El talón de Josefina
RENÉ DELGADO
Si la prudencia coronó la precampaña de Josefina Vázquez Mota, la indecisión amenaza ahora su campaña.
Maquío 2.0
El festejo de su elección lo evaporó la selección interna de candidatos al Congreso, y la abanderada albiazul se desdibuja. La pésima conducción de esa segunda operación partidista la afecta y, ante esa circunstancia, la candidata y sus estrategas no muestran coraje. Por el contrario, dejan ver su talón de Aquiles: poco o nulo margen de maniobra frente a los operadores del partido: Felipe Calderón y Gustavo Madero... y un candidato presidencial fuerte, con gana de competir, no se conduce de esa manera. Josefina Vázquez Mota repite un fenómeno que, en Acción Nacional, adquiere el carácter de síndrome: ganar elecciones sin conquistar el poder. Ganó la elección interna, está por verse si la candidatura.
***
A partir de la noche de su victoria, la candidata presidencial de Acción Nacional ha incurrido en varios errores estratégicos. Precipitar la operación cicatriz con su principal adversario, cuando la herida era ella. Participar marginalmente en la integración de la lista de candidatos plurinominales al Congreso, sin rescatar espacios en ella. Limitar su intervención en las decisiones del partido. Mostrar docilidad ante el Ejecutivo en vez de marcar independencia. Titubear ante la candidatura a diputado de Fernando Larrazábal, símbolo por antonomasia de la descomposición y denigración de su partido, reduciendo su postura a tomarse la foto con quienes lo impugnan. Si mañana, al rendir protesta como candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota no deja el discurso complaciente y la sonrisa forzada para mandar señales claras de su decisión de encabezar y dirigir su propia campaña, quizá resulte cierto que no ganó la candidatura por sus aciertos, sino por los errores de Ernesto Cordero y su padrino. Como también porque, al final, Felipe Calderón -como Vicente Fox hizo con él- la haga suya sin quererla. De la prudencia al coraje político hay una distancia, si Vázquez Mota no recorre pronto ese tramo, cobrará fuerza la idea de que sólo quería ser candidata. No más.
***
Ciertamente la generosidad en la victoria se agradece, pero hasta esa virtud política exige oficio para administrarla. Si se carece de oficio, la generosidad se confunde con la debilidad. La precipitada operación cicatriz emprendida por Vázquez Mota con Ernesto Cordero no dejó huella de generosidad o de unidad sino de inseguridad en la victoria. Precipitarse a sumar Cordero a la campaña de Vázquez Mota, cuando por cuenta del exdelfín presidencial corrieron los lances fuertes y las agresiones, es desconocer dónde y de quién eran las heridas. Desde la parte escenográfica, se entiende que al final de una contienda los derrotados levanten el brazo de la ganadora como si nada hubiera pasado. Pero agotada la fiesta, el triunfador -en este caso, la triunfadora- debe convalidar su victoria mostrando mando y liderazgo en la toma decisiones para mostrarse como la cabeza del grupo hegemónico. Así es la política.
No se vio eso, después de la noche del cinco de febrero. Se aplicaron suturas y merthiolate en las cejas del boxeador que no había sido golpeado y no se abrió un compás para dejar que el tiempo también jugara.
***
La fragilidad de la victoria de Josefina Vázquez Mota fue ratificada en la integración del listado de candidatos plurinominales al Senado.
La precandidata triunfadora apenas pudo colocar, quién sabe si atinadamente, a dos de los suyos en esa lista: Roberto Gil Zuarth y María Dolores del Río Sánchez. Vale dudar del tino de esa decisión porque si el coordinador de la campaña que aún no empieza se cala un paracaídas legislativo, no es aventurado pensar que hay cierta duda sobre la competitividad de quien pretende la residencia oficial de Los Pinos. Más allá del tino o no de esa decisión, en el listado destaca cómo el calderonismo copó la mayor parte de los espacios: su delfín, la prima de su esposa, su hermana, su paisano, su amigo convaleciente, su otro exsecretario particular ya pueden verse arrellanándose en un escaño con o sin méritos para ocuparlo. De ese modo, el equipo de Vázquez Mota se quedó como el chinito: nomás milando. Hasta el exjefe de comunicación de Los Pinos, del PAN y del delfín que se ahogó, Maximiliano Cortázar, encontró asiento en una curul y fuero para su tranquilidad. No pudo con "la narrativa" del discurso -así le dicen, ahora- del Presidente, del líder del partido ni del delfín, pero fue condecorado como parlamentario. Si Vázquez Mota se alzó con la victoria en la contienda por la candidatura presidencial, el listado de candidatos plurinominales al Congreso obligan a preguntar: ¿qué fue lo que ganó?
