel de la Paz a Obama brinda la oportunidad a Estados Unidos de deslindarse del Clean break de la dupla superbélica de Perle-Netanyahu.

Conclusión: con el Premio Nobel de la Paz otorgado muy merecidamente a Obama, retrocede un paso la guerra anunciada contra Irán (ver Bajo la Lupa, 7/10/09): objetivo que busca desesperadamente el rijoso Netanyahu, a quien se le debería acreditar, si existiera, el Premio Nobel de la Guerra Permanente.

Curiosamente, los superhalcones de Estados Unidos están compuestos por civiles (cuya apabullante mayoría evitó el servicio militar y que en Estados Unidos llaman chicken-hawks, es decir, la mezcla teratológica en una sola persona de rasgos de polluelo y halcón): primordialmente los neoconservadores straussianos, los verdaderos controladores del bushismo superbélico, ya que los militares son más prudentes en abrir la caja de pandora del estrecho de Ormuz que dispararía el precio del petróleo a la estratósfera, cuando apenas se inicia la recesión global.

Lo peor radica en que la desacreditada cosmogonía militarista bushiana perdió cinco guerras consecutivas que aceleraron la decadencia de Estados Unidos –Irak, Afganistán (con o sin Obama era irrecuperable para cualquiera que sepa un mínimo de historia sobre el cementerio de los imperios), Líbano sur, Georgia y Gaza (estas tres últimas con su aliado israelí)–, sin contar su legado cataclísmico en las finanzas y la economía globales y su crisis multidimensional: energética, alimentaria, climática y civilizatoria.

Con el simple hecho de desmarcarse de Baby Bush, ya no se diga de contrastarlo en sus actos bélicos y nihilistas, sobran y bastan razones para otorgarle a Obama todos los premios Nobel de la Paz habidos y por haber.
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Las campanas están doblando por el dólar: Fidel Castro Ruz

Las campanas están doblando por el dólar
Fidel Castro Ruz
El imperio dominó al mundo más por la economía y la mentira que por la fuerza. Había obtenido el privilegio de imprimir las divisas convertibles al finalizar la Segunda Guerra Mundial, monopolizaba el arma nuclear, disponía de casi todo el oro del mundo y era el único productor en gran escala de equipos productivos, bienes de consumo, alimentos y servicios a nivel mundial. Tenía, sin embargo, un límite a la impresión de papel moneda: el respaldo en oro, al precio constante de 35 dólares la onza troy. Así ocurrió durante más de 25 años, hasta que el 15 de agosto de 1971 mediante una orden presidencial de Richard Nixon, Estados Unidos rompió unilateralmente ese compromiso internacional estafando al mundo. No me cansaré de repetirlo. De esa forma lanzó sobre la economía mundial sus gastos del rearme y aventuras bélicas, en especial la guerra de Viet Nam que, según cálculos conservadores, costó no menos de 200 mil millones de dólares y la vida de más de 45 mil jóvenes norteamericanos.

Sobre ese pequeño país del Tercer Mundo fueron lanzadas más bombas que las utilizadas en la última guerra mundial. Millones de personas murieron o fueron mutiladas. Al suspender la conversión, el dólar pasó a ser una divisa que podía imprimirse a voluntad del Gobierno norteamericano sin el respaldo de un valor constante.

Los bonos y billetes de la Tesorería continuaron circulando como divisas convertibles; las reservas de los Estados continuaron nutriéndose de esos billetes que, por un lado, servían para adquirir materias primas, propiedades, bienes y servicios de cualquier parte del mundo y, por otro, privilegiaban las exportaciones de Estados Unidos frente a las demás economías del planeta. Los políticos y académicos mencionan una y otra vez el costo real de aquella guerra genocida, admirablemente descrita en la película de Oliver Stone. Las personas tienden a realizar cálculos como si los millones fuesen iguales. No suelen percatarse de que los millones de dólares de 1971 no son iguales a los millones del 2009.

Un millón de dólares hoy, cuando el oro -un metal cuyo valor ha sido el más estable a lo largo de siglos- tiene un precio que sobrepasa los mil dólares la onza troy, vale alrededor de 30 veces lo que valía cuando Nixon suspendió la conversión. Doscientos mil millones en 1971, equivalen a 6 millones de millones de dólares en el 2009. Si no se tiene en cuenta esto, las nuevas generaciones no tendrán una idea de la barbarie imperialista.

De igual modo, cuando se habla de los 20 mil millones invertidos en Europa al finalizar la Segunda Guerra Mundial -en virtud del Plan Marshall para reconstruir y controlar la economía de las principales potencias europeas, que poseían la fuerza de trabajo y la cultura técnica necesaria para el rápido desarrollo de la producción y los servicios- las personas suelen ignorar que el valor real de lo invertido entonces por el imperio equivale al valor internacional actual de 600 mil millones de dólares. No advierten que 20 mil millones apenas alcanzarían hoy para construir tres grandes refinerías de petróleo, capaces de suministrar 800 mil barriles diarios de gasolina, además de otros derivados del petróleo.

