Actas y boletas
Sergio Aguayo Quezadasaguayo@colmex.mx
El 2 de julio no se olvida... y lo confirma el último -y mejor- libro de José Antonio Crespo: 2006: hablan las actas. ¿Podrán decir su verdad las boletas de la elección presidencial del 2006 o tendremos que ver cómo arden, junto con el derecho a la información, en la pira fúnebre que ya prepara el Instituto Federal Electoral (IFE)? Lo sucedido en los comicios del 2006 sigue agitando conciencias y maltratando vesículas. Para algunos, el triunfador legal y legítimo fue Felipe Calderón y quien lo dude es títere de un mal perdedor; para otros, aquello fue un fraude monumental que le arrebató la victoria a Andrés Manuel López Obrador. Crespo optó por una tercera vía: la de los "'agnósticos' (entre 10 y 15% según todas las encuestas) que afirman que no es posible determinar con certeza quién ganó la elección presidencial de 2006".
Hablan las actas está armada como novela policiaca; el detective es un intelectual empeñado en aclarar un misterio a partir de una pista. A Crespo le "llamó la atención" el número tan grande de inconsistencias aritméticas registradas en las actas de escrutinio y cómputo de la elección. Para despejar sus dudas se armó de paciencia y, aprovechándose de los métodos y técnicas de las ciencias sociales, recuperó y sistematizó la información incluida en las actas de 150 distritos electorales (la mitad del total). Fue algo más que una revisión, fue una disección al estilo de las memorias de Günter Grass. La cebolla de Crespo tiene cuatro capas o verdades: la fáctica, la jurídica, la política y la histórica. Crespo se convierte en guía que nos orienta e interpreta asuntos técnicamente muy complejos. Con las cifras y hechos incluidos en el 50 por ciento de las actas revela una verdad fáctica bien elemental: es imposible saber quién ganó las elecciones. Los agnósticos tienen razón. Con esa conclusión revisa la verdad jurídica elaborada por el Consejo General del IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (el Tribunal). El IFE actuó con gran ligereza porque dejó sin corregir actas plagadas de inconsistencias numéricas y giró instrucciones para frenar a los consejos distritales. El Tribunal incurrió en ése y otros errores e hizo a un lado la evidencia que lo hubiera obligado a anular la elección. Refugiándose en la superficialidad y la parcialidad, el IFE y el Tribunal declararon ganador a Felipe Calderón.
Crespo sólo menciona de pasada la frívola actuación de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) que dirigiera María de los Ángeles Fromow. A reserva de que se profundice sobre el papel de la Fepade puede concluirse que, en el 2006, ninguna autoridad electoral estuvo a la altura del reto histórico. En lugar de dar certidumbre dejaron sembrada la duda sobre lo acontecido aquel año. La mediocridad de las autoridades electorales permitió la construcción de verdades políticas antagónicas. Crespo, el agnóstico, aísla y revisa críticamente los argumentos y razones de los partidarios de Calderón y López Obrador y las tesis de autores que escribieron sobre esas elecciones. Apoyándose en las revelaciones de las actas y en otra evidencia desmonta falacias, apuntala las afirmaciones bien fundamentadas o sugiere hipótesis alternativas. También revisa la última reforma electoral y demuestra que persisten las condiciones para una repetición de los mismos errores. Un aspecto notable de esta obra radica en el estilo. Con la evidencia presentada el autor podría hacer afirmaciones muy fuertes sobre las causas tras la parcialidad y lo endeble del profesionalismo de los consejeros del IFE y los magistrados del Tribunal. Crespo opta por el lenguaje mesurado y sin adjetivos; deja hablar a las
actas. ¡Y vaya que lo hicieron!
La manera como Crespo manejó un asunto tan complejo es un modelo para los interesados en investigar otras vertientes de aquella elección y en esclarecer los mitos y medias verdades sobre un evento traumático para nuestra democracia. Es también un reto intelectual y político para aquellos magistrados y consejeros que fueron protagonistas, preparan obras sobre esa elección (el caso de Luis Carlos Ugalde) o lanzaron alabanzas a las instituciones electorales. Crespo demuestra su madurez intelectual en esta obra que influirá en el inacabado debate sobre una transición democrática vapuleada en el 2006. Crespo se pronuncia a favor de la verdad histórica y eso lleva al acceso a las boletas electorales. Las actas demostraron la importancia de preservar un material que permitiría, por primera vez en una historia repleta de elecciones irregulares, hacer una reconstrucción más precisa sobre lo que sucedió en la elección presidencial más competida de nuestra historia. El libro aparece en vísperas de que un juez decida sobre una petición de amparo que presenté para lograr la preservación de las actas. Es posible que el fallo sea negativo porque la Suprema Corte ya rechazó, en una apretada decisión, una demanda de Rafael Rodríguez Castañeda (director de Proceso). Ahora todo pende de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que estudia la petición de medidas cautelares hecha por Rodríguez Castañeda o el resultado de otra demanda presentada por José Antonio Crespo.
Las actas ya hablaron y sería ideal que se permitiera a las boletas decir su verdad. Me temo que serán silenciadas por una poderosa coalición de fuerzas. En el Consejo General del IFE ya les urge por irse al mercado a comprar la leña y el ocote con los que convertirán en humo y cenizas la evidencia que reconfirmaría el triste papel jugado por esa institución en el 2006. De eso y más trata un libro espléndido.
