Guadalupe Loaeza Visita su BLOG
3 Mar. 09
La portada de la revista El País Semanal de este domingo del diario español, habla más que mil palabras. La fotografía que ocupa toda la portada en blanco y negro asemeja una escena de película de terror: sobre una plancha vemos el cuerpo de una mujer violada y asesinada, en una sala de autopsias de Ciudad Juárez. Un joven vestido civilmente, parece examinarla por la parte de atrás con la ayuda de un foco, mientras que un señor, con un suéter de cuello de tortuga oscuro, de brazos cruzados y guantes de látex, observa la desnudez de la muchacha no mayor de 20 años. A lo lejos, contra el muro, se lee un letrero con letras mayúsculas que dice: Punzo Cortante. El título del reportaje central del semanario se distingue, por la negrura de sus grandes letras: "La muerte imparable. Ciudad Juárez. 1.5 millones de habitantes. Cinco muertes violentas al día. Viaje al rincón más peligroso del mundo". Tanto el contenido del extenso reportaje de Pablo Ordaz como las fotografías de las páginas interiores que lo acompañan no tienen desperdicio.
El espléndido texto de Ordaz se lee de un tirón. Las imágenes que describe el reportero resultan, además de apabullantes, demasiado familiares: son las mismas que vemos todas las noches en los noticiarios de la televisión. No obstante, leerlas en una publicación extranjera tan prestigiosa como es El País provoca todavía más rabia, más coraje y mucha más vergüenza. Después de lo descrito allí, nos preguntamos, ¿qué turista, mexicano o extranjero, querrá viajar a uno de los rincones "más peligrosos del mundo"? Y eso que el periodista español no se refirió, concretamente, a las muertas de Juárez. Tal vez evitó el tema, como un gesto de compasión hacia los miles de lectores que seguramente tiene el semanario en diferentes países de habla hispana.
En seguida me permito transcribir pequeños fragmentos del extenso reportaje de Ordaz. No hay duda que leerlo en su totalidad resultaría aún más revelador y estrujante; de allí que lo recomiende vivamente aunque luego se nos tache a los periodistas de "catastrofistas" o bien de que estamos contribuyendo a que no venga turismo a nuestro país.
El recorrido que hace Ordaz en Ciudad Juárez, lo realiza junto con unas fuerzas especiales procedentes en su mayoría de las filas del Ejército. Su aventura sucede durante un sábado de febrero escogido al azar, día en que terminan por morir ocho jóvenes asesinados por las "oscuras mafias de la droga".
"Es una guerra extraña la que vive México. Las bajas se cuentan por decenas, todos los días, como en cualquier guerra. Pero aquí no hay dos bandos. Hay muchos, y andan disfrazados".
"Según ha llegado a admitir Felipe Calderón, el presidente de México, más de la mitad de la policía mexicana 'no es recomendable'. Hay casos como el de Tijuana, donde se detectó que nueve de cada 10 policías locales habían sido comprados por el narcotráfico. Incluso entre los 11.000 federales recién contratados, la mitad resultó ser de moral distraída"... "El Paso es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. Ciudad Juárez, la más violenta de México. En El Paso, como en toda frontera, se venden armas de grueso calibre sin ningún impedimento. Aquí se mata con ellas".
"Le llamaban el Señor de los Cielos. De él se dice que tenía una docena de Boeing 727 con los que introducía cocaína en Estados Unidos. La épica de la frontera. Las reglas. El respeto. La complicidad de los gobernantes. Tú hasta aquí y yo hasta allí. Y como último recurso, la muerte. La muerte como herramienta de trabajo, de poder, de advertencia"... "Todo eso se acabó hace algo más de un año. La versión oficial es que tantos años de complacencia con el crimen organizado habían llegado a horadar los cimientos de la República y amenazaban con privatizar el país en su beneficio. 'Los señores de la droga ya estaban tocando las puertas de Los Pinos (la sede de la Presidencia de la República)', dice a media voz uno de los hombres más poderosos de México. 'O los combatíamos o les entregábamos el país. Ya eran dueños de algunos cuerpos enteros de policía que trabajaban para ellos'. El caso es que el presidente, Felipe Calderón, tocó zafarrancho de combate. Hace de eso un año, dos meses y 7.000 muertos".
"'El día que más miedo pasé', comenta una enfermera del servicio de urgencias, 'fue hace sólo unos meses. Recibimos el aviso de que había un joven malherido tirado en la calle. Acababa de ser víctima de un ataque armado. Fuimos hacia allá y llegamos cuando todavía respiraba. No había tiempo que perder. Lo metimos en la ambulancia y salimos corriendo hacia el hospital. A medio camino se nos cruzaron dos furgonetas con los cristales oscuros. Bajaron tres o cuatro encapuchados, nos apuntaron en la cabeza al chofer y a mí y nos dijeron que nos estuviésemos quietos. Fueron a la parte de atrás, sacaron al herido y le dieron el tiro de gracia en medio de la calle... Nos dijeron que, por nuestro bien, la próxima vez no tuviésemos tanto interés en llegar tan rápido...'".
"El procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, maneja un dato estremecedor: Al 40% de los que mueren no los reclama nadie".
