*Jorge Eduardo Navarrete, *Luis Javier Garrido, *Antonio Gershenson, *Arnaldo Córdova, *Laura Esquivel, *Carlos Pellicer López, *Lucinda Ruiz, *Lorenzo Meyer, *Elena Poniatowska, *GRUPO SUR, *Luis Linares Zapata.
MONEROS: El fisgón, Helguera, Hernández, Rocha. JORNADA SEMANAL
¿Qué es la privatización? PRIVATIZACIÓN significa vulnerar el principio constitucional que hace de la Nación la propietaria de los recursos del subsuelo, en especial de los hidrocarburos, y reducir o afectar la exclusividad de Pemex en la explotación de los recursos petroleros de la Nación, afectando la soberanía nacional y el presente y el futuro de los mexicanos. A la convocatoria de los legisladores para un debate amplio sobre la reforma energética, los miembros del Comité de Intelectuales en Defensa del Petróleo respondimos afirmativamente en nuestro carácter de ser uno más de los numerosos grupos y personas interesados en uno de los asuntos fundamentales del desarrollo nacional. A la invitación primera no siguieron propuestas del gobierno federal sobre las formas y los métodos del debate y, en abierta contradicción con la propuesta, el Partido Acción Nacional dio por inexistente el llamado a discutir y anunció que serían ellos, y no el Poder Ejecutivo, quien enviara el proyecto a las Cámaras. Como se sabe, a final de cuentas fue el Poder Ejecutivo, a través de la secretaria de Energía Georgina Kessel, quien turnó dicho proyecto. Por su parte, y en sentido complementario, el senador Manlio Fabio Beltrones había decidido que no hacía falta debate alguno y que ya todo estaba en manos de expertos. Eso es, de modo tajante, el llamado a la privatización del conocimiento, sin más. Los expertos tienen, necesariamente, la última palabra, pero en una democracia, esa última palabra se integra por las decisiones informadas de la colectividad. Suponíamos y suponemos que el Ejecutivo tiene por razón natural una información abundante sobre el petróleo, muy superior a la de Acción Nacional, pero cada grupo decide cómo distribuye sus costos políticos. Y, también, es curioso que el PRI, por voz de su líder, decida que a los ciudadanos, en su calidad de no expertos, les toca callar y obedecer. Como también se sabe, el Frente Amplio Progresista (FAP) ha impedido que, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, se lleven a cabo las sesiones de trabajo en las que otras fracciones parlamentarias buscaban dar pie a un debate acotado en tiempo, número y composición de participantes, que no fuese más allá del presente período ordinario de sesiones. Confiamos en las virtudes críticas de un debate amplio, incluyente y suficiente, de carácter nacional, y por eso insistimos en mantenerlo como salida racional. Esas características, de todo punto indispensables, no pueden cumplirse en un plazo tan breve como el que inicialmente se había considerado, y tampoco en el de cincuenta días, contrapropuesto por las fracciones parlamentarias opuestas al FAP. Por su carácter crucial, el debate en torno a los temas energéticos debe hacerse con paciencia, amplitud y observando un carácter inclusivo, para así evitar una toma precipitada de decisiones trascendentales para el país. ¿Cuál es la prisa? LOS “FIERROS” Y LA PRIVATIZACIÓN JORGE EDUARDO NAVARRETE Uno de los ejes del lamentable discurso del régimen calderoniano sobre el petróleo es negar, contra toda evidencia, la intención privatizadora. Ante las denuncias de ésta, se responde: nadie ha hablado de privatización, nadie ha propuesto vender PEMEX, la privatización es un mito, un espectro que se maneja para politizar y desprestigiar una política orientada a fortalecer PEMEX, que seguirá siendo una empresa mexicana sujeta a la rectoría del Estado. Una de las versiones más primitivas y caricaturescas de este discurso corrió a cargo del señor Juan Camilo Mouriño, quien conoce PEMEX por los negocios que sus empresas han realizado con el organismo, que afirmó que el proyecto del gobierno “no representa la venta de ningún fierro” de la paraestatal. (La Jornada, 5 de abril de 2008, p 6.) No se venderán los fierros, por tanto, no se privatizará. Ya se ha hecho notar que esta argumentación es un insulto a la inteligencia de los mexicanos. Es claro que no se desea vender PEMEX, entre otras buenas razones porque sería sumamente difícil encontrar a alguien dispuesto a comprarlo si lo que se venden son sus instalaciones de extracción, transporte, refinación y procesamiento –sus fierros, como dijo Mouriño– pero no sus derechos exclusivos de acceso a los depósitos y reservas de hidrocarburos de la nación. Si desearan vender “los fierros”, el “diágnostico” que se hubiera presentado a los posibles adquirentes sería el opuesto al que decidieron divulgar. El diagnóstico presentado no se encamina a vender PEMEX sino a convencer a sus dueños –los mexicanos– de que es necesario permitir que “se haga acompañar” por otras empresas –sin decir que éstas son necesariamente extranjeras– para ayudarle a explotar los recursos petroleros, en especial los yacimientos en aguas profundas, y apropiarse de parte de ellos y de parte de la renta generada por su extracción. Sin necesidad de comprar los fierros, las empresas acompañantes disfrutarían del acceso a recursos que, por disposición constitucional, deben ser explotados en exclusividad por Petróleos Mexicanos. Es esto lo que debe enfatizarse: privatizar es vulnerar la exclusividad de PEMEX en la explotación del petróleo; privatizar es permitir que otras empresas se apropien de parte de los recursos extraídos y que obtengan derechos en su favor sobre los recursos del subsuelo, que constituyen las reservas; privatizar es multiplicar el número de agentes económicos privados –nacionales o extranjeros– que participan en el aprovechamiento de los recursos de hidrocarburos que la Constitución reserva en exclusiva a la nación, a través de PEMEX. Adviértase, por otra parte, que el discurso del régimen insiste en