De Cananea al Colegio de Postgraduados
Lorenzo Meyer
30 Abr. 09
Huelgas
Entre los problemas que tiene México como sociedad y comunidad política, especialmente ante la emergencia causada por un inesperado brote de influenza H1N1, el de unas huelgas que se prolongan sin solución pareciera marginal, perdido en medio de la montaña de temas que se acumulan en la agenda nacional. Y no es de extrañar, después de todo, apenas afecta a una minoría y cuyo discurso es muy diferente -opuesto- al que maneja la elite del poder.
Actualmente hay dos huelgas, la de Cananea en Sonora y la del Colegio de Postgraduados (Colpos) en sus varios campus, que ya han durado mucho, sobre todo la primera, y donde la solución, desde la perspectiva del poder, puede encontrarse no en negociar un acuerdo en torno a las demandas sino en el uso de la fuerza en el primer caso y el uso del tiempo -dejar que el asunto "se pudra"- en el segundo. Ambas vías de solución no serían aceptables desde la óptica del interés general y su mera posibilidad dice mucho sobre la naturaleza del gobierno actual, tan alejado de los intereses de los asalariados y tan cercano a los del capital.
El concepto
La decisión colectiva de los trabajadores de negarse a seguir laborando en las condiciones y términos que determina el empleador tiene una historia añeja, de milenios. Sin embargo, la huelga tal y como la conocemos hoy es un fenómeno económico, social y político que se desarrolló a partir del siglo XIX como resultado de la revolución industrial. Se trata del arma de última instancia de los asalariados. Históricamente, las huelgas han sido luchas muy desiguales que han requerido esfuerzos desproporcionados por parte de los huelguistas y cuyos resultados registran tantas derrotas como triunfos.
En México, como en el resto del mundo, los derechos de sindicalización y de huelga tardaron en ser reconocidos y debió correr sangre antes de que, como resultado de la Revolución Mexicana, la ley los incorporara y regulara. Ahora bien, desde el inicio hubo un golfo entre el reconocimiento formal y el ejercicio efectivo de los derechos sindicales, golfo que en los últimos tiempos se ha hecho mayor. El régimen de la postrevolución se dijo defensor de los derechos de los trabajadores pero, en la práctica, siempre los condicionó a los intereses de la clase política que, después de 1940, coincidieron cada vez más con los de los patrones. A partir del 2000, un "gobierno de empresarios y para empresarios", como se autodefinió el de Vicente Fox, hizo que esa coincidencia entre autoridades y patronos resulte muy similar a la que había a inicios del siglo pasado.
Cananea
No deja de llamar la atención que una vez más sea en la políticamente simbólica población de Cananea, donde tenga lugar un conflicto laboral que resume la naturaleza actual de la relación del gobierno con patrones y asalariados. Como se sabe, en 1906 estalló un movimiento de protesta proletaria en contra de la Cananea Consolidated Copper Co., (CCCC), que terminó por ser interpretado como precursor de la Revolución Mexicana de 1910. Los motivos entonces fueron la discriminación salarial: un obrero mexicano ganaba $3.50 diarios y un norteamericano $5.00. Además se exigió modificar la composición de la fuerza de trabajo con un 5 por ciento adicional de nacionales -los mexicanos eran 5,360 y los norteamericanos 2,200-, la destitución de un capataz y, coronando esas peticiones laborales, algo que ya salía de ese ámbito para situarse en el meollo de la inconformidad política: un gobierno efectivamente electo por el pueblo y que defendiera sus derechos y dignidad.
El resultado fue un desastre para todos: el choque de los mineros mexicanos con los trabajadores americanos de la maderería y, finalmente, una represión que dejó 23 muertos y muchos más detenidos. El tiempo corrió y al finalizar ese siglo, en 1999, la fuerza pública volvió a entrar en Cananea, aunque ya no para defender los intereses de William C. Green y la CCCC sino los de Germán Larrea y su Grupo México (GM).
