- Inauguran en Weimar Fisonomía de una idea fija, en el museo del escritor
- Documentan en una exposición la fascinante búsqueda del cráneo de Friedrich Schiller
Esta escultura, Goethe visita el cráneo de Schiller (1898), de Gustav Heinrich Eberlein, forma parte de la exposición El cráneo de Schiller: fisonomía de una idea fija, que hoy se inaugura en WeimarFoto Ap
Dpa
Weimar, Alemania, 23 de septiembre. Durante casi dos siglos, admiradores de Friedrich Schiller (1759-1805) y científicos quisieron asegurarse de que el cráneo que reposaba en la cripta del principado de Weimar correspondía efectivamente al escritor.
Ahora saben que no, gracias a los trabajos que entre 2006 y 2008 realizó un equipo de antropólogos, médicos forenses y químicos con los procedimientos más modernos para arrancar sus secretos a la reliquia.
En el Museo Schiller se presenta desde hoy, con el título El cráneo de Schiller: fisonomía de una idea fija, la historia de la búsqueda por ahora fallida, como parte de la exposición con la cual se celebran los 250 años del nacimiento del escritor romántico.
Pruebas de ADN practicadas a sus descendientes demostraron que el poeta nunca tuvo ese cráneo, y desde entonces su tumba está vacía.
Es extremadamente curioso; una historia en parte divertida y en parte atemorizante, que prueba hasta qué punto los contemporáneos de Schiller y sus descendientes cayeron en una fiebre devocional, dijo hoy Hellmut Seemann, presidente de la Fundación Klassik, organizadora de la muestra.
Persistentes especulaciones
Las circunstancias del entierro de Friedrich Schiller en una fosa común para personajes notables, el posterior rescate de su presunto esqueleto y su depósito en la cripta del principado motivaron desde el principio sospechas sobre su autenticidad.
En la bóveda reinaba un caos de descomposición y podredumbre, anotó Carl Leberecht, alcalde de Weimar en 1826, tras intentar identificar la osamenta de Schiller mediante su máscara mortuoria.
Casi 100 años más tarde se desenterró otra calavera y se le atribuyó al poeta. A partir de entonces la duda sobre su autenticidad alimentó las especulaciones de investigadores y fanáticos.
Las investigaciones más recientes muestran que el fragmento óseo perteneció a una mujer, y por una gruesa protuberancia en la nuca se le atribuye a Luise von Göchhausen, dama de corte de la princesa Anna Amalia de Prusia. La literatura le debe la conservación del Urfaust, de Johann Wolfgang von Goethe.
Historia para una novela negra
Sabemos cómo es el código de Schiller, pero no lo tenemos completo en ningún lado, sostuvo Ursula Wittwer-Backofen, del Instituto de Genética Humana y Antropología de la Universidad de Friburgo.
Hasta el 31 de enero de 2010, los visitantes pueden ver la máscara mortuoria de Schiller junto con numerosos retratos y reconstrucciones de su rostro más recientes, y repasar los capítulos de una historia digna de novela policiaca.
A la salida de la muestra se ve la famosa estatua de Goethe que retrata al poeta contemplando el cráneo de Schiller.
Goethe tuvo en 1826 durante algún tiempo la supuesta cabeza de su amigo muerto en su propia casa.
Cómo me embelesó secretamente su forma, los rasgos concebidos por Dios que aún perduran, escribió el poeta ya anciano en su Meditación ante el cráneo de Schiller.
Ahora saben que no, gracias a los trabajos que entre 2006 y 2008 realizó un equipo de antropólogos, médicos forenses y químicos con los procedimientos más modernos para arrancar sus secretos a la reliquia.
En el Museo Schiller se presenta desde hoy, con el título El cráneo de Schiller: fisonomía de una idea fija, la historia de la búsqueda por ahora fallida, como parte de la exposición con la cual se celebran los 250 años del nacimiento del escritor romántico.
Pruebas de ADN practicadas a sus descendientes demostraron que el poeta nunca tuvo ese cráneo, y desde entonces su tumba está vacía.
Es extremadamente curioso; una historia en parte divertida y en parte atemorizante, que prueba hasta qué punto los contemporáneos de Schiller y sus descendientes cayeron en una fiebre devocional, dijo hoy Hellmut Seemann, presidente de la Fundación Klassik, organizadora de la muestra.
Persistentes especulaciones
Las circunstancias del entierro de Friedrich Schiller en una fosa común para personajes notables, el posterior rescate de su presunto esqueleto y su depósito en la cripta del principado motivaron desde el principio sospechas sobre su autenticidad.
En la bóveda reinaba un caos de descomposición y podredumbre, anotó Carl Leberecht, alcalde de Weimar en 1826, tras intentar identificar la osamenta de Schiller mediante su máscara mortuoria.
Casi 100 años más tarde se desenterró otra calavera y se le atribuyó al poeta. A partir de entonces la duda sobre su autenticidad alimentó las especulaciones de investigadores y fanáticos.
Las investigaciones más recientes muestran que el fragmento óseo perteneció a una mujer, y por una gruesa protuberancia en la nuca se le atribuye a Luise von Göchhausen, dama de corte de la princesa Anna Amalia de Prusia. La literatura le debe la conservación del Urfaust, de Johann Wolfgang von Goethe.
Historia para una novela negra
Sabemos cómo es el código de Schiller, pero no lo tenemos completo en ningún lado, sostuvo Ursula Wittwer-Backofen, del Instituto de Genética Humana y Antropología de la Universidad de Friburgo.
Hasta el 31 de enero de 2010, los visitantes pueden ver la máscara mortuoria de Schiller junto con numerosos retratos y reconstrucciones de su rostro más recientes, y repasar los capítulos de una historia digna de novela policiaca.
A la salida de la muestra se ve la famosa estatua de Goethe que retrata al poeta contemplando el cráneo de Schiller.
Goethe tuvo en 1826 durante algún tiempo la supuesta cabeza de su amigo muerto en su propia casa.
Cómo me embelesó secretamente su forma, los rasgos concebidos por Dios que aún perduran, escribió el poeta ya anciano en su Meditación ante el cráneo de Schiller.
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