- Arruina el FMI la fábula de Los Pinos
- ¿Se aprestarán Calderón y Lozano a ir tras Romero y Gordillo?
Estaba en su ya tradicional tanda cotidiana de cuenta cuentos, muy entretenido con aquello de que lo peor ya pasó y duro y dale con eso de que el país ha podido sortear la tormenta perfecta que representó la crisis económica, cuando de repente el Fondo Monetario Internacional decidió apestarle la fábula al inquilino de Los Pinos: México no sólo se mantiene en el último lugar latinoamericano en lo que a desplome económico se refiere, sino que su caída resulta tres tantos más profunda que la del promedio regional.
De ese tamaño es el cuento de que el país ha podido sortear la tormenta perfecta que representó (nótese el uso del tiempo pasado) la crisis económica, documentado por el organismo financiero. Pero si lo anterior es dramático, el dato adicional aportado por el FMI en su más reciente corte de caja sobre el comportamiento económico en el planeta es, de plano, devastador: mientras la economía mexicana se desfondó 7.3 por ciento, cuando menos, la potencia caribeña llamada Haití sorteará la misma tormenta perfecta con un crecimiento de 2 por ciento en este 2009, el año del catarrito.
Algunas décadas atrás, la economía mexicana peleaba el primer lugar en crecimiento latinoamericano con otras de más o menos el mismo peso y alcance, y normalmente ganaba en buena lid. Pero a estas alturas ni siquiera puede dar batalla a las naciones regionales históricamente más golpeadas y depauperadas. El marcador Haití 2/México menos 7.3 es verdaderamente espeluznante.
En este 2009 que felizmente se aproxima a su fin (aunque la mala noticia es que de inmediato comienza el negro 2010), para las grandes economías latinoamericanas, otrora principales competidoras de la nuestra, la misma tormenta perfecta causará los siguientes estragos, de acuerdo con el FMI: una caída de 2.5 por ciento en la argentina y de 0.7 por ciento en la brasileña, mientras la mexicana, como se menciona líneas arriba, se desplomaría 7.3 por ciento, cuando menos.
Hasta donde se sabe, Lula y Cristina Fernández no han hecho referencia a tormenta perfecta alguna para justificar los efectos de la sacudida, como el inquilino de Los Pinos comprenderá. Por el contrario, desde el inicio del zarandeo pusieron manos a la obra e intentaron atenuar el golpe con acciones concretas, no con discursos (ídem), y los resultados allí están: economías más o menos de la misma proporción, con las mismas fortalezas y carencias, pero con balances distintos, en detrimento de la mexicana. Y en Argentina y Brasil también hay pobreza, y voraces barones, y políticos ramplones, y discursos fatuos, pero por lo visto también ganas de hacer las cosas no tan mal como se han hecho en México.
De 33 países considerados por el FMI en su más reciente corte de caja, ostentosamente México ocupa el escalón 33. Si hubiera 50 lugares, éste sería para México y su gobierno de para vivir mejor. Pero no sólo es el año de la crisis y el que viene, sino el balance del periodo 2007-2010, en el que nuestro país, con Calderón y su genial equipo económico a la cabeza, logra lo impensable tres décadas atrás: en un final de fotografía, la economía mexicana superará –por una nariz– a la de la poderosísima isla caribeña de Santa Lucía; en ese cuatrienio, la tasa anual promedio de crecimiento real de la primera a duras penas, y en el mejor de los casos, llegaría a 0.15 por ciento, mientras que la de la segunda sería de menos 0.1 por ciento.
Ésa sería la aportación concreta del gobierno calderonista: 0.15 por ciento de crecimiento económico. Lo anterior, siempre y cuando no se cumpla el pronóstico de una caída de 8 por ciento en 2009, porque de ser esta última la cifra correcta el avance de 0.15 por ciento en el cuatrienio se convertiría en una cifra negativa de 0.02 por ciento, amén de que se requiere del puntual cumplimiento del pronóstico de 3.3 por ciento de incremento en 2010. De esta forma es que Calderón ha sorteado la tormenta perfecta. La duda es si habla de oídas o si realmente vio la película, cuyo final es más que obvio: todos los pescadores mueren. México, pues, en el fondo, peleándose el último/penúltimo lugar latinoamericano con las economía caribeñas más pequeñas entre las pequeñas. Ya ni siquiera con la haitiana, la cual, a estas alturas, parece inalcanzable para el otrora milagro mexicano.