A mediados de 2007 resurgió el conflicto entre la empresa minera y sus trabajadores. Esta vez las demandas de quienes laboran en una de las mayores minas de cobre del mundo se centró en las deficiencias de las medidas de seguridad -algo natural tras la tragedia en febrero del 2006 en otra mina del GM: la de Pasta de Conchos. Pero la protesta fue, también o principalmente, parte de un conflicto mayor entre el gobierno actual y el GM por un lado y el sindicato minero nacional: el SNTMMSRM. Este último es el sindicato dirigido por el hijo de Napoleón Gómez Sada, líder que fue de ese gremio por 40 años y uno de los pilares del corporativismo priista.
En enero del 2008, los mineros de Cananea y la policía -estatal y federal- volvieron a chocar pero la huelga se mantuvo. Hoy estamos a punto de entrar en un nuevo capítulo de tan desafortunado proceso. La empresa y el gobierno simplemente se proponen acabar con el contrato colectivo de trabajo por causa de "fuerza mayor", liquidar con el monto más bajo posible a los mil 200 obreros, deshacerse de 300 "rijosos", recuperar las instalaciones, recontratar y volver a abrir la mina, pero esta vez con un nuevo sindicato, uno más manejable que el viejo SNTMMSRM (al respecto, ver los argumentos de Arturo Alcalde en La Jornada, 25 de abril).
Los académicos
El Colegio de Postgraduados nació hace medio siglo del seno de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Su objetivo fue abrir una opción de postgrado para la agronomía con tres tareas propias de ese tipo de instituciones: investigación, docencia y vinculación con la comunidad. Hoy tiene siete campus donde laboran 600 profesores e investigadores de alto nivel, pero ese conjunto académico entró en huelga desde febrero.
La agricultura mexicana debería ser una prioridad del gobierno -lo fue- pero hoy el campo mexicano está en ruinas o casi. El ejido dejó de ser una institución importante y con vitalidad. La capitalización y modernización de la agricultura desde hace tiempo no son prioridades oficiales, tampoco lo es la investigación científica en esa área (o en cualquier otra). La "revolución verde" que se dio en México a partir de 1943 con apoyo internacional ya es historia. Hoy Colpos da cobijo al mayor conjunto de investigadores en el área de las ciencias agrícolas en nuestro país. Hace tiempo -años- se prometió a los integrantes del Colpos homologar sus salarios con los de otra institución de excelencia afín: el Cinvestav del Instituto Politécnico. Esa promesa no se ha cumplido y es la causa principal de la huelga que se prolonga sin solución, pero no la única. Los huelguistas también demandan que quede claro cómo se han usado los dineros de un fideicomiso creado en el 2005 para manejar fondos externos producto de contratos entre el Colpos e instituciones o empresas que requieren de sus investigaciones.
Sin una agricultura montada en la investigación de punta y con el uso de la tecnología adecuada, el campo mexicano continuará al margen de cualquier proyecto nacional digno de ese nombre y persistirá como lo que es hoy: una zona de miseria, proveedor ineficaz e insuficiente de la demanda, la parte más raquítica del mercado nacional y expulsor sistemático de mano de obra.
Independientemente de qué tan bien o mal haya llevado a cabo su negociación, el maltrato al Colpos no puede dejar de verse como parte del desinterés del gobierno mexicano por la actividad científica. Mientras en Estados Unidos el presidente Barack Obama acaba de comprometer a su administración con una inversión en ciencia y tecnología equivalente al 3 por ciento del enorme PIB norteamericano, para así relanzar a su país como potencia científica -única manera de ganar el siglo XXI-, en México la ciencia y la tecnología en particular son áreas marginadas en las que se gasta menos del 0.4 por ciento de nuestro PIB. Si a la mala calidad de toda la educación elemental le añadimos ese descuido de las áreas de excelencia de la investigación científica, entonces ni esperanza de abandonar la mediocridad nacional en la que estamos envueltos.
Conclusión
Los motivos de las primeras huelgas mexicanas hoy resultan entre escandalosos e increíbles. En 1865, en las fábricas textiles de San Ildefonso y La Colmena en el estado de México, estalló la primera huelga bien organizada en demanda de la reinstalación de despedidos y de la anulación de una rebaja salarial, y por una jornada de 14 horas para las mujeres y 15 para los hombres. La huelga fue reprimida y fracasó.
