Luis Javier Garrido
Las elecciones de 2012 en Estados Unidos, sea quien sea el triunfador el 6 de noviembre, no cambiarán en nada las políticas de Washington hacia México, como algunos analistas suponen, ni en materia de migración ni en lo relativo a la guerra contra el narcotráfico que nos han impuesto con la connivencia de los panistas, por lo que la vía para detener el proceso de degradación se halla en manos de los mexicanos.
1. 2012, año de elecciones en Estados Unidos y en México, se inicia con la información de que en 2011 la guerra de Calderón dejó más de 12 mil muertos y la deportación de más de 400 mil indocumentados, y el mayor desencuentro entre los pueblos de ambos países. De ahí que ante la inauguración en Chapultepec del adefesio arquitectónico denominado Estela de Luz, muchos sugieren se le llame el Monumento a la Corrupción, aunque otros proponen que sea bautizado como Memorial de los Crímenes de la guerra de Calderón.
2. Las elecciones estadunidenses que enfrentarán al demócrata Barack Obama probablemente con el ex gobernador de Massachusetts, el republicano Mitt Romney, no definirán ningún cambio de política, no sólo porque entre republicanos y demócratas no hay ya mayores diferencias, sino porque el presidente de Estados Unidos no tiene las facultades inmensas que le atribuyen algunos estudiosos. Lo confirma un Obama incapaz de hacer siquiera cambios cosméticos a la línea ultraderechista que le están marcando.
3. El gran sociólogo C. Wright Mills lo explicaba en 1956 en La élite del poder, donde sostenía que la clave estructural de esa élite reside tanto en el sector económico como en el militar y en el político, y siguiendo su análisis se confirma más de medio siglo después que esos tres círculos de poder –el del capital financiero, el de los militares del Pentágono y el de la clase política de Washington– tienen intereses propios para mantener a México en el estado de caos que han generado por la complicidad y venalidad del gobierno del PAN, y eso rebasa a los aspirantes a ocupar la Casa Blanca.
4. El balance de David Brooks (La Jornada, 4/1/12) sobre la precampaña republicana constataba lo que no puede sorprender: los aspirantes a la Casa Blanca –en particular Newt Gringrich, Rick Perry, Ron Paul y ahora Rick Santorum– coinciden en su posición antimigrante y a favor de sellar la frontera, por lo que, como buenos neoliberales, al manifestarse contra el Estado de bienestar y preconizar que el libre mercado es la solución para todo coinciden con los demócratas Barack Obama y Hillary Clinton en su designio de desmantelar la nación mexicana en función de los intereses estratégicos estadunidenses, que son tanto los de Wall Street y el gran capital como los del Pentágono y la hegemonía militar para hacerlos valer.
5. El narcotráfico es el gran tema ausente de la campaña presidencial en Estados Unidos, como lo ha sido de la literatura académica en las grandes universidades estadunidenses, cuyos investigadores se deleitan en hablar de los capos mexicanos, pero ignoran la realidad de su país. Todo mundo sabe cuál es el acuerdo tácito entre las élites del poder estadunidense y los cárteles luego del fracaso de la experiencia de la Prohibición, pero de esto sólo se habla veladamente en el cine y la literatura. La connivencia de los círculos de poder financiero, militar y político con las organizaciones mafiosas, que ya era plena en los años 60, no se quiere reconocer abiertamente, y si algunos miembros de la élite que pretende tener la conducción del aparato de poder (pero que no es autónoma, sino dependiente) no aceptan ese entendimiento, como fue el caso de los Kennedy, se les hace a un lado.
6. El narcotráfico es un negocio oficial y un asunto de Estado, pero no debe decirse. El país que es el principal consumidor de drogas en el mundo resulta que no tiene organizaciones de narcotraficantes y que, según la pueril explicación del Departamento de Estado en estos años de Obama (que han hecho suya los republicanos), son los cárteles mexicanos los responsables hasta del narcomenudeo en las ciudades de Estados Unidos. Como aconteció en las décadas de los 30 y los 40 del siglo XIX, México y los mexicanos son la expresión del mal y hay que combatirlos.
7. Obama puede ser considerado el presidente estadunidense que más daño ha hecho a México desde Andrew Jackson (1829-1837), quien fraguó la independencia de Texas y sentó las bases para su anexión a Estados Unidos y para la guerra contra México que cercenó más de la mitad del territorio mexicano (1846-1848), porque así como aquél tuvo cómplices de este lado de la frontera. Calderón, los panistas y los conservadores son los equivalentes de Santa-Anna, los santanistas y los conservadores del XIX: no entienden lo que son los derechos de los mexicanos, carecen de una visión de la nación, no saben cuáles son las funciones del Estado nacional y el pueblo de México no les importa.
8. La “guerra contra el narco” que Calderón pretende suya, aunque se la hayan impuesto, ha llevado a una entrega descarada del petróleo y de los recursos básicos a las trasnacionales, a un control de las agencias de Wa-shington sobre instancias del Estado mexicano, al desmantelamiento de la nación y a un empobrecimiento del pueblo, pero también a un mejor control por Estados Unidos del narcotráfico internacional, a reordenar el mercado y a asegurar lo que llaman su seguridad nacional. Para eso han servido las políticas de violación sistemática de los derechos de los mexicanos durante cinco años y más de 50 mil muertes: un saldo que ningún gobernante mexicano ha tenido desde el santanismo y que quiere proseguir con una imposición.
9. La campaña presidencial de México en 2012 sí es, a diferencia de la estadunidense, un momento clave para redefinir al país y decidir si queremos ser una nación dueña de su destino o abismarnos hacia un protectorado: si queremos ser un país regido por leyes o las normas no escritas del mercado. Los tres tristes aspirantes a la investidura presidencial del blanquiazul no son moralmente viables para México, pues los tres –Creel, Cordero y Vázquez Mota– proponen el continuismo de los crímenes de Estado, del horror y del entreguismo, como sintetizaba Ernesto Cordero, precandidato oficial, cuando en su primera conferencia de 2012 clamaba que sería peligrosa la marcha atrás en “la narcolucha” (Milenio Diario, 3/1/12). Como no lo es tampoco el abanderado priísta Enrique Peña Nieto, cuyo partido ha avalado todas las tropelías de Calderón contra la nación y no propone sino más de lo mismo. O como no lo son los chuchos perredistas o el mismísimo Marcelo Ebrard, que al alinearse con Calderón, pretendiendo hacer méritos con Washington, le dieron la espalda a la nación.
10. El pueblo mexicano está diciendo a la élite del poder de México que ¡Ya basta!, y si ese clamor no lo entienden sus integrantes en este 2012, tendrán la responsabilidad de haber llevado al país a un abismo de profundidad desconocida.