que PEMEX seguirá siendo una empresa mexicana, sujeta a la rectoría del Estado. En lo que no se insiste es en que la propiedad del organismo siga siendo sólo de la nación. Se ha hablado, con imprecisión, de diversas formas de participación privada en la propiedad de Pemex: desde la emisión de acciones que se colocarían en los mercados hasta participaciones minoritarias de otras empresas en el capital del organismo. Con la bandera de la “rectoría del Estado” se intenta ocultar la intención de que PEMEX deje de ser un organismo propiedad exclusiva de la nación, para convertirse en una empresa, como cualquier otra, sujeta a la rectoría del Estado. Los mexicanos sabemos bien, con la experiencia, por ejemplo, de la operación del sistema bancario, lo “eficaz” que puede ser la rectoría del Estado para defender la propiedad nacional de un sector estratégico y para regular su funcionamiento en beneficio de la colectividad. Algo similar se quiere que ocurra en PEMEX. EL AGRAVIO LUIS JAVIER GARRIDO El agravio que cometen al pueblo mexicano Felipe Calderón, el gobierno de facto panista y los priístas uncidos a ellos, al pretender entregar las riquezas petroleras de México a las grandes corporaciones trasnacionales es por triple partida. Lo es al pretender engañar a todos pretendiendo que la privatización en beneficio de las grandes trasnacionales petroleras y de los intereses estratégicos del gobierno de Washington, es por el bien del pueblo. Mayor aún es el agravio cuando se une al desprecio por la inteligencia popular cuando busca encubrirlo mediante la simulación de un proceso legislativo amañado, el cual no logra ocultar los acuerdos cupulares del salinismo priísta con el panismo en descomposición. Y culmina con lo que busca ser un despojo histórico: entregar, en abierta contravención a lo establecido por los artículo 27 y 28 constitucionales y en oposición a la voluntad mayoritaria de los mexicanos, el patrimonio fundamental del país a las multinacionales, a las cuales tanto esfuerzo costó quitárselos en una lucha que duró varias décadas y que culminó en las jornadas memorables de 1938. El escándalo generado por el discurso de Felipe Calderón desde el jueves 8 de abril, mismo que fuera televisado con amplia cobertura y que fue calificado por múltiples voces como “mentiroso”, no se debe tan sólo a las falsedades innumerables que fue enunciando el gobernante espurio en su pretensión de creer que creando la fantasía de la riqueza colectiva podría convencer a sectores importantes de sus iniciativas, sino sobre todo por el desprecio mostrado por los mexicanos a los que Calderón imagina en su propia estupidez que puede engañar ofreciéndoles bonos por lo que es suyo, de la misma manera que los conquistadores españoles les entregaban espejitos y otras baratijas, o prometiéndoles un tesoro escondido en “las aguas profundas” que no es más que el señuelo acordado para entregar a Washington el control estratégico del Golfo de México y de sus posibles riquezas. La privatización de la industria petrolera mexicana, atisbada por Alemán, propiciada por Salinas e impulsada por Zedillo y por Fox, y que Calderón busca culminar con una contrarreforma legal hecha en nombre de los intereses económicos de las grandes corporaciones multinacionales a las que él y sus allegados se encuentran vinculados, tiende sin embargo no sólo a consolidar el poderío de la Exxon Mobil, la Shell o la Repsol-YPF, y de paso a enriquecer aún más a quienes gobiernan, y a empobrecer en consecuencia a la Nación mexicana, sino a algo todavía más grave: consolidar el control hegemónico de Estados Unidos sobre los enclaves estratégicos de México, pues ya tiene bajo su control el espacio aéreo, las costas, los aeropuertos, las aduanas, los puertos marítimos y los cuerpos de seguridad, y ahora se le pretender abrir de par en par las puertas para que pueda disponer de las riquezas estratégicas del país. La decisión de Calderón de doblegarse aún más a los más corruptos intereses y tratar de entregarles las riquezas estratégicas naturales más valiosas de México, tiende también a hacerle perder al pueblo mexicano su identidad más profunda, que está sustentada en sus luchas históricas, a fin de vincularlo a los valores de la globalización trasnacional que no reconoce más identidad que la del dinero. Lo que ha logrado es, empero, precisamente lo contrario: provocar el estallido del movimiento social más importante que se haya dado en el último medio siglo en México, el que al defender la tesis de que nuestros hidrocarburos deben permanecer en manos de los mexicanos, está defendiendo derechos históricos de la Nación y del pueblo, asumiéndose ya, desde ahora, en pie de lucha permanente. ALGUNOS DE LOS RETROCESOS PETROLEROS ANTONIO GERSHENSON Para empezar, me voy a referir sólo a los principales retrocesos que hay en el proyecto de cambios legales enviado por el gobierno federal al Senado en materia petrolera. Confío en que habrá tiempo para entrar más a fondo a éstas y otras propuestas. Entre las actividades que, conforme a la Constitución, la ley vigente reconoce como exclusivas para PEMEX, el proyecto del gobierno federal propone que sean también admitidas para empresas privadas la exploración y desarrollo de yacimientos de petróleo y de gas, en tierra, aguas someras y aguas profundas. El procedimiento establecido (en la Ley Orgánica) es la firma de contratos, prohibidos por el artículo 27 de la Constitución. Estas actividades implican ahora la absoluta mayoría del presupuesto de PEMEX. Además, los funcionarios tienen muchas facultades en cuanto a los contratos, incluso para adjudicarlos sin concurso. Se abre a las empresas privadas la operación de refinerías, que ellas pueden también construir. Y se establece una relación con la empresa pública similar a la de los “productores independientes” de la reforma de Salinas para las plantas de generación de electricidad que le venden a