"Fosas comunes. Esquinas de papel en los diarios. Y la batalla que no cesa. Todos los días, el Gobierno de México distribuye una serie de comunicados -partes de guerra- que dan cuenta de la incautación de armas, de la intervención de droga, de la detención de sicarios. Pero al día siguiente, invariablemente, los noticieros hacer recuento de las bajas, y raro es el día que no superan las dos cifras. Diez en Ciudad Juárez. Cinco en Tijuana. Dos en Culiacán. Total: 17. Hay ciudades marcadas por la tragedia diaria. Suelen ser las sedes fronterizas de los antiguos cárteles de la droga, hoy atomizados por las guerras entre sí y por el embate del Estado, pero también se producen bajas muy cerca del mar Caribe, a pocos metros de las palmeras y los hoteles de lujo".
kikka-roja.blogspot.com/
El espléndido texto de Ordaz se lee de un tirón. Las imágenes que describe el reportero resultan, además de apabullantes, demasiado familiares: son las mismas que vemos todas las noches en los noticiarios de la televisión. No obstante, leerlas en una publicación extranjera tan prestigiosa como es El País provoca todavía más rabia, más coraje y mucha más vergüenza. Después de lo descrito allí, nos preguntamos, ¿qué turista, mexicano o extranjero, querrá viajar a uno de los rincones "más peligrosos del mundo"? Y eso que el periodista español no se refirió, concretamente, a las muertas de Juárez. Tal vez evitó el tema, como un gesto de compasión hacia los miles de lectores que seguramente tiene el semanario en diferentes países de habla hispana.
En seguida me permito transcribir pequeños fragmentos del extenso reportaje de Ordaz. No hay duda que leerlo en su totalidad resultaría aún más revelador y estrujante; de allí que lo recomiende vivamente aunque luego se nos tache a los periodistas de "catastrofistas" o bien de que estamos contribuyendo a que no venga turismo a nuestro país.
El recorrido que hace Ordaz en Ciudad Juárez, lo realiza junto con unas fuerzas especiales procedentes en su mayoría de las filas del Ejército. Su aventura sucede durante un sábado de febrero escogido al azar, día en que terminan por morir ocho jóvenes asesinados por las "oscuras mafias de la droga".
"Es una guerra extraña la que vive México. Las bajas se cuentan por decenas, todos los días, como en cualquier guerra. Pero aquí no hay dos bandos. Hay muchos, y andan disfrazados".
"Según ha llegado a admitir Felipe Calderón, el presidente de México, más de la mitad de la policía mexicana 'no es recomendable'. Hay casos como el de Tijuana, donde se detectó que nueve de cada 10 policías locales habían sido comprados por el narcotráfico. Incluso entre los 11.000 federales recién contratados, la mitad resultó ser de moral distraída"... "El Paso es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. Ciudad Juárez, la más violenta de México. En El Paso, como en toda frontera, se venden armas de grueso calibre sin ningún impedimento. Aquí se mata con ellas".
"Le llamaban el Señor de los Cielos. De él se dice que tenía una docena de Boeing 727 con los que introducía cocaína en Estados Unidos. La épica de la frontera. Las reglas. El respeto. La complicidad de los gobernantes. Tú hasta aquí y yo hasta allí. Y como último recurso, la muerte. La muerte como herramienta de trabajo, de poder, de advertencia"... "Todo eso se acabó hace algo más de un año. La versión oficial es que tantos años de complacencia con el crimen organizado habían llegado a horadar los cimientos de la República y amenazaban con privatizar el país en su beneficio. 'Los señores de la droga ya estaban tocando las puertas de Los Pinos (la sede de la Presidencia de la República)', dice a media voz uno de los hombres más poderosos de México. 'O los combatíamos o les entregábamos el país. Ya eran dueños de algunos cuerpos enteros de policía que trabajaban para ellos'. El caso es que el presidente, Felipe Calderón, tocó zafarrancho de combate. Hace de eso un año, dos meses y 7.000 muertos".
"'El día que más miedo pasé', comenta una enfermera del servicio de urgencias, 'fue hace sólo unos meses. Recibimos el aviso de que había un joven malherido tirado en la calle. Acababa de ser víctima de un ataque armado. Fuimos hacia allá y llegamos cuando todavía respiraba. No había tiempo que perder. Lo metimos en la ambulancia y salimos corriendo hacia el hospital. A medio camino se nos cruzaron dos furgonetas con los cristales oscuros. Bajaron tres o cuatro encapuchados, nos apuntaron en la cabeza al chofer y a mí y nos dijeron que nos estuviésemos quietos. Fueron a la parte de atrás, sacaron al herido y le dieron el tiro de gracia en medio de la calle... Nos dijeron que, por nuestro bien, la próxima vez no tuviésemos tanto interés en llegar tan rápido...'".
"El procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, maneja un dato estremecedor: Al 40% de los que mueren no los reclama nadie".
"Fosas comunes. Esquinas de papel en los diarios. Y la batalla que no cesa. Todos los días, el Gobierno de México distribuye una serie de comunicados -partes de guerra- que dan cuenta de la incautación de armas, de la intervención de droga, de la detención de sicarios. Pero al día siguiente, invariablemente, los noticieros hacer recuento de las bajas, y raro es el día que no superan las dos cifras. Diez en Ciudad Juárez. Cinco en Tijuana. Dos en Culiacán. Total: 17. Hay ciudades marcadas por la tragedia diaria. Suelen ser las sedes fronterizas de los antiguos cárteles de la droga, hoy atomizados por las guerras entre sí y por el embate del Estado, pero también se producen bajas muy cerca del mar Caribe, a pocos metros de las palmeras y los hoteles de lujo".
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