Las sociedades de consumo, el despilfarro absurdo y caprichoso de energía y de recursos naturales que hoy amenazan la supervivencia de la especie, no serían explicables en tan breve período histórico si no se conoce la forma irresponsable en que el capitalismo desarrollado, en su fase superior, ha regido los destinos del mundo.

Tan asombroso despilfarro explica por qué los dos países más industrializados del mundo, Estados Unidos y Japón, están endeudados en aproximadamente 20 millones de millones de dólares.

Desde luego que la economía de Estados Unidos se aproxima a un Producto Interno Bruto anual de 15 millones de millones de dólares. Las crisis del capitalismo son cíclicas, como lo demuestra irrebatiblemente la historia del sistema, pero esta vez se trata de algo más: una crisis estructural, como explicaba el Ministro de Planificación y Desarrollo de Venezuela, el profesor Jorge Giordani a Walter Martínez en su programa por Telesur en la noche de ayer.

Los despachos cablegráficos divulgados hoy, viernes 9 de octubre, añaden datos que son irrebatibles. Un despacho de AFP procedente de Washington precisa que el déficit presupuestal de Estados Unidos, en el año fiscal 2009, se eleva a 1,4 millones de millones de dólares, el 9,9% del PIB, algo nunca visto desde 1945, al finalizar la Guerra Mundial, añade.

El déficit en el año 2007 había sido ya un tercio de esa cifra. Se esperan elevadas sumas de carácter deficitario los años 2010, 2011 y 2012. Ese enorme déficit está dictado, fundamentalmente, por el Congreso y el Gobierno de Estados Unidos para salvar los grandes bancos de ese país, impedir que el desempleo se eleve por encima del 10% y sacar a Estados Unidos de la recesión. Es lógico que si inundan la nación de dólares, las grandes cadenas comerciales venderán más mercancías, las industrias incrementarán la producción, menos ciudadanos perderán sus viviendas, la marea del desempleo dejará de crecer, y las acciones de Wall Street elevarán su valor. Fue la forma clásica de resolver la crisis. Sin embargo, el mundo no volverá ya a ser el mismo. Paul Krugman, prestigioso Premio Nobel de Economía, acaba de afirmar que el comercio internacional ha sufrido su mayor caída, peor todavía que la de la Gran Depresión y expresó dudas sobre la pronta recuperación.

No se puede inundar también el mundo de dólares y pensar que esos papeles sin respaldo en oro mantendrán su valor. Otras economías, hoy más sólidas, han surgido. El dólar dejó de ser ya la reserva en divisas de todos los Estados, más bien sus poseedores desean apartarse de él, aunque evitando en lo posible que se devalúe antes de que puedan desprenderse de ellos.

El euro de la Unión Europea, el yuan chino, el franco suizo, el yen japonés -a pesar de las deudas de ese país-, hasta la libra esterlina, junto a otras divisas, pasaron a ocupar el lugar del dólar en el comercio internacional. El oro metálico vuelve a convertirse en importante moneda de reserva internacional.

No se trata de una opinión personal caprichosa, ni deseo calumniar esa moneda.

Otro Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, expresó, según despacho cablegráfico: ”‘lo más probable es que el billete verde siga de capa caída. Los políticos no deciden los tipos de cambio y los discursos tampoco lo hacen’. Esto lo declaró el 6 de octubre en la Asamblea Anual Conjunta del FMI y el Banco Mundial que se celebró en Estambul”. En esa ciudad se pudo apreciar una violenta represión. El evento fue saludado con vidrieras comerciales rotas e incendios producidos por cocteles molotov.

Otras noticias hablaban de que los países europeos temían el efecto negativo de la debilidad del dólar frente al euro y sus consecuencias sobre las exportaciones europeas. El Secretario del Tesoro de Estados Unidos declaró que a su país le interesaba un dólar fuerte. Stiglitz se burló de la declaración oficial y expresó según EFE, que en el caso de Estados Unidos el dinero se ha derrochado y la causa ha sido el rescate multimillonario de los bancos y sufragar guerras como Afganistán. Según la agencia, el Premio Nobel insistió en que en vez de invertir 700 mil millones en ayuda a los banqueros, EE.UU pudo haber destinado parte de ese dinero a ayudar a los países en desarrollo, lo que a su vez habría estimulado la demanda global.

Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, dio la voz de alarma días antes, y advirtió que el dólar no podía mantener indefinidamente su status como divisa de reserva.

Un eminente profesor de Economía de la Universidad de Harvard, Kenneth Rogoff, afirmó que la próxima gran crisis financiera será la de los déficit públicos.

El Banco Mundial declaró que el Fondo Monetario Internacional (FMI) mostró que los bancos centrales del mundo acumularon menos dólares durante el segundo semestre del 2009 que en ningún otro momento durante los últimos 10 años e incrementaron su tenencia de euros.