precios altísimos la energía a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Aquí le venderían gasolina y demás refinados a PEMEX. Se entrega a los particulares también el derecho de transporte y almacenamiento de petróleo y gas natural, y sus derivados; la distribución de refinados y petroquímicos básicos, y la instalación y operación de plantas procesadoras de gas natural, que son algo así como refinerías pero para gas en vez de petróleo. Transcribo sólo algunas partes del artículo 27 de la Constitución, para que se aprecie el contraste: Corresponde a la Nación el dominio directo [del] petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos y gaseosos. [En estos casos] el dominio de la Nación es inalienable e imprescriptible y la explotación, el uso o el aprovechamiento de los recursos de que se trata, por los particulares, o por sociedades constituidas conforme a las leyes mexicanas, no podrá realizarse sino mediante concesiones otorgadas por el Ejecutivo Federal... Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado. Puede la derecha gobernante negar que esto sea privatización, pero aquí vemos algunas de las funciones exclusivas de PEMEX que se pretende otorgar a empresas privadas. Abarcan las funciones decisivas de PEMEX. En el caso de Repsol para la compra de gas licuado para la CFE, ya vimos hasta qué punto llegan estos contratos, con los funcionarios existentes en el sector. LA RENOVACION DE PEMEX ARNALDO CÓRDOVA Hay a quienes les encanta descubrir el hilo negro. Ahora se sorprenden de que la llamada reforma energética es, en realidad, reforma de una empresa (PEMEX). Parece que no se habían dado cuenta de que es precisamente lo que está en juego. ¿Ha oído alguien hablar de la CFE o de Luz y Fuerza del Centro? Claro que no. Se trata de PEMEX. La obsesión del gobierno panista y sus personeros ha sido desde el principio renovar la empresa petrolera, no para hacerla más productiva como tal, sino para resolver sus agudos problemas financieros, ante la perspectiva cierta de que las reservas se están yendo como agua entre las manos. Es por ello que desean ansiosamente que el capital privado, sobre todo el grande, el extranjero, entre en el negocio de esta renovación que, lo han confesado, consiste sólo en abrir más pozos petroleros, ir a las aguas profundas, para las cuales no hay tecnología ni recursos suficientes y hay que asociarse con los que se supone los tienen. En realidad, en la empresa como tal, piensan muy poco o sólo aleatoriamente. PEMEX no tiene dinero, nos dicen, pero ellos mismos informan que sólo en 2007 la empresa obtuvo más de 104 mil millones de dólares. ¿Adónde fue a parar ese dinero? Se niegan a informarlo y, encima, siguen afirmando que no hay dinero en casa disponible para renovar esa empresa nacional. Quienes piensan en una auténtica reforma energética sostienen que no hay necesidad de asociarnos con el capital extranjero y ni siquiera con el nacional. Sólo usemos las ganancias de PEMEX y una buena parte de las reservas en divisas y habrá suficientes recursos para restaurar la infraestructura petrolera, tender los ductos que faltan, reorganizar a nuestros científicos para que trabajen en nuevas tecnologías (o, incluso, comprarlas a quien las venda). Claro, para ellos eso es una idiotez y, cómo no, si es el dinero que les sirve para sostener su administración corrupta y sus pactos con sus aliados. La reforma comenzará cuando a Pemex se le dejen suficientes recursos para renovarse y se reforme nuestro obsoleto sistema tributario que sólo favorece a los dueños de la riqueza. INMORALIDAD DE LA PRIVATIZACIÓN LAURA ESQUIVEL No va a ser una novedad que les haga notar que la Historia de México es, al mismo tiempo, una colección de hechos llenos de grandeza y dignidad y de episodios de extrema pequeñez y vergüenza. Baste pensar como muestra en el espíritu que inspiró la construcción de los grandes centros ceremoniales prehispánicos con la clara conciencia de que somos uno con el todo, o recordar los monumentos literarios de Sor Juana Inés de la Cruz o la delicada sutileza de un Pedro Páramo con toda su carga de inmortalidad, o hacer memoria de la fundación casi milagrosa de la Ciudad-laguna México-Tenochtitlan, o rememorar la conciencia solidaria que con sus propias manos logró sacar a sus muertos de los restos del terremoto de 1985. Estos escasos ejemplos son imagen de la grandeza a la que nuestra cultura ha podido llegar y seguirá llegando. Sin embargo, junto a sus alcances excepcionales se encuentran también los que nos hablan de la pequeñez humana. Baste nombrar la destrucción sistemática de nuestra integridad territorial, de nuestras tradiciones culturales, de nuestra riqueza patrimonial, desde la destrucción del convento de San Francisco hasta el desmembramiento de la biblioteca de Sor Juana Inés de la Cruz; desde la “venta” descarada de la mitad de nuestro territorio, hasta la desvergüenza, las mentiras, los robos, el cinismo y la corrupción del pri durante más de cincuenta años: desde el sistemático abuso y desprecio contra las poblaciones más desprotegidas (las etnias indígenas, los ancianos pobres, las madres solteras o los campesinos despojados de toda esperanza de supervivencia a menos que ésta sea a costa de venderse casi como esclavos al patrón estadunidense), hasta los escandalosos abusos de una banca o de un sistema carretero “rescatado” una y otra vez a costa del bienestar de generaciones y generaciones de mexicanos. Nuestra historia, pues, es un compendio bien ilustrado de esfuerzos comunitarios, ennoblecedores y constructivos, y un muestrario de bajezas debidas en gran parte al abuso de un pequeño grupo y al descuido y la ignorancia de muchos. Nuevamente estamos ante una encrucijada en nuestra Historia. Es el momento de hacer conciencia no sólo de lo que significa la privatización (o como la quieran disfrazar) de una empresa pública, sino de la forma en que opera un grupo