Ah, cómo le supliqué a mi madre que me hiciera mi fiesta de XV años. "No seas ridícula. Esas fiestas son de una cursilería inaudita. Además, no tenemos dinero, así es que no insistas", me decía doña Lola con unos ojos que echaban chispas. Al ver su resistencia, corría hacia mi padre y le suplicaba lo mismo: "M'hijita, no seas cursi. Tiene razón tu mamá. Además, no hay dinero". Ah, cómo sufría ante su negativa, pero sobre todo, su incomprensión. ¿Cómo que era cursi querer festejar con bombo y platillo una fecha tan importante como eran los XV años?, ¿qué no se podía organizar una fiesta de XV años, pero de buen gusto, es decir sin hielo seco y sin tener que rentar un salón en el Riviera? Como chambelanes podía haber invitado exclusivamente a niños bien cuyos padres hubieran pertenecido a "Los Trescientos y algunos más"... en lugar de bailar con los típicos valses se pudo haber reemplazado esta música con la de Cole Porter o Irving Berlin, los compositores predilectos de mis padres, y como lugar del evento se hubiera podido rentar alguno de los salones del Jockey Club... Claro que para todo lo anterior es cierto que se requería de un buen presupuesto, pero acaso no estaban allí los parientes o los amigos ricos, para poderles pedir dinero prestado. Cumplir 15 años para mí era un parteaguas fundamental en la vida de cualquier joven, todo lo que había sucedido antes de esa edad y lo que sucedería después tenía un significado muy especial. "Papito, por muy cursi que te parezca, quiero tener mi fiesta, me da muchísima ilusión.
Mira, si no quieres no habrá ninguna misa de acción de gracias, mis siete damas podrían ser mis propias siete hermanas vestidas con los vestidos de fiesta que ya tienen. Te lo juro que no te pediré que bailes el vals conmigo. Nada más haría una pequeña reunión en la casa como de 30 personas, más la familia. Podríamos comprar el pastel en Sanborn's de Madero y una muñequita de azúcar vestida de quinceañera, te prometo que yo hago las mediasnoches, el agua de jamaica y una ensalada rusa. Le digo a todos mis amigos que traigan los discos del Hit Parade, o hasta puedo poner el radio en 6.20. Más que una fiesta sería como una tardeada, es decir que empezaría a las 6:00 de la tarde para que termine como a las 11:00 de la noche, a más tardar. Eso sí, lo único que te pediría es el vestido. Pero tiene que ser el típico vestido de XV años, como los que venden en La Lagunilla. Me gustaría que fuera de tul, muy hampón, escotado, con olanes. Ése sí quiero que sea cursísimo, muy, muy cursi para sentirme como una verdadera quinceañera. Como ésas que salen en las telenovelas, o como ésas que festejan en los pueblos cuyas fiestas duran varios días y en donde se sirve mucha comida: mole, pozole, tostadas, tacos, ensalada de nopales y mucha bebida: tequila, pulque, curados, cervezas y refrescos de todos los sabores. Ah, qué bonitas son esas fiestas tan alegres, con los grupos de mariachis, marimba y conjuntos norteños. ¿Por qué esos papás que son tan pobres y que viven tan modestamente sí gastan en las fiestas de XV años de sus hijas?, ¿por qué a ellos no les parecen cursi estas fiestas? Dime, papá, que sí vas a convencer a mi mamá y que sí voy a tener mi fiesta de XV años, pero de buen gusto.