El propio 6 de octubre, la AFP publicó que el oro alcanzó la cifra récord de 1 045 dólares la onza, impulsado por el debilitamiento del dólar y el temor a la inflación.

El diario Independent, de Londres, publicó que un grupo de países petroleros estudiaban reemplazar el dólar en las transacciones comerciales por una cesta de divisas que incluirán el yen, el yuan, el euro, el oro y una futura moneda común.

La noticia filtrada o deducida con impresionante lógica fue desmentida por algunos de los países presuntamente interesados en esa medida de protección. No desean que colapse, pero tampoco seguir acumulando una moneda que ha perdido 30 veces su valor en menos de tres décadas.

No puedo dejar de consignar un despacho de la agencia EFE, la cual no puede ser acusada de antiimperialista y que en las actuales circunstancias transmite opiniones de especial interés:

Expertos de economía y finanzas coincidieron hoy en Nueva York en afirmar que la peor crisis desde la Gran Depresión ha llevado a ese país a jugar un papel menos significativo en la economía mundial.

“‘La recesión ha hecho que el mundo haya cambiado la forma en que se mira a EE.UU. Ahora nuestro país es menos significativo que antes y eso es algo que debemos reconocer’, afirmó David Rubenstein, presidente y fundador de Carlyle Group, la mayor firma de capital de riesgo del mundo, en su intervención en el World Business Forum.”

“‘El mundo financiero va a estar menos centrado en EE.UU. (…) Nueva York no va a ser nunca más la capital financiera mundial y ese papel se repartirá con Londres, Shanghai, Dubai, Sao Paulo y otras ciudades’, aseveró.”

“…desgranó los problemas a los que se enfrentará EE.UU. cuando salga de ‘una gran recesión’ de la que aún quedan ‘un par de meses por delante’.”

“…’el enorme endeudamiento’ público, la inflación, el desempleo, la pérdida de valor del dólar como divisa de reserva, los precios de la energía…”

El Gobierno debe disminuir el gasto público para enfrentar el problema de la deuda y hacer algo que gusta poco: subir los impuestos.

“El economista de la Universidad de Columbia y asesor especial de la ONU, Jeffrey Sachs, coincidió con Rubenstein en que el predominio económico y financiero de EE.UU ’se está apagando’.”

“Hemos dejado un sistema centrado en EE.UU. por uno ‘multilateral’…”

“…’veinte años de irresponsabilidad por parte primero de la administración de Bill Clinton y luego de la de George W. Bush’, cedieron a las presiones de Wall Street…”

“…’los bancos negociaban con ‘activos tóxicos’ para conseguir dinero fácil’, explicó Sachs.”

“‘Lo importante ahora es reconocer el desafío sin precedentes que supone lograr un desarrollo económico sostenible y consecuente con las reglas básicas físicas y biológicas de este planeta’…”

Por otro lado, las noticias que llegaban directamente de nuestra delegación en Bangkok, capital de Tailandia, no eran en absoluto alentadoras:

“Lo esencial que se discute -informó textualmente nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores- es la ratificación o no del concepto responsabilidades comunes pero diferenciadas entre los países industrializados y las llamadas economías emergentes, básicamente China, Brasil, India y Sudáfrica, y los países subdesarrollados.

“China, Brasil, India, Sudáfrica, Egipto, Bangladesh, Pakistán y el ALBA son los más activos. En general el Grupo de los 77, en su mayoría, se mantienen en posiciones firmes y correctas.

“Las cifras de reducción de emisiones de carbono que se están negociando no se corresponden con las que se calculan por los científicos para mantener el aumento de la temperatura a un nivel inferior a 2 grados Celsius, 25-40%. En este momento, la negociación se mueve en torno a una reducción del 11-18%.

Estados Unidos no está haciendo ningún esfuerzo real. Sólo están aceptando un 4% de reducción con respecto al año 1990.

En horas de la mañana de hoy viernes 9, el mundo se despertó con la noticia de que el Obama bueno del enigma, explicado por el Presidente Bolivariano Hugo Chávez en las Naciones Unidas, recibió el Premio Nobel de la Paz. No siempre comparto las posiciones de esa institución, pero me veo obligado a reconocer que en estos instantes fue, a mi juicio, una medida positiva. Compensa el revés que sufrió Obama en Copenhague al ser designada Río de Janeiro y no Chicago como la sede de las Olimpiadas del 2016, lo cual provocó airados ataques de sus adversarios de extrema derecha.

Muchos opinarán que no se ha ganado todavía el derecho a recibir tal distinción. Deseamos ver en la decisión, más que un premio al Presidente de Estados Unidos, una crítica a la política genocida que han seguido no pocos presidentes de ese país, los cuales condujeron el mundo a la encrucijada donde hoy se encuentra; una exhortación a la paz y la búsqueda de soluciones que conduzcan a la supervivencia de la especie.

Octubre 9 de 2009

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