de bribones consumados. Esa camarilla de sinvergüenzas –los de siempre– pretende una vez más engañar a la mayoría, apelando a un infantilismo ofensivo y asumiendo que el pueblo de México no ha conseguido la mayoría de edad a lo largo de su complicada Historia patria, y que por lo tanto no puede participar en las decisiones fundamentales que a todos conciernen. Pretenden actuar de espaldas a la nación –sacando, claro está, toda la ventaja posible en el proceso– para que las decisiones sean verdaderamente “provechosas”. La discusión aquí no es solamente PEMEX, el verdadero problema, el grave, consiste en que un ciudadano que se ostenta como presidente del país, cuya legitimidad radica en un proceso manchado por la du da y el engaño deliberado –y ahora vemos cuál era la urgencia del fraude: estaban en juego millones de dólares en contratos petroleros– ha nombrado a un operador político, un secretario de Gobernación, cuya ilegitimidad escandalosa debiera mantenerlo alejado de la vida pública, no sólo por exigencia de la ley sino por una mínima muestra de decencia (si la hubiera). Un presidente que no goza de cabal legitimidad y un secretario que se erige de facto en juez y parte es el verdadero problema de fondo en el tópico llamado PEMEX. La discusión no debería ser el estatus de la paraestatal –que debe darse mediante un debate nacional y en el contexto de una revisión exhaustiva y verdadera de las condiciones de la empresa– sino la nula calidad moral que tienen Calderón y Mouriño para manejar una decisión trascendente para el país. Permitirlo sería como consentir que el sospechoso de robo se acerque sin custodia al “tesoro” tan fuertemente cacareado, que el sospechoso confeso de engaño se haga cargo de negociar la venta de nuestro petróleo. Eso es inadmisible. ¿Haríamos responsables de garantizar el respeto a los derechos humanos a los asesinos de Tlatelolco? ¿Les daríamos la custodia de nuestros pocos edificios históricos conservados a los que decidieron fraccionar los terrenos y derribar la primera capilla construida en el Nuevo Mundo? ¿Les vamos a permitir disponer de PEMEX a los sospechosos de fraude electoral y comprobados delincuentes de la función pública, que son capaces de usurpar personalidades propias para conseguir sus propó sitos económicos y políticos únicamente en provecho personal y familiar? ¿Vamos a seguir permitiendo que en nuestro país se generen los hombres más ricos del mundo cuando la situación económica de los mexicanos es cada vez más injusta y poco equitativa? Es el momento de poner una vez más a prueba la grandeza de nuestra sociedad civil, la que ha demostrado ser la única capaz de corregir el rumbo que los grupúsculos de poder suelen controlar irresponsablemente. Ha llegado la hora de demostrarnos que tenemos la edad y la dignidad suficiente para imponer un “hasta aquí” a los que han devastado y siguen queriendo devastar lo mucho de bueno que tiene nuestro País y nuestra Historia. PEMEX Y LA JUSTICIA CARLOS PELLICER LÓPEZ Nos han acostumbrado a aceptar la injusticia como situación normal, inevitable. Es el mal necesario, el mal que sólo los más listos saben aprovechar. La impunidad es el premio a los vivos, a los que saben aprovecharse del prójimo. Los otros... son los pobres muertos de hambre. Cuando pienso en nuestros jueces máximos, creo que el único consuelo es imaginarlos, día tras día, enfrentando la luminosa verdad que pintó Orozco en los muros de su guarida. En los últimos tiempos, jueces, políticos, hombres de negocios y los jerarcas de la siempre santa Iglesia, han concertado sus trabajos, han llegado a un acuerdo razonable sobre la distribución de la hacienda pública. Muy a la moda, identifican al Estado con una empresa. Mientras más riqueza se produzca, para repartirla sólo entre el selecto grupo, se considera que el país marcha, que es útil. Algunos detalles, como la situación de pobreza en que vive más de la mitad de la población del país, son soslayados por las cadenas de televisión y radio y por la mayoría de la prensa escrita. Para opinar sobre los asuntos elementales de la nación, hay que pertenecer –curiosamente– al grupo de marras. Ahora vuelven a hablar de PEMEX. Su director y la secretaria de Energía, nos presentan un diagnóstico sobre la empresa, lleno de medias verdades, concluyendo con una “inesperada” noticia: PEMEX agoniza. Claro, no se mencionan ni la verdaderas causas ni los culpables. Pareciera que las causas del inminente deceso son naturales, tal vez una gastritis... El remedio y el negocio están a la vista. Una posibilidad sería invitar a un grupo de buenos amigos que generosamente puedan echar las manos para rescatar lo que queda del agonizante: un tesorito en el fondo del mar. ¡Toda una aventura de piratas! Pero, si se prefiere no cambiar la Constitución, por motivos de ética anticuada, ya empieza a circular un rumor, un juego de palabras que deslumbra y confunde. PEMEX podría convertirse en un “or ganismo de gestión autónoma”... Y una vez converti do en “eso”, ya podría trabajar al margen de la Cons titución, sin tener que rendir cuentas al Estado, sólo a su honorabilísimo Consejo de Administración, sabia y honestamente nombrado por los hombres del dinero, a través de sus socios en las Cá maras y el equipazo que entrena en Los Pinos, capitaneados por la última ficha proveniente de las brumosas tierras de Galicia. Pero aquí parecemos estar condenados, también, al olvido. Parece que nadie recuerda el desafuero, ni al “góber precioso”, con la elegante y pulcra absolución que dictó la Suprema Corte de Justicia; ya nadie recuerda al inefable padre Maciel y su colega Norberto, que tanto cariño han demostrado por los niños; ni la barbarie de Atenco y Oaxaca y menos el golpe de Estado apoyado por el Ejército que culminó, frente a las cámaras de televisión, en diciembre de 2006. La impunidad es la madre de la violencia. Por eso es mejor –y más práctico– olvidar. Robar