En el mismo periodo (2007-2010), del otro lado del estadio los resultados, sin ser extraordinarios, son diametralmente opuestos al caso mexicano. Los tres primeros lugares latinoamericanos: Panamá, Perú y Uruguay, con una tasa anual promedio real de crecimiento de 6.6, 6.5 y 5.2 por ciento, respectivamente. Bolivia y República Dominicana libraron 4.2 por ciento, en cada caso, Argentina 3.6 por ciento y Brasil 3.4 anual real. Guatemala y Paraguay 3, Colombia 2.8 y Venezuela 2.7 por ciento, todos ellos por arriba del promedio regional de 2.6 por ciento, cota en la que se quedó Honduras. ¿Y México?: 0.15 por ciento, 17 tantos por abajo del promedio latinoamericano.
Ése el deprimente panorama que nos brinda la economía mexicana en lo que va de la continuidad, cuatro años tirados al cesto de la basura. Ése es el resultado concreto de cuatro años de discursos, de promesas incumplidas, de cuentas del gran capitán y del cuento de la lechera. Pero no hay que ser tan pesimistas, porque lo bueno es que, según el inquilino de Los Pinos, la tormenta fue perfecta y se ha sorteado. ¿Se imaginan si la tormenta hubiera sido imperfecta?
Las rebanadas del pastel
Animaos, mexicanos exhaustos, que se va a poner bueno. Ya lo dijo el sádico subsecretario de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, José Antonio Meade: en 2010 no habrá cambios súbitos en la política de precios de las gasolinas; los consumidores pueden estar tranquilos, porque el deslizamiento (léase aumento) en el precio de los combustibles será gradual y pequeño, o lo que es lo mismo los susodichos precios aumentarán permanentemente a lo largo del año. Así es: la tortura será constante, pero de a poquitos. Ahora que si se añaden los incrementos en gas, diesel, tarifas eléctricas, impuestos, etcétera, etcétera, no cabe duda que será de muchitos. ¡Qué raro!: el inquilino de Los Pinos y su porro Javier Lozano Alarcón todavía no informan cuándo comenzarán los operativos en contra de Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo y demás fauna política que los apuntala, porque se supone que de eso se trata, de democratizar el sindicalismo mexicano. ¿O no?
De ese tamaño es el cuento de que el país ha podido sortear la tormenta perfecta que representó (nótese el uso del tiempo pasado) la crisis económica, documentado por el organismo financiero. Pero si lo anterior es dramático, el dato adicional aportado por el FMI en su más reciente corte de caja sobre el comportamiento económico en el planeta es, de plano, devastador: mientras la economía mexicana se desfondó 7.3 por ciento, cuando menos, la potencia caribeña llamada Haití sorteará la misma tormenta perfecta con un crecimiento de 2 por ciento en este 2009, el año del catarrito.
Algunas décadas atrás, la economía mexicana peleaba el primer lugar en crecimiento latinoamericano con otras de más o menos el mismo peso y alcance, y normalmente ganaba en buena lid. Pero a estas alturas ni siquiera puede dar batalla a las naciones regionales históricamente más golpeadas y depauperadas. El marcador Haití 2/México menos 7.3 es verdaderamente espeluznante.
En este 2009 que felizmente se aproxima a su fin (aunque la mala noticia es que de inmediato comienza el negro 2010), para las grandes economías latinoamericanas, otrora principales competidoras de la nuestra, la misma tormenta perfecta causará los siguientes estragos, de acuerdo con el FMI: una caída de 2.5 por ciento en la argentina y de 0.7 por ciento en la brasileña, mientras la mexicana, como se menciona líneas arriba, se desplomaría 7.3 por ciento, cuando menos.
Hasta donde se sabe, Lula y Cristina Fernández no han hecho referencia a tormenta perfecta alguna para justificar los efectos de la sacudida, como el inquilino de Los Pinos comprenderá. Por el contrario, desde el inicio del zarandeo pusieron manos a la obra e intentaron atenuar el golpe con acciones concretas, no con discursos (ídem), y los resultados allí están: economías más o menos de la misma proporción, con las mismas fortalezas y carencias, pero con balances distintos, en detrimento de la mexicana. Y en Argentina y Brasil también hay pobreza, y voraces barones, y políticos ramplones, y discursos fatuos, pero por lo visto también ganas de hacer las cosas no tan mal como se han hecho en México.
