Fantomas: Roberto Zamarripa (Hillary Clinton amenaza elegante)

TOLVANERA Fantomas Roberto Zamarripa 30 Mar. 09 Hillary Clinton vino a México a cautivar, a seducir. Y lo hizo con un discurso público renovador, opuesto a décadas de reproches y estigmatizaciones. A los periodistas norteamericanos que le acompañaban en la gira, Clinton les expresó antes de aterrizar en México que "la insaciable demanda" estadounidense de drogas alimentaba el narcotráfico y que la incapacidad del gobierno norteamericano para detener las armas que cruzaban la frontera hacia México provocaba "la muerte de policías, soldados y civiles". Sin ambages, la afirmación expresa un vuelco en la manera en que los gobiernos -y también legisladores y grupos de poder- estadounidenses han observado el problema del narcotráfico en México. El periodista norteamericano Eugene Robinson comentó en The Washington Post que ello se contrapone a una política estadounidense que durante décadas trajo "terribles consecuencias" para México, Colombia, Perú, Bolivia y otras naciones latinoamericanas y caribeñas. Robinson cuestionó la política interna de Estados Unidos en el combate al consumo de drogas y citó un estudio de la Universidad de Michigan del 2007, sobre consumo nacional de drogas entre jóvenes según el cual 84 por ciento de los egresados estadounidenses de High School dijeron acceder a la mariguana "relativamente fácil" o "muy fácilmente". La mitad dijo que obtenía fácilmente anfetaminas; 47 por ciento lograba con facilidad cocaína y 30 por ciento heroína (The Washington Post, 27/03/09. "Drugs, guns and a reality check"). Luego de alabar ese reconocimiento de Clinton sobre la responsabilidad compartida en la violencia del narco en México, que ha costado, escribió, más de 7 mil vidas desde el 2008, Robinson apuntó: "pero eso significa que compartiremos también la responsabilidad de los próximos siete mil muertos". Así es. El nuevo discurso del gobierno norteamericano sobre el combate al narcotráfico responde tardíamente a reclamos mexicanos y mundiales sobre la corresponsabilidad, pero coloca la relación en un nuevo nivel. Washington no estará dispuesto a asumir como propia una sangría ni mucho menos un deterioro en la convivencia fronteriza. El escrutinio será mayor, el reforzamiento de la frontera sur norteamericana estará orientado a la pacificación de las inquietudes de sus votantes y la asignación de asistencia militar, de inteligencia y desarrollo estará sujeta a resultados mexicanos. La posibilidad de que desde Washington sean generadas medidas congruentes con el discurso de Clinton aún está por verse y no depende exclusivamente de una voluntad de la Casa Blanca tanto como de una modificación de parámetros en el Congreso estadounidense. La propia secretaria de Estado lo admitió en la conferencia de prensa que ofreció con la canciller mexicana Patricia Espinosa el pasado miércoles. "Ciertamente, la exportación de armas de asalto y armas ilegales es algo que tiene graves consecuencias para México. Vamos a explorar las posibilidad de lo que puede hacer el gobierno y exploraremos con el Congreso los pasos que podremos dar", explicó sin asumir públicamente un compromiso. El discurso que se escucha desde Washington oscila desde la histeria del Estado fallido hasta el mea culpa de la responsabilidad compartida, pero ambos polos están conducidos por un mismo hilo: la seguridad de la frontera sur estadounidense y por ende la estabilidad en el traspatio mexicano. México deberá pensar en una política mucho más agresiva contra el tráfico interno y el consumo de drogas pero sobre todo en un pertrecho social que trate de rescatar institucionalidades y convivencias francamente deterioradas en muchos puntos del territorio no únicamente fronterizos. Estados Unidos admitió la corresponsabilidad. Pero eso no quita la culpa mexicana; por el contrario, la amplifica. Vale entonces girar la mira mexicana. Poner en la mesa el combate al lavado de dinero, la limpieza en las aduanas, de allá y de acá, y sobre todo una revisión de la inversión social que evite el deterioro que deja una batalla cruenta y que a la vez atenúe las condiciones que propician el enganchamiento de ciudadanos y comunidades con la vida criminal. De no actualizar nuestra propia agenda y elevar el nivel de compromiso como el de cuestionamiento y la exigencia en la colaboración, México quedará a expensas de una política racionalmente correcta pero que amenaza con ser dura y sometedora. Una política que piensa menos en México y sus problemas y más en en el estado de ánimo de los estadounidenses. Desde luego que tenía mayor comodidad descansar en un discurso que pedía a Estados Unidos hacerse cargo de su parte en la narcoviolencia. Ese cómodo discurso fenece. Ya hay corresponsable, par y compinche. ¿Está México preparado para esa nueva política de corresponsabilidad? Porque tal parece que Hillary no deslizó necesariamente un compromiso sino suavizó una advertencia. Como Fantomas, fue la amenaza elegante. Correo electrónico: tolvanera06@yahoo.com.mx

kikka-roja.blogspot.com/