No le digas lo del vestido de La Lagunilla, porque ni de chiste va a querer. Yo le voy a pedir dinero prestado a mi tía Guillermina para comprármelo. Ojalá que no sea muy caro. Entonces qué, papá, ¿me das permiso para organizar mi fiesta? Dime por favor que sí...", le imploraba. Pero don Enrique ni se inmutaba ante mis súplicas. Seguía leyendo su revista Time. Su silencio era más que elocuente. Por más que se lo rogara en todos los tonos y le prometiera que sería un festejo muy discreto y económico, no tendría fiesta de XV años. Así fue. El mero día de mi cumpleaños invité a dos amigas a comer y en la tarde fuimos al cine Roble. Más que la fiesta, lo que más lamenté fue no haberme podido comprar mi vestido de quinceañera en La Lagunilla. Muchos años después, cuando mi hija cumplió 15 años, le propuse organizarle una fiesta de XV años y comprarle su vestido en La Lagunilla. "No seas cursi, mamá. Ese día me voy a ir con unos amigos del liceo a un antro", fue su respuesta. María, mi nieta, tiene apenas 1 año, pero juro que cuando cumpla 15, le voy a proponer a sus padres organizarle una fiestesota en el salón de baile más elegante y le voy a comprar su vestido de quinceañera en La Lagunilla. ¿Y si sus papás se niegan? Todo lo anterior viene a cuento por la espléndida noticia que se publicó el día de ayer en nuestro periódico respecto a la celebración de la "edad de las ilusiones" como culminación de las Jornadas Juveniles, y que se llevará a cabo en el Zócalo capitalino con la presencia del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard. Se contará con la presencia de unos 6 mil jóvenes y las quinceañeras que bailaran su vals acompañadas por una orquesta en vivo, posteriormente habrá música en vivo.
Me pregunto si este 28 de abril, día de la fiesta, no será una espléndida oportunidad para que por fin compre mi vestido de quinceañera en La Lagunilla y acompañe a todas las demás quinceañeras y juntas podamos bailar con Marcelo Ebrard. Aparte de este "pachangón", se organizarán siete foros abiertos para el debate entre jóvenes, especialistas y funcionarios del GDF con la siguiente temática: Tan derechos y tan izquierdos. La ciudadanía juvenil en el Distrito Federal. ¿Sexo, joven? La sexualidad en la vida de las y los adolescentes. Salir del clóset sin miedo. La diversidad sexual de las y los jóvenes en la ciudad. ¿Comer o no comer? Ése es el dilema. Desórdenes alimenticios entre las y los adolescentes. Pachucos, cholos y chundos... Las tribus juveniles en la Ciudad de México. ¿Usas o abusas? Las adicciones en nuestra ciudad. Estudias o trabajas. Empleo juvenil. El mes de abril será el mes de los derechos de las y los adolescentes en la Ciudad de México, sin olvidar, naturalmente las 70 quinceañeras (y una de 60 años). PD. Mañana, miércoles 11, habrá un foro organizado por las Voces Feministas del Distrito Federal: Mujeres en Lucha por la Democracia APN, Revista Fem, Movimiento Nacional de Mujeres, Católicas por el Derecho a Decidir y Red Nacional Católica de Jóvenes por el Derecho a Decidir, para que se opine sobre la despenalización del aborto. Lugar: Teatro Benito Juárez, Villalongin 15, entrada por la calle Carlos Finlay. Hora: 11:00 de la mañana. Entrada libre. No falten. Allá nos vemos.