y dilapidar la riqueza petrolera es una de las costumbres mejor guardadas por pemex y su sindicato. Después de don Lázaro Cárdenas, los presidentes se han encargado de corromperlos, de servirse sin ninguna medida de una riqueza que nunca han sabido administrar pensando en el bien común, sino en los más burdos intereses personales. La impunidad en PEMEX es mucho mayor que las ganancias obtenidas –a trancas y barrancas– en el legendario Cantarell. La solución para PEMEX es volver a sus principios: cuidar y explotar nuestro petróleo. Su objetivo es, simple y sencillamente, servir a su único e indiscutible dueño : el pueblo de México. EL PETRÓLEO ES LA SANGRE DE MÉXICO Los petrobonos son una más de las grandes mentiras de Calderón y sus funcionarios, quienes por su voracidad personal aparecen como tontos ante las empresas privadas, posibles compradoras, que también saben de las utilidades supermillonarias que deja el petróleo, y que piensan sólo en enriquecerse a grandes pasos y a corto plazo. Ya se encargarán estas empresas de comprar los millones de partecitas llamadas petrobonos, que les producirán muchos más millones y millones. LUCINDA RUIZ POSADA “Adelita” honoraria. Me encantaría que mis nietos se sientan orgullosos de unos abuelos que, en la medida de sus posibilidades, defendieron “la sangre de México” Si cuarenta centavos de cada peso del erario público salen de PEMEX, ¿de dónde saldrían si Calderón vende Petróleos Mexicanos? ¿Qué será de la ya multisaqueada economía del país? ¿Qué será del futuro de México, de nuestros hijos y nietos, y de las generaciones por venir? Ya Fox concesionó contratos a una compañía noruega en 2007. Empezarán a perforar en el Golfo de México en 20l0. Estas empresas vienen a la explotación inclemente, y a su enriquecimiento supermillonario, a costa de más pobreza de todos los mexicanos, por culpa de algunos vendedores de la Patria. Si aún faltan por explorar las reservas petroleras en setenta y cinco por ciento del territorio nacional, ¿por qué Calderón y sus funcionarios, sólo pensando en su insaciable voracidad personal, intentan vender la gallina de los huevos de oro que es PEMEX? ¿Qué haremos millones de mexicanos sin los huevos y sin la gallina? Las treinta monedas que se pagan a los traidores no les darán lo que ellos piensan. Otra gallina de los huevos de oro, Telmex, ha hecho a su nuevo dueño el hombre más rico del mundo. EL CORAZÓN DE LA DISPUTA Entre los varios ángulos para analizar el proyecto de Felipe Calderón por modificar el marco legal de la industria petrolera para permitir una mayor injerencia de la empresa privada en este campo, está el de los ciclos históricos de privatización del petróleo. Un punto de partida para el análisis es el siguiente: en el primer ciclo de privatización –hace más de un siglo– la lucha fue por la propiedad misma del petróleo. En el actual, la situación es diferente; el petróleo en sí, aunque muy valioso, ya no es el objetivo. Lo que busca el capital privado, en particular el externo, es la ganancia que puede obtener de las condiciones en que se produzca la venta de sus servicios a PEMEX y de la transformación de los hidrocarburos en productos para el mercado. El petróleo o “jugo de la tierra” fue parte de la propiedad de la Corona española desde el inicio de la época colonial hasta que México se declaró país in dependiente en 1821. Con la independencia, toda la riqueza del subsuelo –plata, oro, minerales industriales, petróleo– pasó a ser propiedad de la nación. Sin embargo, con el inicio de la revolución industrial, el gobierno de Manuel González en 1884 declaró que el petróleo y el carbón habían dejado de ser propiedad nacional para serlo del dueño de la superficie. Varias leyes posteriores del gobierno de Porfirio Díaz, en particular la de 1909, consolidaron esa decisión. Se puede argumentar que, al inicio, la autoridad mexicana no estaba consciente del enorme valor de la riqueza que transfería a los particulares. Sin embargo, para cuando se promulgó la última disposición de Díaz, ya se habían perforado pozos petroleros superproductivos como Dos Bocas o Potrero del Llano. Ya no se podía alegar ignorancia del valor de lo que se entregaba y menos cuando miembros notables de la oligarquía estaban en consejos de administración de las empresas petroleras, todas extranjeras. Hoy, desde luego, se sabe muy bien el valor de lo que se entrega, por ello la ferocidad de la lucha política en torno al petróleo. Devolver ese recurso natural valioso, estratégico y no renovable a la nación, representó un enorme y prolongado esfuerzo, desde la presidencia de Francisco I. Madero hasta la de Lázaro Cárdenas. La confrontación con las empresas extranjeras y sus gobiernos fue el elemento central para la forja del moderno nacionalismo mexicano. Y es ese nacionalismo lo que hoy está en juego. Una vez retornado el petróleo al dominio de la nación, se inició un esfuerzo del mundo externo por abrir un espacio a la privatización. Éste se inició desde los años cuarenta del siglo pasado y tuvo una primera victoria durante el gobierno de Miguel Alemán (los “contratos riesgo”), pero fue derrotado en 1960, cuando se modificó el artículo 27 y se anularon los avances de la privatización. La ofensiva se reanudó a la sobra del neoliberalismo, por ejemplo, al quitarle a pemex el mercado de los lubricantes y al aparecer en el inicio del siglo XXI los llamados “contratos de servicios múltiples” que permitieron a empresas extranjeras trabajar la Cuenca de Burgos. Hoy, esa ofensiva ha entrado en una etapa superior. PEMEX debe reformarse y de raíz, de eso muy pocos, si es que alguno, tienen duda. Sin embargo, no hay ninguna razón de interés nacional para abrir el campo hasta ahora exclusivo de la empresa pública a intereses privados, y menos extranjeros, sin antes haber intentado dotar a un pemex rediseñado de la capacidad de hacer frente por sí mismo al gran reto de encarar las