Sergio Sarmiento
24 Sep. 09
"Hay que aumentar los impuestos para tener dinero para combatir la pobreza porque el aumento de impuestos va a crear más pobres".
SS
No se necesita ser ganador del Premio Nobel de Economía para entender que lo peor que puede hacer un gobierno en una recesión es elevar impuestos. El aumento de la carga fiscal retira recursos de la economía que los particulares utilizarían para el consumo o la inversión y los deja en manos de un gobierno que los emplea de manera menos eficiente.
Uno de los grandes errores que cometió Franklin D. Roosevelt en la década de 1930 fue, precisamente, impulsar un fuerte aumento de impuestos. El hecho de que la Gran Depresión fuera más prolongada en Estados Unidos que en el resto de los países industrializados se debe en parte a esta decisión.
En su participación de este 22 de septiembre en la Semana de la Ciencia y la Innovación 2009 en la Ciudad de México, Robert Engle, Premio Nobel de Economía 2003, consideró como una "solución equivocada" el aumento de impuestos en una recesión como la actual. Sugirió otras medidas, como la disminución de los trámites burocráticos para las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, y la apertura de Pemex a socios privados. Eric Maskin, Premio Nobel de Economía de 2007, también señaló, el 23 de septiembre, que un impuesto al consumo bajaría la actividad económica y propuso en cambio reducir impuestos.
Tienen razón. El aumento generalizado de impuestos que promueve el presidente Calderón deprimiría la actividad productiva lo cual traduciría en una mayor pérdida de empleos. Quizá la Secretaría de Desarrollo Social tendría más dinero para combatir la pobreza, y podría contratar más burócratas para aplicar sus programas, pero el número de pobres aumentaría.
El gasto público bien utilizado puede ayudar a combatir la pobreza. Los apoyos gubernamentales ayudan a romper el círculo vicioso de la pobreza, especialmente la extrema. Por eso todos los gobiernos de México desde el triunfo de la Revolución han querido justificar su legitimidad por los programas de combate contra la pobreza. Sin embargo, casi un siglo de gasto contra la pobreza en México no ha logrado siquiera paliar el problema.
Una razón es que el gasto social en nuestro país inevitablemente se "burocratiza": esto es, produce enormes instituciones burocráticas que se convierten en parásitos de los pobres que deberían ayudar. La otra razón es que de nada sirve tener subsidios para combatir la pobreza si la política económica fábrica pobres. Los gobiernos mexicanos no han entendido que para acabar con la pobreza se necesita primero generar riqueza y que los impuestos inhiben su creación.
Lo que México necesita en este momento es promover una mayor actividad económica que genere empleos. Ésta es la forma más sana y duradera de combatir la pobreza. El gobierno puede lograr mucho si escucha a Engle y elimina las restricciones innecesarias a la inversión y la actividad productiva. El Congreso ayudaría más si desmantela las barreras a la inversión en sectores estratégicos y particularmente el de energía.
El problema es que nuestros políticos no quieren saber nada de soluciones de fondo. Su solución a todo problema es subir los impuestos. Dicen que los necesitan para ayudar a los pobres. La razón real, en el mejor de los casos, es una falta de comprensión de cómo funciona la economía; en el peor, una codicia insaciable.
FACTURAS FALSAS
Me dice un empresario que el negocio de moda es la venta de facturas falsas para el sector público. Las facturas se escanean de originales legítimos o se emiten a través de empresas fantasma y se venden a funcionarios que las usan para justificar pagos. Una parte del dinero se la quedan quienes generan las facturas; la otra, la mayor parte, los funcionarios. Al contrario de las facturas que deducen las empresas privadas, me dicen, las que se usan para justificar el gasto público no son compulsadas por Hacienda, lo que hace posible mantener esta práctica de corrupción.
Uno de los grandes errores que cometió Franklin D. Roosevelt en la década de 1930 fue, precisamente, impulsar un fuerte aumento de impuestos. El hecho de que la Gran Depresión fuera más prolongada en Estados Unidos que en el resto de los países industrializados se debe en parte a esta decisión.
En su participación de este 22 de septiembre en la Semana de la Ciencia y la Innovación 2009 en la Ciudad de México, Robert Engle, Premio Nobel de Economía 2003, consideró como una "solución equivocada" el aumento de impuestos en una recesión como la actual. Sugirió otras medidas, como la disminución de los trámites burocráticos para las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, y la apertura de Pemex a socios privados. Eric Maskin, Premio Nobel de Economía de 2007, también señaló, el 23 de septiembre, que un impuesto al consumo bajaría la actividad económica y propuso en cambio reducir impuestos.
Tienen razón. El aumento generalizado de impuestos que promueve el presidente Calderón deprimiría la actividad productiva lo cual traduciría en una mayor pérdida de empleos. Quizá la Secretaría de Desarrollo Social tendría más dinero para combatir la pobreza, y podría contratar más burócratas para aplicar sus programas, pero el número de pobres aumentaría.
El gasto público bien utilizado puede ayudar a combatir la pobreza. Los apoyos gubernamentales ayudan a romper el círculo vicioso de la pobreza, especialmente la extrema. Por eso todos los gobiernos de México desde el triunfo de la Revolución han querido justificar su legitimidad por los programas de combate contra la pobreza. Sin embargo, casi un siglo de gasto contra la pobreza en México no ha logrado siquiera paliar el problema.
Una razón es que el gasto social en nuestro país inevitablemente se "burocratiza": esto es, produce enormes instituciones burocráticas que se convierten en parásitos de los pobres que deberían ayudar. La otra razón es que de nada sirve tener subsidios para combatir la pobreza si la política económica fábrica pobres. Los gobiernos mexicanos no han entendido que para acabar con la pobreza se necesita primero generar riqueza y que los impuestos inhiben su creación.
Lo que México necesita en este momento es promover una mayor actividad económica que genere empleos. Ésta es la forma más sana y duradera de combatir la pobreza. El gobierno puede lograr mucho si escucha a Engle y elimina las restricciones innecesarias a la inversión y la actividad productiva. El Congreso ayudaría más si desmantela las barreras a la inversión en sectores estratégicos y particularmente el de energía.
El problema es que nuestros políticos no quieren saber nada de soluciones de fondo. Su solución a todo problema es subir los impuestos. Dicen que los necesitan para ayudar a los pobres. La razón real, en el mejor de los casos, es una falta de comprensión de cómo funciona la economía; en el peor, una codicia insaciable.
FACTURAS FALSAS
Me dice un empresario que el negocio de moda es la venta de facturas falsas para el sector público. Las facturas se escanean de originales legítimos o se emiten a través de empresas fantasma y se venden a funcionarios que las usan para justificar pagos. Una parte del dinero se la quedan quienes generan las facturas; la otra, la mayor parte, los funcionarios. Al contrario de las facturas que deducen las empresas privadas, me dicen, las que se usan para justificar el gasto público no son compulsadas por Hacienda, lo que hace posible mantener esta práctica de corrupción.
www.sergiosarmiento.com
kikka-roja.blogspot.com/
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