***
Con eso de que el calderonismo ha resultado muy bueno para diseñar operaciones políticas que salen al revés, no acaba de entenderse a quién representa el dirigente del partido, Gustavo Madero. Sin entrar a especular con ese misterioso enigma, lo asombroso es que Vázquez Mota no incida en las decisiones del partido. Suena bien, de entrada, que la virtual candidata presidencial diferencie su rol como tal del rol del dirigente del partido, pero no deja de asombrar que aparezca marginada de las decisiones de la organización que, supuestamente, la postula. A esa marginación, se suma un hecho que quizá más adelante resuelva Vázquez Mota: su docilidad frente al jefe del Ejecutivo. Es posible que todavía no sea el momento de marcar distancia ante Felipe Calderón -esa operación siempre resulta delicada a la candidata o el candidato del partido en el gobierno-, pero mostrarse dependiente de él no ayuda a perfilar una figura con independencia y soberanía en sus propias decisiones.
El asunto no es sencillo, el mandatario ha prometido cerrar la boca en cuanto al proceso electoral se refiere, pero no ha dicho si va a cerrar la cartera y, desde luego, los recursos públicos influyen en la posibilidad de repetir en el gobierno. No es fácil determinar la distancia indicada entre la candidata y el jefe del Ejecutivo, pero de eso a ni siquiera plantearse el problema es ignorar que el calderonismo quizá no sea un activo para la campaña.
***
Josefina Vázquez Mota ganó la candidatura presidencial, pero hasta ahora no se ha mostrado como candidata... sólo deja ver su talón. Ojalá no se repita lo ya visto: recibir el respaldo del jefe Ejecutivo para hacerla ganar la elección a como dé lugar y tener una jefa del Ejecutivo maniatada, amordazada e inmovilizada sin ni siquiera haber tocado la puerta de Los Pinos.
sobreaviso@latinmail.com
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kikka-roja.blogspot.com/
RENÉ DELGADO
Si la prudencia coronó la precampaña de Josefina Vázquez Mota, la indecisión amenaza ahora su campaña.
Maquío 2.0
El festejo de su elección lo evaporó la selección interna de candidatos al Congreso, y la abanderada albiazul se desdibuja. La pésima conducción de esa segunda operación partidista la afecta y, ante esa circunstancia, la candidata y sus estrategas no muestran coraje. Por el contrario, dejan ver su talón de Aquiles: poco o nulo margen de maniobra frente a los operadores del partido: Felipe Calderón y Gustavo Madero... y un candidato presidencial fuerte, con gana de competir, no se conduce de esa manera. Josefina Vázquez Mota repite un fenómeno que, en Acción Nacional, adquiere el carácter de síndrome: ganar elecciones sin conquistar el poder. Ganó la elección interna, está por verse si la candidatura.
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A partir de la noche de su victoria, la candidata presidencial de Acción Nacional ha incurrido en varios errores estratégicos. Precipitar la operación cicatriz con su principal adversario, cuando la herida era ella. Participar marginalmente en la integración de la lista de candidatos plurinominales al Congreso, sin rescatar espacios en ella. Limitar su intervención en las decisiones del partido. Mostrar docilidad ante el Ejecutivo en vez de marcar independencia. Titubear ante la candidatura a diputado de Fernando Larrazábal, símbolo por antonomasia de la descomposición y denigración de su partido, reduciendo su postura a tomarse la foto con quienes lo impugnan. Si mañana, al rendir protesta como candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota no deja el discurso complaciente y la sonrisa forzada para mandar señales claras de su decisión de encabezar y dirigir su propia campaña, quizá resulte cierto que no ganó la candidatura por sus aciertos, sino por los errores de Ernesto Cordero y su padrino. Como también porque, al final, Felipe Calderón -como Vicente Fox hizo con él- la haga suya sin quererla. De la prudencia al coraje político hay una distancia, si Vázquez Mota no recorre pronto ese tramo, cobrará fuerza la idea de que sólo quería ser candidata. No más.