demandas internas de petróleo y derivados. Ahora bien, si no hay razones de peso de interés colectivo para la privatización, sobran las de individuos, grupos y clases específicas. Y es ahí donde está el corazón de la actual disputa por el petróleo mexicano. PEMEX ELENA PONIATOWSKA Portada de folleto de información Imagen tomada de: Galería pública de Radio AMLO Desde niña, en los cuarenta, oí a la maestra de tercero de primaria decirnos que el petróleo era nuestro, y que la nacionalización del petróleo era una hazaña en la que habían participado los mexicanos más pobres. “Fíjense, hasta blanquillos –porque no decía huevos– le llevaron al general Cárdenas y a doña Amalia para pagar la deuda.” Deduje que el petróleo nos construía como nación, que el petróleo era parte de nuestra identidad y que México se cubriría de pozos petroleros como los que alguna vez vi arder en la noche al pasar por carretera frente a Minatitlán. Ver esos altos chorros de luz gaseosa contra un cielo negro daba miedo, había algo diabólico en esa fuerza, algo inexplicable que hizo decir a López Velarde que los veneros del petróleo los escrituró el diablo. El pozo petrolero era un símbolo y según la seño Velásquez, su gas incendiario debía arder en cada uno de nosotros para alimentar a la patria. Ahora oigo hablar de privatización, despojo, asociación con empresas trasnacionales, exploración y explotación en aguas profundas, reforma energética, venta de garaje, rectoría del Estado sobre hidrocarburos, estrategias perversas, problemas estructurales, desestabilización, robo, corrupción, costos políticos, asociación con el capital privado, quiebra de PEMEX. Como nunca, PEMEX está hoy en el tapete de las discusiones y las amas de casa hablamos del precio del barril del petróleo, de cómo desarrollar nuestro potencial petrolero, de que la venta de pemex nos concierne a todos e impedirlo es nuestro desafío. No es que sepamos, es que somos parte de los miles y miles de ciudadanos que salimos a la calle, como lo hicimos el martes 25 de marzo a manifestarnos y a proclamar que pemex es una empresa pública y es vital para nuestro futuro. Conferencia informativa de la brigada Pozo Ebano de San Luis Potosí ¿Cuál es nuestra fuerza? Es inexplicable, como es inexplicable que miles de ciudadanos llenemos el Zócalo al llamado de AMLO. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? Una fuerza moral, la misma que hace setenta años aportó gallinas, blanquillos y centavos liados en un pañuelo para la nacionalización del petróleo que abrió un capítulo esperanzador en la historia de México. No fuimos nosotros los malos administradores, sino el mal gobierno que después del man dato de Lázaro Cárdenas confundió la palabra gobernar con el tráfico de influencias. Nuestra presencia es en sí una estrategia y es ella la que llama al debate e influye en quienes hoy nos mandan. Nuestra presencia es en sí una defensa del petróleo y de esa defensa –a través de grandes movilizaciones que obviamente pesan en la vida pública– depende el futuro de nuestra nación: México. Seguiremos en la batalla y seguiremos convocando a los mexicanos de todos los días, a los mexicanos de la calle, a los que no son ni especialistas, ni académicos, ni funcionarios a manifestarse en defensa del petróleo. Iba yo a escribir que el petróleo es nuestra máxima riqueza, pero no, nuestra riqueza la constituimos los manifestantes en la plaza pública que decimos no a la privatización. LA PRIVATIZACIÓN DE PEMEX: GRUPO SUR UN CRIMEN DE LESA PATRIA PEMEX es la empresa más rentable de México. Los ingresos derivados del petróleo representan alrededor del cincuenta por ciento del presupuesto federal. Se trata de una gigantesca fuente de riquezas que siempre ha despertado el apetito de intereses privados de dentro y de fuera. La expropiación de la industria petrolera decidida por Lázaro Cárdenas buscaba convertirla en un puntal del desarrollo del país. La riqueza petrolera bien empleada es una palanca para nuestro futuro y factor de nuestra independencia. Si se privatizara PEMEX, ¿a dónde irían estas cuantiosas ganancias? ¿De qué otra fuente obtendría el gobierno mexicano los formidables ingresos fiscales que dejaría de percibir? En verdad, la planeada “reforma” de PEMEX significaría la transferencia de fabulosas riquezas a manos privadas, principalmente extranjeras. Son incalculables los daños que se producirían al país. Debe decirse sin tapujos que quienes impulsan el despojo de la principal riqueza de México, conspiran contra la nación. LA HISTORIA RECIENTE Durante el sexenio de Miguel de la Madrid se optó por la venta de petróleo crudo en lugar de construir refinerías para elaborar nuestras gasolinas, mientras se desalentaron las ramas de la petroquímica, que permiten mayores ingresos y menor dependencia. Los sucesivos gobiernos priístas siguieron los dictados del Banco Mundial y de Estados Unidos: sabotear el desarrollo de pemex para ponerlo en punto de venta. Mural de moneros de La Jornada en el Zócalo. Foto: María Meléndrez Parada/ archivo La Jornada Lo lograron en parte al imponerle exacciones fiscales que ninguna empresa del mundo puede soportar, mientras se consiente al sector privado con una baja carga tributaria. Es por ello que en apariencia la empresa pública no gana y está en “crisis”. Saqueando a PEMEX vía impuestos, escondieron su incapacidad para lograr una economía sana con un crecimiento sostenido. Correspondía a sus intereses seguir sangrando a PEMEX, en lugar de implementar medidas juiciosas y a favor de la nación. Asimismo, parte del guión para extenuar el sector energético fue el desmantelamiento de centros de investigación y desarrollo, como los institutos Mexicano del Petróleo, de Investigaciones Eléctricas y de Investigaciones Nucleares. Con los gobiernos panistas esta vía llegó a su clímax. Vicente Fox y su pequeño grupo derrocharon los recursos adicionales que ingresaron al país gracias