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"Prohibido la entrada", debería decir un letrero que lleváramos pegados en la frente. De hecho, es la consigna de Savater, porque como todo el mundo sabe, desde hace muchos años empezó a escuchar pasos en la azotea, es decir, se sabe amenazado por los terroristas de la ETA; de allí que en su libro arriba mencionado reflexione, además del sentimiento de lo religioso y las religiones, a propósito de la muerte, un tema que últimamente lo obsesiona. "Nos cuesta mucho esfuerzo mítico reconciliarnos con la muerte... y siempre se trata de una reconciliación relativa, un mero apaño". Pero hablemos mejor de la vida, de la vida que provoca la extensísima obra de este entrañablísimo filósofo español. Hoy, a las 11:00 de la mañana en el Palacio de Minería, el Consejo Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México conferirá el grado de Doctor Honoris Causa a Fernando Savater, ya que "Pocos pensadores contemporáneos han reflexionado acerca del papel de la moral como manera de estar en un mundo como el nuestro; para Savater, el ser humano no es una descripción biológica, sino también un proyecto cultural y, si se quiere, filosófico; después de nacer del útero materno, el ser humano nace en el útero social y se construye como humano por medio del lenguaje, de la socialización, de la ética. Estas reflexiones y su importante trayectoria como educador, filósofo y activista lo han consolidado como uno de los más importantes y lúcidos humanistas de nuestro tiempo". He aquí lo que dice la invitación para asistir a este homenaje tan merecido. Hay que decir que también hoy lo recibirán personalidades como:
Leopoldo García-Colín (fundador y principal promotor de la Física Estadística en México), Juliana González (filósofa y estudiosa de las ciencias genómicas), Ricardo Lagos (ex presidente de Chile), Ricardo Miledi (distinguido neurobiólogo), Nélida Piñón (primera mujer en presidir la Academia Brasileña de las Letras) y Giovanni Sartori (reconocido mundialmente como precursor de la Ciencia Política moderna). Volvamos con el heredero del "prohibido prohibir", regresemos con este pacifista que está contra el terrorismo del País Vasco, este miembro de "¡Basta Ya!", asociación que recibió del Parlamento Europeo el Premio Sajarov a la defensa de los derechos humanos, contemos una anécdota de este hombre tan generoso, tan sabio y tan todo. Allí tienen ustedes que con muchos esfuerzos y gracias a la intervención de mi amiga Angelina Peralta, Fernando Savater me concedió, no obstante su agenda tan saturada, una entrevista con motivo de la publicación de su libro Los Diez Mandamientos del Siglo XXI (Editorial Random House Mondadori, Debate). La cita era en el piso 19 del hotel JW Marriot en Polanco. Junto con el fotógrafo de nuestro periódico, llegamos a la hora. Por mi parte, me encontraba particularmente nerviosa; seguramente se debía a que esa noche no había dormido ni una hora por leer por segunda vez el maravilloso libro de Savater. Quería que la entrevista saliera lo más profesionalmente posible, ya que me habían dado un espacio muy importante en el suplemento Enfoque. Llevaba mis preguntas escritas. Cuando llegamos el filósofo ya se encontraba esperándonos. Después de saludarnos como sí hubiéramos jugado a las canicas de niños, así de sencillo y adorable es Savater, empezamos con la entrevista. "¿Cuál es la vigencia que tienen los Diez Mandamientos?, ¿siguen siendo una guía ética y moral para la sociedad a pesar de todos los cambios que ha sufrido?, ¿por qué recurres a tanta ironía cuando hablas de cada uno de ellos?", le preguntaba muy seria.
La entrevista se desarrollaba perfectamente bien, el autor me hablaba de cada mandamiento con mucha elegancia, dando su explicación histórica y haciendo observaciones sumamente agudas. Yo estaba encantada, me encontraba frente a un hombre totalmente agnóstico pero de una sabiduría universal apabullante. Mientras tanto el fotógrafo no dejaba de retratarnos. Al cabo de casi dos horas, dimos por terminada la entrevista. Savater y yo, acabamos íntimos. Le dije gracias tantas veces, que creo que hasta lo maree. Por último le propuse al fotógrafo que oyéramos el primer casete de la grabación. La pusimos y... nada... No se oía nada. Pusimos la segunda, y... nada... No se oía nada. "Creo que no se grabó, señora", dijo el compañero. Volvimos a insistir... y nada. En efecto, la entrevista no se había grabado nada, absolutamente, nada. Me quise morir. No sabía qué hacer. Fue el mismo Savater quien me tranquilizó con toda su generosidad y me dijo que a él también le había sucedido lo mismo como periodista con un escritor muy famoso. Esto me lo dijo mirándome con sus enormes anteojos tan característicos de armazón azul claro. Lo que puedo decir, es que esa entrevista tan genial la grabé en mi corazón, y ésa sí que nunca la borrará ni el tiempo, ni un apagón, ni mucho menos el olvido.
Kikka Roja