Hablan las actas está armada como novela policiaca; el detective es un intelectual empeñado en aclarar un misterio a partir de una pista. A Crespo le "llamó la atención" el número tan grande de inconsistencias aritméticas registradas en las actas de escrutinio y cómputo de la elección. Para despejar sus dudas se armó de paciencia y, aprovechándose de los métodos y técnicas de las ciencias sociales, recuperó y sistematizó la información incluida en las actas de 150 distritos electorales (la mitad del total). Fue algo más que una revisión, fue una disección al estilo de las memorias de Günter Grass. La cebolla de Crespo tiene cuatro capas o verdades: la fáctica, la jurídica, la política y la histórica. Crespo se convierte en guía que nos orienta e interpreta asuntos técnicamente muy complejos. Con las cifras y hechos incluidos en el 50 por ciento de las actas revela una verdad fáctica bien elemental: es imposible saber quién ganó las elecciones. Los agnósticos tienen razón. Con esa conclusión revisa la verdad jurídica elaborada por el Consejo General del IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (el Tribunal). El IFE actuó con gran ligereza porque dejó sin corregir actas plagadas de inconsistencias numéricas y giró instrucciones para frenar a los consejos distritales. El Tribunal incurrió en ése y otros errores e hizo a un lado la evidencia que lo hubiera obligado a anular la elección. Refugiándose en la superficialidad y la parcialidad, el IFE y el Tribunal declararon ganador a Felipe Calderón.
Crespo sólo menciona de pasada la frívola actuación de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) que dirigiera María de los Ángeles Fromow. A reserva de que se profundice sobre el papel de la Fepade puede concluirse que, en el 2006, ninguna autoridad electoral estuvo a la altura del reto histórico. En lugar de dar certidumbre dejaron sembrada la duda sobre lo acontecido aquel año. La mediocridad de las autoridades electorales permitió la construcción de verdades políticas antagónicas. Crespo, el agnóstico, aísla y revisa críticamente los argumentos y razones de los partidarios de Calderón y López Obrador y las tesis de autores que escribieron sobre esas elecciones. Apoyándose en las revelaciones de las actas y en otra evidencia desmonta falacias, apuntala las afirmaciones bien fundamentadas o sugiere hipótesis alternativas. También revisa la última reforma electoral y demuestra que persisten las condiciones para una repetición de los mismos errores. Un aspecto notable de esta obra radica en el estilo. Con la evidencia presentada el autor podría hacer afirmaciones muy fuertes sobre las causas tras la parcialidad y lo endeble del profesionalismo de los consejeros del IFE y los magistrados del Tribunal. Crespo opta por el lenguaje mesurado y sin adjetivos; deja hablar a las
actas. ¡Y vaya que lo hicieron!
La manera como Crespo manejó un asunto tan complejo es un modelo para los interesados en investigar otras vertientes de aquella elección y en esclarecer los mitos y medias verdades sobre un evento traumático para nuestra democracia. Es también un reto intelectual y político para aquellos magistrados y consejeros que fueron protagonistas, preparan obras sobre esa elección (el caso de Luis Carlos Ugalde) o lanzaron alabanzas a las instituciones electorales. Crespo demuestra su madurez intelectual en esta obra que influirá en el inacabado debate sobre una transición democrática vapuleada en el 2006. Crespo se pronuncia a favor de la verdad histórica y eso lleva al acceso a las boletas electorales. Las actas demostraron la importancia de preservar un material que permitiría, por primera vez en una historia repleta de elecciones irregulares, hacer una reconstrucción más precisa sobre lo que sucedió en la elección presidencial más competida de nuestra historia. El libro aparece en vísperas de que un juez decida sobre una petición de amparo que presenté para lograr la preservación de las actas. Es posible que el fallo sea negativo porque la Suprema Corte ya rechazó, en una apretada decisión, una demanda de Rafael Rodríguez Castañeda (director de Proceso). Ahora todo pende de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que estudia la petición de medidas cautelares hecha por Rodríguez Castañeda o el resultado de otra demanda presentada por José Antonio Crespo.
Las actas ya hablaron y sería ideal que se permitiera a las boletas decir su verdad. Me temo que serán silenciadas por una poderosa coalición de fuerzas. En el Consejo General del IFE ya les urge por irse al mercado a comprar la leña y el ocote con los que convertirán en humo y cenizas la evidencia que reconfirmaría el triste papel jugado por esa institución en el 2006. De eso y más trata un libro espléndido.
La Miscelánea
A propósito de libros, hace 10 años publiqué 1968. Los archivos de la violencia (Reforma y Grijalbo, 1998). Se agotó y nunca lo actualicé para reimprimirlo. Ahora está disponible gratuitamente en mi página (www.sergioaguayo.org). Sigue siendo una buena explicación sobre el movimiento estudiantil que aceleró las fuerzas que han hecho posible la transición. La principal carencia de ese libro es la identidad de los francotiradores que dispararon contra la multitud; una omisión corregida por Julio Scherer y Carlos Monsiváis quienes en Parte de guerra (Editorial Nuevo Siglo/Aguilar, México 1999) publicaron el testamento político del general Marcelino García Barragán donde se confirma la responsabilidad de Gustavo Díaz Ordaz y su jefe del Estado Mayor Presidencial en la masacre.
* * * * *
Kikka Roja
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentarios. HOLA! deja tu mensaje ...