al alza internacional del precio del petróleo. Esos fondos no se utilizaron para fortalecer el sector productivo –incluyendo el campo y la propia industria petrolera–; se fueron al gasto corriente y a algunos bolsillos. En la toma de protesta de las brigadas mixtas Foto: José Carlo González/ archivo La Jornada ¿POR QUÉ LES URGE PRIVATIZAR PEMEX? Este manejo ineficiente y sesgado de sucesivos gobiernos, tiene hoy a la economía del país en grave trance. Por un lado, hay una fuerte deuda interna que proviene de los Proyectos de Inversión Diferidos en el Gasto, PIDIREGAS; por otro, es un hecho que la crisis económica de Estados Unidos tendrá un fuerte impacto, pues habrá menos compras de nuestros productos, menos empleos para nuestros paisanos allá y menos remesas de éstos, que son nuestra segunda fuente de divisas. Ante esta perspectiva, a la pequeña oligarquía dominante, al PAN y a sus aliados en el PRI, les urge privatizar a PEMEX, alegando que está en crisis. Según creen, llegaría dinero “fresco” que, una vez más, taparía sus ineficiencias y atenuaría la profundidad de los problemas. Y hasta sueñan que con ello podrían lograr en 2009 una votación que les permita acabar de saquear al país con leyes a modo dictadas en las Cámaras. Pero lo que está en crisis no es PEMEX, sino el modelo socioeconómico que este grupo representa. Lo que quieren no es evitar una crisis al país, sino salvar el esquema económico y político que han impuesto, e incluso robustecer el régimen elitista mediante una nueva orgía de concesiones, negocios turbios y enriquecimiento fácil, mientras las mayorías se siguen empobreciendo. Adelitas cercando el Senado Foto: Alfredo Domínguez/ archivo La Jornada Es evidente que el proceso de privatización impuesto desde hace veinticinco años no es el modelo a seguir. Carlos Salinas de Gortari reprivatizó la banca y vendió Telmex, lo que trajo grandes flujos de capital (1991-1993); aun así, se dio la crisis a fines de 1994 y no hemos salido del estancamiento. El proceso de privatizaciones ha continuado en la industria del acero, la aviación, la minería, la infraestructura, incluyendo la participación creciente de la inversión privada en la CFE y PEMEX desde 1997 hasta la fecha (en 2007, del total de la inversión realizada en pemex, el noventa y cinco por ciento fue privada). A pesar de ello, la economía y con ella la sociedad, van de mal en peor. Lo que se requiere es el cambio del modelo y la sustitución de ese grupo en el poder, que se ha caracterizado por su incompetencia, corrupción y carencia absoluta de sensibilidad social. Estados Unidos y las grandes corporaciones son parte del festín que se prepara. A éstos les interesa intervenir directamente en la industria petrolera mexicana y ser rectores en el negocio. Los grandes yacimientos de petróleo fácilmente extraíble de Estados Unidos y de Arabia Saudita han llegado a su punto de declive. Apoderarse de los más importantes yacimientos es parte de su estrategia de dominio global. Estamos en grave peligro como país. Una vez que sus empresas se asentaran aquí, nada los detendría; pronto verían la manera de tener control, incluso militar, sobre nuestros yacimientos, plantas y gaseoductos. Estimulados por el olor a negocios, desde el poder se ha comenzado a seducir o sobornar a funcionarios, legisladores, medios de comunicación y comunicadores para que se difundan mentiras o verdades a medias que impidan a la población tomar decisiones informadas. Falsedades como la carencia de recursos y de tecnologías propios para impulsar a PEMEX, campean cínicamente. Privatización y corrupción están indisolublemente hermanadas. Algunas acciones de resistencia civil pácifica del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo Información de la brigada Enaguas Profundas en defensa del petróleo en la plaza principal de Guanajuato Caravana de la brigada Comarca Lagunera, por tres ciudades: Lerdo, Gómez Palacio y Torreón Brigada Comarca Lagunera, en caravana para entregar un manifiesto de rechazo a la privatización de PEMEX a los medios Mesa de información en Mérida, Yucatán Evento informativo y volanteo en la plaza principal de Lerdo Imagenes tomadas de www.senderodelpeje.blogspot.com Los mexicanos no nos dejaremos engañar con galimatías para encubrir la privatización. Con la pretensión de ocultar su verdadero propósito, los traidores a la patria juran que no quieren privatizar PEMEX, sino tan sólo “reformarlo”, “democratizarlo”, “sanearlo”, “modernizarlo” o promover “asociaciones” y “alianzas”. Estos términos no son más que parte del nuevo Diccionario de Sinónimos Privatizadores. El fondo del asunto es que se permita a manos privadas aprovecharse de un re curso vital que es y debe seguir siendo público. Llá mese como se llame, eso es privatizar nuestra empresa estratégica. ¿QUÉ OCURRIRÍA SI SE PERMITE LA ABIERTA PARTICIPACIÓN DE CAPITAL PRIVADO EN PEMEX? Los que adquieran acciones de pemex u otras concesiones “legales”, empresarios en busca de máximos rendimientos, muy pronto elevarían aún más los precios de los combustibles, presionarían al gobierno para que los impuestos con que hoy se sangra a PEMEX no se aplicaran a ellos. Finalmente las ganancias volarían lejos de aquí, como ya ocurre. Como consecuencia, se reduciría aún más el presupuesto para la educación pública, el sistema de salud, el campo, la cultura; habría mayor deterioro y pobreza. Los impuestos que no ingresen vía PEMEX tendrían que salir de nuestros bolsillos; hasta un sector de los empresarios se vería seriamente afectado. Tendríamos un gobierno aún más débil y sin capacidad para defender los intereses de la nación. Vulnerando la Constitución, ya se han dado pasos privatizadores en el sector energético. Se trataría ahora de violentar por completo el orden constitucional desde reformas secundarias. La privatización, no hay que olvidarlo, se haría contra la Carta Magna. En el momento en que Estados Unidos