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Ciertamente la generosidad en la victoria se agradece, pero hasta esa virtud política exige oficio para administrarla. Si se carece de oficio, la generosidad se confunde con la debilidad. La precipitada operación cicatriz emprendida por Vázquez Mota con Ernesto Cordero no dejó huella de generosidad o de unidad sino de inseguridad en la victoria. Precipitarse a sumar Cordero a la campaña de Vázquez Mota, cuando por cuenta del exdelfín presidencial corrieron los lances fuertes y las agresiones, es desconocer dónde y de quién eran las heridas. Desde la parte escenográfica, se entiende que al final de una contienda los derrotados levanten el brazo de la ganadora como si nada hubiera pasado. Pero agotada la fiesta, el triunfador -en este caso, la triunfadora- debe convalidar su victoria mostrando mando y liderazgo en la toma decisiones para mostrarse como la cabeza del grupo hegemónico. Así es la política.
No se vio eso, después de la noche del cinco de febrero. Se aplicaron suturas y merthiolate en las cejas del boxeador que no había sido golpeado y no se abrió un compás para dejar que el tiempo también jugara.
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La fragilidad de la victoria de Josefina Vázquez Mota fue ratificada en la integración del listado de candidatos plurinominales al Senado.
La precandidata triunfadora apenas pudo colocar, quién sabe si atinadamente, a dos de los suyos en esa lista: Roberto Gil Zuarth y María Dolores del Río Sánchez. Vale dudar del tino de esa decisión porque si el coordinador de la campaña que aún no empieza se cala un paracaídas legislativo, no es aventurado pensar que hay cierta duda sobre la competitividad de quien pretende la residencia oficial de Los Pinos. Más allá del tino o no de esa decisión, en el listado destaca cómo el calderonismo copó la mayor parte de los espacios: su delfín, la prima de su esposa, su hermana, su paisano, su amigo convaleciente, su otro exsecretario particular ya pueden verse arrellanándose en un escaño con o sin méritos para ocuparlo. De ese modo, el equipo de Vázquez Mota se quedó como el chinito: nomás milando. Hasta el exjefe de comunicación de Los Pinos, del PAN y del delfín que se ahogó, Maximiliano Cortázar, encontró asiento en una curul y fuero para su tranquilidad. No pudo con "la narrativa" del discurso -así le dicen, ahora- del Presidente, del líder del partido ni del delfín, pero fue condecorado como parlamentario. Si Vázquez Mota se alzó con la victoria en la contienda por la candidatura presidencial, el listado de candidatos plurinominales al Congreso obligan a preguntar: ¿qué fue lo que ganó?
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Con eso de que el calderonismo ha resultado muy bueno para diseñar operaciones políticas que salen al revés, no acaba de entenderse a quién representa el dirigente del partido, Gustavo Madero. Sin entrar a especular con ese misterioso enigma, lo asombroso es que Vázquez Mota no incida en las decisiones del partido. Suena bien, de entrada, que la virtual candidata presidencial diferencie su rol como tal del rol del dirigente del partido, pero no deja de asombrar que aparezca marginada de las decisiones de la organización que, supuestamente, la postula. A esa marginación, se suma un hecho que quizá más adelante resuelva Vázquez Mota: su docilidad frente al jefe del Ejecutivo. Es posible que todavía no sea el momento de marcar distancia ante Felipe Calderón -esa operación siempre resulta delicada a la candidata o el candidato del partido en el gobierno-, pero mostrarse dependiente de él no ayuda a perfilar una figura con independencia y soberanía en sus propias decisiones.
El asunto no es sencillo, el mandatario ha prometido cerrar la boca en cuanto al proceso electoral se refiere, pero no ha dicho si va a cerrar la cartera y, desde luego, los recursos públicos influyen en la posibilidad de repetir en el gobierno. No es fácil determinar la distancia indicada entre la candidata y el jefe del Ejecutivo, pero de eso a ni siquiera plantearse el problema es ignorar que el calderonismo quizá no sea un activo para la campaña.
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Josefina Vázquez Mota ganó la candidatura presidencial, pero hasta ahora no se ha mostrado como candidata... sólo deja ver su talón. Ojalá no se repita lo ya visto: recibir el respaldo del jefe Ejecutivo para hacerla ganar la elección a como dé lugar y tener una jefa del Ejecutivo maniatada, amordazada e inmovilizada sin ni siquiera haber tocado la puerta de Los Pinos.
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