Siglo y medio después, y en vísperas del centenario de la Revolución, ya no se debería volver a recorrer ese camino de escándalo y humillación para las organizaciones sindicales.
kikka-roja.blogspot.com/
Actualmente hay dos huelgas, la de Cananea en Sonora y la del Colegio de Postgraduados (Colpos) en sus varios campus, que ya han durado mucho, sobre todo la primera, y donde la solución, desde la perspectiva del poder, puede encontrarse no en negociar un acuerdo en torno a las demandas sino en el uso de la fuerza en el primer caso y el uso del tiempo -dejar que el asunto "se pudra"- en el segundo. Ambas vías de solución no serían aceptables desde la óptica del interés general y su mera posibilidad dice mucho sobre la naturaleza del gobierno actual, tan alejado de los intereses de los asalariados y tan cercano a los del capital.
El concepto
La decisión colectiva de los trabajadores de negarse a seguir laborando en las condiciones y términos que determina el empleador tiene una historia añeja, de milenios. Sin embargo, la huelga tal y como la conocemos hoy es un fenómeno económico, social y político que se desarrolló a partir del siglo XIX como resultado de la revolución industrial. Se trata del arma de última instancia de los asalariados. Históricamente, las huelgas han sido luchas muy desiguales que han requerido esfuerzos desproporcionados por parte de los huelguistas y cuyos resultados registran tantas derrotas como triunfos.
En México, como en el resto del mundo, los derechos de sindicalización y de huelga tardaron en ser reconocidos y debió correr sangre antes de que, como resultado de la Revolución Mexicana, la ley los incorporara y regulara. Ahora bien, desde el inicio hubo un golfo entre el reconocimiento formal y el ejercicio efectivo de los derechos sindicales, golfo que en los últimos tiempos se ha hecho mayor. El régimen de la postrevolución se dijo defensor de los derechos de los trabajadores pero, en la práctica, siempre los condicionó a los intereses de la clase política que, después de 1940, coincidieron cada vez más con los de los patrones. A partir del 2000, un "gobierno de empresarios y para empresarios", como se autodefinió el de Vicente Fox, hizo que esa coincidencia entre autoridades y patronos resulte muy similar a la que había a inicios del siglo pasado.
Cananea
No deja de llamar la atención que una vez más sea en la políticamente simbólica población de Cananea, donde tenga lugar un conflicto laboral que resume la naturaleza actual de la relación del gobierno con patrones y asalariados. Como se sabe, en 1906 estalló un movimiento de protesta proletaria en contra de la Cananea Consolidated Copper Co., (CCCC), que terminó por ser interpretado como precursor de la Revolución Mexicana de 1910. Los motivos entonces fueron la discriminación salarial: un obrero mexicano ganaba $3.50 diarios y un norteamericano $5.00. Además se exigió modificar la composición de la fuerza de trabajo con un 5 por ciento adicional de nacionales -los mexicanos eran 5,360 y los norteamericanos 2,200-, la destitución de un capataz y, coronando esas peticiones laborales, algo que ya salía de ese ámbito para situarse en el meollo de la inconformidad política: un gobierno efectivamente electo por el pueblo y que defendiera sus derechos y dignidad.
El resultado fue un desastre para todos: el choque de los mineros mexicanos con los trabajadores americanos de la maderería y, finalmente, una represión que dejó 23 muertos y muchos más detenidos. El tiempo corrió y al finalizar ese siglo, en 1999, la fuerza pública volvió a entrar en Cananea, aunque ya no para defender los intereses de William C. Green y la CCCC sino los de Germán Larrea y su Grupo México (GM).
A mediados de 2007 resurgió el conflicto entre la empresa minera y sus trabajadores. Esta vez las demandas de quienes laboran en una de las mayores minas de cobre del mundo se centró en las deficiencias de las medidas de seguridad -algo natural tras la tragedia en febrero del 2006 en otra mina del GM: la de Pasta de Conchos. Pero la protesta fue, también o principalmente, parte de un conflicto mayor entre el gobierno actual y el GM por un lado y el sindicato minero nacional: el SNTMMSRM. Este último es el sindicato dirigido por el hijo de Napoleón Gómez Sada, líder que fue de ese gremio por 40 años y uno de los pilares del corporativismo priista.