implementa medidas de protección desde el gobierno, Dinamarca fortalece la presencia del Estado en sus empresas de hidrocarburos, y países como Holanda, Brasil y Argentina están dando marcha atrás en las privatizaciones, mientras Bolivia y Venezuela batallan contra la voracidad de las transnacionales petroleras, en México, a contracorriente, gobernantes obtusos y al servicio del gran capital, dan la espalda a la Constitución y se empeñan en privatizar lo que es de la nación. UN GRAN PELIGRO PARA LA NACIÓN Es un momento crucial. Con la privatización de PEMEX se cancelaría uno de los instrumentos fundamentales para proyectar nuestro futuro. Está en juego el porvenir de México como nación independiente y digna. Vivimos uno de los momentos más graves de nuestra historia. Pero no nos cabe duda de que, con la Constitución en la mano, mexicanos y mexicanas de todas las edades, creencias y organizaciones, en todos los rincones del país, sabremos realizar una movilización nacional jamás vista para impedir este atropello, este descarado despojo. Levantaremos la meta combinada de impedir la participación privada en PEMEX e impulsar un cambio verdadero que logre desterrar el gran desorden económico, político, legal y social imperante. Que no se equivoquen los privatizadores. El destino de pemex no se decidirá en las sombras de los gabinetes o los despachos, sino en las calles. Guillermo Almeyra, Cristina Barros, Armando Bartra, Marco Buenrostro, Elvira Concheiro, Héctor Díaz-Polanco, Javier Flores, Víctor Flores Olea, Gerardo de la Fuente, Rosa Elena Gaspar de Alba, Arturo Huerta, Epigmenio Ibarra, Massimo Modonesi, Lucio Oliver, Carlos Payán, Consuelo Sánchez, John Saxe-Fernández, Gabriel Vargas Lozano y Sergio Zermeño. CALDERÓN Y SU CONTRARREFORMA LUIS LINARES ZAPATA Al enviar su iniciativa petrolera, Calderón desata una crisis legislativa, social y política de gran calado. Azuza, con fingida valentía, la ya de por sí profunda división de los mexicanos de ayer y hoy. Las cinco vertientes de su propuesta conforman un sólido propósito entreguista y privatizador. Se malquista, de manera por demás tajante y rebuscada, con el espíritu y la letra constitucionales. Esta vez la derecha, formada por el trabuco PRIAN, ha ido demasiado lejos en sus ambiciones. Contrariar de esta violenta manera enraizados sentimientos populares no será una acometida impune. El inicio de la primavera verá cómo una gran parte de los mexicanos levantarán sus voces y saldrán a las calles en defensa de lo que consideran suyo. Así lo escrituraron sus mayores y así lo quieren heredar a sus hijos. Al menos eso es lo que pretenden y por lo que están dispuestos a luchar. El sistema establecido, que tienen enfrente, también está presto a meter, en su enorme saco, la riqueza remanente bajo la tutela de Pemex. Cuentan para ello con un glamoroso recurso: los medios masivos de comunicación. Este aparato de persuasión se ha puesto por completo al servicio del saqueo planeado, quizá porque forman parte sustantiva de tan decadente sistema. Creen que podrán manipular, a su antojo, los poderes del gobierno constituido: el legislativo y el judicial y, por desgracia, tienen bases para pensarlo de esa arbitraria manera. Una por una, las iniciativas enviadas dan cuenta del claro propósito de poner en las manos del capital privado aquello que la letra y el espíritu de la Carta Magna reserva al Estado. Es, para decirlo con precisión, una cruda contrarreforma. En la exploración futura, la perforación, extracción de crudo o gas, su transporte a los centros de proceso o almacenamiento, las refinerías para convertirlo a gasolinas o químicos básicos y hasta la distribución a los consumidores, serán actividades que llevarán a cabo los agentes privados. Compañías, principalmente del exterior, acompañarán a Pemex, afirman con disimulo hipócrita. La empresa pública se irá reduciendo hasta llegar a ser un ente tramitador de contratos y titular de reservas de hidrocarburos. Existirán, de prosperar la intentona, tres, cuatro o cinco organismos bien integrados a lo largo de toda la cadena industrial que darán todos los servicios enunciados arriba. Se dice que darán todos los servicios porque es lo que están decididos a instituir con esta perversa contrarreforma. Y lo harán a menos que una movilización social de gran envergadura los detenga. Se propone también que Pemex capte fondos de las Afores y de alguno que otro incauto ahorrador que quiera adquirir los bonos a cien pesos. Dirán que de esta manera se populariza, se democratiza, se da contenido a la propiedad de la empresa. En el fondo, la pretensión es dar entrada a los profesionales de los fondos pensionarios, la abrumadora mayoría bajo la titularidad de bancos y aseguradoras externas. Estos personajes incidirán, con el tiempo, asesorías y aportaciones, en la conducción no sólo de la empresa, sino de la misma política energética nacional. Lo harán con las modificaciones al Consejo de Administración. Ahí colocarán, de inmediato, a incondicionales (consejeros independientes) que serán prácticamente inamovibles y todopoderosos. La corrupción y el contratismo, una verdadera plaga que lastra la eficacia de Pemex quedará, con la iniciativa para cambiar la Ley de Contratos y Obra Pública, elevada al rango estructural y con ribetes de impunidad garantizada. Eso es parte, muy sucinta, de lo que se llama pomposamente la reforma energética de Calderón, del priísmo decadente y de sus asociados depredadores. La beligerancia mostrada contra los opositores por el aparato de comunicación en que se apoyan, es una prueba condensada de este irrazonable asalto a la riqueza de los mexicanos. Un saqueo, el mayor, que se ha llevado a cabo desde que Santa Anna cedió la mitad de aquel enorme país que fue la Nueva España. La demonización que le endilgan a la izquierda se enciende en función de los temores a que se les eche a perder tan enorme negocio. |
Kikka Roja