De 33 países considerados por el FMI en su más reciente corte de caja, ostentosamente México ocupa el escalón 33. Si hubiera 50 lugares, éste sería para México y su gobierno de para vivir mejor. Pero no sólo es el año de la crisis y el que viene, sino el balance del periodo 2007-2010, en el que nuestro país, con Calderón y su genial equipo económico a la cabeza, logra lo impensable tres décadas atrás: en un final de fotografía, la economía mexicana superará –por una nariz– a la de la poderosísima isla caribeña de Santa Lucía; en ese cuatrienio, la tasa anual promedio de crecimiento real de la primera a duras penas, y en el mejor de los casos, llegaría a 0.15 por ciento, mientras que la de la segunda sería de menos 0.1 por ciento.
Ésa sería la aportación concreta del gobierno calderonista: 0.15 por ciento de crecimiento económico. Lo anterior, siempre y cuando no se cumpla el pronóstico de una caída de 8 por ciento en 2009, porque de ser esta última la cifra correcta el avance de 0.15 por ciento en el cuatrienio se convertiría en una cifra negativa de 0.02 por ciento, amén de que se requiere del puntual cumplimiento del pronóstico de 3.3 por ciento de incremento en 2010. De esta forma es que Calderón ha sorteado la tormenta perfecta. La duda es si habla de oídas o si realmente vio la película, cuyo final es más que obvio: todos los pescadores mueren. México, pues, en el fondo, peleándose el último/penúltimo lugar latinoamericano con las economía caribeñas más pequeñas entre las pequeñas. Ya ni siquiera con la haitiana, la cual, a estas alturas, parece inalcanzable para el otrora milagro mexicano.
En el mismo periodo (2007-2010), del otro lado del estadio los resultados, sin ser extraordinarios, son diametralmente opuestos al caso mexicano. Los tres primeros lugares latinoamericanos: Panamá, Perú y Uruguay, con una tasa anual promedio real de crecimiento de 6.6, 6.5 y 5.2 por ciento, respectivamente. Bolivia y República Dominicana libraron 4.2 por ciento, en cada caso, Argentina 3.6 por ciento y Brasil 3.4 anual real. Guatemala y Paraguay 3, Colombia 2.8 y Venezuela 2.7 por ciento, todos ellos por arriba del promedio regional de 2.6 por ciento, cota en la que se quedó Honduras. ¿Y México?: 0.15 por ciento, 17 tantos por abajo del promedio latinoamericano.
Ése el deprimente panorama que nos brinda la economía mexicana en lo que va de la continuidad, cuatro años tirados al cesto de la basura. Ése es el resultado concreto de cuatro años de discursos, de promesas incumplidas, de cuentas del gran capitán y del cuento de la lechera. Pero no hay que ser tan pesimistas, porque lo bueno es que, según el inquilino de Los Pinos, la tormenta fue perfecta y se ha sorteado. ¿Se imaginan si la tormenta hubiera sido imperfecta?
Las rebanadas del pastel
Animaos, mexicanos exhaustos, que se va a poner bueno. Ya lo dijo el sádico subsecretario de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, José Antonio Meade: en 2010 no habrá cambios súbitos en la política de precios de las gasolinas; los consumidores pueden estar tranquilos, porque el deslizamiento (léase aumento) en el precio de los combustibles será gradual y pequeño, o lo que es lo mismo los susodichos precios aumentarán permanentemente a lo largo del año. Así es: la tortura será constante, pero de a poquitos. Ahora que si se añaden los incrementos en gas, diesel, tarifas eléctricas, impuestos, etcétera, etcétera, no cabe duda que será de muchitos. ¡Qué raro!: el inquilino de Los Pinos y su porro Javier Lozano Alarcón todavía no informan cuándo comenzarán los operativos en contra de Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo y demás fauna política que los apuntala, porque se supone que de eso se trata, de democratizar el sindicalismo mexicano. ¿O no?
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