En enero del 2008, los mineros de Cananea y la policía -estatal y federal- volvieron a chocar pero la huelga se mantuvo. Hoy estamos a punto de entrar en un nuevo capítulo de tan desafortunado proceso. La empresa y el gobierno simplemente se proponen acabar con el contrato colectivo de trabajo por causa de "fuerza mayor", liquidar con el monto más bajo posible a los mil 200 obreros, deshacerse de 300 "rijosos", recuperar las instalaciones, recontratar y volver a abrir la mina, pero esta vez con un nuevo sindicato, uno más manejable que el viejo SNTMMSRM (al respecto, ver los argumentos de Arturo Alcalde en La Jornada, 25 de abril).
Los académicos
El Colegio de Postgraduados nació hace medio siglo del seno de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Su objetivo fue abrir una opción de postgrado para la agronomía con tres tareas propias de ese tipo de instituciones: investigación, docencia y vinculación con la comunidad. Hoy tiene siete campus donde laboran 600 profesores e investigadores de alto nivel, pero ese conjunto académico entró en huelga desde febrero.
La agricultura mexicana debería ser una prioridad del gobierno -lo fue- pero hoy el campo mexicano está en ruinas o casi. El ejido dejó de ser una institución importante y con vitalidad. La capitalización y modernización de la agricultura desde hace tiempo no son prioridades oficiales, tampoco lo es la investigación científica en esa área (o en cualquier otra). La "revolución verde" que se dio en México a partir de 1943 con apoyo internacional ya es historia. Hoy Colpos da cobijo al mayor conjunto de investigadores en el área de las ciencias agrícolas en nuestro país. Hace tiempo -años- se prometió a los integrantes del Colpos homologar sus salarios con los de otra institución de excelencia afín: el Cinvestav del Instituto Politécnico. Esa promesa no se ha cumplido y es la causa principal de la huelga que se prolonga sin solución, pero no la única. Los huelguistas también demandan que quede claro cómo se han usado los dineros de un fideicomiso creado en el 2005 para manejar fondos externos producto de contratos entre el Colpos e instituciones o empresas que requieren de sus investigaciones.
Sin una agricultura montada en la investigación de punta y con el uso de la tecnología adecuada, el campo mexicano continuará al margen de cualquier proyecto nacional digno de ese nombre y persistirá como lo que es hoy: una zona de miseria, proveedor ineficaz e insuficiente de la demanda, la parte más raquítica del mercado nacional y expulsor sistemático de mano de obra.
Independientemente de qué tan bien o mal haya llevado a cabo su negociación, el maltrato al Colpos no puede dejar de verse como parte del desinterés del gobierno mexicano por la actividad científica. Mientras en Estados Unidos el presidente Barack Obama acaba de comprometer a su administración con una inversión en ciencia y tecnología equivalente al 3 por ciento del enorme PIB norteamericano, para así relanzar a su país como potencia científica -única manera de ganar el siglo XXI-, en México la ciencia y la tecnología en particular son áreas marginadas en las que se gasta menos del 0.4 por ciento de nuestro PIB. Si a la mala calidad de toda la educación elemental le añadimos ese descuido de las áreas de excelencia de la investigación científica, entonces ni esperanza de abandonar la mediocridad nacional en la que estamos envueltos.
Conclusión
Los motivos de las primeras huelgas mexicanas hoy resultan entre escandalosos e increíbles. En 1865, en las fábricas textiles de San Ildefonso y La Colmena en el estado de México, estalló la primera huelga bien organizada en demanda de la reinstalación de despedidos y de la anulación de una rebaja salarial, y por una jornada de 14 horas para las mujeres y 15 para los hombres. La huelga fue reprimida y fracasó.
Siglo y medio después, y en vísperas del centenario de la Revolución, ya no se debería volver a recorrer ese camino de escándalo y humillación para las organizaciones sindicales.
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