03-Abr-2009
Horizonte político
José A. Crespo
Sopas de su propio chocolate
En general estoy de acuerdo con las campañas de contraste, aquellas en las que los contendientes denuncian la oscura trayectoria, las malas decisiones o los graves errores de sus adversarios, pues ello aporta información relevante a los electores. El problema es que muy fácilmente se puede cruzar la delgada frontera que la separa de la guerra de lodo, en la que prevalecen, no la información útil y veraz, sino el insulto, el infundio y la calumnia. Lo cual no sólo puede incrementar el fastidio de los electores hacia los comicios, sino generar un clima de rispidez y polarización que puede trascender el proceso electoral (como ocurrió en 2006). Pero eso no parece importarle al PAN ni a Felipe Calderón. Se trata de ganar, sin importar los medios ni las consecuencias políticas de ello (a eso se refería seguramente el poco democrático “haiga sido como haiga sido”). Por lo pronto, la campaña negativa del PAN se dirige a su principal contendiente de esta elección —el PRI— por un flanco donde, se calcula, puede hacer más daño: su oscuro pasado de corrupción, defraudación y represión. Eso, para contrarrestar la difundida idea de que el PRI al menos sabía gobernar y mantener el orden, conocía las lides y los intríngulis de la política, todo lo cual el PAN parece ignorar. Ahora el PAN está recetando al PRI una sopa de su propio chocolate, porque también el tricolor era bueno para eso de enlodar a sus opositores (cuando no los reprimía directamente).
De ahí la “sopa de letras” electoral del PAN. Un ejercicio que a los panistas les parece lúdico, un sano esparcimiento que no tendrá más consecuencias que modificar el voto de los jugadores, arrancarles algunas sonrisas y la satisfacción de quienes logren el mayor número de aciertos. Un inofensivo pasatiempo, pues. Pero agrupemos las “virtudes” propias del PRI escondidas en la entretenida sopa de letras y veremos que son también aplicables a diversos gobiernos panistas, incluidos los de nivel federal. Aparecen las palabras atraso y pobreza como rasgos distintivos de los regímenes priístas. Así fue, pero eso nos llevaría a inferir que ésta fue abatida en grado significativo durante los gobiernos del PAN o que está en vías de serlo. Pero seguimos ocupando el lugar 15 en mala distribución del ingreso y nuestra economía pasó, de ser la número nueve, al lugar catorce, durante la administración de Fox. Nada de qué orgullecerse.
Ante el término abuso, vienen a la mente los estratosféricos salarios de alcaldes y gobernadores panistas, así como el despilfarro y los gastos de lujo en Los Pinos, sobre todo el guardarropa y las joyas de la parte femenina de la “pareja presidencial” foxista. Al evocar la transa, el robo y la corrupción en nuestra entretenida sopa, afloran las triangulaciones con la Lotería Nacional para desviar dinero público a la asociación privada de Marta Sahagún y el tráfico de influencias para enriquecer a su familia. A lo que cabría agregar los enjuagues petroleros de Juan Camilo Mouriño con su empresa familiar. Siguen en orden de gravedad las palabras represión y crimen, lo que desde luego ocurría en el régimen priista. Pero, ¿cómo podríamos catalogar lo sucedido, por ejemplo, en Oaxaca y Atenco II, bajo el gobierno de Fox? ¿Como un día de campo familiar? Y, en cuanto a complicidad e impunidad, paradójicamente, los gobiernos panistas renunciaron a llamar a cuentas a alguno de los muchos políticos corruptos o abusivos, de cualquier partido. Ahí siguen, como si nada, Arturo Montiel, Elba Esther Gordillo (ahora aliada del PAN), Carlos Romero Deschamps, Mario Marín y Ulises Ruiz. Y, desde luego, los millonarios hermanos Bribiesca. Y a ver qué sucede con el elbista Miguel Ángel Jiménez, director de la Lotería Nacional, por pretender utilizar dinero público con fines electorales (algo que la maestra Gordillo seguramente ignoraba).
Finalmente, aparece la palabra narco. En efecto, ahí está el caso de Mario Villanueva, ex gobernador priista de Quintana Roo. Pero, en cuanto al PAN, se habló en su momento de Sergio Estrada Cajigal, ahora ex gobernador de Morelos, por haber fuertes indicios de vínculos con el narcotráfico. Sin embargo, el gobierno de Fox y el PAN le prodigaron toda la protección y el respaldo necesarios para darle un pronto carpetazo al asunto.
Poco antes de llegar Fox a la Presidencia, expresó, con su característica determinación: “Propondré al Congreso de la Unión la creación de una comisión plural para investigar los nexos del narcotráfico con las altas esferas del poder y el gobierno. Pero también todo lo que pasó en el sexenio de (Carlos) Salinas de Gortari: las privatizaciones, las negociaciones de 1988 y las finanzas familiares, así como los asesinatos de políticos. No podemos avanzar en el país mientras no saldemos cuentas con el pasado y sigamos cargando la pesada carga del narcotráfico. La divisa de mi gobierno será la ética en el ejercicio público: nadie por encima de la ley, ninguna excepción, ningún privilegio, en ningún espacio, bajo ninguna circunstancia” (29/jun/2000). ¿En serio? ¿Y por qué no lo cumplió? Porque si bien es cierto que el PRI es “el de siempre”, como insisten los panistas, el PAN cambió radicalmente… para asemejarse al tricolor, al menos en aquellos rasgos que presentó en su recreativa sopa del recuerdo. En muy poco tiempo, este farisaico partido perdió su ancestral autoridad moral. Es hoy una especie de “sepulcro blanqueado” (para entrar a tono con la Semana Santa). Así pues, si bien el PRI amenaza con regresar, el PAN amenaza, en cambio, con quedarse. Y, mientras tanto, el PRD cae por los suelos en medio de sus fraudes internos, corruptelas y endémicas divisiones. ¿A cuál irle? (quizá, al Verde, al Panal o al PT, todos ellos excelentes opciones).
Si bien el PRI amenaza con regresar, el PAN amenaza en cambio con quedarse. Y, mientras tanto, el PRD cae por los suelos en medio de sus fraudes internos, corruptelas y endémicas divisiones.
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